RECORTES DE PRENSA:
OTROS MEDIOS:
Página 2, TVE, 19/02/2012
El autor entrevistado por Óscar López a propósito de El asesino hipocondríaco en el programa Página 2, de La 2 de Televisión Española.
Encontres, Canal Nou, 11/06/2012
El autor entrevistado a propósito de El asesino hipocondríaco en el programa Encontres de Canal Nou.
Forum, EITB, 29/05/2012
El autor entrevistado por Begoña Zubieta a propósito de El asesino hipocondríaco en el programa Forum de la televisión autonómica del País Vasco.
CULTURAMAS, 20/05/2012
Por Cristina Consuegra.
Dado el número de lectores, ediciones y las buenas críticas cosechadas, puedo afirmar sin miedo a equivocarme que El asesino hipocondríaco (Plaza & Janés), de Juan Jacinto Muñoz-Rengel, es uno de los títulos más fascinantes de la narrativa española de los últimos años, un título cuyos logros son tan diversos como su propia identidad: el tratamiento de los personajes, el asunto identitario como motor discursivo, la sabiduría literaria, el empleo del humor, la emoción de su lectura… la emoción, en general. Porque todas y cada una de las piezas que han dado vida a este delicioso artefacto narrativo guardan relación con la emoción, algo tan sagrado como difícil de conseguir en un libro, el producto más emocionante que el hombre es capaz de manufacturar. Por ello, El asesino hipocondríaco es una novela única, original y singular, que convierte a Juan Jacinto Muñoz-Rengel en uno de los autores más contundentes del entramado editorial actual.
El asesino hipocondríaco es tu primera novela. Acostumbrado a la narrativa de corte más breve, ¿qué te ha exigido este título en comparación con el resto de tu obra?
En realidad siempre he escrito novela, antes incluso que cuento. Lo que ocurre es que la labor del escritor no es siempre visible, la etapa visible sólo llega cuando se comienza a publicar, e incluso entonces no se ve más que una parte de todo el trabajo, la punta del iceberg. Escribí mi primera novela hace ahora veinte años, pero la dejé en el cajón, como a todas las que la siguieron. Al mismo tiempo, por otra parte, entre un centenar y medio de textos breves, fui salvando poco a poco algunos de ellos y reuniéndolos en dos libros que sí envié a las editoriales, primero 88 Mill Lane, y después De mecánica y alquimia. Con este método de criba era previsible que tardara bastante más en dar forma a una novela con la que me sintiera realmente satisfecho. El asesino hipocondríaco es en realidad mi quinta novela, la sexta está también terminada, y ahora trabajo en la séptima.
En cuanto a las exigencias de la novela frente al relato corto ―aunque ambos géneros entrañan sus propias dificultades y sus propios retos―, quizá la más evidente tenga que ver con el nivel de implicación y la inversión de tiempo. La escritura de un relato puede ser una obsesión de semanas, o de meses; mientras que la elaboración de una novela te lleva a estar sumergido en el mismo proyecto durante años, es una relación mucho más larga y absorbente. La otra gran diferencia tiene que ver con el pulso narrativo. La mayoría de las herramientas y técnicas narrativas son las mismas en el relato corto que en la novela ―me refiero al manejo del narrador o a la construcción de la escena, por ejemplo―, pero con la segunda tienes que aprender a desarrollar una mayor capacidad de visión de conjunto, es muy importante no perder el ritmo, la tensión y la lógica de la historia, y para eso tienes que ser capaz de ver, sentir y mantener a la vez muchos más elementos en tu cabeza al mismo tiempo.
Este título es una novela heterogénea con vocación de clásica, es decir, tanto su argumento como la forma de ejecutarlo hacen que este título sea de naturaleza diversa pero su impronta busca dignificar la tradición novelesca. ¿Cuándo o cómo decides hacer frente a esta historia a través del ejercicio de la palabra?
La idea surge en otoño de 2007, a partir de unas cuantas lecturas que tenía por entonces entre manos, de unos cuantos sucesos accidentales y de algunas intuiciones. A veces, la combinación de distintos elementos que aparentemente no tienen nada que ver entre sí, junto al estado mental apropiado, dan lugar a experimentos como éste. Al final de una vida, la obra de un autor puede tener una cierta coherencia en su conjunto, pero los libros concretos son fruto de muchos azares. Supongo que lo único que da uniformidad al conjunto una obra es haber pasado por el filtro de una misma cabeza pensante, con su personal visión del mundo.
Y en otro orden de cosas, esto es algo parecido a lo que ocurre en El asesino hipocondríaco, es precisamente la visión y la voz de su narrador protagonista la que consigue dar unidad a esa heterogeneidad de la que hablas. Mi intención original era librarme de ciertas constricciones técnicas, gozar de una mayor libertad y poder hacer un poco el gamberro desde la propia tradición, y lo único que me permitía hacer casi cualquier cosa en cada nuevo capítulo era la peculiar mente del señor Y., que estaba ahí para contenerlo todo, para dar una forma más o menos congruente a todo lo que pudiera sucederle.
Uno de los grandes asuntos de la novela, que le otorga un sabor distinto, es el tratamiento de los personajes, concretamente, el de Señor Y. Trazando ciertos paralelismos, Patricia Highsmith, una de las grandes autoras del género negro que dotaba a sus títulos de cierto sentido del humor algo cáustico, responsabiliza al asesino de la acción narrativa. En este sentido, dos preguntas. ¿Tuviste claro desde el principio la inversión de roles? ¿Llegaste a leer o trabajar algo de Highsmith durante el proceso de preproducción de la novela?
Sí lo tuve claro, de hecho, además de la contradicción radical que el señor Y. encierra en su propia esencia, uno de mis objetivos siempre fue provocar esa inversión ―y también un progresivo acercamiento― entre los dos personajes principales de la novela. Víctima y verdugo operan como un binomio, donde cada uno de los extremos hace funcionar al otro.
No he leído demasiado a Patricia Highsmith, no, y sin embargo estoy convencido de que su señor Ripley, y otros de sus personajes, me habrán influido seguro de alguna forma, en alguna medida. Hoy en día es cada vez más difícil que haya obras que no participen de la intertextualidad. La cultura está ahí, flotando en el aire y abordándonos por docenas de canales; a través de los libros y del cine, pero también mediante conceptos heredados, estereotipos, imaginarios colectivos; las ideas, los personajes y las revisiones conforman un océano borroso en el que todos nadamos.
El asunto de la identidad resulta primordial en esta novela. El asesino se deshace en un mar de enfermedades, delirios, para intentar averiguar su sentido en un presente, su razón de ser; mientras que el personaje que debe ser asesinado en cierto modo también tiene algún que otro conflicto identitario. El enfrentarte a un tema tan actual como la identidad, ¿pensaste que eso podía exigir cierta atención adicional al lector? ¿Crees que este gran tema puede ser el verdadero motor de tu novela?
Para mí también es uno de los grandes temas de la novela, si no el principal, y me alegro de que lo hayas visto. La identidad es algo que me obsesiona. Sin embargo, creo que la mayoría de los lectores pasará por el libro casi sin advertirlo, porque hay una trama más visible en la que entretenerse y un primer nivel de lectura donde prima el humor. Y bueno, también me gusta la idea de construir historias donde los temas principales estén latiendo por debajo de otras muchas cosas, y activando resortes de una forma subconsciente en la mente del lector. Prefiero hilar esas cuestiones bajo la trama externa, de manera que no exijo al lector más esfuerzo que aquel que quiera hacer.
Si hablamos de aquello que materializa al argumento, lo que le da vida, la estructura narrativa resulta imprescindible para entender la buena acogida de El asesino hipocondríaco. ¿Por qué decides contar la historia de esa forma?
Como te decía, para mí es fundamental ofrecer al lector un primer nivel de lectura con un alto componente lúdico. Para eso es necesario proporcionar narratividad, contar una historia, y añadir también otros elementos atractivos, en este caso el humor, la curiosidad de ciertas anécdotas jugosas y la ocultación de un secreto, como también pudieran haber sido otros. Después, todo lo demás, todos los objetivos serios, todos los temas y motivos de mayor calado, hay que ir introduciéndolos por debajo de esa estructura.
Podríamos hablar de dos grandes grupos de novelas, las novelas de entretenimiento y con vocación de bestseller, y esas otras obras de ficción, densas, sesudas, que a veces adquieren aires de ensayo que ha equivocado el camino. Pero luego existe también un tercer grupo, más pequeño, minoritario, aunque con grandes y flamantes ejemplos, aquel que acierta a combinar ambos propósitos en su justo equilibrio, y no renuncia a ofrecer alta literatura ni tampoco a entretener. No sé si lo conseguiré o no, pero para mí en esa intersección está el reto y está la meta.
¿Cómo realizas la selección de autores que conforman esa otra novela que habita en El asesino hipocondríaco?
Me habría encantado incluir en sus capítulos a Charlotte Brönte, o a Virginia Woolf, incluso a Charles Darwin. Pero no todos los personajes me encajaban en la historia. Para estos “cameos” que frecuentan las páginas de El asesino hipocondríaco necesitaba espíritus sensibles y atormentados, perseguidos por los males imaginarios, pero también era fundamental que algún episodio de sus vidas coincidiera con algo de lo que le ocurre al señor Y. a lo largo de esa semana que da forma a la novela. Esos dos planos temporales ―el presente y el de las anécdotas históricas de personajes célebres― se entrelazan a través del pensamiento de nuestro asesino, que se ve a sí mismo hermanado con todos los demás por un destino común. Así que mi criterio selectivo pasaba por esa condición, tenía que haber una llave que lograra conectarlos. Por otro lado, el carácter retraído y solitario de mi protagonista casi me obligaba a renunciar a las mujeres insignes. Para él las mujeres son unas completas desconocidas.
Eres uno de los grandes conocedores del género fantástico. ¿Crees que este género sigue siendo el gran artefacto a través del cual poder hacer una critica audaz de lo que acontece?
Por supuesto. La esencia del género fantástico es interrogar y cuestionar los límites de la realidad, los límites de nuestro paradigma de realidad. Es un género en continuo debate con la ciencia y el conocimiento de su tiempo, y por lo tanto un excelente instrumento para someter a examen nuestro mundo. Otra cosa distinta es que el género fantástico del siglo XXI sea el mismo que el género fantástico del siglo XIX. Y no lo es. Sus formas, su tratamiento y sus preocupaciones han cambiado.
Tu novela dignifica la tradición novelesca en general y creo que la española en particular, asunto especialmente visible en el empleo del humor. Esta actitud contrasta con esa otra actitud dentro del entramado narrativo consistente en despreciar la tradición novelesca española. ¿Por qué crees que se produce dentro de nuestra práctica literaria ese distanciamiento de nuestra propia historia?
Me temo que durante muchas décadas en nuestro país se ha impuesto un tipo de literatura muy apegada al realismo, que excluía otros géneros, como el fantástico o el humorístico, sin ir más lejos, por no hablar ya de la ciencia-ficción, y a ese periodo le siguieron después obras sobre la guerra civil, la posguerra, la transición… Es comprensible que cierta generación de autores españoles haya vivido la globalización y la apertura a otras literaturas contemporáneas como un alivio, y al mismo tiempo haya reaccionado con rechazo ante la propia tradición. Cometiendo, como es evidente, muchas injusticias. Pero creo ―espero― que ese distanciamiento se irá corrigiendo poco a poco, y que no tardará en encontrarse un punto medio entre el mundo global que es nuestro presente y la dosis de legado que nos sitúa en ese mapa y nos brinda nuestra identidad.
¿Cómo te ayuda en el proceso de escritura tu condición de filósofo? ¿Te permite mirar, observar, la ficción literaria con otra perspectiva?
Creo que sí. La literatura la he ido asimilando a lo largo de toda una vida de lecturas, pero mi formación en filosofía pura me ha facilitado el acceso a unas obras y a una perspectiva que dudo que de otra forma hubiese llegado a conocer. Y el resultado es que todos mis cuentos se levantan sobre una idea filosófica, metafísica o fantástica, y es lo que ocurre también en mi próxima novela. Y si en El asesino hipocondríaco no es tanto así, en ella los propios filósofos se han convertido en personajes y he acabado por hacer de sus vidas material literario. La verdad es que sin mis raíces en la historia de la filosofía no podría entender lo que ahora hago.
