RECORTES DE PRENSA:
OTROS MEDIOS:
Página 2, TVE, 17/11/2020
El autor entrevistado por Óscar López a propósito de Una historia de la mentira en el programa Página 2, de La 2 de Televisión Española.
La aventura del saber, La 2, TVE, 25/01/2021
El programa La aventura del saber recomienda Una historia de la mentira.
Documentos RNE, Radio Nacional de España, 26/02/2021
Documentos RNE aborda uno de los fenómenos más polémicos de nuestro tiempo: la desinformación en las redes como uno nuevo peligro que amenaza las instituciones y la convivencia democrática.
El programa ha contado con Myriam Redondo, del equipo de Verifica de RTVE; Manuel R. Torres Soriano, de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, coordinador del volumen Desinformación. Poder y manipulación en la era digital; Raúl Magallón Rosa, de la Universidad Carlos III, autor, entre otros de Unfaking news. Cómo combatir la desinformación, y Desinformación y pandemia; Pablo Pérez Armenteros, responsable de la comunicación digital de la Comisión Europea (2012-2019); Mari Luz Congosto, profesora honorífica de la Universidad Carlos III e investigadora de Twitter y otras redes sociales; y Juan Jacinto Muñoz-Rengel, director de la Escuela de Imaginadores y autor de Una historia de la mentira.
Deslenguados, La 2, TVE, 25/01/2021
El autor entrevistado por David Orviz a propósito de Una historia de la mentira (a partir del minuto 19’30») en el programa Deslenguados, de La 2 de Televisión Española.
La Ventana, Cadena SER, 22/01/2021
El autor entrevistado por Carles Francino a propósito de Una historia de la mentira, en La Ventana, de Cadena Ser.
Julia en la Onda, ONDA CERO, 29/12/2020
El autor entrevistado por Carmen Juan a propósito de Una historia de la mentira, en Julia en la Onda, de Onda Cero.
A vivir, Cadena SER, 26/12/2020
El autor entrevistado por Lourdes Lancho a propósito de Una historia de la mentira, en A vivir, de Cadena Ser.
Días D Andalucía, Canal Sur Radio, 26/12/2020
El autor entrevistado por Domi del Postigo y Cristina Consuegra a propósito de Una historia de la mentira, en Días D Andalucía, Canal Sur Radio.
elDiario.es, 25/12/2020
Por Francesc Miró.
Doce libros que han asaltado las estanterías en 2020 a pesar de la pandemia
Con una crisis sanitaria, un estado de alarma y el cierre de librerías como telón de fondo, estos libros se han hecho un hueco en las estanterías este año, y lo han hecho por méritos propios
Haber publicado un libro en 2020 no es sinónimo de que tu libro no lo haya leído nadie. Este ha sido un año de muchas noticias, la mayoría funestas, pero también uno en el que muchas personas se han reconciliado con la literatura, como contaban los libreros y libreras a elDiario.es. Leemos más que antes de la pandemia y lo hacemos durante más tiempo, según un estudio realizado durante las semanas más duras de la pandemia en nuestro país.
Aunque el hecho de que leamos más no significa necesariamente que compremos más libros. Las librerías sitúan en un 22,5% las pérdidas por la incidencia del coronavirus, según CEGAL. Han facturado 67 millones de euros menos que en el mismo período del año anterior, y el descenso se ha acentuado en los meses de julio, agosto y septiembre.
Con todo en su contra, no son pocos los libros que se han hecho un hueco en nuestra estantería. Libros, voces y miradas que bien merecieran estar debajo del árbol estas Navidades.
Panza de burro, de Andrea Abreu (Barrett)
Por decirlo sencillamente: la revelación del año. El debut en la ficción de Andrea Abreu ha vendido más de 20.000 ejemplares, algo insólito para una editorial tan pequeña como Barrett. Es más, ya ha dado el salto al terreno internacional y será traducida al italiano, al alemán, al inglés, al noruego, al danés, al holandés y al portugués. Pronto también habrá un audio libro y los derechos audiovisuales se han vendido a la productora El Estudio.
Todo el mérito es para una novela que nació en un taller literario, escrita haciendo un magnífico uso de la sonoridad y el tempo del idioma. «Decidí huir de la oficialidad del castellano y del canario: escribir desde el barrio, lo rural y lo kinki canario —que no es lo quinqui peninsular—. Para mí, escribir en canario es un acto político dentro de una realidad que niega nuestra cultura», contaba Abreu a elDiario.es en una entrevista.
Otoño, de Ali Smith (Nórdica libros)
Otoño quedó finalista del prestigioso Man Booker Prize, pero el Brexit y el boca-oreja le han granjeado un recorrido digno de haberlo ganado. The Guardian lo situó entre las diez mejores novelas del siglo XXI, y en las librerías británicas ha sido —y continúa siendo—, todo un fenómeno.
El humor de la escritora escocesa Ali Smith ha sabido conectar con una generación de lectores y lectoras que han vivido el proceso de salida del Reino Unido de la Unión Europea como un particular Vietnam. En España, y con traducción de Magdalena Palmer, Nórdica libros ha tenido que imprimir tres ediciones en pocas semanas. La edición en catalán la lanza Raig Verd y va por la cuarta. Traduce Dolors Udina Abelló.
Simón, de Miqui Otero (Blackie Books)
La nueva novela de Miqui Otero, la cuarta ya,»está llena de superhéroes, aunque se parecen más a los de barrio que cantaba Kiko Veneno que a los que salen de la factoría Marvel», escribía la periodista Carmen López. Algo tendrán estos personajes de barrio que han conseguido que la editorial barcelonesa Blackie Books ande ya por la tercera edición de una tirada inicial de nada menos que 6.000 ejemplares.
Otero, para más méritos, recibió en noviembre el premio El Ojo Crítico de RNE de Narrativa por crear «un universo propio» a lo largo de su trayectoria, según el veteranísimo programa. Con todo, su Simón se publicó en plena pandemia, aunque él se muestra realista en lo que concierne a la trayectoria que pueda tener: «Considero que la lectura, la cultura en general, es algo indispensable en la educación sentimental y emocional de alguien… pero un libro no es una barra de pan. Se tiene que dar una situación económica más o menos tolerable para que la gente piense en comprar y luego en leer libros, ir a un concierto o lo que sea», explicaba a este periódico.
Las maravillas, de Elena Medel (Anagrama)
Las maravillas es la primera novela de ficción de Elena Medel o, mejor dicho, su primera novela publicada. Guarda otras tres en un cajón, impublicables según contaba a elDiario.es. Por suerte esta sí ha visto la luz y no podemos por menos que recibirla con los brazos abiertos: es uno de los debuts literarios más inteligentes del año.
Medel conjuga talento con una disposición claramente política por desentrañar el mecanismo que rige nuestras vidas bajo un sistema capitalista y patriarcal. El resultado es magnífico y ya se encuentra en proceso de traducción al alemán, el inglés, el griego y el neerlandés.
El infinito en un junco, de Irene Vallejo (Siruela)
Vale, aquí hemos hecho trampa porque El infinito en un junco se publicó en 2019. Pero el recorrido de este ensayo lo ha impulsado, también en pandemia, entre lo más vendido de no ficción en español. Además durante los últimos meses ha cosechado galardones como el Premio Las Librerías Recomiendan, el Premio de Literatura José Antonio Labordeta 2020 y, especialmente, el Premio Nacional de Ensayo.
¿Qué puede tener un ensayo de 452 páginas sobre la historia de los libros para conquistar a tantas personas? Ofelia Grande, directora de Siruela, explicaba a elDiario.es que ni ellos se imaginaban este fenómeno. «Lo publicamos porque nos pareció un libro que encajaba con el ‘espíritu’ de Siruela», sostenía, «pero tengo que decir que muy poco tiempo después de su publicación, en el mes de diciembre, ya intuíamos que iba a funcionar muy bien. Había muchas señales de ello. Ahora lo comentamos con la autora y nos reímos porque en enero le dije ‘vamos a vender más de 100.000’. Y así ha sido».
Exhalación, de Ted Chiang (Sexto Piso)
Exhalación se compone de nueve relatos de distinta extensión, ambición y temática. Si bien algunos de ellos dialogan entre sí por sus reflexiones o estructura formal, todos se cobijan bajo el paraguas de la ciencia ficción y el indudable talento como narrador de Ted Chiang.
Publicada en castellano por la editorial Sexto Piso con traducción de Rubén Martín Giráldez, y en catalán por la editorial Mai Més con traducción de Ferran Ràfols Gesa, esta colección de relatos resulta apasionante por su aproximación moderna a algunos asuntos clásicos de la ciencia ficción. Su segunda edición, lanzada al poco de publicarse la primera, prueba que es el libro perfecto para amantes del género en un año especialmente distópico.
Reina, de Elizabeth Duval (Caballo de Troya)
La primera novela de Elizabeth Duval, publicada por Caballo de Troya, es una autoficción escrita por una estudiante de doble grado en Filosofía y Letras Modernas en la Universidad de la Sorbona en París. Pero también es un artefacto que especula sobre qué es la autoficción, cuáles son sus limites, y qué papel juega el lector en todo el asunto.
Es de justicia reconocer que, a pesar de la pandemia, 2020 ha significado para muchos el descubrimiento de la voz literaria de Duval, nacida en el año 2000. Reina es solo uno de los tres libros que han salido de su pluma estos meses: también podemos descubrirla a través del poemario Excepción, publicado por Letraversal en enero, y muy pronto en el ensayo Después de lo trans, publicado por La Caja Books.
Nuez de coco, de Kopano Matlwa (Alpha Decay)
Si este año Minna Salami ha aportado el ensayo más brillante la deconstrucción y descolonización de la mirada blanca occidental con su El otro lado de la montaña (Temas de hoy), Kopano Matlwa ha hecho lo propio en el terreno de la ficción. Nuez de coco narra las vidas de Ofilwe y Fikile, dos jóvenes de Johannesburgo que crecen enfrentadas a los prejuicios raciales y la presión estética de su generación en la era postapartheid. Pero buscan construirse un futuro mejor para ellas y para muchas personas en su situación.
Tras la gran acogida de las traducciones al catalán y al castellano de Florescencia, Sembra Llibres publica la primera novela de Kopano Matlwa con traducción de Elisabet Ràfols-Sagués. En castellano la ha publicado también Alpha Decay, con traducción de Aurora Echevarría y el título Nuez de coco.
Una historia de la mentira, de Juan Jacinto Muñoz-Rengel (Alianza)
Todos mentimos pero hoy la mentira, ya fuere disfrazada de fake news o exabrupto en forma de tuit, parece decidir el devenir de políticas internacionales, el futuro de naciones enteras y marcar nuestra existencia en una sociedad digitalizada. ¿Siempre ha estado la falsedad así de presente en nuestra historia?
Es lo que se propone averiguar Juan Jacinto Muñoz-Rengel en el ensayo más debatido del año pandémico. Un libro lleno de ironía, humor y sobre todo una intuición que convoca las estrategias de un thriller para descubrir qué verdad esconden todas las mentiras que el ser humano se ha contado desde hace siglos.
La flor, de Mary Karr (Periférica & Errata Naturae)
La unión de fuerzas de editoriales tan sensatas a la par que atrevidas como Periférica y Errata Naturae siempre ha dado resultados sorprendentes. Angelika Schrobsdorff y Tú no eres como otras madres en 2016, Verna B. Carleton y Regreso a Berlín o Mary Karr con su El club de los mentirosos en 2017… Este año no podía ser menos y lo han hecho con otra obra de Karr.
La flor es el segundo volumen de sus novelas memorialistas, tras El club de los mentirosos e Iluminada, que corresponden al primer y tercer volumen. Todos libros fantásticos publicados mediante este particular formato de coedición y traducidos por Regina López Muñoz. «Cada vez son menos los críticos que se atreven a menospreciar la impronta literaria de sus relatos», escribía Berta Gómez sobre la obra de Mary Karr en este periódico.
Dicen los síntomas, de Bárbara Blasco (Tusquets)
La ganadora del XVI Premio Tusquets Editores de Novela 2020 ha escrito una obra que, sin hablar de la pandemia que hemos vivido, reflexiona ampliamente sobre la fragilidad de los cuerpos, las relaciones afectivas y los lazos familiares. Tal vez por eso, este año, ha conectado tantísimo con los lectores y lectoras.
Ambientada mayormente en un hospital, Dicen los síntomas capta muchos de los pensamientos que hemos tenido en 2020, y pone el dedo en la llaga en el eco emocional de los dolores de la carne.
