RECORTES DE PRENSA:
OTROS MEDIOS:
La Estación Azul, Radio Nacional, 25/05/2013
El autor entrevistado por Jesús Marchamalo a propósito de El sueño del otro para el programa La Estación Azul, de Radio Nacional (a partir del minuto 40′).
Todo Incluido, ZTV, 19/04/2013
El autor entrevistado a propósito de El sueño del otro en el programa Todo Incluido, de Zaragoza Televisión.
Forum, EITB, 17/04/2013
El autor entrevistado por Begoña Zubieta a propósito de El sueño del otro en el programa Forum de la televisión autonómica del País Vasco.
Por amor al arte, Aragón Televisión, 13/04/2013
El autor entrevistado a propósito de El sueño del otro en el programa Por amor al arte de la televisión autonómica de Aragón.
¡A los libros!, 28/03/2013
Por Daniel Heredia.
POR QUÉ LEER LA NOVELA… ‘EL SUEÑO DEL OTRO’
Cuando comencé a escribir El sueño del otro tenía muchos propósitos en mente. Quería dar forma a una novela inquietante, sobrecogedora en la medida de lo posible, que consiguiera impresionar y conmover; quería concebir un libro que despertara el espíritu crítico, no un libro teórico ni argumentativo, sino un libro que provocara que el lector se hiciera preguntas, cargado de imágenes que fuesen la antesala de las intuiciones; quería volcarme a mí mismo en sus páginas, dejar allí parte de mis obsesiones, de mis luces y mis sombras, de lo que me inquieta cada noche; y todo eso lo quería hacer a través de una novela lúdica, que no olvidase en ningún momento que uno de los fines de la literatura también es el entretenimiento, la fruición y el placer lector.
No sé si conseguí alguno de mis objetivos. Pero sí sé cómo lo intenté.
Lo hice planteando desde los primeros capítulos una hipótesis fantástica que a mí me resultaba apasionante: la de dos hombres que se sueñan mutuamente. Recuperé así una idea que ha venido desvelando al hombre desde los orígenes de la civilización y que pertenece a la mejor tradición de lo fantástico; una idea, no obstante, que me parecía que no estaba suficientemente desarrollada ni explotada. En la mayoría de los casos, este supuesto se ha abordado desde textos breves, o muy breves, y pensé que dentro de una novela podía alcanzar cotas distintas. De manera que lo que propongo en El sueño del otro es que estos dos hombres, que jamás han llegado a conocerse, se sueñen todas y cada una de las noches, con absoluto detalle, de forma continua y coherente, sin deformación onírica. Esas son las nuevas reglas del juego y mi pretensión era ver hasta qué punto podía llevar la situación al extremo.
Y lo hice también buscando un contraste muy concreto: el de enfrentar esta anomalía fantástica bastante radical ―porque conduce al hundimiento de todas las certezas, acerca de la realidad, la identidad, el yo, los otros― a un tratamiento hiperrealista de la historia. Traté de que al mismo tiempo los personajes fuesen de carne y hueso, que sus preocupaciones, sus reacciones, su modo de afrontar los hechos pareciesen los de personas auténticas. El mundo de El sueño del otro, salvo en algunos momentos resbaladizos, es el nuestro. Y en ese buscado contraste está la tensión.
Por último, para construir esta novela me he servido del poso que han ido dejando en mí, a lo largo de los años, autores expertos en hacer dudar de la realidad, como Jorge Luis Borges, Stanislaw Lem, Kurt Vonnegut o Philip K. Dick, maestros del juego, como Julio Cortázar o Italo Calvino, genios de la inversión y el desasosiego, como Kafka, o todos aquellos que mejor han tratado el tema del doble, los desdoblamientos y los reflejos, como Stevenson, Hoffman, Maupassant, Hawthorne, Oscar Wilde o Henry James. Si en ella hubiera un solo gramo del talento de cada uno de ellos, su lectura sin duda ya merecería la pena.
RADIO EUSKADI, 24/03/2013
El autor entrevistado por Félix Linares a propósito de El sueño del otro para el programa La Galería, de Radio Euskadi.
Fallo de Sistema, Radio 3, 17/03/2013
El autor entrevistado por Santiago Bustamante a propósito de El sueño del otro en el programa Fallo de Sistema, de Radio 3.
CULTURAMAS, 15/03/2013
Por Cristina Consuegra.
El pasado mes de enero, se publicó la primera edición de El sueño del otro (Plaza & Janés), el último artefacto narrativo de Juan Jacinto Muñoz-Rengel, una novela ambiciosa que supone un cambio de registro -plástico y certero- dentro de la trayectoria profesional, siempre en acción, del malagueño afincado en Madrid. Tras las buenas críticas cosechadas porEl asesino hipocondríaco (2012), Muñoz-Rengel se distancia de ese territorio ficcional para adentrarse en lugares fracturados, de múltiples concavidades. El resultado es una novela contundente que recoge/revisa la mejor tradición literaria de pelaje fantástico, al tiempo que muestra las habilidades filosóficas que su autor siempre ha dominado con precisión de cirujano.
Comencemos la entrevista buscando esa primera piedra en el camino creativo de El sueño del otro. ¿Qué fue antes realidad o ficción? ¿Y cómo se cuela esta historia en tu vida literaria?
La ficción, siempre la ficción. En la tradición literaria el tema del soñador soñado ha estado siempre ahí. Lo estaba en la literatura oriental anterior a Cristo, que nos llegó a través de los cuentos de Chuang Tzu o de Liehtsé. Estaba en Las mil y una noches, con “Historia de los que soñaron“. Estaba en pasajes de Alicia en el país de las maravillas y de Alicia a través del espejo de Lewis Carroll. Estaba en los cuentos de Borges y en los cuentos de Cortázar. Y, por supuesto, estaba en la historia de la filosofía. Los planteamientos que cuestionan la realidad como simulacro van desde el mito de la caverna de Platón hasta la hipótesis fantástica que inventa Descartes en su duda metódica, al imaginar aquel Dios Engañador que podía falsear lo que nos mostraban nuestros sentidos. Quien piense hoy que ha creado algo absolutamente nuevo es un ingenuo. Lo único que le es concedido al creador es versionar, revisitar, volver a plantear o dar un nuevo giro a los temas ya dichos. Siempre desde la tradición. Así funciona toda la cultura humana y el progreso. Y es lo que intento hacer yo con esta idea de los dos hombres que se sueñan mutuamente. Todo eso estaba ahí, flotando en mi imaginario y en el sedimento de mis lecturas. Hasta que un día de repente cobra forma con un nuevo matiz, bajo unas nuevas reglas, de manera que siento que puedo darle una vuelta de tuerca más y que tengo una historia que quiero contar: la de dos hombres que sin conocerse sueñan ser el otro, con absoluto detalle, durante las noches completas, guardando recuerdo de todo, desde dentro de la mente del otro, sin que haya deformación onírica, y así no a lo largo de un cuento, sino de las páginas y páginas de una novela.
Y en relación con ese proceso de producción, ¿qué te ha exigido la escritura de esta novela en contraste con el resto de tu trayectoria profesional?
Quizá lo que ha supuesto para mí un mayor cambio, y que no estaba en el resto de mis proyectos literarios, ha sido procurar un tratamiento hiperrealista del acontecimiento fantástico. Manejar el tiempo real, la profundización en los personajes, el constante despliegue de las escenas, los diálogos cercanos a los reales y, en definitiva, todos los mecanismos de la verosimilitud. En muchas ocasiones se acusa a los autores de literatura fantástica de cierta incapacidad para enfrentar algunos de los retos habituales de la narrativa. Es algo parecido, por ejemplo, a lo que ocurría con algunos pintores abstractos, acusados de no saber pintar. En realidad, en muchos casos, todo eso dependerá de las exigencias y necesidades de la propia obra. En esta ocasión me pareció que podría ser interesante utilizar ese enfoque.
¿Y qué aporta a tu mirada como autor?
Ese intencionado contraste entre la anomalía fantástica y el tratamiento hiperrealista me ha permitido mirar y hablar de cosas que normalmente no son frecuentes en el género fantástico. Gracias a eso he podido introducir elementos más propios de la literatura existencialista, o incluso de la literatura de denuncia. Para mí ha significado la oportunidad de poder mirar aspectos de la realidad, y de la actualidad, en los que, dependiendo de la perspectiva, a veces no puedes detenerte. Precisamente, el manejo del tiempo y de la historia concedía a mis personajes la posibilidad ir más allá del su conflicto y analizar sus circunstancias y su entorno.
Hablemos de la estructura que soporta la historia de El sueño del otro. ¿Cómo llegas a este andamiaje narrativo? ¿Dudaste entre varias maneras de contar la historia?
Por supuesto, dudé y mucho. Para empezar, la idea original, en su esencia, parece la idónea para un relato corto. Así que mis disquisiciones comenzaron por ahí: ¿qué ocurriría si someto esta hipótesis fantástica a las demandas de una novela, si la obligo a recorrer los caminos de la verosimilitud durante trescientas páginas y la llevo a sus últimas consecuencias? Luego siguieron otras muchas cuestiones. ¿Con qué narrador contarlo?, ¿con uno que conociera toda la historia o con uno más discreto, invisible, incluso desapegado o frío? ¿Qué estructura debería utilizar? ¿Qué estilo de prosa, qué tono, qué distancia? Ni que decir tiene que cada uno de estos cambios habría supuesto otra historia diferente, la mirada se habría posado en otras cosas, habrían terminado sucediendo otras cosas.
Uno de los grandes asuntos de la novela es la construcción de los protagonistas, especialmente, en el apartado psicológico, perfectamente ajustado y medido para fomentar el contraste, el juego de contrarios. ¿Son André Bodoc y Xavier Arteaga tus personajes de mayor calado y profundidad psicológica?
Probablemente sí. Uno de los puntos fuertes de la novela frente al cuento ―el cuento también supera a la novela en ciertos aspectos― es su capacidad para ahondar en los personajes, para ir acercándote a ellos en círculos concéntricos o para permitirte recorrer con ellos un largo camino. Pero además, en esta novela en concreto necesitaba que mis protagonistas fuesen lo más dimensionales posible, que parecieran de carne y hueso. Por varias razones. La primera la apuntabas tú ya, necesitaba que sus personalidades fuesen distintas, propias y reconocibles, para luego poder dar paso al juego de contrarios, a la mutua contaminación a la que se verán sometidos a causa de su trastorno del sueño. Por otro lado, su carnalidad era al mismo tiempo uno de los necesarios recursos de verosimilitud de los que antes hablaba. Y por último, sabía que la novela iba a crecer en gran parte hacia dentro: crece hacia fuera, porque en todo momento hay una trama en primer plano en la que suceden las cosas, pero también crece hacia el interior de los personajes, mediante la introspección, porque en realidad lo que no dejan de hacer en ningún instante es abismarse más y más el uno en el otro.
Gracias a los protagonistas el lector va encontrando grandes asuntos de lo fantástico como el par Yo/Otro, la escisión interior, la teoría del doble, etc., asuntos tamizados por lo psicológico. En El sueño del otro, ¿hay más de Lem, o más de Freud y Todorov?
Quiero pensar que sobre todo hay más de Lem, y de otros muchos autores emparentados con los temas del doble, con el psicologismo o con los argumentos de la realidad simulada (como Stevenson, Hoffman, Kafka, Carroll, Borges, Cortázar, Philip K. Dick, J. G. Ballard, Tsutsui o Kurt Vonnegut). De Freud, inevitablemente, hay mucho también, porque trabajo en todo momento con los materiales del subconsciente, de la negación, la sublimación y el sueño; pero también hay de Foucault, Bachelard o Deleuze, y, por supuesto, de todos los filósofos del idealismo (desde Platón a Descartes, Kant, Fitche o Hegel). Por último, de Todorov está el propio planteamiento previo, porque quise concebir una novela que se ciñera por completo a su definición de lo fantástico; tanto que incluso llegara a subvertirla, como en esos fragmentos de El sueño del otro en los que ese mundo tan parecido al nuestro parece dejar de ser nuestro mundo, porque ocurre algún suceso imposible que sin embargo sólo extraña a los lectores y no al resto de los habitantes de esa falsa réplica de nuestra realidad. Me parecía que esa inversión, en los tramos finales de la novela, podía provocar reacciones y un desasosiego diferentes.
La conducta de los personajes se modifica conforme la acción narrativa avanza; al mismo tiempo, y con ese avance, diseccionas la psicología del ser humano contemporáneo. ¿Qué fue antes personaje o argumento?
El argumento. Pero dado el enfoque que me planteé desde el inicio, y que comentaba más arriba, sabía que las propias normas de la novela la obligarían a crecer a través de sus personajes. De modo que, con esas premisas de partida, con la actualidad como fondo y la posibilidad de decir más cosas de lo que es habitual en el género fantástico, decidí convertir a uno de los protagonistas en un ciudadano medio corriente ―profesor de secundaria, divorciado, sin demasiados alicientes en su vida―, que me permitiera hablar de la dimensión privada, y al otro, en un director de informativos que me diese pie a proyectar nuestra dimensión pública, nuestra realidad social.
Pasemos ahora al entramado poético de El sueño del otro. Entre los diversos asuntos que lo conforman irrumpe con fuerza, nuevamente, el aspecto identitario trabajado tanto desde la perspectiva individual como colectiva. ¿Qué buscas aportar a este elemento tan filosófico y literario?
En efecto, en esta ocasión he querido arrojarme de lleno al problema de la identidad. Gracias a la distorsión fantástica es posible forzar lo que conocemos de la realidad, lanzar conjeturas insólitas y apuntar hacia los límites borrosos de nuestra explicación del mundo. Con todo, es muy difícil decir algo hoy acerca del sujeto que no haya dicho ya la filosofía o la neurociencia. Pero la literatura sí que puede hacer algo más: dar una forma comprensible a todo eso, propiciar una forma narrativa coherente que ilustre y dé vida a los descubrimientos en la mente del lector, a modo de intuición poética. Y otra más: quizá no pueda proporcionar muchas respuestas, pero sí facilitar las preguntas, abrir caminos. Con el imposible trastorno del sueño de esta novela, que une íntimamente a sus dos protagonistas, trato de explorar aspectos en torno a la conciencia, al substrato de identidad que permanece incluso cuando nuestra personalidad está sometida a cambios, a cambios extremos, indagar acerca de la subjetividad, de la memoria, de los recuerdos inducidos, de la intercambiabilidad de identidades, acerca de qué hay más allá del ego si desaparece el ego, tantear la posibilidad de otros modelos de mentes, de mentes colectivas, preguntarme por las categorías innatas de la percepción y por los conceptos heredados o adquiridos, por la personalidad múltiple, la química del cerebro, la deconstrucción del yo, la mortalidad… Parece muy complejo, pero lo realmente complejo es darle a esto una forma sencilla.