Tu próximo paso dentro de tu ya firme y sólida trayectoria, ¿se inclinará por el género breve o por la novela?
Lo próximo será novela, una de esas novelas fantásticas que buscan interrogar la realidad. Una novela más extensa que la última, que se publicará a principios del próximo año. Pero para compensar, a continuación, muy pronto también, aparecerá un libro de microrrelatos no menos fantásticos. Así que me moveré en los dos extremos del espectro narrativo.
Diario SIGLO XXI, 17/05/2012
Por Herme Cerezo.
El asesino hipocondríaco, la primera novela de Juan Jacinto Muñoz-Rengel, nos habla de un sujeto muy peculiar, el señor Y, un asesino profesional que debe cumplir su último encargo: pasaportar al otro mundo a Eduardo Blaisten, un tipo rico que habita en el Barrio de Salamanca de Madrid. Sin embargo, el señor Y sabe, o cree saber, que solo le quedan veinticuatro horas de vida. Bajo estas premisas tratará de cumplir su encargo. Sobre las vicisitudes de este personaje, contradictorio pero verosímil, y su historia, giró la conversación mantenida el pasado lunes en el Blue Canalla Bar de Valencia con el escritor malagueño.
Juan Jacinto, desarrollas tu trabajo vinculado al mundo radiofónico y literario, cuando te sientas a escribir ¿eso es una ventaja o un inconveniente?
Tiene ventajas e inconvenientes. Yo estudié Filosofía pura y desde los dieciocho años ya escribía, es decir, llevo veinte años haciéndolo. Mi carrera fue una suerte de refuerzo necesario, un respaldo. Y mi acercamiento a los medios de comunicación, concretamente a Radio Nacional de España, se produjo a través de la literatura. Podríamos decir que soy un escritor que está en la radio. Aunque lo que dices es bien cierto, porque tengo que estar al corriente de lo que se escribe y publica y por ello puedo contaminarme, en principio, creo que predominan las ventajas porque en mi trabajo me he tropezado con ideas que, por pura casualidad, conectaban con lo que estaba escribiendo en ese momento. Es casi obligado que, al leer tantos materiales, algunos tengan chispa y conectes con ellos. Quizás El asesino hipocondríaco, por todas estas lecturas que comento, haya salido con una forma híbrida y nunca podré saber cómo habría resultado de otro modo, mejor o peor.
Todas esas lecturas habrán contribuido a la creación de tu propio canon literario, ¿no?
Claro. A lo largo de mis años de escritor también he sido muy lector, he ido formándome y tratando de no dejar grandes lagunas en mi preparación. He pasado por la literatura norteamericana, por los clásicos rusos, por los autores sudamericanos… Gracias a estas lecturas me he dado cuenta de que leo mucha literatura coetánea y sé qué es lo que se escribe hoy, especialmente en lo referente a literatura española, cosa que antes no me ocurría. Ahora tengo un conocimiento que me permite ver qué es innovador y qué no lo es tanto, quién repite cosas ya hechas y quién no. Todo esto, además, me posibilita ubicarme y saber dónde estoy posicionado.
Acabas de publicar una novela, El asesino hipocondríaco, pero también escribes cuentos, ¿en qué territorio te manejas más a gusto?
Son géneros absolutamente complementarios y, de hecho, también hago microrrelatos, es decir, toco los tres palos. Creo que cada uno tiene sus retos y sus dificultades. El relato corto es muy difícil y presenta problemas relacionados con el encaje de las piezas y las exigencias de brevedad. Trabajas en un solo tema sobre el que gira todo: escenas, objetos, personajes… Es una pieza de orfebrería. Con la novela, en cambio, eso no ocurre, porque puedes añadir páginas que no tienen mucho que ver. Aquí y a mi entender, la dificultad radica en no perder el pulso narrativo, cosa que resulta difícil porque cuando escribes tienes que tenerlo todo en la cabeza. Es como un ordenador con un montón de ficheros abiertos al mismo tiempo. La recompensa del relato corto es que, en relativamente poco tiempo, has acabado la historia que concebiste, cosa que no sucede con la novela, que presenta la ventaja de que te introduces en ella durante dos años o más y eso es muy satisfactorio porque vives otra vida. Por último y a nivel de mercado, la novela tiene mucha mejor salida, mientras que los libros de relatos van destinados a un público muy concreto y más restringido.
¿Cómo surge esta idea de escribir El asesino hipocondríaco que, a la vez es tragedia y comedia, y también género negro, todo un texto mestizo?
Lo primero que tuve claro fue el protagonista, el señor Y, que fue quien hizo que todo arrancase, algo que es contrario a mi habitual forma de trabajar porque suelo partir de una idea. Sin embargo, aquí antes que nada fue el personaje y luego construí la novela sobre él. Nació a partir de una apetencia de escribir en primera persona, una primera persona en la que fuese importante quién narra la historia. También necesitaba un personaje que resultase interesante y del que no se hubiera escrito mucho para que me diese pie a contar la acción a través de él. Como actualmente ya se ha escrito casi todo, se me ocurrió buscar un tipo como este, tan contradictorio. Por eso es un asesino despiadado a la vez que melindroso, que se derrumba a la más mínima y que, además, presume de tener una moral kantiana. Trabajando con este personaje imposible fue como salió la novela.
¿A priori tenías interés por escribir una novela de humor o querías hacer algo relacionado con el género negro?
A mí no me importa que haya salido una novela de humor, al revés, me encanta. Me parece un prejuicio muy grande que en la tierra de El Quijote el humor esté mal visto. Yo tenía claro el personaje y sus contradicciones, pero estas contradicciones me llevaban a situaciones paródicas que me conducían siempre a tesituras divertidas, a pesar de que el humor que yo he construido nace por el hecho de que el protagonista se toma en serio momentos que no lo son en absoluto. Inicié un homenaje al género negro que ha desembocado en una parodia, en la que cabían esos elementos metaliterarios como son los amigos del protagonista, grandes personajes del mundo del pensamiento y la literatura.
Por su propio oficio de asesino, el señor Y es un solitario que, como dices, se relaciona con esos grandes personajes a los que aludías, ¿por qué lo hace?
Este hombre se relaciona con los que cree que son sus iguales. Tal y como me lo imagino en mi mente, se trata de un tipo solitario, que pierde a su familia temprano, que no tiene habilidades sociales y que termina por convertirse en un asesino. Lo cierto es que en su soledad, como le sobra mucho tiempo, empieza a buscar. Y en esa búsqueda encuentra las enfermedades y después se tropieza con tipos que cree que son como él. Pero claro, no se compara con cualquiera sino con primeras figuras: Descartes, Proust, Swift, Tolstoi, Molière, etcétera. El señor Y estable un paralelismo con ellos y hace coincidir sus vidas, lo cual es una forma de estar menos solo y de quedarse más a gusto.
Leyendo El asesino hipocondríaco nos damos cuenta de que los escritores, al menos los que aparecen en la novela, tienen alguna tecla que desafina, ¿no?
Todas las anécdotas que cuenta la novela son ciertas, reales. Lo primero que tenemos que pensar es hasta qué punto los escritores no estamos un poco tocados del ala. Es cierto que hay que tener una visión especial, un espíritu sensible para ver la realidad con todos sus matices. Pero también es verdad, que los grandes autores han pasado mucho tiempo solos, sin tomarse copas con los amigos. Esa soledad, esa falta de vida social, probablemente fue lo que permitió que estos hombres dejasen su legado a la Humanidad. Si miramos a los escritores de hoy, también encontramos personalidades muy excéntricas por lo que se sigue cumpliendo este estereotipo de tipos “especiales”. Lo que ocurre es que no se sabe hasta mucho tiempo después, cuando empiezan a aflorar los trapos sucios.
“No me queda más que un día de vida”. Esta es la frase que el señor Y dice al principio de la novela. El hecho de que un asesino profesional piense continuamente que se va a morir en veinticuatro horas como máximo debe producir mucho estrés.
[Risas] Sí, lo que ocurre es que todo el estrés es suyo [más risas]. El cronómetro está puesto en marcha desde la primera página. El señor Y cree saber que se va a morir pero como no lo consigue eso le hace sentirse mal en muchos momentos. Mi intención era que ese estrés contribuyera a crear tensión en la novela.
El señor Y es tan meticuloso y cumplidor, que lleva un año y dos meses persiguiendo a su víctima sin matarla. La pregunta surge sola: ¿de qué vive?
Bueno, le pagaron por adelantado [Risas]. Se supone que no tiene mucho poder adquisitivo, pero vive en un apartamento muy pequeño, cuya ubicación exacta desconocemos, aunque sospechamos que se trata de un barrio popular de Madrid. El que vive en el Barrio de Salamanca es Blaisten, el rico. El señor Y tiene unos gastos mínimos y es muy frugal en sus comidas.
Por todo lo que hablabas antes acerca de los “amigos” del señor Y, ‘El asesino hipocondríaco’ tiene también un carácter didáctico, ¿fue algo premeditado?
Nunca me lo planteé. Vi que ahí había material literario porque era consciente de que muchos genios de la Humanidad presentaban personalidades excéntricas y que era algo que no se había trabajado desde el punto de vista de la ficción. Busqué pistas sobre todos ellos y las utilicé, pero no me planteé, como digo, esa parte más didáctica que, además, puede atraer a un determinado tipo de lectores. En principio se trataba solo de una ilustración lúdica sin más.
La última: la portada del libro, obra del dibujante argentino Santiago Caruso, es espléndida, ¿cómo la localizaste?
La historia de la portada es curiosa. La encontró un portadista de la editorial que se llama Ferran López que buscaba imágenes por Internet. Yo ya le había suministrado varios dibujos para que se hiciese una idea de lo que a mí me gustaba y él, por su cuenta, se leyó el libro para ambientarse mejor. Después contactó con Santiago Caruso y cuando la portada estuvo lista la modificó ligeramente para adecuarla con el contenido de la novela.
Por Silvia Gómez.
Juan Jacinto Muñoz-Rengel es doctorado en Filosofía y ha trabajado como docente tanto en España como en el Reino Unido. Dirige el programa de Literatura Breve de Radio Nacional de España (RNE 5) y conduce la sección de relato corto de El Ojo Crítico (RNE 1).
Aunque para muchos es un autor recién descubierto, tiene varios libros de relatos publicados, 88 Mill Lane, De mecánica y alquimia, y ha coordinado Perturbaciones y Ficción Sur. Aunque El asesino hipocondríaco ha sido su primera incursión en la novela. Con ella ha saltado a las mesas de las librerías y los primeros puestos de ventas.
Hoy conocemos al autor.
¿Es difícil el paso de relato a novela? ¿Abandonará ahora los relatos?
En realidad siempre he escrito novela, antes incluso que cuento. Lo que ocurre es que la labor del escritor no es siempre visible, la etapa visible sólo llega cuando se comienza a publicar, e incluso entonces no se ve más que una parte de todo el trabajo, la punta del iceberg. Escribí mi primera novela hace ahora veinte años, pero se quedó en el cajón, como todas las que la siguieron. Por otro lado, entre un centenar y medio de textos breves, fui salvando poco a poco algunos de ellos, y reuniéndolos en dos libros que sí envié a las editoriales, primero 88 Mill Lane, y después De mecánica y alquimia. Claro, con este riguroso método de selección, era de prever que tardaría bastante más en dar forma a una novela con la que me sintiera realmente satisfecho. El asesino hipocondríacoes en realidad mi quinta novela, la sexta está también terminada, y ahora trabajo en la séptima. Así que lo próximo en ver la luz será en efecto también novela, pero no, no abandonaré los cuentos. Si todo va bien, a continuación aparecerá un libro de microrrelatos, también terminado, con lo que volveré a las distancias más breves posibles. Y ahora mismo se acaba de publicar La realidad quebradiza, otra antología de género corto que he tenido el placer de coordinar, en esta ocasión de cuentos de José María Merino.