Nuestra parte de noche, de Mariana Enríquez (Anagrama)
Otra pequeña trampa en esta lista. Como ocurre con El infinito en un junco, esta novela de Mariana Enríquez también se publicó a finales de 2019, pero su éxito ha sido progresivo en 2020 y ha supuesto el descubrimiento de su autora para muchos, cuya obra también se puede disfrutar en los maravillosos libros de relatos Cosas que perdimos en el fuego y Los peligros de fumar en la cama, todos en Anagrama.
Con Nuestra parte de noche Enríquez ha dado su do de pecho como narradora y ha generado no solo una auténtica comunidad de fans, también ha abonado el interés por la literatura de terror escrita por mujeres. En tiempos convulsos, y los que vivimos lo son, el terror pasa de ser una vía de escape a un reflejo de la realidad. Y la obra de Enríquez no podría haber capturado mejor el sentir de 2020.
The Objective, 08/12/2020
Por Anna Maria Iglesia.
Juan Jacinto Muñoz-Rengel: «La mentira se encuentra en todos los aspectos y estadios de la civilización»
En Una historia de la mentira, su último ensayo, el autor reflexiona sobre la naturaleza humana y social de la mentira. En The Objective hemos hablado con Muñoz-Rengel sobre las connotaciones de la mentira, sus funciones y el recorrido filosófico de un concepto con mil caras distintas.
El título Una historia de la mentira (ed. Alianza) de Juan Jacinto Muñoz-Rengel puede llevar a engaño: no estamos delante un texto de carácter historiográfico, sino de un ensayo en el que el escritor se pregunta sobre la naturaleza de la mentira observando, eso sí desde una perspectiva cronológica, de qué manera forma parte intrínseca de la naturaleza humana y de la estructura social.
La pregunta sobre la mentira lleva a Muñoz-Rengel a reflexionar sobre el papel del engaño y del autoengaño, sobre la necesidad de creer en una verdad inexistente y sobre cómo la sociedad de la comunicación ha cambiado la percepción de la mentira, su difusión y sus consecuencias.
Leyendo tu ensayo observamos que la mentira adquiere distintas connotaciones y funciones: ¿la mentira es un engaño, es una ficción, es un mito, es una creencia…?
Todos ellos son conceptos emparentados. El error, la opinión, la conjetura… y, por supuesto, la ficción. Para abordar la problemática de la mentira en todos sus matices, decidí tratarla en su sentido más amplio. Considero que el ser humano es un animal puramente ficcional: desde el mismo momento en que empezamos a pensar ya se produce una sustitución de lo real por una imagen mental, una imagen que desde luego no es la realidad en sí misma. Por lo tanto, en ese primer salto simbólico, esencial a nuestra naturaleza, ya está agazapada la primera falsificación.
En efecto, observar que, al contrario de lo que podría pensarse, la mentira en tanto que engaño precede al lenguaje, forma parte de la naturaleza. Desde este punto de vista, ¿incluso biológicamente necesitamos del engaño?
Me temo que sí. La mentira está allá donde hay vida, como si estuviera programada en la secuencia de los distintos códigos genéticos. No es que solo puedan mentir los seres humanos o algunos mamíferos superiores mediante códigos lingüísticos, es que toda la naturaleza insiste en engañar. Es un mecanismo de selección natural. Mienten todos los animales que se hacen los muertos o permanecen inmóviles, simulando no estar donde están; también mienten con sus formas de camuflaje, con sus rayas y sus manchas, luego mienten las especies y no los individuos; e incluso mienten las plantas, que ni siquiera tienen sistema nervioso. Una orquídea que simula la forma de una abeja hembra con su labelo, e incluso emite determinadas feromonas, está engañando a los zánganos para lograr así ser polinizada.
Esto me lleva a preguntarte sobre lo positivo de la mentira, pues, como tú mismo señalas, es necesaria socialmente, para la cohesión social, para relacionarnos e, incluso, para sobrellevar nuestra vida y sus adversidades.
Como seres independientes y a la vez animales socialmente complejos, la mentira resulta de enorme utilidad. Necesitamos del relato para cohesionar el grupo, para proporcionarle un pasado y unas causas comunes, para narrar lo heroico y encontrar valor para enfrentarnos a los enemigos, en definitiva, para inventarle una identidad; la misma que con los siglos deviene en banderas y nacionalismos. La mentira se encuentra en cada uno de los aspectos y estadios de la civilización, la necesitamos para crear unas normas de educación, desde el civismo a las leyes y los marcos normativos, todos ellos meras convenciones, la necesitamos para crear todas nuestras capas y capas de cultura. Es más, la necesitamos también para crear nuestra propia identidad, para contarnos el relato de nuestra vida.
Analizar el concepto de mentira obliga también a preguntarse sobre el de verdad, es decir, a preguntarse si como decía Nietzsche la Verdad es la primera gran mentira.
Desde luego, la verdad, en especial esa Verdad con mayúsculas, es otra proyección humana, pura materia fantasmática. El ser humano no puede saber qué es la verdad, la cosa en sí está fuera de nuestro alcance, solo sabemos lo que nos dicen nuestros pobres y falibles sentidos. Lo demás es una construcción. Y la verdad es como un horizonte al que tendemos, pero siempre se nos escapa. Es útil, porque creo en la idea de progreso, pero ni la filosofía ni la ciencia están nunca en posesión de la verdad, sea eso lo que fuere.
Por tanto, ¿la búsqueda de la Verdad —la verdad platónica, el absoluto hegeliano, el Dios monoteísta…— son formas compensatorias para aferrarse a una realidad marcada por la incerteza o las falsas apariencias?
Necesitamos sentir cierta seguridad, dar sentido a nuestras vidas. Por eso también somos tan susceptibles a las supersticiones. Tratamos de llenar el vacío con todo tipo de creencias, que, con el tiempo necesario, acaban tomando forma, organizándose y dando lugar a las religiones. Y sí: el hombre creó a Dios a su imagen y semejanza, extrapolando sus cualidades y proyectando un ser fantástico mediante el uso de la imaginación.
Por tanto, ¿más que condenados, no nos queda otra que ser los hombres de la cueva de Platón? ¿Es imposible hablar de una Verdad más allá de las sombras?
El pasaje de la caverna platónica sigue siendo eficaz para hablar de la epistemología humana, de cómo pasamos de las percepciones sensibles y la opinión a las ideas y la ciencia. Pero Platón se equivocaba al pensar que podíamos salir de la cueva sin más, y convivir allí en condición de igualdad con las Ideas y la realidad en sí. Sea lo que sea la cosa en sí, el noúmeno queda fuera de nuestro alcance. Como supo ver Kant, todos nosotros nacemos con unas categorías y unas formas a priori de la sensibilidad, son nuestro marco mental, con ellas viviremos y también moriremos acompañados de esas mismas limitaciones.
Se habla del relativismo contemporáneo, sobre todo a partir de la llamada «muerte de los grandes relatos» o de la llamada «escuela de la sospecha» de Nietzsche, Freud y Marx. ¿Nos hemos dado cuenta de que estamos obligados a vivir en una suerte de farsa y/o de ficción, sin una verdad?
Sí, se podría decir que eso es lo que empieza a suceder entre la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX, y no solo en el ámbito de la filosofía, la psicología o la economía con los tres maestros de la sospecha, sino que también ocurre en todas las demás disciplinas humanas, con Darwin, Einstein, Saussure, Lévi-Strauss… El individuo contemporáneo comienza a tomar conciencia de que se mueve entre ficciones, de que todo el entramado cultural no es más que una red para no caer al abismo, pero que nuestra manera de sobrevivir y avanzar a ciegas ha estado siempre suspendida en el aire, en frágil y precario equilibrio. Toda ficción es relativa y depende de otra. Y aun así, avanzamos.
Por tanto, el concepto de los años ochenta de Jean Baudrillard de la «sociedad del simulacro», ¿no deja de definir la sociedad desde sus inicios?
Cuando el hombre primitivo desarrolla los primeros rudimentarios conceptos, su capacidad de ilusión es todavía muy escasa. No es que tuviera un mayor contacto con la realidad, no nos engañemos, hoy son muchos los que idealizan ingenuamente la vuelta a la naturaleza: nuestras condiciones de vida eran atroces y despiadadas, y nuestra forma de estar en el mundo tan burda como triste. El ser humano está hecho para otra cosa, su esencia es ficcionar. Somos seres creativos y solo en esta proyección y en esta complejidad somos capaces de realizarnos. Ahora bien, cuantas más capas añadimos al constructo humano de la realidad, mayor es el simulacro y el artificio. Más grande la pirámide de aire sobre nuestras cabezas.
¿Lo que ha cambiado a lo largo de la historia y lo que define el presente no es tanto la mentira, sino su difusión?
En efecto. Lo único nuevo en nuestra sociedad actual es la cantidad de las mentiras y el alcance y la velocidad de su transmisión. Pero no hay ningún cambio cualitativo. No existe eso que llaman posverdad, cualquiera de sus definiciones puede encontrar referentes en la política de hace veinticinco siglos, o en la ingente falsificación de reliquias de la Edad Media, o las guerras de pasquines, o en las campañas de difamación internacionales previas incluso a la invención de la imprenta. Hoy en cambio tenemos más instrumentos que nunca para crear y propagar bulos, para manipular imágenes y falsificar noticias, y los tenemos al alcance de nuestra mano. Es un problema de cantidad. Y eso no quita que esta imparable cantidad de ruido esté a punto de llevarnos al colapso.
Haces hincapié, por un lado, en cómo la «inmersión digital implica un deterioro de la autoestima, un aumento de la soledad y una dificultad para el desarrollo de las habilidades sociales tradicionales» y, por el otro, cómo determinados efectos de esta inmersión digital —la difusión de las llamadas fake news— no es nueva
Los intentos de manipular a los demás estaban ya en las primeras manifestaciones del trueque, en cualquier estrategia militar, o tras el más mínimo deseo de poder. Luego crear una falsa información no puede ser ni es algo nuevo. Lo que es nuevo es que casi cada individuo a este lado de la brecha digital se vea por completo rodeado por el ruido. Lo que es nuevo es la dependencia de las redes sociales, la manipulación por algoritmos, la venta de nuestros datos, la sobreinformación, la exposición, los movimientos de bots orquestados, la falta de recursos para contener la desinformación.
Si antes te preguntaba sobre la necesidad de la mentira para la cohesión social, ahora déjame preguntarte: ¿el poder necesita de la mentira? Simmel sostiene que todo poder necesita del secreto, pero ¿el secreto es muchas veces una mentira?
El secreto, por supuesto, puede ser una forma de la mentira. Se puede mentir mucho ocultando una parte de la verdad, sobre todo cuando lo que no se dice cambia radicalmente el significado de lo que se dice. Quizá, de hecho, sea la forma de mentira política más extendida hoy. Y sí, el poder necesita de la mentira. Los totalitarismos, que ejercían o ejercen la fuerza para someter a sus súbditos, apenas necesitaban mentir; y aun así siempre contaban con una cohorte de intelectuales que fabricaran su verdad oficial y siempre han codiciado el control de la prensa. No obstante, los gobiernos democráticos necesitan más que nunca de la mentira, es su principal forma de coacción. Piensa que, para empezar, los Estados son los únicos que reservan para sí el monopolio de la violencia legítima, y este poder se fundamenta en marcos normativos inventados por el propio Estado. Pero, además, tan solo hay que escuchar el discurso de cualquier político actual, o estudiar sus formas de actuar, para entender cuánto necesitan en estos tiempos manipular al pueblo. Mienten para legitimar el poder y mienten para conservarlo.
Y, ¿hasta qué punto la sociedad, en determinadas cuestiones, prefiere la mentira en determinadas cuestiones? O, dicho de otra manera, ¿se puede hablar de una mentira negativa y de una positiva?
La gran cuestión es distinguir unas mentiras de otras, discriminar una mentira perniciosa de aquellas que son favorables, organizarlas, jerarquizarlas. Las más grandes civilizaciones son aquellas que tienen mayor capacidad de ordenar sus mentiras. En todo momento, a lo largo de la escritura de este ensayo he intentado hablar de la mentira en un sentido extramoral. Me interesaba más abordar la epistemología y la sociología de la mentira que escribir un tratado de ética, y, por otro lado, habría necesitado varios volúmenes para empezar a poner un poco de orden. Sin embargo, creo que todos sabemos distinguir entre una mentira orientada a causar un mal y una hipótesis científica, una norma provisoria o una novela.