Otras piezas imprescindibles, poderosas, de la poética de El sueño del otro son el cuestionamiento de la realidad y la reflexión que emprendes en torno a la sociedad de la información. ¿Buscas medir o traducir la realidad desde lo ficcional?
Creo que la influencia de la ficción en la realidad es uno de los grandes temas de la postmodernidad y algo del todo apasionante. La capacidad de ficcionar del hombre y su acercamiento ficcional a la construcción de eso que llamamos realidad ha sido un rasgo distintivo de nuestra especie desde nuestros orígenes. Pero de un tiempo a esta parte la ficción parece desbocada, quizá desde que hemos tomado conciencia de su poder o desde que hemos dejado atrás la concepción idealista del mundo y del conocimiento. Si a esto le añadimos que nuestra actualidad es más compleja que nunca, que los conflictos e intereses han pasado a ser multinacionales ―en el sentido más económico―, que tenemos más herramientas para interpretar la realidad que en ningún otro momento del pasado, desde decenas de niveles distintos, pero sin que nuestras áreas de conocimiento acaben de armonizarse, que el periodismo ha sufrido de lleno la crisis y que las nuevas tecnologías introducen un sinfín de nuevas formas de manipulación, el panorama no podría ser más estimulante. Escribir hoy no es sólo hacer ficción, es hacer ficción con conciencia de que la ficción en nuestra forma de construir la realidad y, a la vez, con la propia ficción como tema.
En esta novela has mirado a los ojos de la realidad para dinamitarla. ¿Ha llegado la hora de la literatura? ¿Y del periodismo?
Siempre ha sido la hora de la literatura, sin la literatura no tendríamos conciencia de nosotros mismos. Pero en los momentos en los que otras disciplinas parecen faltar a sus compromisos y se muestran incapaces de ofrecer soluciones, su responsabilidad se hace más manifiesta. En cuanto al periodismo, sí, creo que es ahora o nunca. Creo que esta crisis, económica, social y sistémica, también puede traer cosas buenas. Y una de ella es el despertar del periodismo. Es esperanzador comprobar como muchos profesionales adormecidos durante años por la rutina han vuelto de nuevo a ser periodistas. En estos momentos, quizá la obligación más imperiosa, desde todos los sectores, empezando por cada uno de nosotros como ciudadanos, es la ser críticos.
La figura del lector resulta imprescindible para la novela. ¿Cómo lo incorporas a la trama durante el proceso de producción?
Antes, en algún momento de esta entrevista, comentaba que en esta novela había trabajado con los materiales del subconsciente. Pero, de alguna manera, entiendo que la literatura siempre trabaja con el subconsciente, con el subconsciente de los lectores. No me refiero al fondo sino a la forma; no hablo del qué, sino del cómo. Un escritor siempre anda moviendo los hilos para provocar reacciones reflejas, aparentemente espontáneas, en la mente del lector. Se manejan claves ocultas, se escribe entrelíneas, se buscan asociaciones, se reproducen situaciones. Así es como yo incorporo al lector, no sólo mediante el diálogo, sino tratando en todo instante de trastear los resortes de su mente. Un escritor es un hipnotizador, un psicoanalista, un experto cognitivo, un manipulador. Con, casi siempre, los mejores propósitos.
Con El sueño del otro parece que has logrado la madurez narrativa. ¿Es esta novela la historia que siempre quisiste escribir?
En cierto modo, sí. La idea inicial era ambiciosa y el tratamiento complejo, y esta novela me ha permitido dejar en ella mucho de mí mismo, decir mucho, volcarme y dejar atrás inquietudes y obsesiones. Pero eso fue sólo hasta que le puse el punto final. Desde que la terminé, inmediatamente, volvieron a surgir otras novelas que son las que siempre he querido escribir. En esa tarea estamos.
Revista SUB-URBANO, Miami, 14/03/2013
Por Paco Bescós.
Tras el éxito de El asesino hipocondríaco (Plaza y Janés, 2012), Juan Jacinto Muñoz-Rengel (Málaga, 1974) vuelve a explorar y a transgredir el género fantástico con El sueño del otro (Plaza y Janés). Un thriller borgiano, vestido de atmósferas inquietantes y de sorprendentes puntos de giro que, si bien guarda ciertos lazos temáticos con su anterior novela, propone un tono totalmente distinto. El juego de Muñoz-Rengel consiste en dinamitar las leyes de la realidad y sentarse a observar qué ocurre después. En este caso, su prosa se encarga de cuestionar lo que sabemos acerca de los sueños, de la identidad y de los sentidos.
P. ¿Qué tienen de fascinante los sueños para que se hayan tratado tanto literariamente y aún así sigan mereciendo una vuelta de tuerca más?
R. Muchas cosas. Lo que más me interesa es su poder para reproducir la realidad. Lo que tienen de espejismo. Hay escritores que encontrarán alicientes relacionados con el subconsciente, más psicoanalíticos. Otros valoran la parte surrealista, la parte más poética. Pero a mí me interesa sobre todo el sentido fantástico y la reproducción de la realidad. Y, efectivamente, el tema que yo escojo, el del soñador soñado, lleva presente en literatura desde hace mucho tiempo.
P: En «Las ruinas circulares», por ejemplo.
R. Sí, pero el propio Borges, que era un gran aficionado a esta cuestión, recoge en su Antología de la literatura fantástica cuentos orientales de varios siglos antes de Cristo donde ya se cuenta la historia de un hombre que se sueña a sí mismo: el bucle del sueño. Y también está en filosofía; no exactamente el sueño, pero sí la duda acerca de la realidad. Desde el mito de la caverna, hasta la duda metódica de Descartes. A mí el tema me fascina. También es verdad que a los escritores de corte fantástico nos interesan contenidos parecidos, y el reto radica en dar un paso más. Me pareció que yo tenía una idea distinta, aunque el origen fuera el mismo, en el momento en que imaginé a dos hombres que se sueñan con absoluto detalle, sin deformación onírica, recordándolo todo, y que sueñan a través de la mente del otro. Es decir: que no es que un personaje sueñe con el otro, sino que sueña a través del otro, sueña siendo el otro. Y luego se ve obligado a renegar del que ha sido hace cinco minutos. Me pareció que esta versión introducía nuevos matices.
P. En este libro hablas de la realidad en varios planos: los sueños es el primero, la realidad sensorial; el segundo, la realidad mediática, la mentira en los medios de comunicación; y, más tangencialmente, la realidad sentimental, representada por los personajes que se engañan al enamorarse y al amar… Tras esos planos, lo que parece el mensaje del libro es que la realidad es casi imposible de aprehender.
R. Filosóficamente hablando, es muy difícil demostrar nada que no sea el cogito cartesiano, el pienso luego existo. Es decir, nos quedamos en el solipsismo absoluto. Y la novela se aproxima a esa idea, siempre teniendo en cuenta que todos nosotros confiamos en nuestros sentidos pase lo que pase. Efectivamente, hay un tema principal: la pregunta sobre si el paradigma de nuestra realidad es o no es más que un constructo artificial que, con el paso de los años y el peso de la cultura, se va complicando y complicando, pero que nada tiene que ver con lo que perciben nuestros sentidos. En este primer nivel está situada la trama fantástica y la trama de acción, con el recurso del trastorno del sueño. Para reforzar esto, aunque no fuera necesario, introduzco la subtrama de las noticias inventadas, protagonizada por el personaje de André Bodoc. Y entonces ya no solo dudamos de nuestros sentidos, sino también de lo que nos dicen en los medios de comunicación. Y los medios de comunicación no son más que la punta del iceberg, porque también se podría hablar de lo que dicen los economistas, de lo que dicen los médicos, de lo que dice cada especialidad sobre lo suyo. Y no solo porque se manipule, sino también por nuestra limitación como humanos para contar los hechos en todas sus dimensiones.
P. Contar es deformar.
R. Claro. Entonces ya no se puede delimitar plenamente cualquier suceso. Y, el tercer nivel, lo trabajo más con el otro protagonista, Xavier Arteaga. Se trata del tema de la mascarada social, en el que entran en juego los amantes, las ex mujeres, etc. Todo el mundo adopta falsas caras según con quien esté. Así que, la dimensión más individual, la desarrollo con Xavier y, la más social, con André.
P. Aunque los libros sean totalmente distintos creo que este cuestionamiento de la realidad, que parece ser tu obsesión, sí enlaza con tu anterior novela, El asesino hipocondríaco.
R. Sí, lo que pasa es que en El sueño del otro libro hago un análisis mucho más amplio, más ambicioso .Y en el anterior me quedo en la interpretación del protagonista, encerrado en su deformación del mundo. Pero, efectivamente, yo ni siquiera me di cuenta al escribir El sueño del otro, pero es verdad: en ambas novelas me he quedado en mentes que proyectan la realidad. No deja de resultar curioso que el vértice se sitúe en una mente que sufre un trastorno en los dos casos. En El asesino hipocondríaco trabajo otros elementos, como el humor, e indago de una manera paródica, lo llevo a un extremo radical. Y también en El sueño del otrovuelvo a los extremos.
P. Otro asunto en el que insistes es el del doble.
R. Al trabajar el tema de la identidad, que era uno de los puntales principales, surgía también el tema de la multiplicidad y de la copia como opuesto. Al intentar limitar qué es el yo y ponerle fronteras, empiezas a preguntarte: ¿qué es el yo frente al otro?; ¿qué son los otros?; ¿cuántos otros hay?; ¿los otros se parecen? El juego distorsionante era el siguiente: vamos a eliminar la frontera del yo para unir dos yoes, como si tuviéramos dos células que, por ósmosis, rompen sus paredes y se unen. Entonces, empieza la duda de dónde acaba un yo y donde empieza el otro, que es algo que va explorando la novela. Pero también se cuestiona hasta qué punto no puede haber otros iguales, porque mi perplejidad también se alimentaba de esto: ¿cómo sé que ese tipo de ahí no soy yo con otra cara y otras circunstancias? No se trata de la idea, más sencilla, del doble. Se trata de un yo, una interioridad, una conciencia igual que la mía. Porque, al fin y al cabo, ¿qué es eso? Es tan inaprensible. Y la propuesta consiste en que todos nosotros somos una especie que tiende a lo individual, pero podríamos haber estado conectados, como otras especies que construyen colonias.
P. Tú tienes formación filosófica. ¿Qué tal marida con el género fantástico?
R. De una forma ideal. Pero yo lo veo desde mi propia inclinación. A mí me parece que el fantástico, al menos el que yo trabajo, que es el realismo fantástico, el fantástico cotidiano, casa de una forma excepcional con lo filosófico. Para mí es consustancial. Introducir esa anomalía, que da lugar al realismo fantástico, consiste en pinchar la burbuja de la realidad. Azuzarla. Estás preguntándote hasta donde puedes empujarla, cuáles son sus límites difusos, hasta qué punto la ciencia explica tales cosas… Exploras esas posibilidades. Para mí eso resulta básico. Hay otros autores que se quedan solo en la sorpresa, en el deslumbramiento propio y de los lectores. Pero yo creo que el género fantástico sirve como un buen soporte para hacer preguntas.
P. De todas maneras, no sé si tú crees mucho en los géneros o si piensas que las fronteras se han roto.
R. A mí me preguntan mucho por los géneros, pero yo donde me siento cómodo es en el mestizaje de los géneros, en el intergénero. Si en las preguntas que me hacen no existiera la necesidad de clasificar, por mi parte tampoco la habría. Yo hago lo que me nace hacer. Pero luego no saben en qué estantería colocarte. El sueño del otro ha sido clasificado como policíaco en muchas librerías. ¡Pero si no hay crimen, no hay detective, nada que lo asocie al policiaco! Sin embargo, por influencia del anterior, de El asesino hipocondríaco, pues lo clasifican así. En todas las librerías hay una sección de ‘narrativa contemporánea’, donde cabe todo lo que no sea de género. Sin embargo a mí me asocian a género. No lo entiendo muy bien. Creo que es la necesidad del librero, y luego del periodista, y luego de la gente, y luego del lector, de compartimentar. Yo, cuando lo analizo así, soy consciente de que lo que hago tiene que ver con géneros, pero precisamente para romper sus fronteras.
P. Me gusta la novela cuando alcanza sus cotas más distópicas. Te mueves bien en esas atmósferas.
R. A mí siempre me ha gustado la atmósfera como herramienta. Hay autores que recurren más al tono. En El asesino hipocondríacohay mucho tono, evidentemente, pero si intento ver desde fuera mis obra, casi me he servido más de la atmósfera que del tono. Me parece que una atmósfera condiciona mucho la forma de leer y facilita añadir inquietud o melancolía a través de lo que desprende el escenario. Me parece muy difícil escribir de una forma totalmente despojada de todo. Me siento más cómodo en ambientes singulares.
P. ¿Te llegó a inquietar la escritura de este libro en algún momento?
R. Sí. Yo con esta novela lo he pasado un pelín mal a veces. Porque trabajar El asesino hipocondríaco resultó ligero: me divertía, el tipo me llevaba, y ya está. En este caso me he tenido que sumergir en mí mismo porque hay mucha introspección a través de los dos protagonistas. Los personajes están trabajados hacia fuera mediante la trama, pero también hacia dentro mediante la introspección. Y para eso yo mismo necesitaba un ejercicio de introspección constante. Además, la novela fue trabajada en parte desde la cama, en momentos de duermevela. Tú imagínate: si estás pensando en una historia en la que no solo el sueño es importante, sino también el subconsciente, cada vez que te estás quedando dormido le das vueltas a las cosas, visualizas capítulos e imágenes y piensas en posibilidades nuevas. Por lo tanto, me ha acompañado mucho tiempo. Han sido tres años muy intensos que me han obligado a conocerme a mí mismo, a rascar para ver qué hay debajo y a escindirme. Porque realmente hay algo de mí en Xavier y algo de mí en André, a pesar de que parezcan tan distintos. Pero me he tenido que comportar un poco como el doctor Jeckyll y Mr. Hyde para llevarlo a la práctica.
P. ¿Qué otras novelas te han inquietado a lo largo de tu vida como para conducirte a este tipo de literatura?
R. Todas las que te llevan a explorar lo psicológico. Como Solaris, de Stanislav Lem, que hace uso estupendamente de un recurso que se podría haber quedado en mero divertimento pero que, sin embargo, entra en los miedos del alma y busca cómo dar un nuevo punto de giro. Y todo dentro de la cabeza. Por poner otro ejemplo de realidad como simulacro, La invención de Morel, de Bioy Casares; vuelve a tratarse de una máquina que proyecta el pasado en el que se confunde qué es verdad y qué es ilusión. Y otras obras de quienes trabajan con esa versatilidad y a los que les inquietan cosas en las que me reconozco, como Matadero 5, de Vonnegut. Es totalmente inclasificable y de nuevo vuelve a utilizar recursos que tienen que ver con la mente para que no sepamos si todo ocurre o no ocurre.
