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Babelia, EL PAÍS, 16/12/2020
Por Francesc Arroyo.
Al principio fue la mentira
Los nuevos libros de Miguel Catalán, Juan Jacinto Muñoz-Rengel y Jacques Bouveresse indagan desde el pensamiento en las categorías de verdad y mentira
El octavo mandamiento prohíbe mentir. Tajantemente. Kant también anatemizó la mentira, ya que lo contrario haría imposible la convivencia. Incluso en la tesitura de mentir para salvar una vida inocente, sostenía que era preferible decir la verdad. Sin embargo, el hombre miente. La naturaleza miente. Una vez y otra. Con diversos tipos de mentiras. Algunas, como el arte, son muy elogiadas, pese a Platón, que rechazaba tanto a poetas como a mentirosos. Dedicó a lo falso el Hipias Menor. Coinciden de pronto en las librerías hasta cuatro títulos sobre la mentira y uno sobre la verdad. Tres pertenecen al filósofo Miguel Catalán (1958-2019), el cuarto es obra de Juan Jacinto Muñoz-Rengel (1974) y el quinto lo firma el francés Jacques Bouveresse (1940), que analiza la lectura de Nietzsche por Foucault, centrado en la noción de verdad.
Los tres volúmenes póstumos de Catalán cierran una obra considerable titulada genéricamente Seudología. Son 13 volúmenes, aunque el autor tenía proyectados más. La mentira benéfica es el último, como él mismo había previsto; faltarán algunos volúmenes intermedios. Tras analizar la función social de la mentira, en el presente y a lo largo de la historia, Catalán abordó su papel en la ética, la política, la creación y la religión, entre otros aspectos. En sus planes, truncados por la muerte, figuraban al menos los dedicados al análisis de la mentira en la publicidad y en los medios de comunicación.
Los ahora publicados estudian “la mentira moral más sibilina”: la hipocresía, el fraude, la calumnia, la estafa, el eufemismo (La mentira nociva, Seudología XI); La traición (título del volumen XII), que él definió como “el engaño más vil y al tiempo fascinante de la esfera moral”, y La mentira benéfica (XIII): las mentiras “altruistas, afectuosas, por amor, piadosas”, sostiene, todas “admisibles y moralmente obligatorias” porque, esa es la tesis final, cuanto más queremos a una persona, “más tendemos a mentirle porque más queremos protegerla”. La traición puede ser a un individuo o a un colectivo. Eso sí: no hay traición en los negocios ni en la política porque “donde prima la relación de interés económico o político quedan excluidos por derecho los pactos íntimos de la amistad”. Entre los colectivos posibles destaca la patria, ante la que cabe la deserción, el espionaje, la sedición. La traición no tiene por qué ser despreciable. Cabe traicionar por motivos nobles, porque la causa justa sea la del otro.
Analiza Catalán varias traiciones. Sobresalen una universal (Judas) y otra local (Umbral a Cela). Se produce en la biografía del premio Nobel hilvanada a base, sobre todo, de aspectos negativos por parte de Cela. “Esta venganza póstuma reúne todos los rasgos de la traición genuina”, escribe Catalán, y se produce “en el momento de la indefensión del traicionado”.
La traición de Judas parte del evangelio atribuido a este apóstol, con una interpretación diferente a la de los cuatro evangelios canónicos. Judas es, en esta versión, el discípulo predilecto de Jesús y se confabula con él (a espaldas del resto, ocultándolo) para denunciarle y evitar que fuerzas oscuras impidan su pasión y muerte y con ello la salvación de la humanidad. Tras la resurrección de Cristo, este recoge a Judas y ambos ascienden a los cielos.
Quiso terminar Catalán con la mentira benéfica que suaviza las relaciones personales y colectivas. Lo que no quita que a veces se utilicen eufemismos “para ocultar bajo la alfombra una realidad social abyecta a fin de evitar su reforma”. Entre las verdades a obviar cita el rótulo que hubo hasta mediados del pasado siglo en un centro sanitario de Madrid: “Hospital de incurables”. Por si no quedara clara la condena que suponía ingresar allí, había un segundo cartel: “Asilo de Nuestra Señora del Carmen para niñas lisiadas, escrofulosas y raquíticas pobres”.