Ahora que hablas de la novela, pensando en el binomio goethiano de poesía y verdad, ¿no es acaso injusto definir a la ficción como una mentira? Si la ficción es inventar mundos posibles, ¿dónde está la mentira?
No es injusto si nos desprendemos del prejuicio moral. Claro que un poema o una novela son una forma de la mentira. La mentira está por todas partes: desde el momento en que se produce el salto metafórico de lo real a lo mental, desde el momento en que reemplazamos lo que es por lo que no es, cuando inventamos ese mundo y decimos que un personaje que no es es, y que se llama de tal modo, mide y pesa tanto, tiene tal o cual conflicto ficticio. Y si nos adentramos, por ejemplo, en los terrenos de la autoficción, esto se vuelve aún más evidente. Hay una clara intención de confundir, de superponer datos reales y falsos, de crear un entramado de ilusión. Ahora bien, se trata de mentiras lúdicas y consentidas.
Por tanto, ¿la ficción una de las vías para aproximarse a esa verdad inasible?
Así es. Las hipótesis, filosóficas o científicas, son intentos de lanzar redes hacia adelante para apresar algo de valor. Aunque provisorias y a veces del todo erradas, son nuestra mejor herramienta de conocimiento. Y, entre todas nuestras formas de actividad, el arte es la disciplina que menos miente. Desde el momento en que el artista reconoce que no hace otra cosa que ficción, se convierte en el menos mentiroso de todos, en el más honesto embaucador. Hay un pacto tácito entre el receptor de la obra y el autor. Todo lector o espectador suspende su incredulidad de forma voluntaria, para dejarse llevar durante un rato por el espectáculo del relato creado. Y, por si fuese poco, hay lugares donde llega el poeta y no el científico.
PÚBLICO, El Asombrario, 03/12/2020
Por Pura C. Roy.
Una historia de la mentira: existió siempre, pero ahora es más compleja
¿La mentira es consustancial a nuestra época o a todas? Esta cuestión planea por el libro ‘Una historia de la mentira’, de Juan Jacinto Muñoz-Rengel, editado por Alianza Editorial. En su rastreo a través de la historia entronca la mentira con la naturaleza humana. Hemos hablado con él de la mentira en la Grecia clásica, en la Edad Media, en el siglo XXI…: “Los medios de comunicación no están siendo capaces de hacer de filtro y contrarrestar las noticias falsas, los bulos o los datos falsos”, “los medios deben recuperar su autoridad para que la gente pueda respirar un poco más tranquila”.
Para este doctor en Filosofía los planteamientos del libro están más cerca de la epistemología y la antropología que de un manual de ética, y elogia la capacidad de ficción del ser humano, como no podía ser de otra manera al ser también novelista. Nuestras facultades cognitivas se sujetan en la metáfora y disponemos de un gran pensamiento simbólico que necesitamos para producir conocimiento, dice el autor. Para Muñoz-Rengel todo es mentira, pero hay mentiras y mentiras, por ello hay que entenderlas desde distintos planos y perspectivas, lo que lleva a la necesidad de poner orden en nuestras creencias, dudas e hipótesis. Entre sus novelas El gran imaginador, El sueño del otro y El asesino hipocondríaco. Actualmente también es director de la Escuela de Imaginadores.
Para contextualizar su libro ha comentado que ha preferido hablar de la mentira en un sentido extramoral, ¿qué significa esto para un lector?
Casi todo el mundo le da al término mentira una connotación negativa. No hablo de esa mentira intencionada que va destinada a conseguir un beneficio o un perjuicio del contrario, sino que hablo de la ficción. Desde que comenzamos a producir la mínima unidad de conocimiento, ya necesitamos sustituir lo real por una imagen mental que ya de por sí es un poco mentirosa. A partir de ahí voy construyendo. Es verdad que en algunos casos obviamente tiene una connotación moral, pero yo he tratado de mantenerlo al margen, ya que, si no, tendría que haber escrito un tratado de ética bastante más complicado, pero quería hablar de la naturaleza humana a un nivel casi cognitivo, epistemológico y desde todos los ámbitos de nuestra actividad.
Dice que la historia del ser humano no es otra que la historia de la ficción. ¿Conceptos como ficción, ilusión, sueño o simulacro significan lo mismo o semánticamente cada uno tiene sus diferencias?
He intentado hablar de manera amplia, pero cuando entro en cuestiones concretas hay que diferenciar; no es lo mismo una novela que una hipótesis científica o una mentira política. Son cosas muy distintas y todos estos conceptos incluidos eluden la metáfora y el simulacro que necesitamos para el más mínimo razonamiento. Al final hay algo común en nuestra forma de estar en el mundo, y cuando yo hablo de realidad como simulacro es por esta razón. En el fondo, dada nuestras muchas limitaciones, nunca vamos a alcanzar la cosa en sí, la verdad, lo que haya al otro lado; nosotros solo sabemos lo que nos dicen nuestros sentidos, que son limitados, lo que nos dice nuestra inteligencia, que es limitadísima, y en esa percepción del mundo nos movemos y construimos nuestra realidad, que no deja de ser artificial, ya que mi realidad no es la misma que la de cualquier otro ser vivo. Por lo tanto, lo que construimos es un artificio, y esto sucede porque somos incapaces de ver las cosas tal y como son. Ahora los científicos nos hablan de muchas dimensiones, de la teoría de cuerdas, que escapan a nuestra capacidad sensorial, incluso a nuestro intelecto.
Volviendo a nuestro mundo, se dice que hay mentiras malas y otras que son piadosas. ¿Lo último las justifica?
Sí, porque en el fondo no paramos de mentir, desde que te levantas te estás mintiendo a ti mismo con el autoengaño. Te miras en el espejo y no estás viendo lo mismo que ven otros. Tu propia identidad, personalidad, se construye con un relato que no es fiel a la realidad, sino a tus propios recuerdos. Mientes al vecino no por maldad, sino por lo que llamamos normas de cortesía o educación. Pero es que la propia civilización se erige sobre la mentira. Sería imposible que nos soportáramos si no fuera por eso. Necesitamos, por lo tanto, esa mentira piadosa, pero está sujeta a un relato que defina la unidad del grupo, que otorgue identidad frente a otros para consolidarnos y ser más fuertes. A lo largo de la historia hemos ido creando conceptos como el de nación. Los nacionalismos no dejan de ser las cohesiones de un grupo mayor que solo se sujeta por los relatos que vamos haciendo. Al fin y al cabo, los relatos nos ayudan a organizarnos, desde lo más pequeñito a lo más grande, pero todo pasa por el engaño.
Comienza su libro desde que nos bajamos del árbol, pero ¿qué le parece que empecemos por los griegos y sus famosos dilemas? ¿La filosofía ha ayudado a solventar algunos de ellos, seguimos viendo las sombras dentro de la caverna?
Sí, claro, por ejemplo la paradoja de Epiménides: Los cretenses son todos unos mentirosos. Teniendo en cuenta que Epiménides era cretense, su aseveración encerraba todo un dilema. Es en el siglo XX cuando se resuelve gracias al matemático Kurt Gödel y su teorema de la incompletud y al filósofo Bertrand Russell con su teoría de los tipos. La filosofía siempre ha tenido problemas para avanzar, ya que ha contado con instrumentos muy pobres.
Por eso, Descartes se pone como objetivo dudar de todo menos de que piensa y por lo tanto existe. Pero para mantener ese puntito de luz que es la conciencia única, Descartes recurre a las trampas, recurre a la fe, así que del pozo en el que se ha metido, sale de una manera fraudulenta, y es Kant mucho después quien construye algo más sólido, pero desde la subjetividad, ya que el espacio-tiempo pertenecen al sujeto humano. Él hace de la conciencia de Descartes algo más complejo sin salir de ella, pero la realidad siempre es para el sujeto pensante. Pero volviendo a los griegos, los sofistas ya decían que no existía una verdad y que había que convencer al otro con todas las armas posibles como la retórica y la falsedad. Enseñaban a los hijos de los políticos a utilizar la mentira.
¿Los filósofos actuales siguen debatiendo sobre lo verdadero y lo falso?
Sí, lo que ocurre es que nuestro mundo es más complejo y hemos abandonado la visión platónica de la verdad que durante tantos siglos nos ha acompañado en la búsqueda de la Verdad con mayúscula, es decir que hay una gran Verdad que podemos alcanzar. Esa idea platónica, que también adoptó el cristianismo, ya se ha quedado atrás.
La relatividad se impone en el siglo XXI para ver lo que nos rodea. Lo que pasa es que la relatividad necesita más ingeniería de pensamiento para poder comprender, porque, si no se maneja bien, al final se puede convertir en un todo vale, todo es igual o todo es lo mismo, tan actuales. Con esto los valores empiezan a confundirse.
¿Son ahora las mentiras más complejas?
Tenemos más herramientas que nunca para producirlas. Ahora disponemos de programas y aplicaciones que nos permiten la manipulación de todo y además alcanzar el planeta entero. Todo el mundo tiene voz, pero al no haber filtros se genera mucha confusión y ruido. Los filtros ahora son los de Instagram. La imagen que queremos de nosotros mismos la podemos proyectar más allá de nuestro ámbito personal.
¿Las apariencias que tanto cultivamos en redes sociales no dejan de ser un engaño?
Claro, es difícil saber cuándo nos engañan los sentidos, y ahora le añadimos una gran cantidad de mecanismos, que si ya era todo una farsa o un sueño, como nos dice la literatura, ahora vivimos en un mundo de formas falaces y de apariencias. ¿Qué queda de la verdad?, pues todavía menos, y con múltiples capas que hay que apartar para apreciar lo que se parece a la verdad.
Le dedicas un capítulo entero a esa palabra inventada que es ‘la posverdad’ y, por supuesto, a las ‘fake news’.
A mí me interesaba la banalidad o qué hay de real en este término de posverdad. Todos los días nos inventamos algo y esos neologismos salen en los informativos y continuamente aparece algo nuevo en la redes. Pensamos que esto es algo novedoso, pero siempre ha sido así. Mi conclusión ha sido que no hay un salto cualitativo de la mentira, solo que tenemos más capacidad de aumentar el número. Hay más mentiras, se reproducen más rápido, pero no hay un salto cualitativo, solo cuantitativo. Siempre hubo campañas de difamación, leyendas negras, creadas adrede para derrocar al enemigo. Durante la Edad Media fue la falsificación, entre otras cosas, de reliquias.
Recientemente, las televisiones apagaron la emisión de un discurso tras ver las fake news de Trump; esto lo he visto muy pocas veces y me ha sorprendido, porque los medios de comunicación no están siendo capaces de hacer de filtro y contrarrestar las noticias falsas, los bulos o los datos falsos, bien por razones políticas o económicas. Hay tanta información falsa y si un presidente, aunque sea el de Estados Unidos, está dañando la democracia para sus ciudadanos y para el resto del mundo, no hay que admitirlo. Es normal que se diga que este hombre habla sin pensar ni aportar prueba alguna.
Los medios deben recuperar su autoridad para que la gente pueda respirar un poco más tranquila. Con la proliferación de las fake news podríamos pensar que sentimos la necesidad del engaño, pero lo que ocurre es que a la gente le gusta que le den la razón y se eligen las noticias que refuercen su opinión. Los medios buscan un público fiel, pero esto es faltar al propio código ético. Ahora la oferta es tan grande, pero debe haber mecanismos en todas las sociedades y en todos los estamentos para corregir esta situación.
La religión sigue siendo un elemento facilitador de todo tipo de ilusiones, aunque hubo una que dijo que todo esto es Maya y que todo es ilusión.
Hoy la religión ya no tiene el peso que tenía. Pero no creo que nos podamos librar de ella, ya que es inherente al ser humano. Piensa que está la superstición, que todavía es anterior. Las religiones se han organizado y la superstición está en nosotros igual que nuestras inseguridades. Todo el mundo tiene momentos de debilidad donde necesita alguna seguridad. Lévi-Strauss pensaba que cuando la gente tuviera acceso al conocimiento, a la lectura, esto cambiaría; ahora podemos decir que esto no es tan fácil. Habrá siempre humanos que verán en las religiones la solución a los problemas, aunque tengan más reducido su poder.
¿La ciencia ha permitido algún elemento corrector contra la superstición o tiene sus limitaciones?
Yo creo que la ciencia nos hace la vida mejor y nos permite ir dando pasos hacia ese horizonte inalcanzable que es la verdad. Pero no debemos creer que la ciencia es la nueva religión, como a veces se ha vendido, y que tiene en sus manos la verdad, cosa que es inalcanzable. La ciencia no es infalible, necesita unos tiempos, como hemos comprobado con esta pandemia. Su mecanismo sigue siendo ensayo y error, y puede emitir muchas hipótesis falsas. Tampoco tiene una intuición inmediata de la verdad, ni tiene el papel de contrarrestar todas las mentiras (caso pandemia), eso lo tienen que hacer los políticos y los medios de comunicación.