P. ¿Y en España, qué tal está de salud el fantástico?
R. Creo que ahora empezamos a ver que ya no hay prejuicio. Se dieron unos años de normalización. Durante mucho tiempo parecía no existir literatura fantástica en España. Estaba totalmente eclipsada por el realismo y no acababa de considerarse bien. El propio José María Merino publica en un prólogo de sus cuentos en Alfaguara que a él, cuando empezó, le daba un poco de pudor dedicarse a la literatura fantástica. La gente de su entorno le recomendaba que escribiera algo social, algo reflexivo, para ser tratado como escritor. Todo eso se ha ido quedando atrás gracias a autores como él, que han ido abriendo camino. Y también gracias a otros factores que serían largos de analizar, que tienen que ver con la globalización, la llegada del cine, la apertura de nuestras fronteras editoriales, la lectura de Lovecraft, Borges, el Boom, Maupassant, Poe, etc. Yo pertenezco a una generación posterior a la que ya leía fantástico en su infancia. Incluso hemos crecido conociendo a autores españoles que trabajaban en el fantástico. Con lo cual, sí que estamos normalizados. Y a nivel de crítica, que es siempre lo más difícil, el superar el prejuicio del crítico literario, pues yo creo que también. Y la prueba es el propio Merino o Cristina Fernández Cubas, que han obtenido mucho prestigio.
P. Tú siempre has sido muy fiel a este modo de hacer. Ahora te van muy bien las ventas pero, ¿alguna vez has sentido dudas sobre lo que hacías?
R. Sí, como autor sí. Pero no tanto por el género fantástico. Yo nunca he sentido que si yo no alcanzaba un determinado escalón en mi trayectoria literaria fuese por no dedicarme al realismo. Pero sí se tienen dudas; para llegar donde yo estoy ahora, me he pasado 21 años escribiendo ininterrumpidamente. Los primeros, no se ve ningún resultado. No se ve la luz por ninguna parte. Al principio yo decidí no publicar mis manuscritos, así que, por lógica, más allá de los círculos cercanos nadie sabía que escribía. Y luego, resulta difícil acceder a la publicación, al entramado editorial, y aún más al reconocimiento. Se dan muchos momentos de duda. Y, por supuesto, económicamente es un desastre. Sabemos que el escritor ocupa el último eslabón de la industria editorial. Es el que peor va a vivir y el que peor va a tener la vejez, porque no cuenta con ninguna garantía. Y surgen más dudas.
P. Ahora se suele presumir de leer sin la finalidad de divertirse o de escribir con sufrimiento. ¿Crees que habría que recuperar el componente lúdico en la literatura?
R. Hay mucho escritor que practica la estrategia de hablar de literatura seria y trata de autoimponerse la etiqueta de escritor serio porque eso le va a otorgar un lugar en los suplementos. Me parece una soberana tontería. Hay quien confunde lo serio con lo aburrido, ese es el problema. Yo entiendo que la literatura sirve para muchas cosas. Con El sueño del otro yo he intentado plantear ese tipo de preguntas de las que hemos hablado y también introducir la denuncia social. Por lo tanto hay mucha seriedad, tanto a nivel de compromiso como existencial. Pero para mí lo primero es entretener. Porque si yo quisiera dar el coñazo, me convertiría en un profesor rancio de esos que dictan apuntes, o empezaría a redactar ensayos superespecializados. Pero realmente eso no es literatura, la literatura también debe tener un componente lúdico, pero este componente lúdico puede venir del sufrimiento. Yo antes te decía que lo había pasado mal con esta novela, pero es que uno puede desasosegarse gratamente. Uno puede sentir inquietud y que esa inquietud le dé placer. Con El asesino hipocondríaco, se obtenía un placer rápido, humorístico. Y El sueño del otro provoca una inquietud que te hace sentir incómodo, pero al mismo tiempo propone un reto. Yo entiendo que la literatura tiene que ofrecer algo al lector ante esa necesidad de pasar un buen rato, incluso pasándolo mal.
Periodista Digital & Culturamas, 07/03/2013
El autor entrevistado por Juan Gómez Bárcena a propósito de El sueño del otro, para Periodista Digital TV y la plataforma Culturamas.
¡Ábrete libro!, 02/03/2013
Por Noel Corregidor.
¿Cómo se consigue publicar dos grandes novelas en apenas dos años?
¿Qué sensaciones le transmite la escritura?
Para mí es el puro gozo intelectual, te aporta imaginación pura. Yo me entrego a la escritura desde un punto de vista lúdico. Entrar en ese proceso, a veces de una forma obsesiva, sin pensar en otra cosa que lo que estás creando, hace que de alguna manera entres en otro plano. Eso para mí es un placer. Tiene partes el proceso de escritura que no son tan gratos, como el proceso de corrección. Eso es algo que se hace durante toda la novela, es decir, no esperas al final, tienes que estar corrigiendo siempre. Eso tiene mucho oficio y aunque hay autores que disfrutan de las correcciones y revisiones, yo sufro más. Yo disfruto de la parte en la que estás montando de la nada una historia, en la que estás creando, tienes las ideas y vas dándole forma.
¿Es difícil publicar hoy en día un libro?
Publicar un libro en España es más fácil ahora que hace un tiempo, no obstante, sigue siendo complicado. La gente ajena al mundo literario se cree que escribir una obra es equivalente a publicarla. Piensas que cuando tú lo tienes escrito, ¿cómo no te lo van a publicar? Nada más lejos de la realidad. Para mí, siempre ha sido una experiencia difícil ver dónde te van a publicar los cuentos, mis novelas o relatos. Encontrar la editorial idónea para que mis escritos viesen la luz no fue sencillo. Es verdad, que ahora es menos complicado porque han aparecido muchas editoriales independientes y algunas de ellas apuestan por nuevos valores de la literatura en español. Ahora hay editoriales pequeñas especializadas en sacar a nuevos talentos y jóvenes promesas españolas, con lo cual eso facilita las cosas a los escritores. No obstante, como en este país escribe todo el mundo, sigue haciendo la competición muy dura porque la cantidad de manuscritos que puede recibir una editorial sigue siendo terrible. A eso hay que añadir todo el panorama digital, es decir, muchas editoriales solo funcionan en digital, llegando al extremo en el que las editoriales desaparecen y la gente se autopublica en Amazon, Bubok… y ya no hay ningún filtro. Publicar es tan fácil como escribir porque en el momento que lo acabas, lo cuelgas. Claro, al no haber filtro, no hay maquetadores, correctores, garantías para el lector, etc. En fin, todas esas cosas que están detrás de las editoriales que no se ven.
En su libro aparecen dos protagonistas con dos historias paralelas, ¿cuál escribió primero?
En principio la idea de hacer eso es previa, esto es, todo lo tengo ya pensado en la mente, tengo esquemas ya que es una historia compleja y si no la tienes clara no puedes ir improvisando. Una vez que te pones a escribir en el papel, cuando empiezas a emborronar, ya hay mucho trabajo detrás. Yo sí que he ido alternando ambas historias y seguía el orden que aparece en la novela. Capítulo de uno, capítulo de otro, pero ya tenía previamente esquematizado que escribiría en cada parte. ¿Por qué hago esto? Porque los capítulos a veces se van solapando y existen cosas de un personajes que se explican en el anterior capítulo, por ejemplo. Hay cosas que se van comprendiendo de una forma distinta cuando lees dos capítulos más. Entonces, como las dos historias van en paralelo de una forma imbricada necesitaba no alejarme demasiado, por ejemplo, en la vida de Xavier; para no descompensar ni olvidar los detalles del otro personaje. Tienes que tenerlo en caliente.
A mí me pasó al principio de leer su libro que supe averiguar cuál era la historia real y cuál era la ficticia, ¿cuál es la que antes le llegó a la mente?
Pues sinceramente, me vino primero la idea fantástica y ficticia, es decir, la parte de dos hombres soñándose mutuamente. Pero claro, yo con eso podía decir muchas cosas distintas. No quería quedarme en el armazón de la historia fantástica de dos hombres que se sueñan, pretendía ir más allá. Empecé a dar un enfoque más realista a la novela introduciendo personajes que tuviesen sus propios conflictos, que tengan su entorno, que puedan hablar de otras cosas. Por eso, a pesar de ser una novela fantástica, eso me permitió hablar de la actualidad y los problemas de hoy en día.
¿Cómo surgen estos dos personajes, en apariencia tan antagónicos?
Yo necesitaba, por un lado, que los dos personajes fueran distintos para que cuando empezarán a contaminarse en el sueño del otro, conservarán identidad propia. Cuando Xavier sueña con la vida de André se empieza a contagiar de sus manías o su forma de ver el mundo. Se superponen las personalidades de ambos. Sin embargo, necesitaba que fueran de carne y hueso porque si no, eso se hubiera quedado en un personaje esquemático y punto. Pero no, yo quería que el lector viese a Xavier con rasgos de André. Además, busqué que Xavier representará al ciudadano de a pié y sirviese de denuncia de cómo hoy la sociedad está adormecida. Mientras que con André y su papel como director de informativos, me permitió poder hablar de las situación de los medios de comunicación. Hasta qué punto los medios de información son interpretadores de la realidad o creadores de la realidad. Por último, para hacer a estos dos personajes más carnales tuve que inspeccionar en mí mismo, una introspección para escribir sobre aspectos que ya conocía. Los dos tienen bastante de mí.
André y Xavier son nombres muy poco comunes y en ningún momento dice en qué ciudad se desarrolla la acción, aunque se describen varios rasgos. ¿Juega con la ambigüedad?
Un poco sí [risas]. Yo tenía un problema y es que no podía definir las ciudades donde sucedía la acción porque se llegaría a la conclusión de cuál es el mundo verdadero. Las ciudades tienen un punto de ambigüedad, las dejo difusas. Y con los personajes, no quería que los nombres sonasen totalmente españoles, por eso elegí André y Xavier. Buscaba que no pudieses del todo concretizar.
Ha mencionado antes que usted se involucra y disfruta mucho en la tarea de crear una historia. ¿Tiene alguna obsesión al escribir?
Bueno, alguna que otra. Por ejemplo, en relación con los esquemas, yo forró las paredes de mi habitación antes de empezar a escribir. Sobre ese forro voy escribiendo los retratos de los personajes, sus conexiones… para dormirme viendo la novela de golpe y despertarme pensando ya en ella. Son momentos de intuición, te pueden venir ideas [risas]. También suelo escribir pasajes de la novela a mano. Por ejemplo, muchos capítulos están escritos en una buhardilla de Lavapiés porque me agobié con el ordenador y necesitaba luz, respirar. Luego lo tuve que pasar al ordenador, claro; pero o me quito del ordenador un rato, o reviento.
Hablando de soñar, ¿ha soñado alguna vez con los personajes?
Sí, sí. No sé si soñar, pero si en ese momento de duermevela he tenido muchas ensoñaciones dirigidas, algo así como el sueño lúcido pero no sé hasta qué punto de verdad yo estaba dormido. No obstante, es verdad que muchas veces con los ojos cerrados antes de dormirme muchísimas veces he tenido imágenes en mi cabeza. Por ejemplo, un monólogo de Xavier lo pensé en la cama en esa fase entre el dormirse y el estar despierto.
¿Le resulta difícil desprenderse de los personajes?
Los tengo muy presentes, me costará dejarlos abandonados. Y más ahora que estoy de presentaciones y que constantemente te lo están recordando. Creo que cuando empiece con la siguiente novela, romperé con mis antiguos personajes.
Hay una frase que dice: «si sueñas lo que no eres, convertirás en pesadilla lo que eres» ¿Nos empeñamos en vivir lo que no somos?
Si nos empeñamos en vivir lo que no somos, viviremos una impostura. Esto pasa bastante porque hoy nos paramos muy poco a pensar qué queremos ser, a reflexionar hacia dónde vamos. La gente hace lo que tiene que se supone que tiene que hacer y entra en rutinas que no son las que le hacen feliz. A veces somos nosotros los que buscamos proyectar esas imposturas, sobre todo, imágenes falsas a través de redes sociales. El problema con mis dos personajes es que ellos no han elegido qué vida vivir. Utilizo un trastorno del sueño imposible, fantástico para hacer una metáfora de lo que nos pasa a nosotros. De sumergirnos y obsesionarnos con la vida de otras personas, de tratar de imitar a otra gente.
¿Qué papel puede jugar la literatura fantástica para transformar la realidad?
La literatura puede señalar dónde están los problemas, apuntar dónde están las carencias a todos los niveles. Incluso se puede apuntar a los límites de la ciencia, qué cosas no explica la racionalidad. Yo con mi novela busco señalar los problemas sociales. La literatura de denuncia se convierte en eso, en una mano que señala. Quizás la literatura lanza más preguntas que respuestas. Yo creo que la literatura no tiene obligaciones de dar respuestas pero si de plantear las preguntas correctas, cosas que no es siempre fácil. Plantear esas preguntas en la mente del lector es complicado, hay que hilar fino y de manera sutil pero creo que es un objetivo que siempre ha estado en la literatura. También facilita una visión general del mundo ya que reconstruye el hecho humano, algo que no puede hacer un economista, un comunicador o sociólogo que tienen una visión de la realidad más fragmentada. He huido de hacer una novela teórica sobre los problemas sociales pero si he seleccionado una serie de ingredientes, imágenes, hechos para que el lector no tenga más remedio que hacerse preguntas sobre la identidad, recuerdos, memorias, realidad… Eso espero que surja de manera espontanea en la mente del lector.
Conoceralautor.com, 28/02/2013
El argumento de la novela en palabras del propio autor…
Una lectura de los primeros párrafos…
El Imparcial, 05/02/2013
Por Jacinta Cremades.
Su nombre representa hoy en día una de las voces más interesantes de la narrativa española contemporánea. Juan Jacinto Muñoz-Rengel (Málaga, 1974) acaba de publicar su segunda novela El sueño del otro, (Plaza & Janés) que se presenta esta tarde en la librería La Central de Callao, en la que el escritor estará acompañado en el acto por el escritor José María Merino.