¿Cómo surge la idea de un asesino hipocondríaco?
Surge en otoño de 2007, a partir de unas cuantas lecturas que tenía por entonces entre manos. A veces la combinación azarosa de distintos elementos que aparentemente no tienen nada que ver entre sí, junto al estado mental apropiado, dan lugar a experimentos como éste. En ese momento quería dar forma a un libro que se sostuviera sobre una voz en primera persona, necesitaba un personaje muy especial. Pensé en meterme en la cabeza de un asesino, pero incluso eso se ha hecho innumerables veces. Así que necesitaba un asesino completamente distinto, alguien tan lleno de contradicciones que de hecho su existencia fuese imposible. Y ése es el origen del señor Y., un asesino entrañable, un pobre tipo muy desmejorado, la conjunción inverosímil de todas las enfermedades más peligrosas del planeta. Con él todo fue fácil en realidad, él mismo me iba pidiendo más y más mundo propio, podríamos decir que crecía solo; y mi único reto era mantener la consistencia de su forma de ver y explicar la realidad a lo largo de las páginas.
Al leerlo, me fui a Google en más de una ocasión encontrándome con enfermedades reales. Luego ya dejé de hacerlo, hasta que volví al cabo de bastantes páginas encontrándome con otras que no lo eran, algunas incluso imposibles. ¿Cómo se consigue ese juego con el lector que confía en que todo lo que le enseñan es real?
Combinando las dosis exactas de realidad y ficción. Y haciéndolo además gradualmente. Toda obra literaria es en el fondo un juego de seducción, cuyo propósito es conquistar al lector. En el caso de El asesino hipocondríaco, tuve que empezar con situaciones muy sencillas, para mostrarle al lector en qué consistía la capacidad de sugestión del señor Y., como por ejemplo aquella escena inicial en la mercería. Después, las dolencias que se siguen a lo largo de la novela son todas enfermedades reales, por raras e increíbles que puedan parecer. Y sólo al final, cuando el propio protagonista está sumido en una escalada de su delirio, aparecen algunas inventadas. Entonces el señor Y. se encarga de indicar que es una enfermedad «sin clasificar», todavía.
Uno de los puntos fuertes de la obra es esa especie de solidaridad invisible entre personajes del pasado y nuestro asesino, al compartir enfermedades. ¿Cuánto dura la documentación? ¿Se le quedaron muchos personajes fuera?
Es verdad que todas las anécdotas históricas que aparecen en la novela también son reales, al igual que las la enfermedades. Así que, claro, tuve que documentarme en profundidad acerca de la vida de estos escritores y filósofos, todos ellos enfermos imaginarios. Pero no sobre sus obras o sistemas filosóficos, sino que tuve que investigar sus hábitos, sus costumbres alimenticias, su manías, a sus médicos y a sus criados. Cosas que no suelen aparecer en la bibliografía principal del autor. Así que el proceso de documentación -en cuanto a las biografías, pero también en lo referente a patologías extrañas y a técnicas de asesino profesional- fue continuo. Nunca pude dejar de contrastar datos mientras duró la escritura.
Respecto a qué personajes se me quedaron fuera, me habría encantado contar con un hipocondríaco insigne como Charles Darwin, pero se salía un poco del gremio. Y por supuesto con algunas escritoras, como Charlotte Brönte o Virginia Woolf, pero lamentablemente el carácter retraído y solitario del señor Y. me obligaba a renunciar a ellas, por una cuestión de coherencia. Para él las mujeres son unas completas desconocidas.
El protagonista está realmente enfermo, pero de ninguna de las enfermedades que describes… ¿Es difícil crear un personaje así?
En realidad, como decía antes, el único reto para dar forma a un personaje así, una vez imaginado, esa mantener la consistencia de su manera de ver y explicar el mundo. Mantener esa mirada y esa actitud, y no perderla, como si uno mismo fuese una especie de actor del método. Por lo demás, la única enfermedad real de este personaje es creerse que tiene todas las enfermedades, ése es su trastorno. Y para trabajar literariamente un desorden mental como éste la primera persona ayuda mucho. El narrador en primera persona permite contarlo todo desde la absoluta subjetividad, y por lo tanto podemos dar una visión sesgada al lector sin hacer ningún tipo de trampas.
De los últimos libros que he leído tal vez éste sea de los más difíciles de etiquetar. Se ha dado finalmente en colocarlo el de “novela negra” ¿Usted qué opina?
En efecto, parece que eso ha supuesto un problema. En las librerías los ejemplares se han colocado directamente en las estanterías de novela policíaca, y en general, aquí y allá, se la ha catalogado como novela negra. Pero no lo es. Tampoco es un thriller, ni una novela de suspense o de misterio. Y el lector que se acerque al libro con esas expectativas puede llevarse una decepción, lo que sería una pena. Hay, sin duda, un homenaje al género negro, pero desde los mecanismos de la parodia. Y más que nada es una novela de géneros, porque fusiona muchos de ellos: el género negro, el policíaco, pero también la comedia, el género fantástico, la novela urbana, la novela gótica, la metaliteratura… La trama principal de la que se parte imita las consignas de la novela policial, pero se va bifurcando en muchas otras subtramas, y el resultado es una novela híbrida, una novela intencionadamente excéntrica, que se aleja del centro y de los caminos habituales.
El libro sale al mercado y es un éxito de crítica, lecturas y ventas. ¿Cómo lo está viviendo?
Con mucha satisfacción, ¿qué más se puede pedir? Cada vez que me dan la noticia de que se lanza una nueva edición me llevo una nueva sorpresa y una gran alegría; y ya vamos por la cuarta en unos meses. También se han comenzado a interesar editoriales extranjeras, y este mes junio se publica en Italia y en Argentina. Pero, sobre todo, la mejor recompensa son los muchos lectores de la novela (ya se cuentan por miles) que gracias a las redes sociales hoy es posible que se acerquen a ti para agradecerte el libro, para comentar contigo la trama, para hablarte del efecto que ha causado en ellos el personaje.
¿Tiene alguna historia entre manos ahora mismo que me pueda contar?
En estos momentos nos encontramos en el proceso de edición de una novela que se publicará a inicios del año próximo. Si la actual era una novela construida alrededor del personaje principal, la próxima será una novela que se sostiene sobre una hipótesis fantástica de partida, bastante radical, con la que espero volver a sorprender de una manera muy distinta a los lectores que tengan a bien darme de nuevo otra oportunidad.
¿Qué les recomendaría a los que están comenzando en este mundo?
Muchas cosas. Para empezar les recomendaría leer mucho, no se puede pretender escribir, y además escribir algo nuevo, sin conocer la tradición y sin haber leído lo que otros han escrito antes; las bibliotecas son las bases de datos de las ideas literarias. También les diría que deben tener disciplina, disciplina para escribir y corregir de forma constante, sin tregua, sin desfallecer. Y por último, que se armen de paciencia, que se equipen con enormes mochilas llenas de paciencia, porque esto es siempre una carrera de fondo.
Y, finalmente, no puedo irme sin preguntar qué está leyendo usted ahora mismo.
Dos libros que no tienen nada que ver entre sí: la novela Olvidado rey Gudú, de Ana María Matute, y el libro de relatos Knockemstiff, de Donald Ray Pollock.
Quería darle las gracias por responder a mis preguntas y permitir así que nos acerquemos un poco al otro lado de un libro que, personalmente, figura entre mis “descubrimientos” más disfrutados de las últimas fechas.
Muchas gracias a ti por tu apoyo y por esta oportunidad. Me alegro mucho de que te haya gustado y de haber logrado transmitirte al menos una parte de todo lo que disfruté yo con las andanzas del señor Y.
L@ Nit, Canal Nou 24, 08/05/12
La periodista Ana Valls recomienda El asesino hipocondríaco en el programa L@ Nit, de Canal Nou 24. (En valencià)
Coses que Passen, de RADIO NOU, 07/05/2012
El autor entrevistado por Carolina Quílez a propósito de El asesino hipocondríaco en el programa Coses que Passen, de Radio Nou, RTVV.
Hoy por Hoy Bilbao, CADENA SER, 18/04/2012
El autor entrevistado por Azul Tejerina a propósito de El asesino hipocondríaco, en Hoy por Hoy Bilbao, de CADENA SER (a partir del minuto 6′).
Radio Euskadi, 16/04/2012
El autor entrevistado por Javi Domínguez y Ederne Frontela a propósito de El asesino hipocondríaco en el programa La Noche Despierta, de Radio Euskadi.
CERMI SEMANAL, 13/04/2012
«LA HIPOCONDRÍA ES UN MAL DE LA IMAGINACIÓN, AL IGUAL QUE LA LITERATURA»
Por Esther Peñas.
Es el invitado más joven que se ha acomodado en este ‘cuarto de invitados’. A sus 37 años, el malacitano Juan Jacinto Muñoz-Rengel publicó su primer libro en 2005, ‘88 Mill Lane’. Su segundo libro de relatos, ‘De mecánica y alquimia’ cosechó prácticamente todos los premios posibles.
No era para menos. Su insólita artesanía en la construcción de la historia, su capacidad para recrear ambientes, su delicado humor en dosis prescritas y su imaginación de factura borgiana –con perdón- hacen de él un escritor delicioso. Nos presenta ahora su primera novela, ‘El asesino hipocondríaco’ (Plaza&Janés), en la que nos relata la historia de un asesino de moral kantiana que busca almas gemelas en distintos filósofos y escritores que, como él, padecieron de hipocondría.
Sentir cierta simpatía, compasión o hasta cierta empatía con un asesino ¿es perverso, natural, enfermizo..?
Depende del asesino… uno de los precedentes muy lejanos de la novela podría ser el protagonista de ‘American pyscho’, pero con él no te identificas porque es un asesino de verdad, frío, inhumano y, aunque él también te explica desde su punto de vista por qué hace lo que hace, su planteamiento te repugna, mientras que este asesino es muy singular, le cuesta matar, de hecho no lo vemos nunca hacerlo, por lo que el rechazo natural no se produce. Por otro lado, mi asesino se tiene por ser íntegro, de moral kantiana, lo cual no deja de ser una contradicción (un asesino, por definición, es amoral), que pone en jaque uno de los dos conceptos, y en este caso prevalece la parte entrañable, honesta y metódica del personaje.
Un asesino hipocondríaco, pero también exquisito, educadísimo y bien instruido, a pesar de no haber recibido formación reglada, como reconoce en un punto de la trama. Un tipo peculiar donde los haya… ¿cómo surge la idiosincrasia de este personaje?
En el fondo quería escribir una comedia. La base de la novela es de género negro, la portada, el título, el arranque, pero desde el principio notamos que es una parodia del negro, y que la historia respira mucho sentido del humor. El tipo, el asesino, está solo –un asesino profesional ha de ser casi por defecto un tipo solitario-. Cuando alguien está tan solo, tiene mucho tiempo y, si además se es hipocondríaco, se acaba leyendo toda la literatura médica, por eso a pesar de ser iletrado es muy culto. Busca amigos imaginarios, muertos, Descartes, Kant, los escritores que menciona, busca almas gemelas, busca gente que sea igual que él y que, de alguna manera, sean figuras paternas. Él está desubicado, llega de Argentina, mueren sus padres… carece de entorno familiar y social, por eso busca esos hermanos o amigos imaginarios. Y va explicando lo que le sucede con anécdotas de filósofos que él conoce bien.
¿Cuánto de hipocondría tiene la literatura?
Muchísimo, sólo tienes que ver la cantidad de literatos hipocondríacos que he reunido aquí y los que han quedado fueran porque no cabían o no venían al caso. Hay hipocondría no sólo en la literatura sino en el resto de las disciplinas artísticas, quizás porque la hipersensibilidad está próxima a la genialidad y a su vez a la locura. La hipocondría es un mal de la imaginación, al igual que la literatura.
De todos los alifafes de nuestro profesional, de todas las enfermedades raras (el síndrome de Proust, la maldición de Ondina) que remiten a una investigación previa, ¿cuál le sobrecogió o le sorprendió más?