La mentira hecha cuento
El libro de Muñoz-Rengel es muy distinto. Repasa la historia de la mentira: la política, la religiosa, la estética y la personal, incluido el autoengaño. Tiene en común con la obra de Catalán dos cosas nada menores: voluntad de claridad y una redacción amena, en la que alternan los hechos narrados con la reflexión sobre los mismos. Pero el punto de partida es diferente: para Muñoz-Rengel “la historia del hombre no es otra cosa que la historia de la ficción”. “Mentir, engañar, simular nos ha hecho posible perpetuarnos por encima de cualquier otra cosa. Poetizar, narrar, fabular, conjeturar, falsificar, son fases primordiales en el proceso de conocimiento. El error, la estrategia, la manipulación, la suposición, la especulación, la metáfora, la hipótesis, son otras de las muchas caras de nuestro modo de estar en el mundo”, escribe en su libro.
Una de las funciones de la mentira hecha cuento, leyenda o, tal vez, historia, es fomentar la cohesión del grupo: “Los cuentos y las leyendas compartidos estrechan los vínculos entre los miembros de una tribu, facilitan una misma explicación del mundo, una visión común”. La primera mentira fue el grito ambiguo de un homínido, quizás para ahuyentar a los demás y apropiarse de la comida que veía. Hoy presenta nuevas formas: “Vivimos en la era de la opinión, de las opiniones sin fundamento, de las opiniones sin investigación ni análisis, de las opiniones sin cualificación, de las opiniones contra los hechos, de las opiniones por el gusto de opinar y desde el convencimiento de que todas valen lo mismo. A través de ellas, el relativismo ha penetrado en nuestra nueva hiperrealidad virtual, en mayor medida y de una forma mucho más mediocre de lo que los posmodernistas podrían haber imaginado”. Un relativismo, apunta, al que no es ajeno el pensamiento posmoderno.
Buena parte de la formación de opinión se produce a través de los medios de comunicación. “La invención de la linotipia y el desarrollo de la prensa escrita permitieron renunciar a la oralidad como principal fuente de difamación, y la mentira se extendió con una rapidez y una efectividad nunca antes vistas”, escribe Muñoz-Rengel. Y muchos vieron en ello grandes posibilidades, empezando por los gobernantes: “Los gobiernos, que son los únicos con derecho legal para acuñar las mentiras oficiales, mantuvieron siempre un especial control sobre los periódicos”. O al menos lo intentaron. Dedica Muñoz-Rengel algunas páginas a las mentiras que cada uno se dice a sí mismo, partiendo de que “para que toleremos estar junto a los otros necesitamos hacer uso de la mentira en, al menos, dos de sus sentidos: la ocultación del secreto y el autoengaño”.
Mentir sin saberlo
Jacques Bouveresse ha sido catedrático en la Sorbonne y es un conocido especialista en la filosofía analítica y Wittgenstein, además de atento lector de Nietzsche. Nietzsche contra Foucault. Sobre la verdad, el conocimiento y el poder nació como una conferencia y fue creciendo hasta formar el volumen actual. Bouveresse sostiene que Foucault hizo una lectura sesgada de Nietzsche, al evitar analizar las diferencias entre verdad y lo verdadero. Foucault quiere mostrar el sometimiento de la verdad al poder, pero Nietzsche no sentía en modo alguno que su denuncia del uso de la verdad lo colocara al lado de los débiles. Al contrario. Además, el poder tiene interés, si acaso, “en intentar convencer a las personas sobre las que ejerce la dominación de que actúa en nombre de verdades de un determinado tipo que ellas deben reconocer” de lo que no se concluye que necesite “la verdad en sí”. En realidad sólo necesita la creencia”, al margen de su veracidad o falsedad, concluye Bouveresse.
La idea de mentira se contrapone a la de verdad, pero cabe que alguien mienta sin saberlo, sin voluntad de engañar. Puede ocurrir que se defienda una postura desde el convencimiento de que es correcta. Un caso así, en el que dos pensadores discrepan y se enfrentan, arrastrando en su disputa a una cantidad considerable de filósofos y científicos de su época, es el que relata Jimena Canales en El físico y el filósofo. Un libro apasionante y muy documentado, construido en torno al debate mantenido el 6 de abril de 1922 en París por Henri Bergson y Albert Einstein, en el que discreparon radicalmente sobre lo que es el tiempo.