En El sueño del otro, el autor se basa en una historia tan original como literaria. El autor quiere defender la tesis de que “la literatura fantástica ha sido siempre, es y seguirá siendo un eficaz instrumento para analizar y cuestionar la realidad” y eso es lo que consigue con una trama en la que dos hombres que llevan vidas opuestas sueñan con llevar la vida del otro. Xavier Arteaga es un profesor de instituto divorciado y con un hijo. André Bodoc es un exitoso director de informativos. Por las noches, Arteaga sueña que es Bodoc y Bodoc que es Arteaga. Una historia rocambolesca que hará que los personajes no sepan ya si su vida es sueño o realidad.
Muñoz-Rengel es autor de una serie de volúmenes de relatos para los que ganó numerosos premios. Su salto a la fama le vino con su primera novela, El asesino hipocondríaco (Plaza & Janés, 2012), que significó todo un éxito de crítica y lectores, alcanzando cuatro ediciones en los primeros meses y siendo traducida hasta el momento al francés, al italiano y al turco.
El Giraldillo, Febrero 2013
“El sueño del otro”, es una historia bidireccional, de sueños intercambiados. André Bodoc, director de informativos, está decidido a desmantelar la situación actual utilizando todo tipo de medios, llegando incluso a recurrir al fraude. El problema es que cada noche sueña con Xavier Arteaga, un anodino profesor de instituto. Lo curioso, es que Xavier, que lleva una vida monótona y se encuentra desanimado y solo, sueña a su vez con André Bodoc, hasta el punto de que inicia una persecución obsesiva. Con un ritmo vertiginoso, a pesar del peso filosófico de la trama, la acción no parará de avanzar a golpe de imprevistos. Aunque se trata de un libro de fantasía, el autor pretende analizar y cuestionar la realidad. Juan Jacinto Muñoz-Rengel nació en Málaga en 1974. Doctorado en filosofía, ha ejercido la docencia en España y en el Reino Unido. Ha escrito y colaborado para diferentes medios de comunicación y publicaciones. Es autor de los libros de relatos “De mecánica y alquimia”, “88 Mill Lane” y “Pink”, con los que ha recibido premios y conmemoraciones. Su primera novela “El asesino hipocondríaco” significó todo un éxito, alcanzando las cuatro ediciones en los primeros meses a sus publicación y ha sido traducida al francés, al italiano y al turco.
En la Nube, Radio 3, 27/02/2013
El espacio dirigido por Juan Suárez, En la Nube, de Radio 3, dedicó íntegramente uno de sus programas a El sueño del otro.
Solidaridad Digital, 22/02/2013
Por Esther Peñas.
André, un insolente y peculiar periodista, comienza a perder perspectiva porque en sus sueños es otra persona, Xavier, un mediocre profesor sin aspiración vital alguna. Xavier, a su vez, sueña ser André. Ambos mundos se entrecruzan, se diluyen, se confunden hasta nublar los límites de uno y otro, desdibujando los límites de lo real. ‘El sueño del otro’ (Plaza y Janés) es la última novela de Juan Jacinto Muñoz-Rengel (Málaga, 1974), inquietante pero hipnótica, en la que las preguntas se suceden y atrapan al lector.
Un libro sombrío, perturbador y apocalíptico…
Sí, pero no se aleja tanto de la realidad. Hay situaciones o hechos en el libro que parecen exagerados pero que se han visto, después de la publicación, superados por las noticias que ceba los telediarios.
Niños que mueren de cáncer, un padre intubado, palizas en las aulas, malos tratos al otro lado de la pared, mentiras, suicidios… sé que todo esto es la realidad pero ¿por qué cuesta tanto hacer literatura luminosa?
En concreto, en estos últimos años resulta muy difícil que un autor mire a otro lado, que lo que está sucediendo no repercuta en lo que uno escribe; y eso que, en mi caso, el tema es fantástico, pero hay tanta estimulación que es casi imposible no contaminarse; además, como atmósfera me vino muy bien. La realidad es así, desasosegante, y la llamada de atención era necesaria.
Es el libro más filosófico de todos en cuanto a fondo por la indagación, reflexión, acerca de la realidad, muy cartesiano…
Parto de un género, el fantástico cotidiano o el realismo fantástico, como prefieras llamarlo. A partir de la tesis inicial, con la hipótesis fantástica se van abriendo preguntas sobre qué es la realidad, la memoria, nuestro lugar en el mundo… El realismo fantástico te aboca a preguntas filosóficas, porque si nos situamos en un contexto realista e introducimos la anomalía fantástica como es propio del realismo fantástico, tal y como hace Borges, salen cuestiones metafísicas. Cuando colocas el elemento fantástico en el contexto ordinario lo que estás haciendo es averiguar qué hay en los límites, hasta dónde llegan los límites de la realidad, cuestionar la infalibilidad de mi modelo de realidad… todo ellos concluye con que los extremos son ambiguos, y ni la filosofía a veces ofrece una respuesta convincente… la respuesta del planteamiento fantástico aporta una visión distinta, deformante pero muy intuitiva.
Pero la sensación que queda en el lector es que lo real es un concepto, cuanto menos, escurridizo…
Sí. En cierto sentido, un hombre sembrando tomates que ha vivido toda su vida en el campo está más cerca de algún tipo de realidad que nosotros. El hombre moderno ha aportado tanto conocimiento e información sin acabar de estructurar que eso origina que los ciudadanos estemos más perdidos que nunca, al recibir explicaciones de expertos en economía, políticos, multinacionales, medios de comunicación… La verdad se queda enterrada en la complejidad, es imposible saber con exactitud lo que ocurre, incluso a quienes están directamente implicados en las los casos de corrupción o en las campañas de publicidad, por ejemplo, porque, a su vez, tal vez hayan sido manipulados sin saberlo incluso…
Claro que si la realidad es no ya poliédrica sino imposible de verificar, ¿qué nos queda, resignación?
¿Conformismo? Sí y no, es el eterno dilema. Los grandes filósofos han llegado a un punto en el que no podían decir más al respecto. No se trata de conformismo o resignación, si no de límites. Algunos, incluso, han hecho trampa para tratar de saltar eso límites, como Descartes. Después de la duda metódica inventa hipótesis sobre las que dudar, siendo la mas famosa la del Dios engañador, y concluye con el cogito. De ahí sale, pero con trucos, al igual que Kant, que llega más lejos que Descartes pero siempre creciendo hacia adentro. El ser humano sabe que no va a conocer todo cuanto quisiera, reconoce sus límites, pero a pesar de eso sigue buscando. La cuestión está en hacer se preguntas. Xavier se da cuenta de que hay muchos ciudadanos a su alrededor convertidos en consumidores satisfechos y felices, y él se da cuenta de que hay vida más allá de los centros comerciales. Se despierta. Como André. Pasar por la vida sin hacerse preguntas es no vivir del todo.
Por desgracia, los medios de comunicación que usted describe, únicamente preocupados por las audiencias, son generadores de realidad. ¿Cómo se defiende uno de eso?
Partimos del planteamiento posmoderno de que la ficción afecta a la realidad; siempre lo ha hecho, pero sólo desde hace relativamente poco se ha reflexionado sobre ello. Toda creación artística afecta a la realidad. El Quijote, por ejemplo, forma parte de nuestra realidad. Pero también el fake o falsificación, generando obras perniciosas para la humanidad…
¿Por ejemplo..?
Sin el carácter literario, ‘Mi lucha’, de Hitler. O cualquier novela que justifique sentimientos racistas. Por ejemplo.
Cuando uno contraprograma con un suicidio, como hace una de las cadenas de televisión en la novela, ¿los canallas son los directores de las cadenas o el público que secunda la propuesta?
En el plano audiovisual la respuesta fácil es que nosotros somos los responsables, pero no me gusta esta respuesta, se ha mantenido durante demasiado tiempo. Cuando las cadenas emiten debates con cierta profundidad, la gente los ve; cuando hubo una programación más seria, con entrevistas, documentales, etc., la gente la veía, pero en el momento en que tu oferta se mueve sólo por demanda de la audiencia todo se va al traste, porque la audiencia es como un niño pequeño, se acomoda; es entendible que, después de un día entero trabajando, lo que te apetezca en encender la televisión y ver algo que no te haga pensar, pero es un error confundir el entretenimiento, la diversión, con la basura. Por eso hay que exigir a las cadenas un modelo ilustrado de programación, al menos que combine todo tipo de contenidos.
Volvemos al punto de partida. Una realidad no sólo cambiante sino mutante y, como el río de Heraclito, mutable… ¿Estamos indefensos?
Nos obliga a hacernos más críticos, la verdad. En todos los niveles, como lectores, como ciudadanos, como espectadores, como trabajadores… la crisis, en ese sentido, representa un desafío interesante.
¿Usted, como uno de los personajes de ‘El sueño del otro’, piensa que la Gripe A fue una estafa a gran escala?
No sé hasta qué punto fue intencionado o no el fraude, pero hubo mucha gente que se llevó enormes cantidades de dinero por una epidemia que no lo fue tanto. ¿Que haya surgido todo de una única cabeza malévola? Tampoco lo creo, pero ocurrió, y las farmacéuticas incluso forzaron a determinados países a obligar a sus ciudadanos a vacunarse.
André: “Hay lugares de los que nadie puede rescatarnos”. Dígame uno.
Uno mismo.
Y afirma Xavier: “Habían recubierto todo el planeta con una tupida capa de códigos, mensajes, palabras Todo se reducía a eso, a información, falsa o verdadera. Si es que la verdad significaba algo. Si la realidad se cuestiona de raíz, ¿cabe, pues, la verdad?
Aunque Descartes hizo trampa, su cogito sigo vigente. Es decir, la naturaleza nos hace confiar en nuestros sentidos, aunque filosóficamente –manteniendo un planteamiento radical- sea un error, porque el rojo, además de una cuestión conceptual, depende de una determinada frecuencia de onda que puedo o no percibir en su plenitud…
“Las personas que jamás seremos están por todas partes”. ¿Cómo sería el sueño del otro Juan Jacinto?
El otro Juan Jacinto queda resuelto en ‘El sueño del otro’ porque hay mucho de mí tanto en André como en Xavier, aunque aparentemente no se parecen nada. Me siento identificado en ambos, porque en cierto modo todos contenemos cierta dualidad, la mía se compone, en este caso, del polo visceral y del acomodaticio, de quien se ha construido su suerte y del que no lo ha hecho. Ahí están mis dos polos. Si tuviera que darle la vuelta del todo a ese otro yo, escogería a alguien por completo ajeno a mi, por ejemplo una mujer que viviese en un pueblo de Mongolia. O un ballenero. O un patricio, en Roma. Aunque toda vida termina siendo rutinaria.
¿Qué tal durmió mientras pespuntaba el libro?
Fue un poco agobiante, la verdad; ten en cuenta que esta novela la he trabajado mucho desde la cama, porque los protagonistas están durmiéndose y despertándose y es ese momento de tránsito lo que sirve de conexión entre ellos.
Factor Crítico, 20/02/2013
Por Miguel Carreira.
Juan Jacinto Muñoz-Rengel (Málaga, 1974) acaba de publicar su nuevo libro. Por segunda vez entrega una novela, El sueño del otro que llega a las librerías un año después de El asesino hipocondríaco. Nos encontramos con él para hablar de su último libro, de su trayectoria… En esta charla estrenamos lo que, esperamos, se convierta en una seña de identidad de las entrevistas de Factor Crítico. Queremos someter a varios autores a un pequeño test, dirigido, sobre todo, a comparar sus respuestas a preguntas idénticas. Para ellos hemos seleccionado las tres cuestiones de Sartre en su ¿Qué es la literatura?, que son «¿Qué es escribir?», «¿Para qué escribir?» y una tercera que en el libro de Sartre era «¿Para quién se escribe?» y que nosotros modificamos por «¿Quién escribe?». Esto no porque discrepemos con Sartre en este caso, sino porque nuestro objetivo es distinto. Si el francés buscaba sobre todo una pregunta que le diese pie a una reflexión más abstracta nosotros buscamos una respuesta más subjetiva, algo que nos acerque más a nuestros pacientes interrogados.
Factor Crítico.- El sueño del otro es tu segunda novela y aparece muy poco tiempo después de El asesino hipocondríaco[Plaza y Janés, 2012].
Muñoz-Rengel.- Segunda novela publicada, que no la segunda escrita, claro. Todo eso queda detrás, es trabajo que queda en el cajón y que seguirá en el cajón, porque lo entiendo como un proceso de aprendizaje natural. Segunda novela publicada y en muy poco tiempo, porque también había un trabajo anterior. Yo con El asesino estuve dos años, pero cuando empecé a moverla, para ver si encontraba su editorial, empecé de inmediato la otra, con esta estuve tres años, con lo cual son cinco años que de repente han salido con sólo un año de distancia.
Factor Crítico.- Tres años entonces con esta y un giro importante, si la primera es muy divertida esta… lo es menos.
M R.- No, esta no es divertida. Lo que no quiere decir que no sea lúdica.
F C.-Incluso hay ciertos apuntes de humor.
M R.– Sí, pero si lo comparamos con El asesino es un humor muy distinto. Lo que allí era un humor evidente aquí puede tener un componente de ironía, pero el componente lúdico está en otra cosa. Está, a lo mejor, en la tensión que hay en la historia, en el punto estimulante, al menos para mí, de las preguntas que van apareciendo, de cómo va cambiando la percepción de la realidad de los protagonistas a partir de su trastorno fantástico, pero no hay humor como tal, elementos claro de humor como en El asesino hipocondríaco. Realmente creo que he cambiado todos los ingredientes.
F C.- ¿Y eso por qué? ¿Por evolucionar, digamos, dentro de tu trayectoria literaria u obedece a las circunstancias, a la actualidad…?
M R.– Creo que es algo consustancial en mi. Cuando cambio de proyecto de alguna forma cambio de coordenadas. No tengo un proyecto unitario en mente a lo largo de mi trayectoria sino que precisamente creo que lo que dará unidad a mis libros será esa diversidad. Siempre me he identificado mucho con ese tipo de autores, con autores que cada vez que escribían volvían a sorprender incluso a sus propios editores, a la crítica etc., etc., Italo Calvino, Kurt Vonnegut… gente así, muy diversa. Entre mis referencias están esos. Luego hay otros autores que ellos mismos dicen que están siempre escribiendo la misma novela. Pero yo me aburriría. Es también una cuestión de tener ideas distintas y de plantearte el reto de seguir aprendiendo desde cero. También en el aspecto técnico, en los aspectos más formales. El asesino hipocondríaco está contado en primera persona, con ese tono un poco engolado que tiene el asesino, ahora he cambiado a un narrador en tercera que está con dos personajes. La construcción del narrador en tercera también es especial porque es un tratamiento más frío. El tiempo narrativo es otro. En El asesino se concentraba en determinadas escenas y aquí todo sucede más en «tiempo real», más como si estuviésemos en la vida de André y Xavier, desarrollando escenas de la vida cotidiana, buscando sobre todo la verosimilitud. En cuanto a los géneros, esa verosimilitud que buscaba era precisamente para enfrentarla con lo fantástico, es una novela fantástica y pretendía que el contraste fuera mayor para introducir esa hipótesis tan fantástica en un contexto realista.