Sí es cierto que hubo una investigación previa sobre las enfermedades raras. Por un lado, me tenían que encajar en la trama y dar pie a situaciones disparatadas y distorsionantes; buscaba las más extrañas, las más singulares y llamativas, porque la intención de la novela es sorprender, por eso los capítulos son cortos y admiten distintos formatos, como una lista de la compra, un testamento o un poema, buscando un contraste que sorprenda. Las que más juego me dieron fueron ‘la maldición de Ondina’, esa enfermedad en la que quien la presenta tiene microsueños en los momentos más insospechados, y el síndrome de los acentos extranjeros, que instiga a quien lo padece a imitarlos. Las últimas enfermedades que se describen no son reales, el lector lo intuye porque el protagonista, tan metódico, las etiqueta como ‘sin clasificar’.
¿Cómo evitar que un sicario, tras un año y medio observando a su víctima, no se encariñe de ella?
Nuestro protagonista es neutro, no es ni bueno ni malo, es metódico, tan cuadriculado que parece no encariñarse, aunque lo que se ve es que, gracias a su víctima (víctima y verdugo son un binomio), se amplía el personaje, gracias a ella el asesino encuentra una ventana al mundo, lo que le humaniza, gracias a ella nuestro asesino por vez primera escucha música, y se da a entender que le gusta la mujer de su víctima. Hasta acaba comiendo una hamburguesa, con lo escrupuloso que es para temas de alimentos. Quiero decir que nuestro asesino se va dejando afectar. Además es una broma, ¿qué asesino profesional tarda año y medio en ejecutar su trabajo?
Por encima de todos ellos, el hombre elefante, un ser incomprendido hasta el extremo, ¿qué simboliza?
Es el punto de contraste entre los quejicas que han salido antes (Poe, Proust, Byron) y el que de verdad está enfermo, Merrick. Los demás juntaron un repertorio de tonterías o de enfermedades imaginarias con ligera base real, como Proust o Voltaire. Necesitaba alguien real como Merrick para que los demás quedasen ubicados donde merecen.
Le devuelvo una pregunta de su libro: Si un hombre atraviesa el paraíso en un sueño y le dieran una flor como prueba de que había estado allí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano, ¿qué?
Tendríamos que pensar que ha pasado algo sobrenatural, fantástico. Ese juego me interesaba para sembrar la duda de que hasta qué punto lo que uno cree que sucede, aunque no suceda, sea verdad. La mente puede provocar síntomas reales, la somatización. Por eso utilicé el sueño como instrumento simbólico. Basta recordar que nuestro personaje, que es un hombre, ¡tiene un embarazo imaginario!
¿Es más hermosa la ficción que la realidad?
No entendería la realidad sin ficción, la realidad se construye mediante ficción, el propio paradigma de realidad está hecho con la imaginación, sólo sabemos lo que creemos que es realidad. Con la posmodernidad nos damos cuenta de que la ficción afecta a la realidad y forma parte de ella, es decir que Frankenstein y los Molinos del Quijote son parte de la realidad, y afectan a otras partes de esa realidad. Son dos términos indisolubles.
‘De alquimia y mecánica’ es un regalo literario, por las historia en sí y por el exquisito virtuosismo con el que están escritas y con el que se engarzan. Tanto éxito como tuvo, ¿apabulla o vivifica?
En mi caso me anima, no sé si llegaría un momento en que el éxito podría bloquearme… morir de éxito… hasta ahora, como no ha sido tan extremo y he ido pasito a pasito, porque llevo escribiendo veinte años, no me preocupa. Ha habido una generación que sí ha muerto de éxito, como Lucía Etxebarría, Juan Manuel de Prada, Espido Freire… que no han podido remontar las obras que los encumbraron. Mañas, por ejemplo. En mi caso, he ido desde lo más pequeño hacia arriba, y no considero que haya tenido éxito, pese a la cantidad de premio que obtuvo el libro que mencionas.
¿Qué extraño azar hace que el público masivo no sintonice con escritores espléndidos como Vila Matas, Pablo d’Ors o Menchu Gutiérrez?
El autor de culto es un problema complejo. Se reservan a un lector digamos avanzado, son grandes escritores con una gran calidad literarias pero con obras no tan accesibles, pues todos sus niveles de lectura requieren una cultura. Hay novelas que siendo grandes tienen niveles de lecturas con los que algunos conectan con el gran público, ‘El perfume’, por ejemplo. Se puede leer por un lector de a pie, o ‘El nombre de la rosa’, que cuenta con elementos que rescatará un lector avanzado.
¿Corren malos tiempos para la literatura que recrea el goce estético?
No creo. Los lectores que buscan en la lectura el goce literario puro siguen leyendo. Ahora hay más gente que lee, que lee cosas sin calidad literaria. Pero entonces hablamos de mercado, que no entiende de literatura. Para el mercado, un libro es un producto más. La clave la encontramos en ‘El Quijote’, un libro que satisface cualquier apetito lector, desde el más básico hasta el más exquisito.
¿A qué no renunciaría Juan Jacinto por el éxito?
A escribir lo que me de la gana en cada momento. A escribir la novela que quiera escribir.
¿Los escritores mercenarios son malos escritores?
Hay determinados sellos que publican sólo a ese tipo de escritores. Para mí, la escritura es otra cosa.
¿Es requisito fundamental el sentido del humor para la literatura?
Para la vida, desde luego. Si nos centramos en ‘El asesino hipocondríaco’, también. La cuestión radica en que el humor nos permite tomar distancia de nosotros mismos, lo cual facilita casi todo.
¿Es usted un hombre de moral kantiana?
Lo intento ser desde que descubrí el imperativo categórico.
La Huella Digital, 09/04/2012
Por Raquel Moraleja San José.
Al señor que responde a las iniciales de M.Y. sólo le queda un día de vida. Como mucho dos. Debe ser un fastidio que tu personaje se te vaya a morir tan pronto, pero dedicándose a una actividad tan infrecuente como extrema, la de asesino a sueldo, y siendo uno de esos hombres a los que persigue el infortunio porque sufre todas las extrañas enfermedades del mundo, el escritor Juan Jacinto Muñoz-Rengel debe haberse hecho a la idea.
Este filósofo y cuentista español, galardonado en más de cincuenta ocasiones, saca ahora su primera novela, El asesino hipocondríaco (Plaza y Janés), un texto en el que el señor Y persigue al escurridizo señor Blaisten por callejuelas, Starbucks, sierras y McDonald´s de toda la capital, a través de unas páginas salpicadas de un humor muy negro con toques de suspense y novela policíaca.
“En esta novela había tanta muerte y tanta enfermedad que, o se trataba con humor, o podría haberse convertido en algo muy deprimente o, directamente, en una invitación al suicidio. La muerte está ahí, es lo que nos espera a todos. Así que hay dos opciones: o nos volamos la tapa de los sesos y nos ahorramos la espera, o nos reímos de ella mientras aún podamos. Las situaciones que persiguen a mi protagonista, por otro lado, nos obligan a reírnos y a tomar una sana perspectiva”, señala Muñoz-Rengel (Málaga, 1974) en una conversación con La Huella Digital.
Además, el paso del género “relato breve” al género “novela” ha supuesto un cambio muy importante en su técnica narrativa. “La mayoría de las herramientas y técnicas narrativas son las mismas en el relato corto que en la novela ―el narrador, la construcción de la escena…―, pero con la segunda tienes que aprender a desarrollar una mayor capacidad de visión de conjunto, es muy importante no perder el ritmo, la tensión y la lógica de la historia”, asevera el autor. Equilibrado, ágil, entretenido y algo didáctico, su debut como novelista con El asesino hipocondríaco le ha valido los elogios de la escritora Rosa Montero, que ha calificado la novela como “originalísima, desternillante e inquietante”, y de Ricard Ruiz Garzón, que la premia como “divertida y culta”.
Y mientras se intenta cometer un asesinato un tanto improcedente y de origen sospechoso, Muñoz-Rengel recoge anécdotas vitales de algunos de los “grandes hombres” más ilustres e hipocondríacos de la Historia: Kant, Voltaire, Moliére, Lord Byron, Poe, Proust, Tólstoi y muchos más. Los amados por los dioses mueren jóvenes, escribe, y por lo visto algo deben de tener en común tantos hombres ilustres para que todos fuesen tan quebradizos y frágiles de ánimo y salud. “Pero es que para ser creador hay que ser obsesivo y metódico, y de ahí a la personalidad maniática sólo hay un paso”, explica el escritor. Sin embargo, Muñoz-Rengel no tiene nada de maniático: es un hombre sonriente y tranquilo que vive por y para la cultura, compaginando su oficio literario con su tarea de colaborador en Radio 5 y RNE, donde participa en los programas “Literatura en breve” y “El ojo crítico”.
“Desde luego, como no se va a fomentar la cultura es recortando el poquísimo espacio que de hecho ya tiene en la televisión, privando de fondos y recursos a los escasos programas de radio que la difunden, prescindiendo de los suplementos literarios o reduciendo aún más la sección de cultura de los periódicos”, advierte el creador. Muñoz-Rengel tiene muy clara su postura en cuanto a la defensa de la cultura, un ente “abstracto, volátil, sublime y humano” al que ha decidido dedicar su vida, como eligieron todos aquellos “grandes hombres” y también como el señor Y, al que, en algún punto X de Madrid, quizás le queden muchos más instantes de vida.
BERTO.TV , 27/03/2012
Por Berto Romero.
Os recomiendo este libro. El asesino hipocondriaco, de Juan Jacinto Muñoz-Rengel. Divertidísimo y muy bien escrito, con un personaje protagonista, el señor Y. digno de pasar a la historia de los personajes curiosos y bizarros. Todo el mundo habla (bien) de esta novela, y una vez leída me sumo a ello, porque es la verdad: es muy buena. Un ejercicio estilístico-humorístico impecable, y trufada de un montón de datos curiosos sobre gran cantidad de personajes históricos, en un ejercicio de documentación de diez. Solo queda añadir una cosa: ¡Muerte a Eduardo Blaisten!
(Ups. Creo que he sufrido un microsueño)
Julia en la Onda, ONDA CERO, 22/03/2012
La periodista Julia Otero habla de libros con sus colaboradores en la sección «Territorio a medias» del programa Julia en la Onda, en ONDA CERO. José Luis Ibáñez Ridao recomendó El abuelo que saltó por la ventana y se largó y El asesino hipocondríaco.
El Heraldo del Henares, 17/03/2012
Por Carolina Molina.
Juan Jacinto Muñoz-Rengel (Málaga, 1974) es uno de los escritores más interesantes del panorama actual. Combina perfectamente distintos géneros, el cuento, el ensayo y ahora la novela con verdadera maestría, demostrando una madurez poco habitual en su generación. Con El asesino hipocondríaco (Plaza y Janés) ha conseguido llegar a todo tipo de público, incluido el más exigente. El Heraldo del Henares profundiza en la experiencia de este joven escritor mientras nos desvela lo que le llevó a escribir sobre este asesino tan particular.
EL HERALDO DEL HENARES: Juan Jacinto, acabas de enfrentarte a tu primera novela después de años de comprometerte con el cuento. ¿Ha sido un proceso difícil convertirte en novelista?
JUAN JACINTO MUÑOZ RENGEL: Siempre he escrito novela, antes incluso que cuento. Lo que ocurre es que, como sabes, la labor del escritor no es siempre visible, la etapa visible sólo llega cuando se comienza a publicar, e incluso entonces no se ve más que una parte de todo el trabajo. Escribí mi primera novela hace ahora veinte años. El asesino hipocondríaco es en realidad mi quinta novela, la sexta está también terminada, y ahora trabajo en la séptima.
Es cierto que el azar y las circunstancias fueron haciendo que mi trayectoria más pública se asociara con el cuento. Y yo no opuse resistencia, por supuesto, más bien al contrario, me acabé especializando, impartiendo talleres de relato, coordinando antologías, o conduciendo programas como Literatura en Breve, en RNE. El cuento siempre fue generoso conmigo, y al mismo tiempo me parecía necesario defender un género que en este país no contaba con todo el apoyo que merecía. La novela, en cambio, nunca ha necesitado que se salga en su defensa.