El volumen describe el encuentro, los antecedentes y las consecuencias, sobre todo después de que Einstein quisiera zanjar la cuestión: “El tiempo de los filósofos no existe”. Uno y otro siguieron luego la discusión, a veces en intervenciones propias, aunque distantes, y otras mediante autores afines. Russell no sólo se alineó con Einstein, sino que se distanció de Whitehead (con quien había tenido gran amistad y había escrito los Principia Mathematica), debido entre otros motivos al apoyo que éste dio a Bergson. También se alinearon con el físico Rudolpf Carnap y Hans Reichenbach, mientras que Alexander Koyré y Merleau-Ponty se pusieron del lado del filósofo. De hecho, aún hoy se produce algún escarceo en revistas especializadas con el debate sobre el carácter continuo o discontinuo del tiempo como eje.
Quizás en estos debates podría reflexionarse sobre una de las afirmaciones de Bouveresse en su libro sobre Nietzsche y Foucault: “No se le puede exigir al conocimiento que sea verdadero con absoluta seguridad; pero al menos debe, por lo que parece, estar justificado de una manera en que la mera creencia no lo está”. porque “la necesidad de veracidad, la necesidad que tenemos de no engañar y, por tanto, de empezar por no dejarnos engañar, una necesidad de naturaleza moral, es la que ha generado la inclinación a la verdad. Pero es también esa necesidad la que puede hacer aparecer la verdad como intrínsecamente fuera de nuestro alcance y por tanto como algo que quizás sea, en definitiva, inútil buscar”.
Diario Siglo XXI, 16/12/2020
Por Francisco Vélez Nieto.
Juan Jacinto Muñoz-Rengel. Una historia de la mentira. Alianza Editorial
El afortunado lector, que se sumerja en este desafiante libro de ensayos podrá disfrutar de su riqueza y variedad temática
El filósofo y escritor malagueño desarrolla sus meditados contenidos en capítulos que muestran un verdadero envite en su exposición sobre la realidad y el desencanto de la vida.
El afortunado lector, que se sumerja en este desafiante libro de ensayos podrá disfrutar de su riqueza y variedad temática. Ante la desafiante exposición de la mentira en estado de desnudez ensayística sólida y transparente aquel podrá preguntarse. ¿Y qué es esta historia de la mentira? ¿Una historia biográfica de personajes importantes que han protagonizado la teoría del transcurrir de los tiempos? Sin género de dudas puede ser porque personajes célebres los puede encontrar en su lectura. Mirarse en el espejo cóncavo de una sociedad que se desarrolla y sobrevive dentro de un estado donde la presión de los medios de comunicación pueden considerarse el factor dominante, la madre y madrasta de lo que diariamente dictan el dócil comulgar la vegetativa ración alimenticia de sus conveniencias.
Esta es la razón impuesta del emblemático mundo de la mentira a través del examen de sus 250 páginas. El lector irá recorriendo el tiempo existencial con el que se afrontó la vida desde su origen. Antes que surgiera la palabra escrita como transmisora del pensamiento del hombre sobre la tierra. Juan Jacinto Muñoz-Rengel desarrolla sus meditados contenidos en capítulos que muestran un verdadero envite en su exposición sobre la realidad y el desencanto de la vida. Ficción y realidad son las vías paralelas que el autor estudia y expone con calculado ejercicio. Ficción por la que discurre la literatura, en un conjunto de ensayos cortos escritos con elegante sencillez. Desmenuzando a través de los siglos el laberinto de la mentira frente a la verdad.
Debemos reconocer que esta lectura nos lleva a la reflexión sobre si nuestro quehacer de la propiedad real de nuestra estancia es una constante transformación y enfrentamiento con lo que es considerada la verdad histórica de nuestra razón interpretativa social y religiosa. Paralelismo que resulta ser una actitud desafiadora que descompone el poder enorme de la mentira. Protagonista de las normas establecidas, para así mantener el curso de nuestra existencia con argumentos muy discutibles. Interrogación manifiesta de la Iglesia inalterable y las fuentes de donde surge fruto de una meditación laica del otro lado de la historia de la religión.