¿Qué opina de las famosas etiquetas en la literatura de ficción y no ficción?
Hay novelas que son pura ficción y hay libros que no lo son, lo que ocurre es que hay muchos géneros que buscan la hibridación. Borges escribía ensayos que eran cuentos y cuentos que parecían ensayos, pero todas estas formas han permitido gran cantidad de obras nuevas y la auto-ficción, que está a caballo entre la ficción y la no ficción. Mi ensayo tiene un narrador literario, pero está dentro de la etiqueta de no ficción.
Dice que el arte quizá sea nuestra mejor sublimación de la mentira y del engaño.
Creo que es más honesto, porque desde el principio se nos dice que es mentira. Tal vez hubo algún momento en que vendía también la idea de estar tocado por los dioses. Pero los artistas siempre han dicho: esto es una ilusión, o la literatura: esto es ficción. En el momento en que se reconoce que es un intento de iluminar, de avanzar, un intento de conmover, ya nos están engañando menos. El pacto con el lector o el espectador es tácito, me vas a mentir y yo me voy a dejar. Entonces el espectador suspende su incredulidad. Por un rato me voy a creer que hay marcianos en Marte.
¿Qué tal su escuela de Imaginadores?
Muy bien, la verdad. El proyecto surge porque estaba en contacto con personas con mucho talento y tenía ganas de darle una forma sólida y reunir a la gente que tenía ganas de hacer ficción de la manera más sana posible, hablando todo el tiempo de literatura y comprometidos con la creación, sin estar especialmente relacionados con la industria editorial ni con el mundillo literario, sino dedicados a leer y hablar de literatura. Con la pandemia hemos dado las clases on line, tenemos un campus virtual y hoy por hoy tenemos los grupos llenos, somos una gran familia.
Canal Sur Radio, 23/11/2020
El autor entrevistado en La Tarde de Mariló Maldonado, de Canal Sur Radio.
Revista Retina, EL PAÍS, 16/11/2020
Por Cecilia Castelló.
Filosofía. “Las redes sociales son una sublimación de lo que siempre hemos querido: engañar a los demás”
“Descartes, con sus hipótesis, es el descubridor de Matrix”, sostiene el escritor Juan Jacinto Muñoz-Rengel, autor de ‘Una historia de la mentira’.
La capacidad de mentir diferencia a las personas de otras especies. Lanzar hipótesis, una suerte de mentira, nos permitió inventar el fuego. Alrededor de la hoguera empezamos a contar relatos, y esa posibilidad de ficción, de crear, nos hizo avanzar hasta la era digital. La tecnología, pese a sus riesgos, hace más rica nuestra vida, sostiene el filósofo y escritor Juan Jacinto Muñoz-Rengel, autor de Una historia de la mentira.
Con las nuevas tecnologías ¿cambia el concepto que tiene el hombre de sí mismo?
Siguen siendo las mismas grandes preguntas, pero nos vamos haciendo más complejos. La tecnología añade capas a nuestro concepto de realidad, partiendo de que lo que conocemos por realidad es lo que nosotros proyectamos.
Con las nuevas tecnologías hay más caras del ser humano. Si ya era difícil mantener una identidad antes, ahora tenemos que añadir muchas más capas. Somos los mismos, pero de forma más compleja.
Sostiene que la memoria es falible y llega a plantear que se podría implantar…
Empieza a ser posible. Lo planteo como una hipótesis a la manera de Descartes. Él empieza a dudar de todo para ver qué queda realmente y va lanzando hipótesis. La más poderosa es la del Dios engañador, el genio maligno que manda información equivocada, que sería el equivalente a Matrix. Descartes es realmente el descubridor de Matrix, con sus hipótesis. Yo lanzo la hipótesis a modo de prueba. ¿Podemos estar seguros de nuestros recuerdos? No significa que yo piense que mi memoria me la han implantado. Pero lo cierto es que no tengo una manera de contestar.
¿El hombre crea la tecnología o es al revés?
Ocurre lo mismo con las ideas, con la sociedad: quién crea qué. No hay un ser humano, ni el más poderoso, que pueda cambiar el conjunto de ideas que flota sobre nosotros. Y esas ideas las han creado personas. Yo genero ideas, empiezan a formar parte del mundo, y al final esas ideas me dominan. Con la tecnología pasa igual: somos sus creadores, pero ya dependemos de ella, nos domina.
El mundo de los algoritmos, ¿es real o es falso?
Como todo concepto humano, ese sistema está proyectado por nosotros, con lo cual es mentira. Es una ficción porque no está en la realidad y cuando el ser humano desparezca no quedará rastro. Es una proyección humana, un espejismo. Pero también es real: mientras eso dure, afectará a vidas concretas.
¿Qué papel juega la tecnología en la evolución del hombre?
La mentira estaba antes que nosotros, es un mecanismo de selección natural. Pero la mentira se especializa en nosotros. Mentimos de una forma mucho más sofisticada. Ahora llega la tecnología y las ideas, que son ficciones, engañosas, se contagian mucho más. Y con la nube, las copias de seguridad, los servidores, se empieza a sentir que se están salvaguardando. Como si las ideas hubieran tomado el control.
A veces es difícil estar seguro incluso de lo que ven tus ojos…
Es que no lo estamos. Porque, vuelvo a citar a Descartes, me pueden engañar, pero me engañan a mí, luego existo. Las imágenes son manipuladas, se puede modificar la apariencia de forma inmediata, es difícil de distinguir. Por tanto, hay que buscar otros mecanismos de contraste.
Las redes sociales ¿responden a la necesidad de autoengaño?
Las redes sociales son una sublimación de lo que siempre hemos querido, no el autoengaño, sino engañar a los demás: proyectar la misma imagen que tenemos de nosotros mismos en los demás. Las nuevas tecnologías ayudan. Es el sueño realizado: por fin puedo estar tan guapo como yo pensaba que estaba.
Con la pandemia, no sabemos qué hay de verdad o de mentira, la tecnología lo invade todo.
La pandemia ha acelerado y exagerado todo. Por un lado, ha puesto de manifiesto los puntos débiles de la ciencia, que la ciencia es falible. Se mueve con hipótesis, que también tienen su grado de mentira. A nivel información, las fake news han proliferado. La sociedad se ha visto alterada por el teletrabajo y el encierro. El confinamiento ha dado alas a lo digital. Estamos más cerca que nunca de esa realidad virtual. ¿Va a ser así a medio plazo? No, pero sí nos ha dado una idea de lo que está por venir a largo plazo. Es una especie de aviso, un tráiler de la película que vendrá.
«Cada uno es libre de elegir su mentira»
En política, la mentira se hace más presente gracias a las nuevas tecnologías. «Antes cada uno creaba su propia mentira, su propio relato de forma más sosegada. Ahora con tanta capacidad de elección de la mentira, ese ruido nos enturbia», sostiene Muñoz-Rengel. «Hay muchos lugares por donde entra lo tóxico, muchos lugares por donde te meten miedo. Hay muchos poderes que tienen interés en asustar. Hay muchas fuentes de estrés. Todo eso está presente, pero el camino debe ser el mismo, tenemos que elegir nuestra mentira de la mejor manera, crearnos una zona narrativa donde estemos a gusto y nos sintamos realizados».
Para el autor, «uno es libre de elegir su mentira». Explica que, en realidad, «si eliges una cosa frente a otra, ya estás diseñando. En ese sentido eres libre». Como contraposición, afirma que en los regímenes totalitarios «la cultura es única impuesta». Todo lo que hacemos en internet deja rastro «pero en principio la gente no lo va a investigar». Salvo que seas político y te saquen un tuit de hace tres años. Si no, «suele haber tanto ruido que no da tiempo». «Estamos más vigilados que nunca, sí, pero al mismo tiempo hay tanta cantidad de información que eso nos hace un poco anónimos».
RTVE, 16/11/2020
Página Dos, el programa sobre libros de La 2 que presenta y dirige Óscar López, entrevista a Juan Jacinto Muñoz-Rengel que acaba de publicar su ensayo Una historia de la mentira. Entre otros temas, el programa se centrará en las fake news.
‘Una historia de la mentira’ es una arriesgada apuesta por desvelar la verdad de la mentira. Un ensayo en el que el autor, descubre de manera divulgativa cómo la falsedad, el engaño y las mentiras son algo inherente al ser humano. Cómo se encontraban ya en nuestros ancestros cavernarios y cómo campan en la propia naturaleza y en el mundo que nos rodea.
El programa también contará con el militar Pedro Baños, experto en contrainteligencia, que explicará el poder de las fake news, junto a los historiadores y escritores María Correas y Enda Kenneally. Ahondará en las distopías de Philip K. Dick con Alejo Cuervo, fundador de la editorial Gigamesh. Y se adentrará en las novelas de espías de la mano de Eduardo Juárez Valero y César Pérez Gellida.
Libros de arena, Radio Nacional de España, 12/11/2020
En el programa Libros de arena, de RNE, elaboraron esta pieza sobre Una historia de la mentira:
Mesa de Análisis, CANAL SUR, 02/11/2020
El autor entrevistado por Teodoro León Gross a propósito de Una historia de la mentira en el programa de actualidad política Mesa de Análisis, de Canal Sur.
La Cadiera, Radio Aragón, 01/11/2020
El autor entrevistado por Oscar Vegas a propósito de Una historia de la mentira, en La Cadiera, Radio Aragón.
Lecturas Sumergidas, 31/10/2020
Por Emma Rodríguez.
Destapando mentiras con Juan Jacinto Muñoz-Rengel
“En la naturaleza estaba ya la mentira mucho antes de que surgiera el lenguaje, mucho antes de que apareciéramos nosotros”. Quien lo pone de manifiesto es Juan Jacinto Muñoz-Rengel en las primeras páginas de Una historia de la mentira, un estimulante trayecto que parte de la selva primigenia y sus engaños, desviando la mirada hacia los animales que se camuflan, cambian de color, se mimetizan, utilizan sofisticados modos de seducción, para sobrevivir, para reproducirse.
“Millones de años más tarde, por supuesto, surgiría el lenguaje tal y como lo conocemos y las mentiras adquirirían la capacidad de volverse mucho más complejas y refinadas, dando lugar al arte, las religiones, la ciencia y el conjunto de la cultura contemporánea”, vamos pasando las páginas de una obra que supone un desafío para quien la lee porque actúa como un espejo, abre puertas habitualmente cerradas, genera grietas en suelos considerados firmes. Poco a poco, de manera brillante, este ensayo va desmontando, desenmascarando, verdades largamente asumidas. La mentira está en la base de todo: las creencias religiosas y científicas, el comercio, la economía, la política, las relaciones sociales, el amor, la muerte… Todo es apariencia. Todo se sostiene sobre argumentos engañosos, sobre construcciones asimiladas, sobre hipótesis… Somos conscientes de hasta qué punto nos engañamos a nosotros mismos.
Muñoz-Rengel (Málaga, 1974), conocido como autor de novelas y libros de relatos: El gran imaginador, El sueño del otro, El asesino hipocondríaco, De mecánica y alquimia, 88 Mill Lane, Colapso… se estrena en el territorio del ensayo con este libro que, como él mismo dice, aborda un tema, “el concepto de la realidad como simulacro y la teoría de que todo es ficción”, que recorre toda su trayectoria. Acompañado de grandes pensadores, el autor nos guía a través de los tiempos. El discurrir es profundo y ligero al mismo tiempo, pues la hondura de las indagaciones se rompe constantemente con preguntas que animan a proseguir el diálogo y con narraciones, a la manera de pequeñas crónicas, en las que asoma el fabulador, el contador de historias. Y hay capítulos, como Espionaje y contraespionaje o Breve historia de la falsificación, donde el autor se centra en personajes que bien podrían ser protagonistas de sus narraciones literarias.