EHH: El asesino hipocondríaco, tiene, sin embargo, pinceladas propias del género del cuento. Sus capítulos independientes pero de continuidad en la historia me hacen preguntarme si se trata de una novela o de una cadena de cuentos ininterrumpidos.
JJ MUÑOZ RENGEL: Definitivamente, es novela. En primer lugar, porque hay una historia principal que, despojada de todos los demás mecanismos narrativos y metaliterarios que la visten, cumple con todas las particularidades esenciales de la novela: trama única, personajes sostenidos en una misma línea de acción argumental, construcción de decenas de escenas en el mismo marco temporal, etc. Y en segundo lugar, porque no hay capítulos independientes. Ni uno sólo de ellos podría ser entendido fuera de este libro, no se comprendería quién habla, ni por qué habla así, ni la mayoría de las referencias que el narrador intercala constantemente en su narración. En este sentido, mi novela se aleja de los ciclos de cuentos, donde los textos se interrelacionan pero conservan su autonomía, como yo mismo intenté con mi último libro de relatos, o como ocurre, por citar un clásico, en Crónicas marcianas de Ray Bradbury, sin ir más lejos.
Ahora bien, El asesino hipocondríaco no es tampoco una novela común, sino que juguetea y experimenta con fórmulas que se salen en alguna medida del camino habitual. Me explico. De lo que sí quise dotar, por ejemplo, de manera intencionada, a los capítulos correspondientes a los hipocondríacos ilustres ¬―que están fuera de la línea del tiempo principal― fue de un cierto aire de anécdota y de un final más enfático, que en el fondo muestran al protagonista como una especie de narrador oral. Y también hay algunos otros pequeños capítulos que buscaban sobre todo sorprender, y por eso rompen con la inercia de la historia principal. Esos detalles, junto al gusto por el buen acabado, pueden recordar el género del relato corto.
EHH: ¿Cómo se escribe sobre un hipocondríaco sin miedo a acabar como él?
JJ MUÑOZ RENGEL: Es que se escribe con miedo a acabar como él. Los males de la imaginación se contagian por el papel casi mejor que por cualquier otro medio. Ése es también, claro, uno de los peligros de la novela: contiene un sinfín de cosas contagiosas. Entre otras, espero, la risa.
EHH: No es la primera vez que tu producción literaria tiene un respaldo documental, recuerdo por ejemplo el amplio cuento con el que comenzaste De mecánica y alquimia dedicado a Al-Andalus, pero aquí ¿con cuántos psicólogos y médicos has tenido que consultar?
JJ MUÑOZ RENGEL: Al igual que mi solitario asesino, yo soy más de los que consultan en los libros. Para documentarme sobre todas las enfermedades que aparecen en la novela he tenido que trabajar con muchísima bibliografía médica, publicaciones especializadas y bases de datos de enfermedades raras. Pero luego, como debe ser, la mayoría de las nociones y de los tecnicismos más farragosos quedaron fuera de la ficción. La voz del señor Y. lo filtra todo, también su propia exposición de las distintas patologías, porque él lo ve todo desde el prisma de su sugestión y desde su peculiar forma de entender el mundo.
EHH: Se ha dicho que la novela está articulada como una novela negra, su protagonista es un asesino (no descubrimos nada, pues así se titula), pero yo iría más allá y diría que a la catalogación de policíaca le supera el de novela psicológica. El propio protagonista se hace dueño y señor del argumento hasta interesarnos más cómo hace lo que hace… que lo que hace.
JJ MUÑOZ RENGEL: Desde luego la piedra angular de toda la novela es el señor Y., este singular asesino profesional. En él ―en su cabeza― recaen todos los principales elementos de la historia, allí trascurren las cosas, allí se justifican los disparates, y todo cobra sentido, más allá de la propia línea temporal, gracias a su visión de la realidad y de sí mismo. ¿Novela psicológica?, jeje, no sé. Desde luego no en el sentido tradicional del término, que nadie se lleve a equívoco.
EHH: Esta novela aún con estructura circular, principio y fin se conectan, tiene muchas aristas. Hay humor, hay surrealismo, hay dramatismo… Si en algún momento tienes la intención de reír, en otros momentos sientas profunda lástima.
JJ MUÑOZ RENGEL: Sí. Uno de mis principales propósitos era dar forma a una novela híbrida, intertextual. Una novela que mezclara por igual rasgos del género policiaco, de la parodia, de la novela urbana, de la novela gótica, del fantástico, y un toque de metaliteratura. Hay, como apuntas, un trasfondo más grave, en el que se invita a la reflexión en torno a la soledad, a la muerte, y en torno a la relación entre la enfermedad y el hecho literario. Pero especialmente predomina, por encima de todo, el sentido del humor. De los distintos niveles de lectura, el del humor es el que engloba y reviste todos los demás.
EHH: ¿Es nuestro señor Y un fan de John Merrick?
JJ MUÑOZ RENGEL: Absolutamente. El señor Y. es un rendido fan de John Merryck, El Hombre Elefante, uno de los hombres más enfermos de la historia de la humanidad, y a pesar de todo un espíritu sensible. Otra cosa es lo que el señor Merryck piense de él; pero eso es algo que no se revela hasta casi el final de la novela.
EHH: Das una buena lista de escritores hipocondriacos, aunque por las descripciones yo no sabría decir muy bien si solo sufrieron de mala suerte.
JJ MUÑOZ RENGEL: Bueno, en realidad en la mayoría de los casos es el enfermo imaginario el que se mete él solito en esas circunstancias que a todos nos hacen pensar en la mala suerte. Al menos ése es el juego de la novela. El señor Y., debido a las muchas malas pasadas que le juega su mente, se va fraguando él mismo su infortunio y la ristra de calamitosas situaciones que le van ocurriendo una detrás de otra. Ése sería quizá uno de los mensajes de la historia: cada uno se hace su destino. O: no nos miremos tanto el ombligo.
EHH: ¿Es la muerte un personaje más del libro?
JJ MUÑOZ RENGEL: Sí, un personaje un tanto abstracto, pero sí. Es casi la única compañera del señor Y. Por eso en tantas ocasiones se dirige directamente a ella y la interpela. Porque se levanta y se acuesta con ella cada día, con la sombra de la muerte asediándole.
EHH: Juan Jacinto… si fueras un hombre de moral kantiana ¿cómo prepararías tu próxima novela?
JJ MUÑOZ RENGEL: Si fuese un hombre de moral kantiana la prepararía con mucho tiempo de antelación, para poder invertir muchas horas y meses y años en ella, y ya la tendría lista y terminada, y trataría de publicarla muy prontito, el próximo invierno, para no hacer esperar a nadie. Porque así es como me gustaría que se comportaran conmigo. Y si fuese un hombre de moral kantiana introduciría en esa novela pequeñas nuevas perversiones, sería ambicioso, y trataría de plantear nuevos juegos y retos intelectuales, sobre todo eso, intentaría provocar mucho vértigo intelectual. Qué menos.
INTERVIÚ, 09/03/2012
Aprensivos geniales
El protagonista de esta entretenida novela se gana la vida matando por dinero, y emprende su último encargo con la preocupación de si vivirá para llevarlo a cabo, pues padece delirios hipocondriacos que le hacen creer que su propia muerte es inminente. Un prurito profesional y moral le exige una perfección que, a su vez, le obliga a ir retrasando su plan. Muñoz-Rengel hace avanzar la trama alternando con sutil humor y refinado estilo el relato de las cuitas y manías de su antihéroe con las de famosos escritores y pensadores –Kant, Poe, Proust, Molière, Tolstói…– que también padecieron de hipocondría.
Wonderland, Ràdio 4, 07/03/2012
Rosa Gil y Jordi Corominas estuvieron hablando de El asesino hipocondríaco en el programa Wonderland, de Ràdio 4 (a partir del minuto 44′).
En la nube, Radio 3, 07/03/2012
El autor entrevistado por Juan Suárez y María Eulate a propósito de El asesino hipocondríaco en el programa En la nube, de Radio 3 (a partir de 1:20:00).
Canal Sur Televisión, 05/03/2012
Una entrevista en el programa Al Sur, presentado por Angustias García, en Canal Sur Televisión.
EL MUNDO Andalucía, suplemento El Caminante, 02/03/2012
EL ASESINO HIPOCONDRÍACO
Por José María Pérez Zúñiga.
El mundo se encuentra en un autobús, concretamente de la línea once, o veintidós, o treinta y tres, en todo caso una línea circular, pues también lo es la existencia, como los itinerarios de las ciudades. Estas líneas son las más utilizadas, y por eso suele ser una odisea subir a un autobús en hora punta, como meterse en una lata de sardinas. Con la gripe que hay. Y cómo echamos de menos la primavera, con Andalucía bajo cero. Las pandemias también empiezan en un autobús. Como casi todo. Menos la paciencia. La necesaria para aguantar los achuchones de esa señora. ¿Por qué se empeña en clavarte el codo en las costillas? Y ese hombre, ¿tiene que restregarte necesariamente el pandero con cada frenazo del vehículo? Si al menos hubiera una ventana cerca. Pero no. Lo más próximo es la axila de ese quinceañero, que se aferra a la barra más próxima como si se tratase de un contrato laboral.
¿Y ahora qué hacemos? Discúlpeme, señorita, que yo no quería arrimarme tanto, claro que no. ¿Acaso tengo yo la culpa de que el conductor siga dejando entrar a la gente? “Échense palante”, dicen. No vayas tú a creerte. Por no hablar de las enfermedades. ¿Cómo evitar el aliento en la boca, la respiración en el cuello, el olor de este hombre que empezó a liarse las trenzas hace diez años? Así las tiene, de punta, y más gordas que un churro, un compañero de viaje perfecto para, además de atrofiarte el olfato, quedarte ciego. Y ahora esa mujer con el carro y el niño. ¡Pero dónde vas a meter el carro! ¿No ves que hay un hombre ahí sentado? El hombre es imprudente, y se pone a hacerle gracias al niño. Lo que nos faltaba. Que ahora además perdemos el oído. Eso no es llorar, sino una venganza de la naturaleza. Y para arreglarlo, a la madre le da por mover el carro hacia delante y hacia atrás, como si no fuera suficiente el traqueteo del autobús, pero “ea, ea, ea”. Así, no es de extrañar que la chica que va justo al lado se ponga a vomitar, no sé yo si del espectáculo o de pensar en lo que le espera. Pero lo peor es lo del ciego, que va con un perro lazarillo, que sólo hace “ja, ja, ja”. Con la lengua fuera el pobre, que le llega casi hasta el suelo, donde se va formando un charco de saliva. ¿Saldrá alguien sano de aquí? ¿Saldremos vivos?
Y entonces me doy cuenta de que yo no soy el culpable de este tipo de pensamientos, ni el resto de los pasajeros, ni siquiera el conductor del autobús, que imprudentemente sigue dejando entrar a la gente, aunque nadie salga desde hace exactamente cinco paradas, aunque tengamos ganas de gritar, pegarnos o matarnos. No. La culpa la tiene Juan Jacinto Muñoz-Rengel, que ha publicado una novela magnífica, titulada El asesino hipocondríaco (Plaza y Janés). Es su protagonista quien piensa este tipo de cosas mientras trata de asesinar de todas las formas posibles y fallidas a Eduardo Blaisten, un hombre demasiado perfecto y elegante. Es él quien cuando se sube al transporte público debe cubrirse la boca y la nariz con un pañuelo por miedo al contagio. Quien se fija en si hay sesenta y ocho personas con bufanda, cuarenta y tres tosiendo o estornudando, diecinueve llevando un bastón. Es él quien es alérgico al epitelio de los perros y quiere aplicarle al animal alguna loción tópica para eliminar los residuos alérgenos. Es él quien se levanta todos los días pensando que ése será su último día, y por eso se afana en culminar una tarea imposible y demoníaca.