Si no hubiese sido tan realista la novela sería otra, incluso con la misma tesis de partida. Si en El asesino había metaliteratura, parodia, etc., aquí hay fantasía y, al mismo tiempo, ese pulso realista. Precisamente, por darle el toque realista han ido saliendo cosas que no son tan habituales en la literatura fantástica, me refiero a preguntas en torno a la realidad, filosóficamente hablando, pero también a la actualidad, socialmente hablando. Hay cuestiones sociales de fondo, y eso no es tan habitual en lo fantástico, pero eso lo da el tratamiento. Al mantenerle ese pulso de trescientas páginas, en ese camino van surgiendo todas las cosas que hay en el entorno de los personajes.
F.C.-Esta idea de mezclar dentro de una novela que tiene una estructura más habitual en la ciencia ficción elementos sociales ¿Surge de antemano?
M.R.- Yo tampoco sé exactamente en qué momento surge. Ocurren varias cosas. Por un lado, esto que estaba diciendo, ese contraste de lo fantástico con el tratamiento realista hace que mires otras cosas. Si te fijas en Borges y Cortázar, Borges no toca casi lo social y Cortázar sí, pero es que escriben de forma distinta y eso hace que la mirada sea distinta también. En cambio, si piensas en otros escritores como Cheever que le pone un elemento fantástico, también Cheever hace cosas muy distintas a los habituales del fantástico. Cheever entra en el relato describiéndote el entorno familiar de los personajes, cómo viven, cómo es su comunidad de vecinos… con ese contexto ya, necesariamente, vas a hablar de esto. Luego hay otra cosa que me imagino que me ha influido mucho, y es que nuestra actualidad es demoledora y es muy difícil para un autor de hoy no mirar esa actualidad. De alguna forma la acabas viendo, acaba entrando. A no ser que hables de una novela histórica del S XII, pero si tienes un contexto como el mío, que más o menos se sitúa en el presente, esto te acaba llamando la atención y tienes necesidad de reflejarlo. Yo creo que un autor, quizás no en todas sus obras pero, por lo menos en algunas, tiene incluso la obligación de contar lo que está pasando. Cuando todo eso está ocurriendo y lo ves todos los días en los informativos, en las redes sociales etc. y tienes una novela que es convulsa, porque tienes unos personajes trastornados, desesperados, que su mundo se está hundiendo en el sentido más absoluto, es decir su paradigma de la realidad se está hundiendo, pues claro, me venía como anillo al dedo, ya se trataba sólo de completarlo, era: «venga, vamos a poner aquí los síntomas» y los síntomas son los que vemos en el telediario.
F C.- Es algo que llama la atención, quizás incluso más teniendo en cuenta el precedente, y es que la novela es muy melancólica, pero melancólica en el sentido patológico: es un mundo sin salida en el que da igual lo que hagamos, todo se va por el desagüe. Es verdad que hacia el final hay algún rayo de esperanza, pero tiene momentos angustiosos.
M R.- Sí, realmente es lo que estamos viviendo, parece que no podemos hacer nada. Parece que aunque la gente se eche a la calle aquí nadie oye nada. Parece que ningún político oye el sentir popular, que los políticos, esto parece cada vez más evidente, no tienen ningún tipo de poder sobre la crisis ni sobre el sistema y las multinacionales que sí parecen tener ese poder, no tienen por qué prestar atención a los ciudadanos… todo esto parece que no nos lleva a ninguna parte, salvo a un fin de ciclo. Eso, de una forma casi metafórica está en la novela porque yo pretendía hacer ese tipo de inversión kafkiana en la que están sucediendo un montón de cosas exageradas, distorsionadas de fondo, pero los dos personajes, como tienen bastante con lo suyo, con su trastorno, como están cada noche con su problema y están ya tan desnortados, pues no se fijan en eso. Eso es un poco lo que hacía Kafka, darle la vuelta a la realidad. Te plantea lo extraordinario en un primer plano y nadie se alarma. Mis personajes casi ven normal las cargas policiales, los helicópteros y todo lo demás. Yo creo que eso es un poco, insisto, la metáfora que plantea la novela acerca de cada uno de nosotros. Cada uno de nosotros estamos viendo la tele y estamos viendo, por ejemplo, una manifestación en Sol, o lo que sea, y al momento cambiamos y estamos viendo una serie de televisión. Aquí, en Madrid, por ejemplo, ves los helicópteros arriba, sabes que ha habido violencia, los días que ha habido violencia y ves en tu mismo barrio a la gente de copas, las chicas arregladas… tan tranquilos. Y es gente de la misma edad que los que se están manifestando. Al final nos hemos acostumbrado a esto, como cuando veíamos antes países en guerra y la gente en la playa, sabiendo que a dos kilómetros se están lanzando cargas de mortero. Al final lo que pasa es esto, que nos hemos acostumbrado al conflicto. Eso que nos parecía alucinante, a otra escala, claro, está empezando a suceder. A veces puede venir alguien sangrando, se cruza con otra persona y ¡parece que están en universos paralelos! Es como aquella broma que se hacía mucho con las manifestaciones de la policía. Que en un momento dado decían : «Espera que entro yo ahora» y entonces se intercambiaban, el que estaba dando y el que estaba recibiendo.
F C.– Hay algo que no sé si tú también ves en tus novelas, una similitud que, a priori, a lo mejor no se espera, y es que los personajes de las dos son bastante morales, en el sentido de que los dos hacen una reflexión explícita sobre la moral, sobre su moral, pero los dos parten de una reflexión sobre su profesión para definir esa moral. En la primera tenemos al asesino, que se define él mismo como un tipo moral [de moral kantiana] y en esta segunda tenemos al periodista que, impulsado una por crisis previa, también lleva a cabo una reflexión sobre su propia moralidad como periodista. ¿Crees que esto está ahí? ¿Qué nuestra moralidad está especialmente condicionada por nuestro lugar en la sociedad?
M R.– Bueno, por un lado me alegra que hayáis visto algo en común entre las dos novelas, porque son cosas que sólo se ven desde fuera. Yo mismo no soy consciente de que haya un rastro común en las dos novelas que soy yo mismo. Eso que acabas de decir es algo que seguramente estaba dentro de mi y de lo cual no era consciente. Pero, contestando a la pregunta: Creo que todos somos absolutamente esclavos de nuestras circunstancias. De la profesión, pero también del lugar en el que nacemos, de nuestra época, etc., etc. Al plantear una narración fantástica que juega con la identidad también va un poco de eso la novela. Hasta qué punto por nacer en otra ciudad, con otra identidad, eres otra persona, hasta qué punto las identidades se conservan. Es la prueba a la que someto a los protagonistas. Al final hay una pequeña conclusión en la que parece que los personajes conservan un poco de sí mismos aunque se transformen. Te pongo un ejemplo concreto: Xavier acaba fumando como André, y también copia actitudes, porque está siendo el otro la mitad del día. Pero a la vez sigue siendo él mismo. Hay una parte de él de la que no se puede librar. Creo que todos lo hemos vivido alguna vez. Cuando hemos cambiado de vida, de ciudad, de pareja, etc., hay partes de nosotros que cambian y otras que no hay quien se libre de ellas, que parece que están enraizadas en nuestro ADN. En psicología se suele decir eso, que hay un cincuenta por ciento de herencia y un cincuenta por ciento de entorno social. Pero cuanto más diverso sea el entorno social más difícil es pasarse al otro lado. De hecho mis dos personajes, aunque son muy distintos —porque los dos son distintos y he buscado que sean distintos— pues los dos son varones, tienen una edad aproximada, aunque se supone que André es un poco mayor, y los dos viven en una sociedad occidental, no se dice exactamente dónde. De modo que los dos son personajes con los que cualquiera se puede identificar. Tampoco he querido llevarlo más lejos, pero eso es porque necesitaba conocer bien a esos dos personajes. Si yo hubiera querido ir un poco más lejos pues a lo mejor los habría distanciado más todavía. Pero yo también soy esclavo de mis circunstancias, claro.
F C.– A raíz de esto, tenemos personajes en unas circunstancias que son claramente de crisis que, al mismo tiempo, están preocupados por la moralidad. Parece que, entonces, hay una relación directa entre la crisis y la falta de moralidad. ¿Tú también ves esto que en la crisis hay un primer escalón que está en la moralidad?
M R.– Sí, completamente, de hecho hay algún pasaje en la que se habla de la sociedad adormecida. Hay una parte crítica en la novela donde se hace una llamada de atención a eso. En la sección de Xavier él se da cuenta un buen día de que él, al igual que sus vecinos, ha estado casi toda su vida siendo un consumidor más que un ciudadano. Un consumidor satisfecho, siempre y cuando los productos estuviesen a la altura, y ya está. Se había acostumbrado a ir hacia delante y punto, sin hacerse preguntas. Ahí está un poco esa moralidad, pero como un síntoma más de lo mismo. Realmente el gran problema es que, a día de hoy, la gente no se plantea nada. Pero nada es nada. No ya el sentido de la vida, a dónde voy, qué prefiero, cuál es mi camino para llegar a donde quiero… es que ni se plantean qué es bueno y qué es malo. No hay, digamos, solidez moral, porque no se plantean las cosas hasta que ocurren y, cuando ocurre algo, entonces se decide sobre la marcha y con un fin más utilitarista que otra cosa, con lo cual hay una tendencia amoral en la sociedad pero es porque la sociedad está descabezada, hay una falta de talante crítico en los individuos y eso se ve en todo. Entonces, Xavier, era parte de ellos y, precisamente, espoleado por lo que le ocurre, cambia su visión y se da cuenta. André, en cambio viene un poco de vuelta, es más escéptico, le han pasado muchas cosas y lo hace casi al revés. Él, para criticar que los medios manipulan la información lo que hace es manipular la información aún más para así ponerlo en evidencia. Ya es perro viejo, digamos. Pero está esa crítica clara que se dirige, sobre todo, a la falta de reflexión. Desde hace muchos años casi se hace broma del intelectual. Cuando estás con gente de cualquier ámbito en un entorno relajado es casi como: «Claro, es que tú lees mucho, jajaja». ¡Y que no se te ocurra citar a un filósofo! ¡Te comen!
F.C.– Eso te saca del partido.
M R.– Te descalifica por idiota. Y eso no pasaba hace treinta o cuarenta años. El culto no quedaba desacreditado por ser culto. Eso lo ha generado también un poco el modelo que vemos reflejado en los medios. El más torpe es el que más dinero gana, el plagiador, el concursante de Gran Hermano, el que grita…
F.C.– Aunque sea salir un poco de la novela. ¿Tu cuándo piensas que empieza todo esto?
M R.– Como siempre, a escala mundial, hay muchísimos factores. Aquí en España sería injusto echarle siempre la culpa a Pepe Navarro con aquellos programas que abrieron la caja de Pandora en Televisión. Esto ya se había hecho en EEUU, con lo que habría que buscar la semilla mucho antes, pero aquí en España, en televisión, ahí es cuando se empezaron a hacer programas totalmente desvirtuados, cuando pasamos de Pepe Navarro a Sardá con las Crónicas marcianas donde ya el friki era la figura a seguir, donde lo soez llegaba a límites impensables y desaparecían del panorama — incluso del panorama de las televisiones públicas— los debates, los programas de reflexión… Hoy por hoy tenemos un programa de libros divulgativo, que me parece muy necesario, como es Página 2, pero no tenemos un programa de profundización en los libros, como ha habido siempre, ni siquiera a las tantas de la madrugada. Y claro, siempre te dicen: «La audiencia quiere esto». Pues igual es que la audiencia está tan atontada que cualquiera le mete otra cosa, pero también tiene que tener un fin educativo la televisión, sobre todo la pública. Por no centrarme sólo en la televisión, en la educación también ha habido muchos cambios, quizás empezando por la LOGSE, que eran aberrantes. Tenían a todo el profesorado en contra y aún así se han seguido. Había tres o cuatro pedagogos en su atalaya, dictando qué había que hacer y enfrente a todo el profesorado que pensaba que aquello era una barbaridad. Había aciertos, claro, pero prescindir de la memoria, de la disciplina, de todas las herramientas que daban autoridad a un profesor… así vamos. La generación ni-ni, en concreto, ha sido un efecto de las reformas educativas.
F C.– ¿Y crees que, hasta cierto punto, puede haber culpa también por el otro lado? Es decir, la sociedad se ha alejado de los intelectuales, de la reflexión moral, etc. ¿Pero puede ser que, al mismo tiempo, los intelectuales, los que deben producir ese saber, esa moralidad… se hayan alejado también de la gente?
M R.– Sí, pero supongo que eso ha pasado siempre. Siempre ha habido una élite que ha hablado para sí misma. ¿Ahora ocurre? Por supuesto. Por quedarme en el ámbito que más conozco que es el de la escritura, claro que hay escritores que escriben sólo para ellos, que venden unos pocos ejemplares y se dice que son autores de culto. Pero los cambios de los que estamos hablando son más globales. Creo que el intelectual no influye a corto plazo en la sociedad, sino a largo plazo. Platón o Aristóteles tuvieron un peso enorme en el medievo, pero en su momento sólo se movieron en pequeños círculos y esos círculos concéntricos van aumentando. En nuestro siglo, me parece que tienen que ser entidades con más poder que los intelectuales.
F C.– Y volviendo ahora otra vez sobre tu novela: podemos decir que, en buena medida, trata sobre la identidad, que es quizá el gran tema de la novela desde siempre, como género. Pero la identidad en el S. XIX aparecía de forma más compacta, como una figura de la que incluso se aspiraba a trazar su formación: si sucede A más B entonces llegamos a la personalidad C. Luego esto se va matizando, a principios de siglo entra en juego la parte irracional y a finales del XX, y hasta ahora, la identidad se ha estado convirtiendo en una especie de monstruo sin forma, que depende incluso de quién la observa.