Metido en la lectura de esta rica y polémica obra, curiosamente recuerdo algunos versos de la copla andaluza que cantaba Marifé de Triana, «Todo es mentira, todo es quimera, / todo es delirio de mi dolor». Es lo que sucede en mundo y sociedad. A partir de estas premisas podremos iniciar nuestro diálogo. Luego no es un error de la existencia que llevamos sino una realidad que, eso sí, manifiesta distintos criterios. Ahora bien, tengamos en cuenta a nuestro favor enarbolar y mostrar, nuestro desacuerdo frenando a los “grandes despreciadores”. Al menos exponer nuestra necesidad de tener razonamiento propio para al menos expresar que no estamos alienados y prisioneros de la publicidad y el consumo que se nos ofrece. Es decir: entre la verdad oficial y una mentira crítica bien argumentada nos situamos al lado de esta última.
Vivimos y padecemos una sesión continua de campañas electorales incansable hasta que nos provoca el vómito, también el desencanto, en las que dominan las muestras más burdas y demagógicas sin el más mínimo sentido del ridículo. La ética y estética en los poderes establecidos disfrazados de democracia y pregones cargados de promesas. Debemos asentir al compromiso por aquello que, al menos, ofrece un rayo de luz verdadero frente a la oscuridad política y religiosa que intenta por todos los medios convertirnos en súbditos de una falsa desigualdad administrada por la mentira frente una posible opción de verdad. Prestemos atención a estas citas de Ortega y Gasset, «Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella, no me salvo yo», «Siempre que enseñes, enseña a la vez a dudar de lo que enseñas» y «La vida es, esencialmente, un diálogo con el contorno; lo es en sus funciones psíquicas más sublimes».
Anika entre libros, 07/12/2020
Por Déborah F. Muñoz.
La mentira estaba en la naturaleza ya desde antes de que existiera el ser humano, solo hay que ver los mecanismos de camuflaje de animales y plantas. Desde esta premisa, Juan Jacinto Muñoz-Rengel desarrolla en su ensayo «Una historia de la mentira» cómo la falsedad no solo lo impregna todo, sino que es la base de todo. Mecanismo evolutivo básico, nuestra capacidad para construir la realidad en base a falsedades y de extrapolarla hacia la abstracción es lo que nos ha hecho como somos. Y es que mentimos constantemente, incluso a nosotros mismos, y hasta nuestra propia percepción de la realidad es en realidad una falsedad de nuestras mentes.
Son apenas 250 páginas, pero dan para mucho. En un tono cercano y ágil, pero explicando los conceptos de forma rigurosa y con ejemplos ilustrativos, se desarrolla el concepto de mentira y de cómo impregna diversos ámbitos. Desde los esclarecedores e interesantísimos capítulos sobre Dios y la religión (repletos de datos que te dejan ojiplático y argumentos que tienen mucho sentido) hasta otros que hablan de la mentira en ámbitos más obvios como la guerra, la economía o la política, también pasamos por otros temas donde la mentira es primordial, como el propio arte o las mentiras de la ciencia (que, no olvidemos, trabaja en base a hipótesis). Y, por supuesto, no podían faltar capítulos dedicados al amor, la muerte y al contexto actual donde la hiperconectividad y el exceso de información lo vuelven todo mucho más complejo.
Tras leer el libro, solo queda claro que todo, absolutamente todo, es mentira. Y, sin embargo, es del todo necesaria porque, si no existiera, no podríamos sobrevivir, ni convivir… probablemente ni siquiera nos soportaríamos a nosotros mismos. Un libro sobre la mentira que dice muchas verdades, aunque, según lo expuesto, también es una falsedad. Lo que está claro es que invita a reflexionar y que además se hace ameno, así que sin duda lo recomiendo.
Lecturas Sumergidas, 31/10/2020
Por Emma Rodríguez.
“En la naturaleza estaba ya la mentira mucho antes de que surgiera el lenguaje, mucho antes de que apareciéramos nosotros”. Quien lo pone de manifiesto es Juan Jacinto Muñoz-Rengel en las primeras páginas de Una historia de la mentira, un estimulante trayecto que parte de la selva primigenia y sus engaños, desviando la mirada hacia los animales que se camuflan, cambian de color, se mimetizan, utilizan sofisticados modos de seducción, para sobrevivir, para reproducirse.
“Millones de años más tarde, por supuesto, surgiría el lenguaje tal y como lo conocemos y las mentiras adquirirían la capacidad de volverse mucho más complejas y refinadas, dando lugar al arte, las religiones, la ciencia y el conjunto de la cultura contemporánea”, vamos pasando las páginas de una obra que supone un desafío para quien la lee porque actúa como un espejo, abre puertas habitualmente cerradas, genera grietas en suelos considerados firmes. Poco a poco, de manera brillante, este ensayo va desmontando, desenmascarando, verdades largamente asumidas. La mentira está en la base de todo: las creencias religiosas y científicas, el comercio, la economía, la política, las relaciones sociales, el amor, la muerte… Todo es apariencia. Todo se sostiene sobre argumentos engañosos, sobre construcciones asimiladas, sobre hipótesis… Somos conscientes de hasta qué punto nos engañamos a nosotros mismos.