POCO A POCO, DE MANERA BRILLANTE, EL ENSAYO VA DESMONTANDO VERDADES LARGAMENTE ASUMIDAS. LA MENTIRA ESTÁ EN LA BASE DE TODO: LAS CREENCIAS RELIGIOSAS Y CIENTÍFICAS, EL COMERCIO, LA ECONOMÍA, LA POLÍTICA, LAS RELACIONES SOCIALES, EL AMOR, LA MUERTE…
La formación filosófica se percibe en todo lo que hace y muy especialmente en esta entrega que, precisamente por lo que comentaba anteriormente –su capacidad para ponerlo todo patas arriba, para desarmar argumentos– no resulta demasiado cómoda. No lo es porque, aunque, nos gusta señalar a los demás como mentirosos (“todos mienten”), nos cuesta reconocer que también mentimos (“todos mentimos”). Dicho esto, todo resulta menos crudo si sustituimos la palabra “mentira” por “ficción” y consideramos que todos somos creadores de ficciones que nos nutren, con las que vamos llenando las páginas en blanco de nuestras vidas.
Somos seres ficcionales, necesitamos forjar historias sobre las que sostenernos, desde las que partir para comprendernos y comprender el mundo. Estamos dotados del don de la invención, de la imaginación, y podemos usarlo de manera vil, para dañar a los otros, o creativa, para vivir mejor, en compañía. A todas estas reflexiones nos conduce el ensayo del que os estoy hablando, una entrega altamente motivadora y oportuna en este tiempo histórico que si se caracteriza por algo es por la avalancha de mentiras, por el choque de versiones contrapuestas, por ese ruido incesante que nos confunde y aturde.
Las imposturas, el juego de las apariencias, los autoengaños, siempre han estado ahí, como demuestra el autor capítulo a capítulo, llegando a desarticular el ya tan asumido concepto de “posverdad”. “Es en este ambiente de confusión, de saturación informativa y de exceso de imágenes, de manipulación digital, de fake news, perfiles falsos y enjambres de bots, en el que conviven distintos planos de realidad y las redes sociales no dejan de multiplicarse, cuando surge el nuevo y engañoso término de la “posverdad” (…) Pero es otra mentira, o si se quiere una metamentira, porque miente sobre la situación novedosa de la mentira actual”, argumenta Muñoz-Rengel. Y nos recuerda que “el populismo, la retórica, el argumento vacío, la falsa promesa, la denostación del contrincante, siempre han sido utilizados en política”; que “el sofisma, la ocultación, la falsificación, la propaganda”, son lo suficientemente antiguos.
Lo que sucede es que en el marco de la virtualidad que se apodera del presente, estamos sobreexpuestos a tal cantidad de noticias que resulta difícil encontrar claros de sentido entre la espesura, “llegar a comprender este mundo poliédrico que se despliega ante nosotros”. Sucede que “las nuevas tecnologías y la globalización hacen que la repercusión de la mentira sea hoy exponencialmente mayor; las maniobras de engaño tienen más alcance y más consecuencias que nunca, pero también al mismo tiempo los ciudadanos toman mucha más conciencia de la tremenda farsa que se despliega alrededor”, sostiene el ensayista. La gran diferencia respecto al pasado es que hoy cualquiera puede participar, opinar, mentir. He aquí el elemento que define nuestra época: “La democratización tecnológica ha dado la palabra a todas las personas. La nuestra es la era de la opinión…”
En un momento dado, Muñoz-Rengel sostiene que “de la férrea realidad de la Edad Media, que incluso resistió como pudo la Modernidad, no ha quedado ni rastro en apenas cien años de ataques y sospechas”. Nos dice que “los cimientos de todas nuestras convicciones se han venido abajo y descubrimos con perplejidad que la realidad entera no era más que un decorado construido con falacias…”
SOSTIENE MUÑOZ RENGEL QUE LA GRAN DIFERENCIA RESPECTO AL PASADO ES QUE HOY CUALQUIERA PUEDE PARTICIPAR, OPINAR, MENTIR. “LA DEMOCRATIZACIÓN TECNOLÓGICA HA DADO LA PALABRA A TODAS LAS PERSONAS. LA NUESTRA ES LA ERA DE LA OPINIÓN…”
Una historia de la mentira, como os decía, arranca de muy atrás, y toca lo más cercano. Entre sus grandes méritos está el de llevarnos a cuestionar la realidad y sus espejismos, a reflexionar sobre las mentiras que hemos elegido para andar por la vida, para pisar los terrenos resbaladizos del ahora. “¿En qué consiste ser persona hoy”?, se pregunta, nos pregunta, el autor. “¿Acaso nuestra naturaleza no consiste precisamente en comportarnos como seres ficcionales?”, sigue tirando del hilo, animándonos a pensar. ¿Cuáles son las ficciones en las que creemos, cuáles los sueños que nos dan alas, que nos nutren, que nos consuelan, que nos ayudan a resistir? Alrededor de todas estas cuestiones tejemos a continuación un diálogo realizado a través de correo electrónico. Un diálogo que ojalá se prolongue con otras lecturas de una obra que anima a activar el mecanismo de las propias ficciones, las deseadas, no las impuestas.
MUÑOZ RENGEL: “PARECE QUE ESTAMOS LLEGANDO AL LÍMITE DE NUESTRA CAPACIDAD DE MENTIR”
– Una historia de la mentira me ha parecido un recorrido muy interesante, con tramos realmente reveladores, pero también demoledor. Todo es mentira, todos mentimos, nuestras vidas están montadas sobre el engaño… Pero los seres humanos tenemos necesidad de creer en algo. ¿Cómo orientarnos en este presente tan lleno de incertidumbres?
– Hay que pensar. Pensar más, algo que estamos dejando de hacer. Hoy empleamos menos tiempo que nunca en detenernos a reflexionar, los mínimos espacios que antes dedicábamos a pensar sobre quiénes somos, sobre lo que hacemos o sobre cómo es el mundo, ahora los hemos sustituido por nuevos hábitos y aficiones superficiales que lo ocupan todo. Y debemos hacerlo para sobrevivir entre las incertidumbres. El ser humano está condenado a vivir entre engaños, apariencias e ilusión, y la única manera de aspirar al progreso y no convertirnos en presas de nuestras propias ficciones es poner un poco de orden entre nuestras mentiras, organizar, clasificar, establecer una jerarquía entre las mejores y las peores.
– La mentira ha existido siempre, incluso, como explicas, antes de la existencia del ser humano, ya estaba en la naturaleza… ¿Es un consuelo?
– En cierto sentido sí. Si nos sentimos culpables por mentir supone un alivio saber que la mentira no solo es consustancial a nuestra especie, sino que formaba parte de los mecanismos evolutivos de la naturaleza millones de años antes de nuestra aparición. Pero el problema no es ese. Nuestra inteligencia y nuestro pensamiento simbólico se fundan en la mentira, y nuestra esencia consiste en ficcionar. Por lo tanto, no debemos sentir culpa por ser mentirosos, sino por mentir mal, por engañar para causar daño, empobrecer la realidad o perjudicar a los otros.
«NO DEBEMOS SENTIR CULPA POR SER MENTIROSOS, SINO POR MENTIR MAL, POR ENGAÑAR PARA CAUSAR DAÑO, EMPOBRECER LA REALIDAD O PERJUDICAR A LOS OTROS».
– Pero, ¿en otras épocas han sido tan conscientes los seres humanos de estar sobrepasados, ahogados entre mentiras?
– Quizá no. Siempre hemos mentido y de las formas más sofisticadas. Pero si algo caracteriza nuestro tiempo es ese desbordamiento. Parece que estamos llegando al límite de nuestra capacidad de mentir, o al menos de hacerlo sin perder el control. Esa autoconciencia es también parte del problema, el bucle de la posmodernidad nos enreda aún más en nuestras mixtificaciones, las herramientas para manipular, falsificar y propagar los engaños son más potentes que nunca, y nuestros filtros para contener todo esto han demostrado ser demasiado inmaduros. Ahora mismo, somos como niños fascinados por nuestros juegos de espejos.
– Evidentemente hay muchos tipos de mentiras y unas son mucho más dañinas que otras…
Así es. Podemos mentir con una novela, para esparcimiento de los lectores, que se dejarán engañar gustosos. Podemos mentir por cortesía, como exige la buena educación. Podemos mentir para proteger, motivar o estimular a nuestra pareja, o bien podemos engañarla para serle infiel. O podemos, en definitiva, mentir en beneficio propio y perjuicio de los demás, para robar, para acaparar el poder político, para hacer peor la vida de miles de personas.
– Cada vez somos más conscientes de los andamiajes en los que nos movemos, de las falsedades. Las crisis económicas han puesto de manifiesto las falsedades del mundo de las finanzas. ¿Qué mentiras están quedando al descubierto con la pandemia?
– Para empezar, una vez más, como indicas, las económicas: inversores y especuladores enriqueciéndose con la pandemia, las mayores fortunas del mundo redoblando su riqueza tras esta nueva crisis, y la fragilidad de nuestro sistema financiero puesta de nuevo en evidencia y castigando a quienes trabajan, a la clase trabajadora. Pero tampoco los demás ámbitos han salido mejor parados. Los políticos mintiendo y ocultando más que nunca, falseando los relatos para atacarse unos a otros, más preocupados por el feedback engañoso de las redes sociales que por los ciudadanos reales. Tampoco la prensa, apresurada y tomando demasiado partido en esta polarización que vivimos, ha estado a la altura y no ha cumplido con su principal labor, contrastar y hacer de filtro ante la avalancha de mentiras que inunda las esferas política y económica. Incluso la ciencia, que tanta gente había colocado en el mismo altar donde antes estaba la religión, se ha visto forzada a mostrarnos sus miserias y como trabaja de verdad: el proceso científico sigue fundamentándose en las hipótesis, en el método de ensayo y error, necesita amplios lapsos de tiempo para hacer funcionar sus mecanismos de validación y, por encima de todo, es falible. La ciencia es quizá la mejor herramienta de la que disponemos, pero no está ni mucho menos en contacto directo con la verdad.
– ¿Hasta qué punto hemos sobrevalorado la verdad?
– Hasta el punto de que toda nuestra civilización, desde el platonismo, se ha cimentado sobre una idea de Verdad con mayúsculas que no existe. Ya lo advirtió Nietzsche: la verdad es la mayor mentira jamás inventada.
– Hablamos de mentiras, pero tal vez podríamos cambiar la palabra, por ficciones. Ahora que tanto impera el odio, el “sálvese quien pueda”, ¿crees que es posible sobrevivir en la jungla del presente creyendo en conceptos como la honestidad, la bondad, dando cabida a ese relato, a esa ficción?
– Desde luego que unas ficciones son mejores que otras. Yo quiero tener fe en las bondades del relato, aunque todo relato sea por naturaleza ficticio. Claro que es posible perseguir la utopía, al igual que es posible perseguir el horizonte de la verdad, aun sabiendo que nunca lo alcanzaremos, que nunca sabremos qué es la cosa en sí, cómo es la realidad más allá de nosotros. Pero, volviendo a esa jungla que mencionas, es cierto que en estos tiempos hay que aprender más que nunca a distinguir unas mentiras de otras. Van a intentar engañarnos, siempre, en todas partes, unas veces para bien y otras para mal. Y, como los animales ficcionales que somos, nuestro deber es estar versados en el arte de la ficción.
«TAMPOCO LA PRENSA, APRESURADA Y TOMANDO PARTIDO EN LA POLARIZACIÓN QUE VIVIMOS, HA ESTADO A LA ALTURA. NO HA CUMPLIDO CON SU PRINCIPAL LABOR, CONTRASTAR Y HACER DE FILTRO ANTE LA AVALANCHA DE MENTIRAS QUE INUNDA LA POLÍTICA Y LA ECONOMÍA».
– Está claro que el relato de la bondad tiene muchos menos seguidores…
– Quizá la gente se deja sugestionar por el poder de la mentira con fines egoístas, nocivos o inmorales. Y no se da cuenta de que la mentira tiene muchas más caras. La buena educación, la convivencia, se basan en la mentira. Construyamos buenas mentiras. El arte es la más maravillosa de las mentiras, ese es el camino por donde debemos encauzar nuestra creatividad y nuestra esencia mentirosa.
– ¿No puede resultar peligroso aceptar que “todo es mentira” del mismo modo que creer el tan manido “todos son iguales” aplicado, por ejemplo a los políticos, en los tiempos actuales? Es algo que se aprovecha precisamente para instaurar un relativismo y una equidistancia que contribuye a confundir, a embarrar la convivencia.
– Cuando la idea de que todo es mentira cala en una sociedad que no piensa, quizá sí. Pero el relativismo solo es peligroso porque no estamos acostumbrados a pensar. De hecho, que todo es relativo y no hay una verdad única es algo en lo que todos podremos ponernos de acuerdo. Luego el problema no está en cómo son las cosas. El problema está en que necesitamos de una ciudadanía crítica, formada y responsable que sea capaz de manejar estos conceptos. Quiero creer que no vamos a volver a los Estados paternalistas de verdades unívocas. Claro que todo es mentira, hay apariencias y distorsión allá donde miremos. Pero, por supuesto, eso no significa que todo valga lo mismo. Ni tampoco todo vale.