M R.– Sí es algo poliédrico, inasible. Antes hablábamos del hundimiento del sistema conocido a nivel social y económico, pero a un nivel más filosófico y acercándonos al problema de la identidad, de unos siglos a esta parte todo ha ido cambiando también. Han llegado grandes pensadores en las distintas disciplinas que han inoculado un virus que ha ido cargándose lo que el hombre consideraba que era la realidad. Teníamos el cambio en astronomía, en la biología, con Darwin y la teoría de la evolución, la Tierra que había dejado de ser el centro del universo, Marx que devuelve la realidad al plano de la economía y luego Freud, que pasa al nivel del sujeto. Ahora el yo es lo de menos porque el ello es enorme, y el ello es la negrura. La parte consciente es diminuta, el super ego una cosa colosal. ¿Qué nos queda? Con esto quiero decir que en nuestro conocimiento ha caído una bomba que lo ha dinamitado y nos ha llevado a un momento en el que vamos hacia delante pero parece que vamos hacia atrás. Indudablemente estamos avanzando, pero parece que estamos retrocediendo y a lo mejor es que estamos tomando carrerilla. Tenemos más conocimientos, tenemos más información y ese punto de escepticismo que hay en las disciplinas viene también porque estamos de vuelta de los errores del pasado. Pero es un momento de caos. Hemos echado muchas cosas abajo y ahora hay que construir. Volviendo a la personalidad, por esto me parece tan apasionante el tema. En la novela se trabaja desde el punto de vista de la trama. Intento que estén pasando siempre cosas, pero intento también que se le dé una vuelta de tuerca más a lo que se creía que era el yo, por ejemplo. En mis personajes parece que cuando empiezan a comprender algo surge la pregunta. ¿Y si la memoria es una ilusión? ¿Qué me queda entonces? Porque claro, ellos empiezan a guardar cada uno los recuerdos del otro, y eso hace que duden de sus recuerdos y que se den cuenta de que en la memoria se basa buena parte de la personalidad. Y lo mismo con todos los focos. ¿Hasta qué punto uno se da cuenta de que es el otro soñando que es él mismo o al revés? Entonces, en ese juego de espejos, que es infinito, de ir saltando del uno al otro lo que te decía antes echa mucho en juego. ¿Hasta qué punto eres tú contaminado del otro? ¿O eres el otro con un recuerdo de ti? ¿O hasta qué punto no somos todos el mismo y qué mas da tu dolor o mi dolor, que es algo que también se plantea? Claro, en el momento en el que dudamos del yo y del ego pues se difumina absolutamente todo.
F C.– Antes de tus dos novelas tú ya había ganado muchos premios con tus relatos cortos, habías publicado dos volúmenes de cuentos, tres antologías, habías participado en libros conjuntos…, en definitiva, te habías hecho con un nombre importante en el relato breve. Pero esta novela no tiene nada que ver con el cuento, en cuanto que te has despegado de estructuras típicas del cuento y apuestas por una configuración netamente novelesca, con anticipaciones, paralelismo, elementos que se dispersan y luego se retoman… no configuras el relato de forma episódica, sino siempre dirigido hacia un sentido de conjunto. ¿Esto es predeterminado?
M R.– Era un poco mi reto. Con El asesino hipocondríaco sí que me decían un poco que había capítulos que eran más parecidos a un cuento. Nunca puede ser un cuento, porque cada capítulo de El asesino hipocondríaco necesita del resto para entenderse del todo, no es del todo un cuento, pero sí es verdad que había, por ejemplo, anécdotas de filósofos que se cierran sobre sí mismas y que recordaban un poco a un cuento. Yo tenía pendiente no ya escribir, sino publicar una novela en el sentido que estás diciendo, donde haya diversidad de subtramas y donde esa amplificación consiga cosas que en el relato no se pueden conseguir, por ejemplo la dimensión de los personajes. Claro, también hay cosas que puede hacer el relato y no puede hacer la novela, pero en este caso me estaba ciñendo a las contrarias. Era casi un reto técnico, decir: «Yo sé que esto lo puedo hacer y me apetece hacerlo». Por lo que decíamos antes sobre hacer cosas nuevas. Quiero explorar esto, quiero ver qué sucede. De hecho, con esta novela, la idea inicial, la que le da forma a todo, la idea fantástica de dos hombres que se sueñan mutuamente, podría haber sido un cuento, y si hubiese sido un cuento habría sido un cuento de diez páginas, un cuento fantástico parecido a los míos, que podía haber quedado redondo, pero se habría quedado sólo en esa hipótesis. Habrían sido dos personajes mucho más esquemáticos y el juego fantástico, sin entrar en nada más. Entonces fue cuando pensé en hacer algo que no se suele hacer mucho o, al menos, no se suele hacer mucho en la literatura española, que es: «¿Qué pasaría si, manteniendo la hipótesis fantástica, no en un cuento o un microrrelato —que se prestan mucho más a eso los géneros breves, donde puedes construir y destruir el universo entero en un párrafo— qué pasaría si le mantengo el pulso durante trescientas páginas a la idea?» Pues lo que sucede es que se empiezan a abrir otras líneas de acción, se empieza a profundizar en los personajes de otra forma, hay que empezar a crearles conflictos personales, pequeños, grandes, etc. hay que crearles un entorno y esto da lugar a otras miradas. Al final, la misma idea, se convierte en otra cosa. Yo creía que era algo interesante por eso que decía, en España tenemos muy pocos ejemplos del género fantástico entendiéndolo como fantástico cotidiano, realismo fantástico, etc., Son cosas que en España no se trabajan demasiado en novela. En cuento, por suerte, se ha normalizado, pero en novela, aunque hay casos, no son muchos y me apetecía hacerlo además con esa visión, especialmente realista.
F.C.- ¿Qué es escribir?
M R.- Escribir es explicar, es estar en el mundo. Es explicarme a mí mismo mi forma de estar en el mundo. Pero también es apasionante. Yo creo que siempre tendré un punto de vista lúdico en mis planteamientos. Incluso en esta novela que tiene tantas cosas serias, y hasta pesimistas, que decías tú, hay un sentido lúdico por la intensidad de lo que les ocurre a los personajes. Así que, si incluso en esta ha habido algo lúdico yo me imagino que en las futuras lo seguirá habiendo. Yo lo he sentido así desde niño, cuando uno va pensando y explicándose las cosas como si fuera un alienígena o como si tuviese un amigo alienígena y tuvieses que ir explicándole la realidad, yo ya notaba la necesidad de un plus que no da la ciencia, que tampoco da la filosofía y que sí lo da la literatura. Esto más el divertimento, porque entiendo que también estamos aquí para pasárnoslo bien. Una de las respuestas a la pregunta «¿qué hacemos aquí?» es: «pasárnoslo bien». No sólo es sufrir.
F C.- Esto también está ahí en la novela, una cierta contestación al hecho de que el discurso científico se haya impuesto como una verdad absoluta.
M R.-Es que yo creo que el género fantástico tiene la obligación de desmentir esto. No hay verdades absolutas. El género fantástico siempre está en límite, diciendo «¿Qué pasa aquí?». Este círculo es nuestro paradigma de la verdad ¿Qué pasa en las fronteras? Hay siempre una franja ambigua, en la que no hay respuestas, en la que el escritor tiene la obligación de mirar y decir: «¿Qué sucedería aquí? ¿Qué está sucediendo? ¿Qué pasa si cambio esto?» Este cuestionamiento de la realidad claro que afecta a la ciencia. El problema de la ciencia es que se ha instalado en valores que parece que dan una completa seguridad, pero la ciencia tampoco tiene toda la verdad. En su momento se desmontó a la religión, la filosofía parece que tampoco ha estado mucho tiempo en el trono, pero la ciencia tampoco lo va a estar y, durante algún tiempo se lo ha creído. Esto, evidentemente, no se desmonta sólo desde una novela ficcional como la mía. Si nos ponemos a mirar la filosofía de la ciencia, lo que están haciendo es ya un poco eso. Decir: «Espera, que la ciencia también obedece a fines económicos, por eso hay enfermedades de las que sabemos muchísimo y de las que se investiga muchísimo y otras, más comunes, sobre las que no se investiga nada, porque no interesa, porque ese mercado no tiene dinero para pagar medicinas u hospitales, por eso no podemos integrar la física cuántica con la teoría de la relatividad y siguen siendo paradigmas que no se acaban de integrar y por eso la filosofía de la ciencia también se está dando cuenta de que hay muchos huecos y que la ciencia no es unívoca y que. Incluso, cuando parece que hemos descubierto algo, que no se puede contradecir, incluso eso se puede seguir viendo desde muchos niveles. Eso a veces se le escapa al científico porque, como todo es tan amplio, en la ciencia, al final, tienes a personas en un laboratorio investigando algo concretísimo y a otra persona, en la otra parte del mundo, investigando otra cosa. Ya no hay grandes sabios que tengan una visión global, son individuos con una parcela pequeñísima, de modo que, aunque lo que descubran sea algo parecido a la verdad —y da mucho respeto decir algo como «la verdad»—, eso se puede seguir mirando desde otros prismas, y eso, a veces, se tiene que hacer desde las humanidades, porque sólo entonces se ve con más dimensiones y por eso a veces un divulgador científico tiene más perspectiva que un científico. Quizás no conoce tan bien su campo, pero conoce los campos de alrededor y te puede decir: «Sí, esto es verdad, pero tenemos que completarlo con esto, y de aquello no sabemos nada». Todo es muy relativo.
F C.- La segunda pregunta creo que ha quedado ya incluida con la primera. Era «¿Para qué escribir?» Y creo que ya la has contestado.
M R.- Sí, creo que se incluye con la primera.
F C.- ¿Quién escribe?
M R.- Creo que, continuando mi respuesta anterior, escribe quien tiene voluntad de explicarse. Incluso quien quiere explicarse. Quien se hace preguntas escribe. Si no te importa nada es difícil que escribas. Lo primero es la voluntad, pero esa voluntad empieza mucho antes. Empiezas por la voluntad de hacerte preguntas y luego llega la voluntad de escribir.
Si vamos un poco al lado práctico, yo creo que el escritor que va formándose del todo como escritor es aquel que aúna talento, pero también disciplina. Hay mucha gente que se queda en el camino, porque escribe muchísima gente, por la falta de constancia. A veces pasa, como en cualquier área, que no solamente hay talento, sino también cabezonería. Un atleta, por ejemplo, a lo mejor tiene unas cualidades que ni tú ni yo tenemos, pero también ha tenido una voluntad férrea y una disciplina que, de haberla tenido otros quizás habrían podido llegar más lejos que él o que ella. Es una combinación.
F C.– Entonces, para ti: ¿Escribir es una cosa fácil o difícil? Te lo digo porque a veces da la impresión de que se pueden dividir los escritores en dos grupos, los que dicen que escribir es lo más divertido que se puede hacer en este mundo y los que dicen que todo lo contrario, que es un trabajo muy duro.
M R.– Yo ya estoy más en el grupo de los segundos. Al principio era más aquello, pero porque escribes desde la absoluta pasión, yo empecé la primera novela con dieciocho años y la escribía por la noche, mientras estudiaba la carrera. Ahora ya no me quedo escribiendo la novela por la noche. Era todo pasión, escribía siempre hacia delante, con muy poca corrección… era otra cosa, creías que todo era mucho más fácil, creías que todo iba a ser publicado inmediatamente…. Ahí sí que escribir era dimensión en estado puro. Ahora hay veces que me lo paso bien pero no siempre me lo paso bien, hay veces que lo paso mal. Los momentos en los que me lo paso bien son los momentos más creativos, los momentos del chispazo o en los que estás en un pasaje especialmente estimulante… pero también están los momentos en los que sólo piensas que tienes que seguir, que tienes que continuar armándolo y corregir, corregir, corregir, y levantarte al día siguiente para seguir. Lo ves de forma más rutinaria, como un trabajo, pero también porque es en una fase que antes no tenía, de autoexigencia, de corrección. Para depurar una buena página hay que volver una y otra vez, una y otra vez. Mucho más de lo que la gente pueda imaginar. No sólo es corregir cada capítulo y cada grupo de capítulos. Es que la lees entera, y luego la vuelves a leer entera, y después dejas pasar un tiempo para coger perspectiva, la vuelves a leer entera y cada vez que la lees la vuelves a corregir. Las versiones de una novela, ahora con los ordenadores, no se pueden ni saber. Ya no se puede hacer un palimpsesto de eso, pero sería alucinante lo que hay ahí.
Yo, con esta en concreto, por el reto técnico que te decía, que no es habitual en otros trabajos míos, lo he pasado mal. Porque realmente, lo que uno quiere es que se lea sin esfuerzo, pero para que se lea sin esfuerzo tú tienes que hacer un esfuerzo previo y pelearte muchísimo con la frase para que luego la frase esté maleada. Y ese trabajo no es tan grato. Ya es trabajo de verdad. Pelearse con una frase una y otra vez y luego te encuentras con que algo no suena, con que algo ha perdido ritmo, con una repetición en la que te dices ¡Pero cómo puede estar esto aquí si lo he leído mil veces!.
F C.- O sea que a la pregunta ¿Quién escribe? La respuesta sería «El que tiene paciencia para hacerlo».
M R.– (Risas) Sí, al final es también paciencia.
Radio Ejido, Atrévete a leer, 18/02/2013
El autor entrevistado por Manuel García Iborra a propósito de El sueño del otro en el programa Atrévete a leer, de Radio Ejido.
Cuarte en Onda, Zaragoza, 15/02/2013
El autor entrevistado por Fernando Blasco a propósito de El sueño del otro para la radio Cuarte en Onda.
El Diván de los Búhos, Antena Zaragoza, 14/02/2013
El autor entrevistado por Borju Larraz y Joaquín García Latorre a propósito de El sueño del otro en el programa El Diván de los Búhos, de Antena Zaragoza.
Aragón Radio, 13/02/2013
El autor entrevistado por Javier Vázquez a propósito de El sueño del otro en el programa Escúchate, de Radio Aragón.
El rincón de Koreander, Blog de literatura fantástica, 11/02/2013
Por Sergio Llamas.
JUAN JACINTO MUÑOZ RENGEL NOS HABLA DE SU INMERSIÓN EN “EL REALISMO FANTÁSTICO” CON SU ÚLTIMA NOVELA: ‘EL SUEÑO DEL OTRO’-. Con permiso de la ortografía, la palabra ESCRITOR tendría que escribirse con mayúsculas cuando se habla de Juan Jacinto Muñoz-Rengel. Su obra, hasta ahora compuesta por dos novelas publicadas (nada menos que la aclamada ‘El asesino hipocondríaco’ y su más reciente ‘El sueño del otro’), así como las decenas de relatos que ha firmado y que pululan dispersos por antologías y colecciones (una de estas últimas historias, ‘Pink’, se puede leer en formato digital), le han hecho acreedor de este mérito. Son trabajos que invitan a la reflexión, sin que esta circunstancia llegue a interponerse entre el lector y una buena historia. También son escritos breves, en ocasiones se nos hacen demasiado breves, aunque el motivo nos lo aclara él mismo: “Ni siquiera me permito que haya un párrafo que esté ahí si no cumple alguna función“.