Sí, es él el asesino más culto y desternillante de la literatura contemporánea, que ha encontrado a su prójimo en Kant, Voltaire, Rousseau, Byron, Shelley, Tolstói, Swift, Maupassant, Dickens, Baudelaire, Camus, Víctor Hugo o Dostoievski, todos sus amigos muertos y tan hipocondríacos como él. Léanlo. Y a ser posible en el autobús. Haciendo un viaje circular y apretados como una sardina. Una viaje sin duda agobiante, pero sabio y divertido.
Ociozero, 28/02/2012
Por Fernando Martínez Gimeno.
Juan Jacinto Muñoz da el salto desde los relatos y cuentos, de sus anteriores publicaciones, hasta la que es su primera novela, El asesino hipocondríaco (Plaza & Janés). Para conocer al autor y su camino hasta esta publicación, así como futuros proyectos, le haré esta entrevista y a través de sus respuestas intentaremos desentrañar qué se esconde tras esa magnífica portada.
¿Podrías hacer un breve recorrido literario por la vida de Juan Jacinto?
Vaya, trataré de resumir para no aburrir a nadie. Comencé a escribir, de una forma consciente y disciplinada, hace ahora justo veinte años. Fue entonces, a los dieciocho, cuando di forma a mi primera novela y empecé a llenar mi escritorio de cuentos. Tardé unos cinco años en comenzar a ganar los primeros premios en el género de relato corto. Con el tiempo, esos premios se fueron haciendo cada vez más frecuentes, hasta que tomé la arriesgada decisión (por entonces trabajaba como profesor de filosofía) de abandonarlo todo y vivir de la literatura. Fueron quizás esos reconocimientos los que me brindaron la confianza suficiente como para salvar una veintena de relatos entre un centenar y medio de textos, y reunirlos sucesivamente en dos libros publicados, 88 Mill Lane(2005) y De mecánica y alquimia (2009), mientras las novelas seguían acumulándose en el cajón. Era de prever que, con mi método de selección y criba, tardara más en dar forma a una novela con la que me sintiera realmente satisfecho.
Conocida tu bibliografía y carrera literaria anterior, una de las cosas que destacan es tu preferencia (por así decirlo) hacia el relato o el cuento, un formato de menor extensión, que no importancia, ante la novela. ¿Cuándo te das cuenta o decides orientar tus pasos hacia un formato más extenso?
Como comentaba, siempre he escrito novela, antes incluso que cuento. Lo que ocurre es que la labor del escritor no es siempre visible, la etapa visible solo llega cuando se comienza a publicar, e incluso entonces no se ve más que una parte de todo el trabajo. En mi caso, siempre me he sentido cómodo en todas las formas narrativas (novela, cuento y microrrelato), pero el azar y las circunstancias fueron haciendo que mi trayectoria más pública se asociara con el cuento, y yo encantado, claro. De hecho me especialicé, impartiendo talleres de relato, coordinando antologías como Ficción Sur (2008) o Perturbaciones (2009), o desde programas como Literatura en Breve, en RNE. El cuento siempre me trató bien, y de alguna forma me apetecía defender un género que en nuestro país no contaba con todo el apoyo que merecía. La novela nunca ha necesitado ser defendida.
Habiendo probado ambos, ¿te quedas más con uno o con otro, o todo depende de la historia que quieras contar?
Siempre depende de la historia, siempre. Hay ideas que desde un primer momento notas que son para un microrrelato, un párrafo y ya está ahí, ejecutada y consumada. Y hay otras ideas que solo se pueden llevar a cabo a lo largo cuatrocientas páginas. Depende de si necesitan desarrollarse, evolucionar, crecer, de si es necesario mostrar todo eso a tiempo real, y de cuántas escenas harían falta para darle la forma idónea.
¿Cuáles son esas fuentes literarias o autores de los que bebe Juan Jacinto cuando quiere relajar su mente y disfrutar de una buena historia?
Son muchos, claro, citaré unos cuantos en libre asociación: Poe, Hoffman, Maupassant, Kafka, Quiroga, Monterroso, Rulfo, García Márquez, Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Cortázar, Borges, Bioy Casares, Italo Calvino, Umberto Eco, Buzzati, Hesse, Stevenson, Mary W. Shelley, Lovecraft, Chesterton, Stanislaw Lem, Bradbury, Wells, Philip K. Dick, J.G. Ballard, Chejov, Hemingway, Salinger, Cheever, Leonard Michaels, John C. Boyle, Alice Munro, Dave Eggers, Palahniuk, Pynchon, Houellebecq, Cervantes, Bolaño, Quim Monzó, Cristina Fernández Cubas, Enrique Vila-Matas… La lista es interminable. Entre mis recientes descubrimientos están el japonés Yasutaka Tsuitsui, el francés Daniel Pennac, o el alemán Daniel Kelhmann.
¿Cómo fue la idea de rebuscar entre las biografías de escritores y pensadores para la parte médica de la novela?
En realidad fue idea de mi personaje. El pobre estaba tan solo, tan huérfano y sin amigos, que tuvo que buscar en los libros otros espíritus sensibles como él, otros huérfanos como él, pero en este caso con vidas mucho más insignes. Al sentirse parte de un destino común, de algo mucho más grande y universal que su triste vida, logró combatir en cierta medida la soledad. Así, con estos amigos imaginarios, es como consigue aliviar parte del dolor que le causan sus enfermedades imaginarias. También, por supuesto, en parte esta novela es un homenaje a todos esos genios que tanto sufrieron para dejarnos su legado.
¿Cuál es el que más te ha sorprendido al conocer ese dato vital?
Son muchas las anécdotas sorprendentes, en las vidas de estos grandes hipocondríacos hay muchísimos secretos jugosos. Pero quizás uno de los episodios que más curiosidad me despierta es la muerte en extrañas circunstancias de René Descartes.
El señor Y. ¿surge de principio, o sientes la necesidad de adjuntarle enfermedades a tutiplén?
El señor Y. fue lo primero. En este caso es el personaje el que tira de toda la novela, el que pide más novela. Yo ya tenía clara su personalidad, su idiosincrasia y su biografía desde el principio, entre otras cosas porque es su voz la que me permite las muchas licencias formales que luego me voy tomando a lo largo de los capítulos del libro, y eso ya estaba planificado. Lo que sí es cierto es que el personaje siguió creciendo más allá de lo que tenía previsto.
¿Cuál sería la definición más cercana a lo que esconde El asesino hipocondríaco entre sus páginas? ¿Novela negra con humor?
Bueno, sí, es algo parecido a una parodia del género negro. Pero hay muchos más géneros en ella: policíaco, cómico, fantástico, metaliterario, hay homenajes a tradiciones literarias y hay juegos poliédricos. Más que una novela de género, El asesino hipocondríaco es una novela de géneros. Es un texto híbrido, que busca nuevos caminos precisamente en esa mixtura. Pretendí sumar todas las etiquetas para salirme de las etiquetas.
¿Cómo es tu rutina cuando escribes? ¿Tienes horarios fijados o cuando surge?
Empiezo a escribir a primera hora de la mañana, y no paro hasta última hora del día. Todos los días, incluidos fines de semana, festivos, veranos… Dicho así puede sonar muy drástico, pero es que luego vienen las interrupciones: las tardes que tengo que impartir talleres o voy a la radio, los actos literarios y otros tipos de compromisos, los bolos, los viajes, las correcciones de galeradas, o los periodos en los que ―como ahora― estoy de promoción. Por eso, todo el resto del tiempo hay que aprovecharlo para escribir, como el más ávido y sediento de los beduinos.
¿Y la portada? ¿Diste orientación sobre lo que querrías ver o simplemente esperaste a ver qué se le ocurría al departamento correspondiente?
Pasé algunas imágenes orientativas a mi editor, y luego él a su vez, como después supe, no solo se las pasó al portadista de Random House Mondadori Ferrán López, sino que también le recomendó que visitara mi página de Facebook, donde constantemente publicaba ilustraciones de mis principales motivos y obsesiones literarias. Así que Ferrán, que además se leyó la novela, ya tenía una idea bastante clara cuando localizó la ilustración de Santiago Caruso sobre la que luego se trabajó.
¿Cómo es trabajar con una editorial del calado de Plaza & Janés?
Desde que trabajo con ellos solo he recibido muestras de profesionalidad y de buen hacer. Es más, contrariamente a lo que pudiera creerse, muchas editoriales pequeñas e independientes deberían aprender mucho del diálogo y la transparencia con la que funcionan en cada uno de los pasos del proceso de edición. Mi experiencia, por ejemplo, con Salto de Página, ha sido muy buena, excelente; pero me consta por experiencia propia y ajena que no es lo habitual en el mundo de la edición independiente y de las llamadas editoriales indies.
¿Puedes comentar, si es posible, cuáles son tus próximos proyectos literarios?
Mi próximo proyecto también será novela, una novela muy ambiciosa con una hipótesis fantástica de partida con la que espero no dejar indiferente a nadie. Y después, un libro de microrrelatos. Ambas obras están ya terminadas, así que es probable que no se hagan esperar.
Y en cuanto a presentaciones por el mapa, ¿qué planning tienes?
Por el momento hemos presentado El asesino hipocondríaco en Madrid, donde me acompañó Jorge Volpi, y en Málaga, junto a Fernando Iwasaki. También hemos estado atendiendo a medios en Barcelona y en Sevilla. Y en principio no hay nada más programado, pero en breve tenemos a la vista ferias del libro y otras muchas ocasiones, ya veremos cómo va la cosa.
¿Cómo estás viendo la acogida en estos primeros días desde su publicación?
No puedo estar más contento. Después de solo unos días en las librerías ya está en marcha la segunda edición. La recepción de la prensa y la crítica ha sido entusiasta. Los lectores y libreros no dejan de hacerme llegar mensajes desde todos los puntos de España. Y gracias a las tiradas y al trabajo de distribución de Plaza & Janés se pueden ver ejemplares por todas partes. Qué más podría pedir. No se me ocurre nada.
Hasta aquí la entrevista al autor de esta deliciosa novela, que espero que os pique la curiosidad por ir a buscarla y adentraros en esas vidas de autores y pensadores que quizá no tenemos tan a la vista.
Muchas gracias por las repuestas y por tu tiempo, Juan Jacinto, y estaremos atentos a esas próximas novedades.
Sexto Continente, Radio Exterior, 24/02/2012
El autor entrevistado por Miguel Ángel de Rus a propósito de El asesino hipocondríaco en el programa Sexto Continente, de Radio Exterior, RNE (a partir del minuto 9′).
«Pasamos a una de las novelas más divertidas editadas en el mundo hispano desde Sin noticias de Gurb, de Eduardo Mendoza: El asesino hipocondríaco, de Juan Jacinto Muñoz-Rengel. ¿Se imaginan a alguien con todas las dolencias físicas y psíquicas viviendo de cometer asesinatos? Basta con decir que este asesino supera en puntualidad a Kant y que es capaz, siendo vegetariano ovolácteo, de comer en hamburgueserías yanquis. Todo un desequilibrado.»
Todoliteratura, 20/02/2012
Por Felipe Velasco.
El escritor malagueño Juan Jacinto Muñoz-Rengel acaba de publicar su primera novela en la editorial Plaza & Janés titulada El asesino hipocondríaco, una obra a medio camino entre la novela negra y la novela humorística que se sale de lo normal y de las convenciones. En la entrevista nos desvela cómo se planteó la novela y cómo la llevó a cabo.
Ha ejercido tanto la docencia como el periodismo, sobre todo radiofónico, ya que dirige el programa Literatura en breve de Radio 5 y conduce la sección de relato de El ojo crítico de Radio Nacional de España, además es profesor en la escuela de escritura Fuentetaja de Madrid, habiendo colaborado en numerosos medios de comunicación, tanto de España como de América.
¿Qué le llevó a escribir El asesino hipocondríaco?
Tenía ganas de escribir una novela cuyos presupuestos estéticos y constricciones técnicas me dejaran la mayor libertad posible. Quería hacer el gamberro. Y para eso tuve que plantearme muchas cosas antes de empezar a emborronar el papel, y finalmente tomar como punto de partida una voz narrativa muy singular.
¿Cómo ha logrado caracterizar un personaje tan complejo?