Muñoz-Rengel (Málaga, 1974), conocido como autor de novelas y libros de relatos: El gran imaginador, El sueño del otro, El asesino hipocondríaco, De mecánica y alquimia, 88 Mill Lane, Colapso… se estrena en el territorio del ensayo con este libro que, como él mismo dice, aborda un tema, “el concepto de la realidad como simulacro y la teoría de que todo es ficción”, que recorre toda su trayectoria. Acompañado de grandes pensadores, el autor nos guía a través de los tiempos. El discurrir es profundo y ligero al mismo tiempo, pues la hondura de las indagaciones se rompe constantemente con preguntas que animan a proseguir el diálogo y con narraciones, a la manera de pequeñas crónicas, en las que asoma el fabulador, el contador de historias. Y hay capítulos, como Espionaje y contraespionaje o Breve historia de la falsificación, donde el autor se centra en personajes que bien podrían ser protagonistas de sus narraciones literarias.
La formación filosófica se percibe en todo lo que hace y muy especialmente en esta entrega que, precisamente por lo que comentaba anteriormente –su capacidad para ponerlo todo patas arriba, para desarmar argumentos– no resulta demasiado cómoda. No lo es porque, aunque, nos gusta señalar a los demás como mentirosos (“todos mienten”), nos cuesta reconocer que también mentimos (“todos mentimos”). Dicho esto, todo resulta menos crudo si sustituimos la palabra “mentira” por “ficción” y consideramos que todos somos creadores de ficciones que nos nutren, con las que vamos llenando las páginas en blanco de nuestras vidas.
Somos seres ficcionales, necesitamos forjar historias sobre las que sostenernos, desde las que partir para comprendernos y comprender el mundo. Estamos dotados del don de la invención, de la imaginación, y podemos usarlo de manera vil, para dañar a los otros, o creativa, para vivir mejor, en compañía. A todas estas reflexiones nos conduce el ensayo del que os estoy hablando, una entrega altamente motivadora y oportuna en este tiempo histórico que si se caracteriza por algo es por la avalancha de mentiras, por el choque de versiones contrapuestas, por ese ruido incesante que nos confunde y aturde.
Las imposturas, el juego de las apariencias, los autoengaños, siempre han estado ahí, como demuestra el autor capítulo a capítulo, llegando a desarticular el ya tan asumido concepto de “posverdad”. “Es en este ambiente de confusión, de saturación informativa y de exceso de imágenes, de manipulación digital, de fake news, perfiles falsos y enjambres de bots, en el que conviven distintos planos de realidad y las redes sociales no dejan de multiplicarse, cuando surge el nuevo y engañoso término de la “posverdad” (…) Pero es otra mentira, o si se quiere una metamentira, porque miente sobre la situación novedosa de la mentira actual”, argumenta Muñoz-Rengel. Y nos recuerda que “el populismo, la retórica, el argumento vacío, la falsa promesa, la denostación del contrincante, siempre han sido utilizados en política”; que “el sofisma, la ocultación, la falsificación, la propaganda”, son lo suficientemente antiguos.