La crítica está recibiendo con muchos elogios su última novela ‘El sueño del otro’. Como autor que sobre todo alcanzó el éxito con su anterior obra ‘El asesino hipocondriaco’ imagino que la presión esta vez era mucho mayor. ¿Ha respirado tranquilo al leer las primeras reseñas?
Las primeras reseñas siempre se esperan con cierta inquietud, porque suponen el primer feedback que se obtiene de los lectores; en realidad, del más especializado de los lectores, el crítico literario. Así que cuando esas primeras críticas son positivas uno, en efecto, se siente aliviado. Si bien, luego más adelante puedan aparecer otras contradiciéndolas, de eso nunca se está a salvo. Por el momento, sólo puedo sentirme afortunado.
Realmente esta última novela es muy distinta de la anterior, aunque quizás comparta parte del ‘estilo policiaco’ sin ser estrictamente de género negro. ¿Quería hacer algo muy distinto?, ¿el objetivo era evitar las etiquetas?
Creo que ni siquiera se podría decir que ambas novelas compartan el estilo policiaco, cuya estructura paródica era muy evidente en ‘El asesino hipocondríaco’. En este último libro no hay crimen, no hay detective, no hay delincuente, así que se encuentra por completo alejado de ese género. En efecto, quería hacer algo muy distinto, porque siempre que cambio de proyecto tiendo a partir de cero, me gusta situarme en las antípodas del libro anterior, tanto en los temas como en los aspectos formales. Para mí es mucho más estimulante aprender y no repetir fórmulas, aunque hayan funcionado, que ir sobre seguro. Por eso los ingredientes que combino en una y en otra novela son buscadamente ser diferentes.
“Xavier Arteaga es un profesor de instituto que cada noche sueña ser André Bodoc, un director de informativos. André Bodoc es un director de informativos que cada noche sueña ser Xavier Arteaga, un profesor de instituto. Pero ¿quién sueña a quién? ¿Quién es real y quién está siendo soñado?” La historia tiene un marcado carácter fantástico, aunque se aleja de los subgéneros tradicionales como la ciencia ficción, la alta fantasía o el terror. ¿Cómo la clasificaría usted?
Si tuviéramos que ubicar la novela dentro de un género, el más aproximado sería el del realismo fantástico, también llamado fantástico cotidiano. Que consiste en recrear un contexto realista, en reproducir nuestro mundo, para luego inocular en su interior una anomalía extraordinaria: en este caso, el imposible trastorno del sueño que sufren los dos protagonistas. Pero, aun con todo, en ‘El sueño del otro’ conviven otros géneros no necesariamente afines, tiene bastante de novela psicológica, contiene elementos inquietantes, conecta con la literatura existencial, e incluso con la novela de denuncia. Antes me preguntabas por las etiquetas, en realidad mis novelas ―y mis libros de relatos― se mueven en el intergénero, exploran sus posibilidades de combinación de los géneros, de ahí que a veces sea complicada la clasificación.
Se ha relacionado mucho esta novela con Borges, Cortázar y Bioy Casares. ¿Son esas las referencias?, ¿cuáles son sus autores fetiche?
Los que apuntas son sin duda grandes referentes. Pienso sobre todo en los cuentos ‘Las ruinas circulares’ o ‘El otro’ de Borges; en ‘Continuidad de los parques’ o ‘Casa tomada’ de Cortázar (más que en ‘Lejana’, que en el momento de la escritura de esta novela no recordaba); o en la novela ‘La invención de Morel’, en la que Bioy nos plantea su versión de la realidad como simulacro. Hay muchos otros, claro, como, por citar a algunos presentes en este libro, Poe, Stevenson, E.T.A. Hoffman, Kafka, Italo Calvino, Stanislaw Lem, Philip K. Dick, J. G. Ballard, John Cheever o Kurt Vonnegut.
También hay escenas y momentos muy cinematográficos en ‘El sueño del otro’. ¿Es aficionado al cine de Ciencia Ficción?
Es que creo que el cine ha arriesgado más que la literatura en los últimos años en cuanto a hipótesis fantásticas radicales. En concreto, respecto a la que nos ocupa, la que imagina la realidad como simulacro, existen multitud de ejemplos con diversos enfoques, desde ‘Matrix’ a ‘El show de Truman’, desde ‘Abre los ojos’ a ‘Origen’, desde ‘eXistenZ’ a ‘Las vidas posibles de Mr. Nobody’. De la misma manera, podríamos citar películas que se han adentrado estos años en los abismos de la mente o han profundizado en el tema del doble. Existen también, por supuesto, flamantes casos en literatura, pero en las últimas décadas los directores y las productoras han sacado cierta ventaja a los escritores.
Sus dos obras más conocidas son de extensión relativamente breve. En algunos momentos de ‘El sueño del otro’ incluso da la sensación de realizar un esfuerzo por concretar y sintetizar la historia. ¿Se debe a su formación como escritor de relatos?, ¿sigue escribiendo historias cortas?, ¿veremos nuevas antologías?
No sé si será una consecuencia de haber trabajado el género breve, quizá. En cualquier caso, de lo que estoy seguro es de que no me siento cómodo rellenando páginas que no llevan a nada. Es más, ni siquiera me permito que haya un párrafo que esté ahí si no cumple alguna función; si es un párrafo prescindible, lo suprimo. En ese sentido, trato de escribir procurando dejar la novela libre de grasa, y el proceso de corrección final es la última liposucción. El próximo libro en ver la luz, sí, será un volumen de microrrelatos. La distancia narrativa mínima. En un microrrelato una sola palabra puede cambiarlo todo.
Este sentido, también se aprecia un interés por crear pocos personajes, pero a cambio dotar de mucha profundidad a los protagonistas. ¿Mejor calidad que cantidad?
En el caso concreto de ‘El sueño del otro’ necesitaba además que mis dos protagonistas fuesen lo más dimensionales posibles, necesitaba que fueran de carne y hueso, que acabaran cobrando vida. Dos personajes planos me podrían haber truncado todo el planteamiento, porque sabía que conforme fuesen avanzando los capítulos se irían contaminando mutuamente y eso significaba todo un reto: Xavier, contaminado por la vida, los hábitos y los recuerdos de André, tenía que seguir siendo Xavier con toques de André; y viceversa. Con el añadido de que en todo momento cada uno está siendo a la vez el otro, porque se sabe siendo soñado con el otro. Parece todo muy complicado, por eso mi solución tenía que pasar por dotarlos de carnalidad.
Cuando leía los datos biográficos de la solapa, metido ya en la lectura, me llamaba la atención la coincidencia de profesiones de los protagonistas con su propio currículum: profesor de Filosofía y actualmente colaborador en los medios. ¿La idea era escribir sobre lo que conoce?
De eso se trataba en cierto modo. Busqué profesiones que no me eran del todo ajenas, Xavier es profesor de historia y André director de informativos, porque como decía más arriba necesitaba que los protagonistas fueran verosímiles. Y también porque, en gran parte, la trama de esta novela no sólo crece hacia el exterior, sino también hacia el interior de los personajes, mediante la introspección, a través de la mente de estos dos hombres que no hacen sino abismarse el uno en el otro.
‘El sueño del otro’ nos presenta a dos personajes muy distintos, casi opuestos. Como lectores parece que nuestras simpatías van más hacia Xavier, aunque en algunos momentos parece que usted como autor favorece a André. ¿A la hora de escribir tenía su favorito?
Vaya, se me ha visto el plumero. Después de varios años con ellos, les he cogido cariño a los dos, pero mi favorito era André. El personaje de André Bodoc es contradictorio, malhumorado, escéptico, irónico, no obstante me atraía su personalidad visceral y me parece un tipo que esconde muchos dobleces interesantes, muchos secretos. De Xavier me daba rabia su sumisión, su aceptación del fracaso, su forma de instalarse en la mediocridad. Una persona así me podría crispar los nervios. Aunque eso es algo que desde luego en la novela va cambiando desde los primeros capítulos, porque precisamente el trastorno fantástico que atormenta sus noches lo obliga a actuar.
Ya para terminar. Llama mucho la atención la importante carga filosófica que hay en el libro, pero cómo se fusiona de alguna manera con el contenido de la propia trama. ¿Ha sido complicado evitar que la parte ‘divulgativa’ entorpeciera el lado lúdico de la novela?, ¿cómo cree que reaccionan, en general, los lectores hacia la filosofía?
Probablemente es uno de los aspectos que me ha costado un mayor esfuerzo. Quería huir de una novela teórica o cualquier cosa que se le pareciese, no me interesa la literatura que pretende explicarte sus supuestos de una forma abstracta. Para mí, el verdadero reto es que las ideas filosóficas se concreten en imágenes, que las preguntas surjan de forma espontánea en la mente del lector, que todos los elementos de la novela estén siempre al servicio de la historia, y no al contrario. En efecto me interesa mucho más el componente lúdico, aunque no me contente con eso y quiera ir más lejos, tratando de hilvanar en un segundo plano cuestiones de naturaleza trascendental. Hay lectores que no buscan nada de esto en un libro, lectores que son poco lectores, pero con ellos no podía contar ni siquiera antes de empezar a bosquejar la novela. En cambio, si los lectores un poco más exigentes sintieran este sesgo filosófico como una carga, entonces habría fallado en mi propósito. Espero que no sea así.
Muchas gracias por atendernos, y suerte con ‘El sueño del otro’.
Muchas gracias a vosotros por vuestra lectura, por vuestro interés y por darme la oportunidad de aportar mi punto de vista.
La noche en vela, Radio Nacional, 05/02/2013
El autor entrevistado por Pilar Tabares a propósito de El sueño del otro en el programa La noche en vela, de Radio Nacional (a partir del minuto 42′).
El Club Exprees, 04/02/2013
Por Esperanza Jiménez.
Juan Jacinto Muñoz-Rengel se dio a conocer como escritor con El asesino hipocondríaco, una novela en la que un asesino a sueldo debe llevar a cabo su último encargo bajo la presión de multitud de enfermedades acechándole. Un texto que le supuso excelentes críticas, ventas e, incluso, ediciones fuera de nuestras fronteras. Ahora presenta El sueño del otro, donde vemos un cambio de registro radical, y ese asesino cede su espacio a dos personajes envueltos en una oscuridad onírica, donde los sueños se hacen dueños de una realidad confusa. En ElClubExpress hemos tenido oportunidad de hablar con él para saber más de esta nueva obra.
ElClubExpress: Tras el éxito de tu anterior novela, El asesino hipocondríaco, ¿te sientes más nervioso por cómo será recibida?
Juan Jacinto Muñoz: Nervios, exactamente, no. Sí es cierto que me lo quiero tomar con cautela. El otro libro fue muy bien, y es razonable pensar que éste tenga una acogida más moderada. Sería extraordinario equivocarme, pero la lógica y la situación editorial me dicen lo contrario. Aún así, hasta ahora son buenas noticias las que hay en cuanto a ventas pero, sobre todo, parece ser que le está gustando al lector, que es lo importante. La verdad es que El asesino hipocondríaco me dio muchas alegrías, tanto por las ediciones publicadas en España como el recibimiento que ha tenido fuera. El feed-back que tuve ocasión de tener con los lectores así me lo demostró, una grata experiencia.
ECE: Esta obra ha supuesto un cambio radical respecto a la anterior ¿ha sido algo buscado o ha surgido así?
JJM: Es algo totalmente intencionado. Me gusta cambiar, me aburre hacer siempre lo mismo. El tenerme que enfrentar con algo totalmente, o casi, distinto a lo anterior, me hace cogerlo con ganas, es como un reto a mi creatividad. Realmente, esta novela está más en la línea de lo había escrito anteriormente, mis relatos anteriores siempre se han situado en el plano fantástico. Fue El asesino hipocondríaco la obra inusual, por así decirlo, un texto más espontáneo a lo que suelo escribir; y es probable que en la siguiente novela me aparte de lo hecho hasta ahora.
ECE: Analizando ya el libro que nos presentas, El sueño del otro. Conocemos a dos personajes muy diferentes, pero a medida que avanza la lectura se van confundiendo, siendo difícil para el lector distinguirlos, ¿consecuencia de la propia evolución de la novela, o es una demostración de que, en el fondo, no somos tan diferentes?
JJM: Piensa que ambos personajes sueñan con el otro, la mitad de su día es otra persona; ya con esto se establece una conexión tan fuerte y personal que hace que se contaminen. Es algo previsto, de ahí que sean dos personajes tan diferentes. Necesitaba dos caracteres que, pese a esa contaminación, en el fondo pudiéramos ver el poso del ser original.
ECE: Aparentemente, André es un ser fuerte, de carácter marcado, que ha triunfado en la vida. En contraposición, Xavier pasa por un duro divorcio, su padre está moribundo y parece perdido en su propia vida. Sin embargo, es éste quién va en busca de ese otro soñado para enfrentarlo, mientras que André espera que sea un psicólogo quien resuelva sus problemas. ¿Las apariencias engañan y no es el fuerte quién aparenta serlo?
JJM: La primera conclusión que podemos sacar es que todo es mucho más complejo de lo que parece a primera vista. Xavier aparenta una mayor cobardía pero también es cierto que tiene mucho menos que perder, por aquello de que su vida es caótica y se encamina al vacío en esos momentos. Lo único que la llena es ese misterioso hombre con el que sueña cada noche. André, por el contrario, está a gusto en su piel, se sabe mover dentro del sistema y no quiere renunciar a ello. Por eso busca ayuda: cree que es un problema suyo pero es uno más, no el único que tiene. Creo que es un ejemplo de algo muy recurrente en toda la narrativa. Hablamos de personas, y cuando las pones al límite, como es el caso, reaccionan, en muchas ocasiones, de la forma más disparatada que puedas imaginarte.
ECE: Está constatado que la realidad es una construcción que nuestra mente finaliza a través de la unión de lo que percibimos con los sentidos junto a nuestros esquemas, prejuicios y recuerdos, ¿crees que tu novela podría resultar no tan ficticia como a priori puede parecer?
JJM: La novela es fantástica, exagera lo que comentas, pero sí es cierto que nuestra realidad es una construcción humana. Si empezamos analizando de donde procede esa información nos topamos con los sentidos, que son limitados, así que, de partida, tenemos una visión muy subjetiva de la realidad. Si a esto le sumamos el cómo ordenamos el mundo…y a esto añadimos el paso del tiempo más la contaminación de otras informaciones… debemos admitir que nos acercamos a la verdad, pero ni con mucho la poseemos.
ECE: El final, siguiendo el hilo de la novela, queda abierto, ¿una forma de darle al lector la oportunidad de ser él quién dictamine que es real y qué no, o, realmente, no es tan abierto pero necesitamos atender a detalles que, quizás, nos darán a conocer el final previsto por ti?