– Al analizar el presente, señalas que cualquier historia, cualquier argumentación, tiene su contrario. Es algo que podemos comprobar fácilmente al navegar por Internet. He echado en falta un capítulo dedicado por entero a los medios de comunicación. ¿Hoy, cuando la sobreabundancia de información nos satura, nos sobrepasa, no crees que correspondería a los medios desempeñar el papel de ir abriendo claros entre tanta espesura?
– Es exactamente así. Pero no está ocurriendo. Los medios viven su propia crisis económica, hoy por hoy no acaban de saber cómo financiarse en esta era de las nuevas tecnologías. Y, como los políticos y todos los demás, se están viendo arrastrados por esta ola descontrolada de mentiras. La cultura de la inmediatez, las prisas, los sueldos precarios, la competencia desleal, las fake news, la manipulación digital, los intereses económicos, no están permitiendo a los periodistas realizar su trabajo. Y también, como los políticos, se están dejando empujar por los caprichos burdos y ciegos de las redes sociales. Este exceso de información y de basura digital nos ha pillado a todos de improviso. El día en el que el periodismo recupere su valor y sea un filtro eficaz contra el ruido, viviremos en un mundo mejor.
– Exacto, como argumentas en el libro los medios han caído en la “vertiginosa tendencia” de difundir bulos y rumores, han perdido la capacidad de contrastar, de reflexionar, de orientar… ¿Cómo crees que se podría corregir esto? ¿Son posibles diques de contención? Ya sé que ofrecer soluciones no es el objetivo de tu ensayo, pero me gustaría que aquí te lo planteases.
– Tendrían que detenerse un momento y replantearse toda la situación. Su propósito debería ser convertirse en voces autorizadas, en faros de luz para la ciudadanía. Y para eso tendrían que dejar de priorizar la inmediatez y, por supuesto, los temas que venden frente a los temas importantes. Ofrecer a la gente los temas que venden es el peor error que podrían cometer, el peor de los círculos viciosos. En cambio, los medios deberían consolidar sus mecanismos de validación, trabajar de una forma un poco más similar a como lo hacen las revistas académicas o los equipos científicos. A largo plazo, hacerse fuertes en su auténtica función es la opción más razonable.
– ¿Hasta qué punto las redes sociales lo han complicado todo, en el sentido de ruido, de confusión…? ¿Seremos capaces de desconectar algún día? Gran parte de la ciencia-ficción se ha basado en los avances tecnológicos. ¿Debemos imaginar ahora un mundo en el que deshacernos de muchos de esos avances para poder vivir de manera más sana? ¿Hemos perdido el control?
– Las redes sociales son una de las grandes culpables de la confusión actual. Y te lo digo siendo, además, uno de sus complacidos usuarios. Alguna vez he publicado algún tuit crítico en este sentido y siempre salen decenas de opinadores acusándote de estar usando una red social para juzgar las redes sociales. Este es el nivel. Un ejemplo más de lo que te comentaba antes, de cómo la masa anónima parece incapacitada para distinguir, para discriminar, para articular el más mínimo análisis con rigor. No obstante, aun con todo, no creo que debamos deshacernos de los avances tecnológicos. Nuestro rasgo primordial es nuestra capacidad de ficcionar, y debemos ser fieles a ella. La esencia humana no está en volver al campo, cultivar tomates, acostarnos con el sol, abandonar la ciencia y la tecnología, acostumbrarnos a la enfermedad, morir jóvenes y malograr nuestras habilidades creativas. No, debemos recuperar el control sobre los avances. Existe la posibilidad de un consumo sensato y ecológico, de convivir en equilibrio con la naturaleza, de un buen uso de las tecnologías, se tiene que poder controlar el ruido. Lo que sucede es que en solo unas décadas los avances se han sucedido más rápido de lo que podemos cambiar nosotros. Algún día quizá estaremos preparados.
– Como indicas en un momento dado, las redes nos conducen a mostrarnos felices, a aparentar felicidad, a vendernos como marca, pero lo que consiguen es saturarnos, deprimirnos… “Los investigadores señalan que esta inmersión digital implica un deterioro de la autoestima, un aumento de la soledad y una dificultad para el desarrollo de las habilidades sociales tradicionales”, señalas. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Parece una trampa, una pesadilla, una ficción…
– Todos sentimos una inclinación natural hacia lo fácil. Nos encanta lo lúdico, pero si además no implica un esfuerzo, mejor. En un mundo en el que los poderes fácticos retaran a la sociedad con objetivos que nos hicieran mejores —pienso en la programación televisiva, por ejemplo—, creo que no tendríamos dificultades en crecer. Pero estamos en manos del capital, que es ciego, de modo que siempre nos van a ofrecer lo más fácil: la comida basura, la telebasura, las noticias que venden, las apps más superficiales y adictivas. Y, sin embargo, no podemos culpar siempre a los otros, cada individuo tiene el poder de empezar a cambiar las cosas.
«EXISTE LA POSIBILIDAD DE UN CONSUMO SENSATO Y ECOLÓGICO, DE CONVIVIR EN EQUILIBRIO CON LA NATURALEZA, DE UN BUEN USO DE LAS TECNOLOGÍAS, SE TIENE QUE PODER CONTROLAR EL RUIDO. LO QUE SUCEDE ES QUE EN SOLO UNAS DÉCADAS LOS AVANCES SE HAN SUCEDIDO MÁS RÁPIDO DE LO QUE PODEMOS CAMBIAR NOSOTROS».
– Hasta el concepto de «posverdad», que, en cierto modo, nos ha servido para explicar, para entender, lo que estamos viviendo, queda desenmascarado en el ensayo. Argumentas que se trata de una “metamentira”, porque no es algo novedoso, porque la política siempre ha mentido; porque ya los sofistas, en el siglo V antes de Cristo, enseñaban que en la cosa pública se trataba de convencer, no de acercarse a la verdad, algo que se sigue utilizando en todas las escuelas de retórica y debate…
– Lo único nuevo en la sociedad actual es la cantidad de las mentiras. Y su velocidad de transmisión. Pero no hay ningún salto cualitativo. No hay nada en la definición de la «posverdad» que no pueda aplicarse a la política de hace veinticinco siglos, a la falsificación de reliquias propia del Medievo, o a campañas de difamación internacionales previas a la invención de la imprenta. Lo más triste de todo es que el concepto de «posverdad» no es más que otro neologismo, en un mundo necesitado de «trending topics» y otras tantas invenciones casi diarias. Es más de lo mismo. Más marketing, más apariencia y más mercado.
– De hecho, mentir bien, de manera convincente, “el arte de fingir”, se ve en las actuales sociedades como un don. Si logras enriquecerte mintiendo eres más valorado que si desarrollas un trabajo digno, brillante, pero no alcanzas el éxito económico.
– También vivimos una crisis de valores. ¿Sabes qué sería para mí mentir bien? Escribir una buena novela. Hacer una gran representación sobre el escenario. Entretener o estimular a los demás con una conversación. Engañar a los demás para obtener un éxito económico solo puede ser valorado por una sociedad que reniega del esfuerzo y de todo lo intelectual. La nuestra.
– Lo de que el dinero da la felicidad es otra mentira…
– Bueno… Eso tendré que esperar más para respondértelo…
– ¿La actualidad nos confunde, necesitamos tomar más distancia, perspectiva?
– Sí. Siempre ha sido así. Pero ahora lo vertiginoso de los avances no nos concede ese tiempo. Antes de la historia escrita se necesitaban miles de años para que cambiara algo; en la Edad Media, siglos; en el siglo XX, décadas. Y con las nuevas tecnologías todo puede cambiar casi de un día para otro.
– Lo novedoso hoy es que todo el mundo puede opinar. “La nuestra es la era de la opinión”, escribes, y te refieres al relativismo, a las teorías de la conspiración… ¿Te has parado a reflexionar en si es posible hacer frente a todo esto? ¿A título colectivo, individual?
– A título individual siempre es posible adoptar una actitud y tomar decisiones. Aunque, para que eso tenga un impacto social, deberíamos hacerlo miles de individuos. Creo que, con el tiempo, acabaremos poniendo las opiniones en su sitio: no tienen ningún valor ni merecen ninguna atención cuando detrás no hay una trayectoria y un esfuerzo que las avale. Ni merece la pena hablar de las que provienen de perfiles anónimos.
– Son muchos los filósofos que te acompañan en este trayecto. ¿Quiénes te han ayudado especialmente a desbrozar el camino?
– Creo que Descartes empezó a hacer bien las cosas con su duda metódica. Aunque luego no supo salir de la trampa del solipsismo en la que se había metido y, sin darse cuenta, recurrió a la fe. Immanuel Kant construyó de una forma mucho más sistemática sobre estos cimientos que nos han sido concedidos, y que son puro aire, pura subjetividad y ficción. El de Kant fue el intento más riguroso de establecer unas bases epistemológicas del conocimiento humano. Después, Schopenhauer y Nietzsche lo llevaron un poco más lejos. Todos ellos delimitarían las principales lindes del camino. Sin embargo, hay otros muchos pensadores imprescindibles en cada campo. Si pienso en filosofía de la ciencia, por ejemplo, te citaría a Kuhn y a Feyerabend.
«LO ÚNICO NUEVO EN LA SOCIEDAD ACTUAL ES LA CANTIDAD DE LAS MENTIRAS. Y SU VELOCIDAD DE TRANSMISIÓN. PERO NO HAY NINGÚN SALTO CUALITATIVO. NO HAY NADA EN LA DEFINICIÓN DE LA «POSVERDAD» QUE NO PUEDA APLICARSE A LA POLÍTICA DE HACE VEINTICINCO SIGLOS…»
– Recurres a la ciencia-ficción, a Ursula K. Le Guin, Philip K. Dick y tantos otros, como territorio que ha buceado en el cuestionamiento de la realidad, en la gran mentira, o mentiras, sobre las que construimos nuestras vidas. ¿La literatura es un buen lugar, tal vez el mejor, para comprender las complejidades del mundo que habitamos?
– Desde luego. Con todos sus errores y su falibilidad, la ciencia es quizá el mejor instrumento que tenemos para lograr un progreso material, para evitar la enfermedad o hacer nuestras vidas más seguras y cómodas, incluso para obtener un relativo conocimiento del mundo. Sin embargo, la literatura llega a veces más lejos arrojándonos luz. Puede parecer pretencioso, o una exageración. Pero no, incluso los científicos necesitan del relato para comprender los resultados de sus investigaciones, han de fabular una teoría narrativa alrededor de sus descubrimientos. Ningún científico tiene una intuición directa de las supercuerdas o de las once dimensiones. Necesitamos de la literatura, del relato y los mecanismos poéticos para estar en el mundo.
– Si algo se salva en este recorrido es precisamente el territorio de la creación porque parte de la imaginación. En la escritura, en el arte, toda invención está permitida. Y por eso no nos miente, no nos sentimos engañados.
– El arte es de las pocas disciplinas humanas, si no la única, que reconoce su naturaleza mentirosa antes de empezar a mentir. No lo hace la religión, que cree y pretende que creamos en su materia fantasmática. No lo ha hecho la ciencia, que no ha reconocido el carácter provisorio de sus hipótesis de trabajo y también ha sido tentada por la verdad. No lo hacen los políticos, que quieren convencernos o engañarnos cada día. Sin embargo, con muy pocas excepciones históricas, el arte nace de un acuerdo tácito con el receptor que desea ser engañado, que durante un tiempo estipulado pondrá voluntariamente en suspensión su incredulidad.
– Si partimos del hecho de que nos engañamos a nosotros mismos, de que para poder convivir con los otros necesitamos ocultar lo que pensamos, muchas veces es la obra artística –una novela, un poema, una película– la que nos muestra lo que no queremos ver, los secretos más íntimos.
– En la esencia de la obra artística hay algo de revelación. Y, en ese sentido, un cuento o un cuadro, por ejemplo, pueden acabar por cambiar la forma de pensar del lector, mostrarnos cosas que no habríamos visto de otra manera. Todos queremos crear obras que conmuevan, que produzcan un efecto en los receptores, que dejen huella. Por eso también los gobiernos totalitarios se han apresurado siempre a hacerse con su propia camarilla de artistas del régimen.