Lo que sucede es que en el marco de la virtualidad que se apodera del presente, estamos sobreexpuestos a tal cantidad de noticias que resulta difícil encontrar claros de sentido entre la espesura, “llegar a comprender este mundo poliédrico que se despliega ante nosotros”. Sucede que “las nuevas tecnologías y la globalización hacen que la repercusión de la mentira sea hoy exponencialmente mayor; las maniobras de engaño tienen más alcance y más consecuencias que nunca, pero también al mismo tiempo los ciudadanos toman mucha más conciencia de la tremenda farsa que se despliega alrededor”, sostiene el ensayista. La gran diferencia respecto al pasado es que hoy cualquiera puede participar, opinar, mentir. He aquí el elemento que define nuestra época: “La democratización tecnológica ha dado la palabra a todas las personas. La nuestra es la era de la opinión…”
En un momento dado, Muñoz-Rengel sostiene que “de la férrea realidad de la Edad Media, que incluso resistió como pudo la Modernidad, no ha quedado ni rastro en apenas cien años de ataques y sospechas”. Nos dice que “los cimientos de todas nuestras convicciones se han venido abajo y descubrimos con perplejidad que la realidad entera no era más que un decorado construido con falacias…”
Una historia de la mentira, como os decía, arranca de muy atrás, y toca lo más cercano. Entre sus grandes méritos está el de llevarnos a cuestionar la realidad y sus espejismos, a reflexionar sobre las mentiras que hemos elegido para andar por la vida, para pisar los terrenos resbaladizos del ahora. “¿En qué consiste ser persona hoy”?, se pregunta, nos pregunta, el autor. “¿Acaso nuestra naturaleza no consiste precisamente en comportarnos como seres ficcionales?”, sigue tirando del hilo, animándonos a pensar. ¿Cuáles son las ficciones en las que creemos, cuáles los sueños que nos dan alas, que nos nutren, que nos consuelan, que nos ayudan a resistir? Alrededor de todas estas cuestiones tejemos a continuación un diálogo realizado a través de correo electrónico. Un diálogo que ojalá se prolongue con otras lecturas de una obra que anima a activar el mecanismo de las propias ficciones, las deseadas, no las impuestas.
Leemaslibros, 05/10/2020
Por Pedro Román.
En el siglo XVI, el hieromonje Slobodan Uros levantó un fabuloso entramado de la falsificación en el monasterio de Simonopetra, llegando a emplear a decenas de especialistas en la creación de reliquias falsas: desde astillas de la Vera Cruz como para construir una armada a copias de códices, clavos de Cristo, relicarios… Todo un imperio de la mentira y el fraude.
Este hecho, paradójicamente, no se relata en el último libro de Juan Jacinto Muñoz-Rengel, Una historia de la mentira, sino en su estupenda novela El gran imaginador. Pero podría haberlo hecho (de ser cierto), pues el ensayo de Rengel discurre por los resbaladizos pasadizos de la mentira y el engaño en todas las épocas y formas.
Desde la creación del mundo se establece la mentira como fórmula de éxito, de supervivencia, a todos los niveles: mienten los animales, disimulando estar a otra cosa antes de abalanzarse sobre sus víctimas, miente el hombre sobre su fuerza para evitar una derrota, miente el cura para mantener su posición y privilegios, miente el amante, miente el padre, miente el hijo.
La mentira como locomotora del mundo es el tema que explora Rengel de forma ligera pero comprometida, sin el rigor del tratado ni la ligereza de la ficción, sino caminando sinuosamente por todas las veredas, ilustrando con relatos breves, con hechos históricos, con datos, con reflexiones filosóficas… Y siempre con un estilo ágil y fluido, con un dardo en las palabras que logra que las páginas fluyan.
No se trata, como decía, de un estudio sesudo (está bien elegido el “Una historia“, en el título del libro; hubiera sido un error bautizarlo como “La historia“), sino más bien de un bosquejo que picotea de muchas fuentes y da pinceladas sueltas que permiten intuir el motivo central sin abrumarnos con los detalles.
Personalmente hubiera agradecido un volumen algo más extenso (las 240 páginas vuelan) y cierto caudal de anécdotas o reflexiones en algunas secciones, pues parecen prestarse a un mayor y más profundo análisis, similar al que sí se esboza en otros capítulos, pero entiendo que no es el objeto del libro ni el objetivo del autor.
Rengel nos deja bien claro que la mentira es necesaria, fundamental, consustancial al hombre y a la naturaleza, que la falsedad no es un mal decorado, sino el cimiento sobre el que se sustenta todo. En este ensayito nos enfrenta a nosotros mismos, nos desnuda con delicadeza para dejarnos solos frente al espejo, donde, indudablemente, nos mentiremos sobre lo que vemos, sobre nuestro aspecto y sobre nuestras posibilidades.
Pues aunque hable de la mentira, Rengel no miente en esta obra, y algunas secciones pueden penetrar la cáscara del lector y llegarle a tocar alguna fibra que hubiera preferido dejar en silencio.
¿Y no es ésa la marca de un buen ensayo?
Es posible. Pero también es posible que no. Quizá todo lo que nos relata sea mentira. A estas alturas, me es difícil decidirlo.
Léanlo y decidan ustedes.