JJM: Sí es verdad que es un final abierto, con tantas conclusiones como lectores. Sin embargo, tampoco vas desencaminada en cuanto a mostrar atención a los detalles. Podemos hablar de un número limitado de finales, dependiendo del nivel de análisis que hagamos, si es más científico, simbólico o fantástico podremos ponerle el punto y final a la trama.
ECE: Has ganado diferentes premios literarios, ¿crees que suponen una forma de darse a conocer a los autores noveles? o ¿siguen siendo las recomendaciones boca a boca el mejor sistema de difusión?
JJM: Sinceramente, los premios literarios de relato corto y ese tipo de convocatorias no son el vehículo para difundir la obra de un autor que comienza. Cuando empecé pensé que sí, pero lo cierto es que el ganar un premio de un certamen internacional, en el que toman parte 2.000 participantes, no supone atraer a las editoriales, aunque sí es cierto que te obliga a escribir, y por lo tanto practicar y mejorar tu escritura. Otro caso son los premios que conceden las editoriales, como todos sabemos, esos reconocimientos sí cuentan con todo un plan de marketing y promoción que llevan tu nombre a otro nivel. Y el boca a boca es a lo que aspira todo escritor: que sea el propio lector quien te recomiende. Lo que sí es una realidad tangible es el poco tiempo que tiene un libro ahora para llegar hasta el lector. Al igual que las películas, desparecen rápidamente de las estanterías de las librerías, y cada obra necesita su tiempo. No todas se dan a conocer en un mes, algunas necesitan un año o tres.
ECE: Eres escritor, ¿temes la desaparición del libro como formato?
JJM: El libro en papel siempre existirá, lo que sí puede pasar es que el número de lectores vuelva a ser el de siempre, una minoría. Pienso que las editoriales están tomando algunas decisiones erróneas en cuanto a la distribución de libros digitales, sus precios o forma de difusión. Son una forma de acercarse a la lectura. Pero ojo, esto no significa que con la llegada del libro digital estemos ante una barra libre. Hay fórmulas que ya funcionan en otros ámbitos, como la música, es cuestión de estudiar las posibilidades y abrirse a nuevas formas, para evitar la copia pirata pero también el abuso de precios. El libro en papel y el digital son compatibles, lo único que hay que hacer es propiciar su convivencia.
Todoliteratura.es, 02/02/2013
Por Javier Velasco.
«Me apasionan los misterios de la mente»
Juan Jacinto Muñoz-Rengel acaba de publicar su segunda novela El sueño del otro, una historia realmente desasosegante, que continúa los pasos de la primera, El asesino hipocondríaco que el año pasado batió récords de ventas, lo que convenció al autor para continuar escribiendo, sin dejar la composición de relatos y su profesorado en la escuela de creación literaria Fuentetaja. El libro ha sido publicado por la editorial Plaza & Janés.
«El sueño del otro es una novela más difícil de leer que El asesino hipocondríaco«, suelta de sopetón el escritor malagueño afincado en Madrid al inicio de nuestra conversación. Efectivamente es así, aunque se nota que ha cuidado más el lenguaje, que ha pulido más la novela, que está más trabajada y quizá sea más efectiva que la anterior. La obra parte de una distorsión de la realidad: dos personajes radicalmente diferentes sueñan el uno con el otro cada noche.
«Esa visión alterada de la realidad da pie a muchas preguntas; crece así la novela por dos sitios, uno interior y el otro exterior», explica el escritor. La trama interior es la que asalta a los dos personajes cuestionándose la identidad personal, su memoria. La trama exterior tiene que ver sobre la propia vida, sobre la muerte y, sobre todo, con «lo verdadero y lo falso», haciendo que las situaciones inquietantes se vayan sucediendo cada noche.
Los sueños de ambos protagonistas, el profesor y el periodista televisivo, hacen que la novela vaya in crescendo en su atmósfera opresiva, desequilibrante y estando todo cada vez más fuera de control. «Me apasionan los misterios de la mente. Se puede perder una persona una y otra vez en ella y, paradójicamente se trata poco en la literatura; sin embargo, se puede escribir muchísimo sobre la mente», opina Muñoz-Rengel.
La alteración psicológica que viven los protagonistas es todo un enigma, «todo el mundo está dentro de la mente. Hay mucho por descubrir y eso entronca con lo fantástico que a mí tanto me gusta. Hay un poco de espejismo que no sabemos discernir», apunta. Para él pocos escritores tratan el tema de la mente. Sí su adorado Frank Kafka, pero también Adolfo Bioy Casares en La invención de Morel, tratan estas cuestiones.
«El cine y la televisión están más avanzados en estos temas que la literatura», cree. Películas como Matrix, El show de Truman y otras tienen su espacio en la realidad virtual, en un mundo muy borgesiano, «nos quedamos muchas veces sólo en lo que perciben los sentidos, pero no en lo que hay detrás de los mismos», comenta. Eso le lleva a arriesgarse en las tramas, «hay demasiados títulos publicados, por eso busco salirme de lo común», afirma.
En eso consiste su filosofía literaria, en arriesgarse para dar al lector algo que no ha leído antes, «procuro trasladar la trama al interior del lector», afirma. Para Juan Jacinto Muñoz-Rengel su libro es ideal para leer en la cama. Él reconoce que mientras estaba escribiendo El sueño del otro se acostaba pensando en ella y se levantaba pensando en ella. «Hay que tomar conciencia sobre la vida. Es muy triste pasar por ella sin hacerse preguntas», comenta. Con la lectura de la novela nos hacemos preguntas y en cierta forma es nuestra obligación cuestionarnos por qué estamos aquí y qué hacemos. El novelista no responde esas preguntas porque, quizá, cada uno tenga sus propias respuestas.
De ahí que busque hablar de lo verdadero y lo falso de la vida a muchos y diferentes niveles. De ahí que estemos escuchando mentiras todo el tiempo y ni siquiera lo sepamos. «Decimos lo que no pensamos, mentimos y no somos conscientes; lo mismo pero a mayor escala ocurre en la política. Todo es fachada, simulación, engaño, teatro y no somos capaces de desmontar este teatro, esta mascarada de la vida», subraya el novelista.
«El sistema está muy equivocado. Es muy difícil que se cambien las estructuras del poder porque está fuera de nuestro alcance. Las multinacionales lo controlan todo y el poder tiene la cualidad de auto indultarse como estamos viendo hoy en día», cree firmemente. Por eso espera que haya una reacción frontal al sistema, aunque no es optimista porque a los políticos les da igual lo que suceda en la calle. «Hay que regenerar el sistema desde las bases, si no la gente dejará de votar», sostiene.
Estamos llegando a una situación límite y parece que todo el ruido de la calle no tiene ningún efecto. Pero esas situaciones en que las personas viven con mucha presión hacen que cambien, «todo lo que llevamos en nuestro interior puede aflorar en cualquier momento», alega y eso hace que la gente explote y cambie. A los protagonistas les ocurre exactamente lo contrario a uno que a otro. El que tiene la personalidad más fuerte va cayendo cada vez más dentro de sí mismo, llegando a caer en la depresión e, incluso, alguien de similares características puede llegar al suicidio. Sin embargo, el que parece más débil, más normal y corriente o hasta un perdedor, es el que más lucha por encontrar una solución al enigma que está viviendo.
Juan Jacinto Muñoz-Rengel quiere que «el lector se sienta identificado con mis personajes» y claramente lo consigue; unos se decantarán por Xavier Arteaga, el perdedor; otros por André Bodoc, el triunfador director de informativos; otros no tomarán partido, pero se sentirán cerca de los dos, porque todos llevamos muchos yoes en nuestro interior. El autor nos descontrola en nuestras percepciones de la vida, nos cuestiona la realidad en que vivimos. Ha conseguido una novela diferente, original y turbadora que espera que guste, aunque cree que «va a ser difícil que supere a El asesino hipocondríaco«. Yo no estaría tan seguro.
Un Idioma sin Fronteras, Radio Exterior, 31/01/2013
Una de las jóvenes promesas de nuestra literatura presenta su nueva novela. Con su anterior trabajo El asesino hipocondríaco fue aclamado por la crítica y el público. Ahora entre sus manos tiene El sueño del otro publicado por Plaza y Janés. Lo fantástico, el thriller, la denuncia y la novela existencial se dan cita en esta historia. Conversamos con Juan Jacinto Muñoz-Rengel.
Sevilla Trendy, 31/01/2013
Por Inma Delgado y Rocío Vallejo.
Sevilla Trendy ha tenido el honor de entrevistar a Juan Jacinto Muñoz-Rengel, doctorado en filosofía, quien acaba de publicar “El Sueño del Otro”.
SOBRE LA NOVELA
Xavier es un hombre gris quien acaba de divorciarse y su vida es un auténtico desastre. Un profesor de instituto que está viendo cómo su vida va desmoronándose por momentos cada vez que sueña que es otra persona, André Bodoc, un famoso periodista, conocedor del éxito, experto e interpretar y manipular la información a su antojo.
Los dos protagonistas sin conocerse de nada, cada noche intercambian roles para convertirse el uno en el otro. Una vida paralela entre sueños que llevará a Xavier a una crisis nerviosa y que lo terminará empujando a todo tipo de desvaríos. André por otro lado, irá perdiendo el control de las cosas y no sabrá diferenciar entre lo que es real y lo que es verdadero. ¿Pero quién es el real y quién está siendo soñado?
LA ENTREVISTA
Sevilla Trendy: “El sueño del otro”, llega a ser una novela con una trama muy compleja, ya que los protagonistas pasan por innumerables situaciones que son reales y a la vez soñadas. De ahí la complejidad de la trama. ¿Cómo surgió la idea?
J.J. Muñoz-Rengel: Pues la verdad es que la idea me vino justo en el momento en el que te vas a quedar dormido, en el momento justo del duermevela. Me parece un momento muy creativo, porque en ese instante no estás totalmente dormido pero estás consciente y controlas el sueño y lo que se te está pasando por la cabeza.
De hecho cuando estoy escribiendo la novela, forro las paredes de mi dormitorio y lo voy llenando todo de esquemas. Cuando te metes en la cama y te despiertas visualizas la novela de otra forma. Puedes resolver cosas de noche que durante el día no has podido. Fue en ese momento cuando creé la idea básica de la novela.
Sevilla Trendy: Bajo nuestro punto de vista, observamos que la novela se parece más a un thriller psicológico que al género de la novela fantástica. ¿Qué opinas?
J.J. Muñoz-Rengel: Cuando hablo de fantástico, me refiero a lo fantástico cotidiano. Es el que dentro de un contexto realista introduce una distorsión fantástica, que en este caso es el trastorno del sueño. No tanto como lo que popularmente se va entendiendo hoy como la literatura fantástica, «El señor de los Anillos» de Tolkien… Realmente a eso se le había llamado literatura maravillosa y la fantástica sería la de Borges, Cortázar… que lo que hacen es mantener nuestra realidad y darle un empujón con una idea fantástica. Y el thriller psicológico que me mencionáis sucede también porque realmente todo ocurre en la mente de los personajes.
Sevilla Trendy: ¿El ser humano vive en una realidad inventada por él?
J.J. Muñoz-Rengel: Eso es seguro, nosotros vivimos en una realidad inventada por nosotros mismos. Somos esclavos de nuestros propios sentidos. Nosotros sabemos lo que es real a partir de lo que nos dicta la vista, el olfato, el tacto… además somos también esclavos de nuestras categorías mentales, es decir, las que tienen que ver con la unidad y la pluralidad, con la causa y el efecto, cosas que damos por obvias pero que han nacido con nosotros, son innatas. A lo mejor podría haber otra mente posible que no tuviera esas categorías sino otras distintas. Todas las categorías de nuestra lógica pueden ser innatas y nosotros se las imponemos a la realidad. Y si además añadimos que la historia de la humanidad la escribe el hombre, que los informativos los producen los hombres, que la ficción son un producto humano, al final el resultado es que todo es un invento nuestro.
Sevilla Trendy: ¿Piensas que podemos estar conectados con otras personas que no conocemos?
J.J. Muñoz-Rengel: A ver, las hipótesis fantásticas de mis historias no me las creo a ese nivel, pero sí me interesan mucho en el punto en que nos plantean preguntas. Me parecen interesantes esas posibilidades. ¿Por qué no? Ya estamos conectados a través de las nuevas tecnologías.
Sevilla Trendy: Hablando de tecnologías ¿Cómo te desenvuelves con las redes sociales?
J.J. Muñoz-Rengel: Bueno, las sobrellevo. Veo que hay que estar y es una herramienta estupenda para estar en contacto con los lectores y evidentemente para la difusión. Pero sinceramente me sigue pareciendo más interesante quedar con la gente personalmente. En las redes sociales creamos personajes, no nos mostramos como en realidad somos. Y finalmente creo que se convierte en una obligación.
Sevilla Trendy:¿Qué nuevos proyectos tienes en mente?
J.J. Muñoz-Rengel: Ahora estoy con la escritura de otra nueva novela y esta me va a llevar bastante tiempo. Y lo siguiente en salir va a ser un libro de microrrelatos, donde vuelvo hacer una fusión de géneros de micro-ficción. Es un libro en el que plasmo todas las ideas que tengo y no me da tiempo a desarrollar.
Sevilla Trendy: ¿Qué es trendy para ti?
J.J. Muñoz-Rengel: Hoy puede ser tendencia en las novelas que las tecnologías formen parte de la trama, pero no me estoy refiriendo a formatos. Cada vez más van a entrar en juego conflictos humanos que vienen dados por las redes sociales. El espionaje entre parejas, personajes que se inventan noticias y esto es algo en la actualidad está ocurriendo… Son nuevos conflictos que aparecen, aunque los temas humanos son los de siempre. Pero creo que van a tener nuevas combinaciones por las nuevas tecnologías, y eso será tendencia, al igual que el realismo fantástico. Si se puede hacer en cine, en las novelas también.
Canal Sur Radio, 30/01/2013
El autor entrevistado por Primi Sanz, Jesús Barroso y Lole Almagro a propósito de El sueño del otro en el programa Es la vida, de Canal Sur Radio.
Marcapáginas, Radio 5, 29/01/2013
El autor entrevistado por Alfredo Laín a propósito de El sueño del otro, en el microespacio Marcapáginas de RADIO 5. La lectura de fragmentos la hace Modesta Cruz.
La Hora Extra, CADENA SER, 19/01/2013
El autor entrevistado por Ana Borderas a propósito de El sueño del otro, en La Hora Extra, de CADENA SER (a partir del minuto 7′).
Acompañados, Radio Libertad, 17/01/2013
El autor entrevistado por Beatriz L. Seoane y Miguel Ángel Fernández a propósito de El sueño del otro en el programa Acompañados, de Radio Libertad.