El propio personaje me pedía más. En un primer momento yo sólo tenía su condición contradictoria: de un lado asesino, y de otro un tipo íntegro, metódico e hipersensible. Pero a partir de esa contradicción fue saliendo todo, toda una personalidad, todo un mundo construido desde su personalísima visión de las cosas. A veces, sólo hay que creer de verdad en tu personaje para que éste acabe cobrando vida.
¿Cuáles son las causas de la hipocondría?
En muchos casos la depresión, los periodos de ansiedad, y la debilidad en general.
¿Qué tipos de traumas pueden dar lugar a esta enfermedad?
Los episodios depresivos nos hacen pensar en la muerte, en que vamos a morir, y en que pronto, muy pronto, una nueva enfermedad se encargará de acabar con nuestra vida. Sentimos que todo lo malo va a sucedernos. Mi protagonista, además, como buen asesino profesional, es alguien que vive solo, no tiene amigos y quedó huérfano a una edad temprana. Eso hace que su horizonte sea todavía más estrecho y que sólo se dedique a prestarse atención a sí mismo. El señor Y., en realidad, está enfermo de sí mismo.
¿Cómo puede curarse la hipocondría?
La solución que plantea la novela es la risa. Sólo tomándonos menos en serio de lo que se toma a sí mismo el señor Y. podremos ver las cosas de otra manera. El sentido del humor es lo único que nos puede sacar de ese lugar al que nos puede arrojar el pesimismo.
¿Cómo afecta la hipocondría a un asesino profesional como el protagonista?
Bueno, no lo deja trabajar. No consigue dar un paso en su plan para acabar con su última víctima sin que una enfermedad imaginaria le ponga la zancadilla. Él se levanta temprano, y sólo quiere acabar con Eduardo Blaisten, matarlo, asesinarlo, liquidarlo, pero los males de su imaginación lo acaban metiendo en las situaciones más rocambolescas.
El señor Y se define como un hombre de moral kantiana. ¿Qué rasgos de la personalidad de un asesino tendrían su correspondencia en esta moral?
En un asesino común, ninguno. Pero en la mente de mi particular asesino él cree tener una impecable moral kantiana porque siempre cumple los encargos que le han pagado por adelantado, y, en general, porque siempre se comporta como le gustaría que los demás se comportaran con él mismo, al menos en el hipotético caso de que contratara sus servicios a otros asesinos profesionales.
¿Con cuál de los grandes filósofos hipocondriacos se quedaría de todos los que aparecen en su novela?
En cuanto a filósofo, con Immanuel Kant, por su Crítica de la razón pura. Pero como persona debía de ser alguien de convivencia bastante difícil.
¿Cuál de estos filósofos se asemeja más al señor Y?
Todos y ninguno. El señor Y. es la suma de todos ellos. Es un personaje hiperbólico, el resultado de reunir todos los trastornos y manías existentes. Es una combinación imposible.
¿Qué escritores le han influenciado para escribir la novela?
Es de suponer que todas mis lecturas han influido en lo que escribo. No sabría decir muy bien cómo he llegado hasta aquí. Pero supongo que en este libro en concreto se podrían encontrar influencias que van desde El Quijote de Cervantes hasta American Psycho de Bret Easton Eallis, pasando por El hombre que fue jueves, de Chesterton, El curioso incidente del perro a medianoche, de Mark Haddon, o los cuentos de Poe, Borges, Cortázar o Leonard Michaels, por citar algunos.
¿Cómo ha sido su proceso de creación de la novela?
Independientemente del tiempo que se tarde en escribirlos, hay libros que cuestan mucho y libros que cuestan menos. Hay libros con los que sufres y otros con los que disfrutas. En el caso de El asesino hipocondríaco, fueron poco más de dos años de regocijo que se pasaron volando.
¿Cómo definiría su novela?
Me encantaría que se entendiera como una novela que se sale de los caminos habituales, que construye sus propias normas.
¿Su libro se encuadra en una novela de género?
Más bien de géneros. Este libro propone una hibridación de muchos de ellos: el género negro, el género de humor, el género fantástico, la metaliteratura…
Sus pinceladas de humor negro en la novela rebajan la virulencia de los asesinatos, ¿por qué escogió este recurso?
Porque con tanta muerte y tanta enfermedad, o nos reíamos un poco o la novela se convertiría una apología del suicidio. Creo que el propio protagonista, en su contradicción esencial, ya demandaba un tratamiento humorístico.
¿Prefiere la novela negra a la policíaca?
Aunque mucha gente utiliza los dos términos según la ocasión como sinónimos, puestos a distinguir, prefiero la negra, por supuesto. La novela negra es la evolución natural del género policiaco de detectives, que estaba condenado a morir por lo estricto y lo limitado de sus propios límites, ahogado por sus propios mecanismos de artefacto. La novela negra ha sabido abrir nuevas ventanas, o al menos algunos nuevos ventanucos y respiraderos, eso sí, cargados de humo.
¿Podemos esperar pronto alguna nueva novela?
Sí. De hecho, como ya está terminada hace tiempo, será muy pronto. El año que viene por estas mismas fechas. Hasta entonces.
RTVE.ES, 19/02/2012
EL AUTOR DE ‘EL ASESINO HIPOCONDRÍACO, JUAN JACINTO MUÑOZ RENGEL, EN ‘PÁGINA 2’
· El domingo 19 de febrero a las 21.00 horas en La 2
PRENSA RTVE
No es habitual que se publiquen novelas donde el humor juegue un papel importante, así que estamos encantados de que Juan Jacinto Muñoz-Rengel sea el escritor invitado esta semana, ya que su primera novela, El asesino hipocondríaco, es francamente divertida. E instructiva. Y es que el protagonista es un asesino a sueldo hipocondríaco que está convencido de que va a morir en 24 horas y quiere cumplir con su último encargo. Y mientras lo intenta, conoceremos a una gran cantidad de escritores y pensadores de la Historia que también sufrían de hipocondría, como Proust, Tolstoi o Poe.
Como este asesino es un as del disfraz, decidimos entrevistar a Muñoz-Rengel en la sala de pelucas de la compañía de teatro La Cubana, otros reyes del humor, donde el joven escritor nos habló de cómo surgió la idea. Y de paso, nos contó que él no tiene ninguna relación especial con la enfermedad, ni le preocupa de una manera anormal, que aunque ya había publicado varios libros de relatos, tenía ganas de publicar una novela, que es cierto que la crítica de este país no suele ver con buenos ojos este tipo de libros, y que a pesar de eso, él no se puede quejar por la estupenda aceptación que está teniendo su novela.
Junto a este autor, el programa cuenta con la presencia de la joven actriz Michelle Jenner que nos habla de la pasión que siente por los libros. En la sección de cine y literatura hablaremos con nuestra crítica de cine, Desirée de Fez, de la adaptación de Albert Nobbs protagonizada por la gran Glenn Close.
Y por último, hemos preparado un completo reportaje para analizar precisamente qué relación mantiene la literatura con el humor. Y para ello hemos invitado a Manuel Vilas, Antonio Orejudo y Pablo Tusset, el autor de Lo mejor que le puede pasar a una cruasán, que hacía años que no concedía entrevistas.
EL MUNDO, 19/02/2012
MELINDROSO MATÓN [CONFESIÓN]
El protagonista de ‘El asesino hipocondríaco’ explica su triste condición de neurótico con el gatillo fácil.
Señor Y. | MADRID
Si hay algo que he aprendido a lo largo de mis años de oficio es que un asesino profesional no puede contar nunca a nadie, bajo ninguna circunstancia, nada en absoluto acerca de las singularidades de su trabajo. Aunque creas tener un mejor amigo en el que poder confiar, éste también tendrá a su vez uno o dos mejores amigos de confianza a quienes no podrá evitar contar tu secreto, y éstos, otros a su vez, y así indefinidamente. La norma a seguir es no revelar nunca nada a ningún mejor amigo. O, para mayor seguridad, no tener ningún mejor amigo. O ningún mejor amigo vivo.
Por supuesto, en ningún caso cabría siquiera contemplar la posibilidad de escribir un libro en el que se narrara la sucesión de incidencias y peripecias que componen todo intento de homicidio. Al menos, no sin antes haber tomado la precaución de eliminar de sus páginas todo rastro de tu nombre, de tu apellido, de tu rostro o de los detalles concretos que puedan conducir hasta tu domicilio a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado.
Escribir, y además divulgar, un libro semejante ha quedado siempre reservado a los profesionales con un mayor dominio del arte y la técnica de la criptología. Especialistas que, como yo, puedan afirmar que viven en un pequeño apartamento en un punto X de Madrid, sin inmutarse ni levantar sospechas. Es evidente que no todo aficionado al crimen, en cualquiera de sus variantes, está capacitado para manejar los procedimientos de la escritura secreta con la habilidad y la sutileza requeridas. Ni que decir tiene que supondría un error imperdonable dejar por escrito evidencias que revelaran, por ejemplo, el nombre que se esconde tras las iniciales M. Y. Una novela así circulando por las librerías no tardaría más que unos meses en arrojarte a una celda de la cárcel. En cualquier caso, por cierto, dado que estamos tocando el tema y no quiero pecar de maleducado o descortés, a mí todo el mundo me conoce como señor Y. A su servicio.
Hipocondríacos ilustres
Desde mi más temprana infancia, como le ocurrió al señor Coleridge y a tantas otras almas gemelas perseguidas sin tregua por la mala suerte, la vida me fue recluyendo en el interior de una modesta biblioteca. Ahora, en mi pequeño apartamento de treinta y seis metros cuadrados del punto X de Madrid no sólo dispongo de termómetro, barómetro, higrómetro, cronómetro, tensiómetro, aparatos de respiración asistida, cama articulada y humidificador del ambiente ―paliativos del todo insuficientes para un enfermo terminal―, sino también de todos los archivadores, fichas y documentación necesarios para poder reconocer en mis muchos síntomas los virus y enfermedades contagiosas que acecharon al señor Proust.
O los fenómenos acúfenos que atormentaron al señor Swift. O la epilepsia, la diabetes y la hipoglucemia que siempre sospechó padecer el señor Poe. O el reumatismo que se cebó en los pobres huesos de Descartes, de Tolstói o de Lord Byron. Además de, naturalmente, toda la bibliografía relativa a la práctica del envenenamiento, la estrangulación, el desnucamiento, la lapidación, la muerte por asfixia, la decapitación, el empujón accidental, o el afilado de objetos cortantes y punzantes. Después de tantos años, todo lo que necesito saber está contenido por fin en este pequeño apartamento.
Durante el día me entrego al oficio de matar. Por las noches, cuando me asaltan los mismos episodios de insomnio que perturbaron al señor Kant, actualizo mis fichas, recabo nuevas y peligrosas patologías, porque más vale ser precavido, perfecciono mis claves criptográficas para poder escribir sin ser descubierto, planeo cómo acabar con la vida de mi última víctima, Eduardo Blaisten, toso, me medico, me tomo la temperatura, me mido la tensión arterial y me entrego con los brazos abiertos a la ingrata tarea de morirme.
La estación azul, Radio Nacional, 18/02/2012
El autor entrevistado por Cristina Hermoso e Ignacio Elguero a propósito de El asesino hipocondríaco en el programa La estación azul, de Radio Nacional (a partir del minuto 46′).
La Biblioteca Encantada, Radio 21, 17/02/2012
Por Javier Fernández.
Esta noche en La Biblioteca Encantada: Juan Jacinto Muñoz-Rengel
Hace pocos días que está a la venta la primera novela publicada de este estupendo escritor y profesor de relatos, conocido por (entre otras muchas cosas) aparecer cada viernes en El Ojo Crítico (RNE) para enseñarnos a escribir relatos y por dar clases de literatura en Fuentetaja (Madrid).
El asesino hipocondríaco es un juego metaliterario en el que, tomando como punto de partida la trama de una novela negra, Juan Jacinto nos llevará de paseo junto a un personaje inolvidable, el Señor Y., un asesino de moral kantiana que debe cometer un último asesinato antes de morir, algo que ocurrirá, prácticamente seguro, a la mañana siguiente. Un juego en el que lo pasaremos muy bien, aprenderemos toda una suerte de enfermedades y patologías que parecen totalmente increíbles y veremos que buena parte de nuestros pensadores y escritores más ilustres tuvieron una infancia bastante complicada y eran grandes hiponcondríacos, con enfermedades reales o imaginarias que se le van adhiriendo al pobre Señor Y. a medida que avanza la narración.