– ¿Qué le proporciona el espacio de la ficción a Juan Jacinto Muñoz-Rengel? ¿Siente más autenticidad dentro de sus novelas, de sus relatos?
– Para mí son el lugar por donde hacer crecer la vida más allá de la vida propia. Es una forma de vivir más, de añadir más capas a la realidad. Lo que nos rodea puede ser muy plano si no tratamos de enriquecerlo y de verlo en toda su complejidad. Lo que diferencia la realidad de un caracol de la de un perro, y la de un perro de la de un ser humano, es la capacidad de cada uno para añadir más capas de significado sobre su mera percepción sensorial. Por eso no entiendo que haya tanta gente hoy que prescinda de pensar o que rechace la filosofía. Tantísima gente que no lea en este país. Con lo poco que dura la vida, ¿no será más inteligente exprimirla con todos sus matices y sentidos?
– ¿Qué es la Escuela de Imaginadores? ¿Me puedes hablar un poco de esta aventura?
– Es el proyecto absolutamente ilusionante en el que me encuentro embarcado desde hace algo más de un año. Un lugar donde enseñar a mentir. En el que hablar de literatura, donde compartir experiencias y aprendizaje, donde seducir y dejarse llevar por la fabulación. En la Escuela de Imaginadores nos tomamos muy en serio tanto la fabulación como la diversión. Estamos en el centro de Madrid y, como taller de escritura, nos caracterizamos por tejer grupos humanos afines y con las mismas inquietudes. Es importante que nos encontremos entre amigos, porque es el único modo de aprender a mentir bien, sin hacer trampas, a mentir con honestidad.
Mundo Babel, Radio 3, 31/10/2020
El autor entrevistado por Juan Pablo Silvestre a propósito de Una historia de la mentira, en Mundo Babel de Radio 3, Radio Nacional de España.
Radio Círculo, Círculo de Bellas Artes, 29/10/2020
El autor entrevistado por Carlos Javier González Serrano a propósito de Una historia de la mentira, en El vuelo de la Lechuza de Radio Círculo, Círculo de Bellas Artes de Madrid.
ZENDA, 19/10/2020
Making of.
La mentira y la construcción de la realidad
Desde que tengo uso de razón me ha preocupado lo que es cierto y lo que no, me he sentido atraído por la idea de ilusión, por el mundo de las apariencias, por el engaño de nuestros sentidos. En uno de mis primeros recuerdos, a los cuatro años de edad, me veo preguntando a mis padres cómo podía saber si yo estaba loco, y los demás cuerdos, o también locos, tanto da. Ellos atajaron mi dilema con una respuesta sencilla, categórica: «Tú no estás loco». Pero en mi cabeza la cuestión era más compleja: en realidad, aunque no lo supiera explicar, mi duda era cómo podía saber yo si su afirmación sobre mi cordura y cualquier otra cosa que pensara o sintiera eran ciertas, en el caso de que mi mente estuviese alterando todo lo que se pasara por ella.
Tardaría más de una década en descubrir que estaba remedando a Descartes y su duda metódica, creando hipótesis que me permitieran establecer las bases de lo seguro y verdadero. Y poco después decidí formarme en filosofía pura. Pasé los años de la carrera siguiendo la pista a los fundamentos de nuestra epistemología, interrogando a la antropología, la psicología, la metafísica, para comprobar qué me podían decir ellas sobre lo que sabemos o dejamos de saber. Y los años de posgrado acudiendo a la neurología para tratar de averiguar dónde se hallaba el reducto de nuestra conciencia.
Por otra parte, había empezado a escribir. Y, viéndolo ahora con perspectiva, todos mis libros de ficción, desde los primeros borradores e inéditos, han girado siempre en torno a las mismas cuestiones.
En mis relatos y novelas he transitado el problema de la identidad, los límites del conocimiento humano, la subjetividad y la deformación de lo que percibimos, la realidad como simulacro. Quizá la obra en la que más indago en el trasunto de la realidad simulada sea en la novela El sueño del otro, donde construyo todo un reflejo de nuestro mundo para hacer que los personajes no sepan decidir cuál de las dos emulaciones es la real más allá de toda duda. Sin embargo, fue con El gran imaginador cuando llevé más lejos mi obsesión por la ficción, con un protagonista capaz de imaginarlo todo, quien en el tramo final del libro llega a afirmar: «La ficción lo es todo. Es la única manera que tiene el hombre de relacionarse con el mundo, y eso incluye la propia noción de verdad».
Y, como al fin todos los caminos se entrelazan, después de que el imaginador sin límite dejara completamente agotada mi capacidad de seguir ficcionando, decidí que debía volver a la filosofía: quería seguir reflexionando sobre la ficción, pero lo haría desde el ensayo. Ahí nació Una historia de la mentira.
Necesitaba continuar profundizando en nuestra naturaleza como animales ficcionales, pero sin verme obligado a imaginar una trama, a buscar la excusa de unos personajes y sus conflictos, sin tener que esconder los argumentos filosóficos ni escribir entre líneas. Esta es la razón que explica el cambio de género.
Desde que comencé a escribir Una historia de la mentira advertí la sencillez del ensayo frente a la novela. Podía decir lo que pensaba sin más, de una manera directa. Por el contrario, me encontré con una complicación que hacía tiempo sospechaba: la mentira no solo es el rasgo evolutivo primordial del ser humano, lo que nos distingue de todas las demás especies y nos ha hecho posible sobrevivir y dominar nuestro entorno, sino que está inserta en cada una de las disciplinas que desarrollamos, en cada actividad que ejercemos, en todo acto intelectivo.
En todos y cada uno de los distintos aspectos humanos ―biológicos, antropológicos, sociales, religiosos, políticos, económicos, artísticos― la mentira está presente y ha sido fundamental para la construcción de esto que hoy llamamos realidad.
Esa es la hipótesis que intento analizar y defender en este nuevo libro, que todo acto, también el mío ahora de escribir y el suyo de leer estas palabras, también las propias hipótesis, incluidas las científicas, implican la mentira.
Solidaridad Digital, ONCE, 14/10/2020
Por Esther Peñas.
«Una de nuestras tareas es poner orden entre las mentiras, establecer jerarquías»
¿Cuánto nos mentimos al cabo del día? ¿Cuántas mentiras escuchamos, damos por buenas, ponemos en entredicho? Mentiras piadosas, intencionadas, mentirijillas, plagios, bulos, embustes, calumnias, coba, hipocresía… ¿de veras tienen las patas tan cortas como asegura el refrán? ¿Heredamos nuestra tendencia innata al engaño da la propia naturaleza? ¿Y la ciencia? ¿Acaso está libre del pecado de falsear, de simular? De estos asuntos y otro muchos –de linaje igualmente edulcorado- trata el ensayo del escritor Juan Jacinto Muñoz-Rengel (Málaga, 1974), Una historia de la mentira (Alianza).
¿Cuánto me vas a mentir en esta conversación?
Ja, ja, ja… Sinceramente, te voy a mentir todo lo que pueda. Pero date cuenta de la paradoja, porque acabo de decir ‘sinceramente’… empezamos mal.
Sé que eres licenciado en Filosofía pero ¿por qué un ensayo si lo tuyo –hasta ahora- había sido la ficción?
Sí, estoy formado en Filosofía y siempre ha sido una de mis vocaciones, la reflexión; por otro lado aparecen en todos mis libros ciertas constantes como la inquietud por el problema de la identidad, los límites de nuestra percepción, la subjetividad, la realidad como simulacro… En El sueño del otro la historia se sustenta sobre la posibilidad de que la realidad en que vivimos sea falsa, una simulación. Y con El gran imaginador di todo lo que podía dar de mí en el terreno de la ficción, pero la propia novela trataba sobre la ficción; el personaje en un momento determinado dice que toda la realidad es un constructo, que la propia verdad es una construcción humana, y que lo único que hay es ficción, la ficción con la que construimos nuestro mundo. Me seguía apeteciendo indagar sobre este tema, pero me sentía agotado a la hora de imaginar tramas, así que supe que lo que necesitaba era un cambio de género y formato, y empecé este ensayo.
¿Y te resultó fácil y cómodo ese cambio de registro?
Sí, a un nivel práctico fue un acierto pleno, lo escribí con mucha facilidad, pudiendo decir las cosas tal y como las pensaba, sin recurrir a otras estructuras complejas. Tú lo sabes, cuando escribimos, lo más complicado es la ficción, estamos inventando argumentos pero hay mucho entre líneas, donde tiene que colocar las cosas más complejas, y en cierto modo ocultarlas, para que emerjan a partir de la historia que creas. Es decir, escribes todo el tiempo en código, pero con el ensayo bastaba con decir las cosas; había, claro, una labor de análisis y reflexión pero la escritura expositiva me simplificó mucho e hice placentero el viaje.
¿Contar una historia de la mentira es mentir?
Sí… desde el mismo momento en que empezamos a escribir ya estamos mintiendo; lo planteo en términos jocosos al inicio del ensayo, reflexionando sobre el hecho de que el propio narrador ya es una impostura. En el momento en que cualquier frase que parte de una grafía es simbólica, de algún modo es ilusoria. A mi gato le abres el libro y no ve nada. Lo que emerge de ahí es una extracción simbólica que necesita del proceso de la metáfora, de la ficción, de la hipótesis y de la mentira en sentido genérico. Lo que digo en sí. El autor de cualquier libro impone su verdad y como la verdad no existe de alguna manera estoy mintiendo, yo no puede estar seguro de lo que digo, ¿cómo se comprueba la verdad? Nos movemos en una red inestable, temporal, en el intento humano de asirnos a algo.
¿Por qué tiene tan mala prensa la mentira?
La mentira sobre todo así dicha, malintencionada, la tiene, en ese sentido a todos nos da rabia que nos mientan, y si son líderes políticos, más. Pero trato de hacer un recorrido por un concepto amplio de la mentira, que incluye la metáfora, el relato, la capacidad de poetizar, el pensamiento simbólico, las hipótesis científicas… aspectos de la misma cosa, ese poder del ser humano para sustituir lo real por un pensamiento; esa sustitución es nuestra mentira. Podemos generalizar y decir que todo es mentira en sentidos muy distintos, no es lo mismo que te mienta tu pareja para protegerte a que lo haga porque te está engañando con otro, o que lo haga un jefe o un empresario o un líder político creándote un perjuicio cuando él obtiene a cambio un beneficio. Todo eso no es lo mismo que una mentira artística, pactada.
Todo el ensayo habla de la mentira extramoral, de acuerdo, pero si todo es mentira, si se trata de “dar por hecho que todos mienten”, entonces nadie lo hace, y nada es mentira…
Claro, esa es la gracia, es como cuando digo que el artista es el que menos miente porque es el único que reconoce que lo hace. Eso le da un grado distinto, si todo lo es nada lo es, pero depende de dónde nos posicionemos, por eso no entro en valoraciones respecto de la mentira, expongo lo que creo que configura nuestro mundo ficcional, el humano. Dentro de eso uno puede pensar que vamos caminando hacia el horizonte de la verdad o no. En cualquier caso, esa verdad con mayúscula no la conocemos ni está hecha para nosotros, si es que existe esa verdad platónica, que lo dudo. En ese caminar se establecen una serie de grados, en distintos aspectos de nuestra vida, en los que mentimos más o menos, funcionamos mejor en algunos momentos de ese progreso hacia esa supuesta verdad. Hay grados, y la tarea que tenemos por delante es poner orden entre las mentiras, establecer jerarquías.
Si la naturaleza ‘miente’ para sobrevivir (la sepia, el camaleón, etc.), ¿para qué lo hace el hombre?
Para lo mismo. El ser humano desde sus orígenes miente como cualquier otro animal, emplea cualquier mecanismo evolutivo porque sobrevive mejor (me camuflo, me escondo, hago como que no estoy o estoy muerto). La mentira, además, nos facilita la cohesión del grupo, el relato del grupo para permanecer unidos; el hecho de que seamos seres asociativos facilita haber sobrevivido porque un ser humano desnudo ante un león poco tiene que hacer, pero en grupo, con estrategias (mentirosa), sí podemos. La prueba: los grandes depredadores están casi extinguidos y nosotros los hemos dominado, gracias a la mentira. Son mecanismos darwinianos, y afectan a todos los sectores de la sociedad, que reproducen de una manera fractal lo que había en la naturaleza.
También analizas la mentira en la ciencia, un territorio que parecía imbatible a la mentira; se ve muy claro estas semanas, a propósito de la pandemia, cuando los políticos se aferran a los criterios científicos para justificar unas medidas de distinta laya.
Lo que ocurre con la ciencia, a la que tengo mucho aprecio porque salva vidas, es que en los últimos tiempos se ha subido a un altar e imita muchas veces el comportamiento religioso, parece estar en posesión de la verdad, cosa que no puede ser cierta. La ciencia tiene un método de validación y contrastación que no tiene la religión, nos puede llevar a un cierto progreso, lo que ocurre todo eso es un conglomerado de conjeturas, porque las hipótesis científicas surgen como especulaciones, pura ficción, por tanto, que hay que contrastar. Se basa, no lo olvidemos, en el ensayo y error, y si se somete a presión a la ciencia, no da resultados o los da erróneos, a propósito del ejemplo que utilizas de la pandemia. Tiene que equivocarse x veces para comprobar cosas y puede solucionarlas, sí, pero eso no significa que esté posesión de la verdad, y mecho menos de la verdad inmediata. Y olvidamos a menudo que la ciencia se mueve por factores humanos, es decir, económicos, políticos, coyunturales, que depende del grupo y de sus intereses individuales, de ahí que las farmacéuticas dicten qué camino seguir, y por eso hay enfermedades sencillas de subsanar que no tienen cura porque no interesa invertir en ellas. Está llena de agujeros, la ciencia.
Terrorífico que el dinero presida en la ciencia… y no menos camandulero el hecho de que “las democracias imposibiliten que el ciudadano pueda tomar la más insignificante decisión política”. Esta afirmación que haces en el ensayo, ¿no se puede enmendar?
Sí, sí se puede, pero se requiere voluntad política y no la hay ni la va a haber porque no interesa; hasta ahora hemos vivido un bipartidismo que nos trataba condescendientemente, tratando de hacernos creer que somos ciudadanos libres que votan. Pero ahora que ya no estamos en un bipartidismo, ahora que por fin ha cambiado la cosa, por desgracia no ha cambiado tanto, porque lo que tenemos son partidos radicalizados que llevan a lugares indeseados el voto ciudadano, otros que no dan la talla, etc., es decir, estamos lejos de una democracia participativa, que es muy compleja de estructura y exige un compromiso al ciudadano. Nos queda bastante para convertirnos en auténticos demócratas.
¿Por qué nos gusta tanto lo sucedáneo, el espectáculo, lo superfluo?
Por una cuestión de pereza intelectual y de facilidad, todos tendemos a la comodidad. Estamos en una sociedad en la que todo se banaliza y es más fácil moverse en cualquier red social en la que no te lee nadie, salvo que escribas algo gracioso. Eso es twitter, una maquinaria de reproducir chistes, comentarios ingeniosos… el ingenio y humor son aspectos desde los que se pueden contemplar las cosas, pero son un aspecto más y ni siquiera el superior de los aspectos posibles. El único espacio para la reflexión sería la lectura, pero la gente lee cada vez menos.
¿No resulta agotador andar sospechando las veinticuatro horas de todo y de todos?
Claro, lo que ocurre es que yo sospeché mientras escribí el libro y a lo que invito al lector es a sospechar mientras lo lee. En la vida cotidiana necesitamos creer en cosas: en que el sol va a salir, en que la gravedad no dejará de funcionar… la mayoría de las veces son hipótesis, altísimamente probables, sí, pero hipótesis. Tengo que creer, además, las mentiras de la gente para no convertirme en un paranoico, nos dejamos llevar por la débil estructura con la que configuramos nuestro grupo y entorno. Cada cultura de cada país está atada a un montón de complicidades, tantas veces absurdas. Se mantiene por inercia en tantos casos, así que es un buen ejercicio sospechar de tanto en tanto.
Para ti, ¿cuál es la mentira más bella de todas?
Siempre tendrá que ver con el arte, porque hay algo de revelación de nuestra propia naturaleza en él. Somos un ser que miente y decide seguir adelante con sus mentiras, y el arte es una sublimación de todo esto.
Fallo de Sistema, Radio 3, 11/10/2020
El autor entrevistado por Santiago Bustamante a propósito de Una historia de la mentira, en Fallo de Sistema de Radio 3, Radio Nacional de España.
Las mañanas de RNE, Radio Nacional de España, 07/10/2020
En Las mañanas de RNE, de Íñigo Alfonso, dedican su sección La Moderna a Una historia de la mentira.
El Ojo Crítico, Radio Nacional de España, 02/10/2020
El autor entrevistado por Laura Barrachina a propósito de Una historia de la mentira, en El Ojo Crítico, Radio Nacional de España.
Diario de Sevilla, 30/09/2020
Por Pablo Bujalance.
«La línea que separa lo que vivimos de lo que inventamos es en realidad muy fina»
El autor malagueño publica ‘Una historia de la mentira’ (Alianza), un ensayo en el que aborda la dimensión de la falsedad en la literatura, el arte, la economía, la política y la religión
Hay una cierta lógica en la decisión de Juan Jacinto Muñoz-Rengel (Málaga, 1974), uno de los escritores españoles que de manera más amplia han abordado la cuestión de la imaginación, en su caso a través de novelas como El asesino hipocondríaco (2012), El sueño del otro (2013) y El gran imaginador (2016), de dedicar un libro a la mentira. Para Una historia de la mentira, que acaba de publicar Alianza, el autor opta por el ensayo para firmar una obra tan ambiciosa como incómoda en el sentido que prefieren los mejores lectores. Los más exigentes encontrarán aquí uno de los títulos del año.
-¿Concluimos con Borges que la imaginación es la forma más estilizada de la mentira?
-La raíz de la cuestión es que todo es imaginación. A partir de aquí, sí podemos concluir que la imaginación más edificante, la que nos deja un mayor goce estético, es la que tiene que ver con el arte y la literatura. Esta manifestación de la imaginación tiene una parte de verdad, y es que, al menos, reconoce su mentira. Por eso la ficción es una mentira más inocua, menos peligrosa, más consciente de sí.
-¿Obedece este ensayo a un encargo editorial?
-No, ¿por qué?
-Porque dada su trayectoria literaria, muy ligada a la imaginación, parece el autor ideal para escribir sobre la mentira.
-Tal vez, pero no, es una propuesta enteramente mía. De hecho, cuando empecé a escribir el libro ni siquiera tenía editorial. Aunque sí es cierto que Una historia de la mentira es en parte consecuencia de mi escritura. Todas mis novelas, por ejemplo, tienen que ver con la imaginación, aunque algunas como El asesino hipocondríaco no pertenezcan propiamente a la literatura fantástica. Después de mi última novela, El gran imaginador, en la que contaba la historia de un personaje capaz de imaginarlo todo, me quedé con ganas de profundizar en la idea de que todo es ficción, de que todo es una construcción humana. Pero en aquella novela había pecado un tanto por exceso y, paradójicamente, me había quedado sin fuelle para seguir imaginando. Esa parte de mi inteligencia se había quedado, digamos, agotada. El ensayo me pareció entonces la solución idónea para exponer mis ideas al respecto sin tener que estar imaginando continuamente tramas y personajes. Y ha sido una gozada.
-Respecto a esas ideas, la que atraviesa el libro como eje central es inherente a la civilización desde Platón a Stanislaw Lem pasando por Kant: no podemos conocer la realidad, sólo inventarla.
-Así es. He intentado, de la mano de muy diversos autores, comprender y describir cómo funciona nuestra cabeza. Y lo hace a base de mentiras: a cada decisión, a cada paso que damos, a cada persona con la que nos relacionamos, respondemos con una mentira, mayor o menor. Eso es común en todos los ámbitos de la experiencia humana, lo mismo el arte que la política, la economía o el amor. Hay autores que han escrito ampliamente sobre la verdad como simulacro, pero yo he querido ir un poco más lejos sin dejar de apoyarme en ellos. Cuando lees a Kant, por ejemplo, concluyes que nunca podremos llegar al noúmeno, que sólo podemos quedarnos en el fenómeno. En la Crítica de la razón práctica parece que va a abrir alguna puerta, pero cuando intenta salir de las categorías innatas únicamente es capaz de formular un acto de fe, exactamente como hace Descartes. A la hora de aproximarnos a la realidad en sí, no podemos ir más allá de la fe.
-¿Pero no es la fe necesaria, al menos como tregua o como pacto ante la evidencia amarga de que todo es mentira?
-Sí, los actos de fe están muy presentes en todos los órdenes. Para empezar en nuestra vida cotidiana, donde los invocamos continuamente a base de pequeños autoengaños, esas mentiras que necesitamos en el día a día. Pero también en la ciencia, por ejemplo, hay muchos actos de fe: durante siglos, la Ley de la Gravitación Universal de Newton se consideró un artículo de fe, infalible. Hasta que fue puesta en cuestión.
-¿Las mentiras comunes, compartidas, que nos permiten vivir en sociedad de manera más o menos aceptable son un milagro del inconsciente colectivo?
-La certeza de que somos seres sociales también se construye desde la mentira. Si nos reconocemos como seres sociales, incluso como animales sociales, es porque nos mentimos unos a otros. Las normas educativas son pactos tácitos para que no nos lancemos al cuello del otro con la verdad a cuestas, pero la cohesión del grupo es también una ficción. El relato que conforma a la misma sociedad, alrededor de la hoguera, en el atril ante los ejércitos, es una ficción.
-Los personajes de Samuel Beckett parecen asumir la revelación de que todo es mentira. Eso les impulsa a cierta inacción, pero también a una extraña pasión, a tener ganas de seguir viviendo. Sin embargo, ¿es deseable una vida sin sentido?
-Creo que, al final, eso depende de la personalidad de cada cual. Es cierto que los personajes de Beckett reaccionan así ante al adquirir ese conocimiento, de manera paralizante, como el Segismundo de Calderón; pero otros podrían responder de manera muy distinta. Lo vemos en Schopenhauer: la verdad del mundo te puede conducir a la inacción o a todo lo contrario. Por más que el conocimiento sea aplastante, una determinada química te puede mover en una dirección o en otra. La misma literatura nos da la clave: en la ficción sabes que los personajes son mentira pero al mismo tiempo te los crees.
-Como Sancho Panza se creyó a Don Quijote.
-Cervantes propone ahí dos maneras de ver el mundo. Pero lo cierto es que las dos están fuera de la realidad. La verdad de Sancho, en su dimensión rural, reducida, limitada, tampoco es muy completa. Al final, Cervantes se vale tanto de Sancho como de Don Quijote para expresar hasta qué punto la realidad es subjetiva.
-Si todo es mentira y únicamente podemos aspirar a la ficción, ¿tiene sentido hablar de autoficción?
-De entrada, las hibridaciones entre los distintos grados de ficción me fascinan. La autoficción demuestra, precisamente, que la línea que separa el acontecimiento de la ficción, lo que sucede de lo que inventamos, es muy fina. Lo que contamos como real, como verídico, forma parte del mecanismo creador. En este sentido, Drácula, por ejemplo, es muy real. Y lo es porque las consecuencias de que exista son bien visibles: si vas a Rumanía encuentras un parque temático dedicado a Drácula cuya actividad económica deja un rendimiento bien concreto. Así que Drácula, al igual que Frankenstein, afecta a la realidad. La autoficción sigue un proceso similar, sólo que al revés: parte de la vida real y la deforma hasta aproximarla a la ficción y dejar allí su huella.
-¿El amor es la posibilidad de compartir la mentira perfecta?
-Los enamorados comparten la mentira durante tiempo. Pero sabemos que luego eso se termina. Luego comienza otra parte, más racional, que no tiene que desembocar necesariamente en una ruptura pero en la que cada uno vive más con sus propias mentiras.
-Eso sí es descorazonador.
-Tal vez. Pero la respuesta la tiene Nietzsche. En su pensamiento, el superhombre es quien advierte el carácter ficticio de la vida, la mentira en la que consiste, y sin embargo decide vivirla. Respecto al amor, podemos decir lo mismo.
-¿Qué mentira inventaremos para superar el coronavirus?
-Ya estamos en ello. Lo que pasa es que es una mentira todavía incipiente, primeriza, inestable. Por eso es tan angustiosa. Pero se consolidará. Siempre lo hace.
* Esta entrevista ha sido publicada simultáneamente en:
· MÁLAGA HOY, 30/09/2020
· DIARIO DE SEVILLA, 30/09/2020
· EL DÍA DE CÓRDOBA, 30/09/2020
· GRANADA HOY, 30/09/2020
· DIARIO DE CÁDIZ, 30/09/2020
· HUELVA INFORMACIÓN, 30/09/2020
· EL ALMERÍA, 30/09/2020
· DIARIO DE JEREZ, 30/09/2020