ESCUCHAR PROGRAMA:
Juan Jacinto nos habló de la primera novela que publica (que no la primera que escribe), El asesino hipocondríaco, un estupendo compendio de enfermedades y patologías diversas, sufridas o imaginadas por escritores y pensadores conocidísimos, que se le van adhiriendo al protagonista, el Señor Y. Una novela, con uno de esos personajes enternecedores e inolvidables, que no se puede dejar de leer, pues Juan Jacinto consigue atraparnos entre sus redes desde las primeras cinco líneas hasta el final. Un estupendo divertimento.
Afectos en la noche, Radio Nacional, 16/02/2012
El autor entrevistado por Óscar López a propósito de El asesino hipocondríaco en el programa de Afectos en la noche, de Radio Nacional.
Propera parada: cultura, 14/02/2012
Por Empar Fernández.
Juan Jacinto Muñoz-Rengel deja de lado sus relatos, para iniciarse esta vez en el mundo de la novela con este El asesino hipocondríaco. Ha sido tildado por la prensa de joven promesa de la literatura. ¿Qué opinión te merecen las etiquetas de los críticos y de la prensa especializada?
Las etiquetas por lo general no sirven para mucho, salvo quizá para facilitar (y debilitar) nuestro modo de pensar. Pero en cualquier caso depende de quién las ponga. Es evidente que no todas las voces están igual de autorizadas. En esta ocasión, me siento doblemente halagado. Por un lado, por seguir siendo considerado joven, tan cerca ya de los cuarenta. Y por otro lado, porque si alguien me considera promesa es porque definitivamente tiene firme confianza en que haga cosas mucho mejores de las que he hecho hasta ahora; y eso sólo puede ser bueno.
El autor relata fragmentos biográficos de escritores y filósofos que padecieron extrañas enfermedades y graves problemas de salud (Tolstoi, Voltaire…). ¿Crees que hay alguna relación entre el padecimiento corporal y la capacidad creativa?
Sí, alguna debe de haber. Para empezar, la cercanía de la muerte situó sin duda a muchos de los genios huérfanos y enfermos que aparecen en mi novela en un plano privilegiado para hablar sobre la vida, para interrogar desde un ángulo distinto el sentido de la vida. Pero también, por otra parte, hay una razón más mundana: si todos esos hombres ilustres hubieran estados sanos, hubieran sido enérgicos, apasionados y sociables, probablemente hubieran escrito menos de lo que lo hicieron.
Tu novela es presentada como una novela negra, sin embargo no respeta las normas del género. ¿Por qué consideras que puede hablarse de una novela negra?
Es que no es una novela negra. En todo caso hay un homenaje al género, un juego con el género negro y una parodia de sus propias normas, siempre desde el cariño. La principal trama argumental imita las consignas de la novela policial, porque el protagonista nos dice desde la primera página que tiene que matar a su última víctima, que tiene que cumplir con ese su último encargo antes de que la enfermedad acabe con él; y luego son los intentos de consumar esa misión los que jalonan la historia. Pero la novela es muchas más cosas. Por encima del género negro, cubriéndolo todo, se derrama otro, el género de humor. Sin el humor, no existiría El asesino hipocondríaco. Y después, la trama principal se va bifurcando en muchas otras subtramas, que tienen que ver sobre todo con la interminable lista de enfermedades insólitas que padece protagonista, y con la catalización de esa vida real a través de vidas atemporales de todos los hipocondríacos célebres que van apareciendo a lo largo de las páginas. Traté de multiplicar los juegos de espejos mediante la metaficción. Como ves, son muchos los géneros que pueden encontrarse en el libro.
Antes de El asesino hipocondríaco habías publicado numeroso relatos. ¿Qué te ha impulsado a pasar por primera vez a la novela?
Escribí mi primera novela hace veinte años, a la vez que mis primeros relatos. De los muchos -centenares- de cuentos que fueron poblando mi escritorio, conseguí rescatar unos cuantos que dieron forma a dos libros de relatos con cierta unidad. Con las novelas se tarda más, claro. El asesino hipocondríaco es en realidad mi quinta novela, la sexta está también terminada, y ahora trabajo en la siguiente. Quiero decir que siempre he trabajado todos los géneros narrativos: cuento, novela y microrrelato. Pero la labor del escritor es en muchos casos invisible, especialmente cuando no se tiene prisa en publicar.
Resume en pocas líneas el curioso argumento de El asesino hipocondríaco.
Bueno, creo que más o menos ya lo he resumido en las respuestas anteriores, y no me quiero repetir. Pero básicamente, es eso: el señor Y. quiere matar a Eduardo Blaisten, y sólo le queda un día de vida para hacerlo. Todo lo demás son interrogantes que se van resolviendo a lo largo de las páginas.
El asesino hipocondríaco es una novela realmente sorprendente que gira en torno a las desventuras de un asesino a sueldo torpe y extremadamente atento a sus múltiples síndromes y dolencias reales o imaginarias. ¿Podrías describir a tu protagonista en pocas palabras?
Es un solitario. Como todo asesino profesional, por otro lado. Perdió de forma temprana a sus padres, quedó abandonado en un país que no era el suyo. Y a partir de ahí fue construyéndose un mundo absolutamente personal. Su hipersensibilidad lo hizo buscar todo tipo de enfermedades en los libros, y cuando las tuvo todas comenzó a buscar también en el papel a otros espíritus sensibles, y con ellos -con Kant, Descartes, Voltaire, Edgar Allan Poe, Jonathan Swift, Proust- fue ocupando su mundo y dando sentido a su vida. Este pobre hombre, el señor Y., se cree perseguido por la mala suerte, pero los que lo conocemos sabemos que es su propia mente la que lo mete en semejantes líos.
¿Qué opinas de la novela negra como género? ¿Y de la novela negra actual?
Creo que es un género interesante y sugerente en el que se han hecho grandes cosas. Si bien también creo que necesita reinventarse para seguir creciendo y sorprendiendo. Desde mi punto de vista en España esto se está haciendo, y prueba de ello son las obras de autores como Carlos Salem, Pedro de Paz, Juan Aparicio Belmonte, Montero Glez o Domingo Villar, entre otros muchos.
Entrevistas de Radio 5, 13/02/2012
El autor entrevistado por Lucía Vilaplana a propósito de El asesino hipocondríaco en el programa de Entrevistas de Radio 5.
Los libros de mi vida, 13/02/2012
– ¿Cómo, cuándo y por qué surge El asesino hipocondríaco?
Surge en otoño de 2007, a partir de unas cuantas lecturas que tenía por entonces entre manos. A veces la combinación de distintos elementos que aparentemente no tienen nada que ver entre sí, junto al estado mental apropiado, dan lugar a experimentos como éste. Al final, la obra de un autor puede tener una cierta coherencia en su conjunto, pero los libros concretos son fruto de muchos azares.
– ¿Qué pretendías contar con esta novela? ¿Sientes que lo has logrado?
Pretendía contar muchas cosas muy diversas, y eso sí creo haberlo logrado; y pretendía que la voz del narrador, el tono y la peculiar visión del mundo del personaje protagonista, dieran unidad a toda esa mezcolanza, y eso espero que también haya funcionado. Al margen de todo esto, me gustaría haber conseguido hacer pasar un buen rato. Mi propósito siempre fue dar forma a un libro prioritariamente lúdico.
– ¿Cuál dirías que es el tema principal?
En un primer plano, el tema principal son los intentos del señor Y. por acabar con la vida de Eduardo Blaisten. Un asesino profesional persiguiendo a su víctima. Pero de fondo, y desde el sentido del humor, se está hablando además en todo momento de la relación entre la enfermedad y el acto creativo.
– ¿Hubo mucho trabajo de documentación para escribir esta novela?
Sí. Tuve que documentarme en profundidad acerca de la vida de los escritores y los filósofos que acompañan al señor Y. en su destino común de enfermos imaginarios. Tuve que investigar los hábitos de estos espíritus sensibles, sus costumbres alimenticias, su manías, a sus médicos y a sus criados; cosas que no aparecen nunca en la bibliografía principal del autor. Y por supuesto, tuve que documentarme muchísimo sobre enfermedades y extrañas patologías, con todas sus largas listas de síntomas, un mundo que me era del todo ajeno.
– ¿Cómo ideaste el personaje de Y? ¿Qué fue lo más difícil de crearlo?
Sí quería dar forma a un libro que se sostuviera sobre una voz en primera persona, necesitaba un personaje muy especial. Pensé en meterme en la cabeza de un asesino, pero incluso eso se ha hecho innumerables veces. Así que necesitaba un asesino completamente distinto, alguien tan lleno de contradicciones que de hecho su existencia fuese imposible. Y ése es el origen del señor Y., un asesino entrañable, un pobre tipo muy desmejorado, la conjunción imposible de todas las enfermedades más peligrosas del planeta. Con él todo fue fácil en realidad, él mismo me iba pidiendo más y más mundo propio, podríamos decir que crecía solo; y mi único reto era mantener la consistencia de su forma de ver y explicar la realidad a lo largo de las páginas.
– Si tuvieras que definir tu novela con una frase, ¿cuál sería?
Me gustaría que se entendiera como una novela excéntrica, en todas las acepciones de la palabra. Quise escribir un libro desprejuiciado, que se saliera de los caminos más habituales de la narrativa.
– ¿Con qué genio te quedas de los que pueblan la novela?
Por mi deuda con él, con su obra, y por lo singular de su biografía, con Edgar Allan Poe.
– ¿Qué opinas de la portada?
La portada es la mejor que podría haber tenido. No me imagino El asesino hipocondríaco con ninguna otra cubierta. Cuando los editores me ofrecieron la primera propuesta del portadista Ferrán López, a partir de una ilustración de Santiago Caruso, no dude ni un instante, supe que tenía que ser ésa. Y hasta ahora no ha hecho más que darme alegrías y acercar lectores a la novela.
– ¿Qué vendrá tras El asesino hipocondríaco?
Vendrá otra novela, más extensa, más seria. Pero con una hipótesis fantástica de partida con la que espero sorprender y turbar aún más a todos sus lectores.
Conoceralautor.com, 06/02/2012
Canal 24 horas, Televisión Española, 05/02/2012
El programa Zoom Tendencias, del Canal 24 horas de Televisión Española, recomendó la novela El asesino hipocondríaco como libro de la semana.
Diario SUR, 03/02/2012
MUÑOZ RENGEL INVITA A ENTRAR EN LA MENTE DE UN ASESINO HIPOCONDRÍACO EN SU PRIMERA NOVELA
Por Marina Martínez.
Nada menos que cuarenta años pasó Edgar Allan Poe intentando sortear la supuesta amenaza de la diabetes, la sífilis, el infarto o la epilepsia. Pero no fue menor el ‘sufrimiento’ de Jonathan Swift, acosado por los mareos y los problemas de estómago durante prácticamente toda su vida. Las crisis de ansiedad y las úlceras desgastaron a Tolstoi, mientras que a Voltaire lo que le atormentaban eran los trastornos gastrointestinales, las fiebres y el reumatismo. En todos ellos, y en muchos otros como Descartes, Lord Byron y Kant, se ha basado Juan Jacinto Muñoz-Rengel (Málaga, 1974) para debutar en la novela. Con una sólida experiencia y un nombre más que reconocido en el terreno del relato, el malagueño se adentra ahora en la mente de un criminal con cierta sensibilidad a las enfermedades en ‘El asesino hipocondriaco’ (Plaza & Janés), una original historia cargada de ironía y suspense en la que parodia el género negro y con la que se ha alzó como finalista del Premio Clarín, después de meterse en el bolsillo a un jurado compuesto nada menos que por nombres de la talla de José Saramago, Rosa Montero o Juan Cruz. La presentó el viernes en la librería Luces de Málaga de la mano de Fernando Iwasaki.
«Me interesaba un personaje que tuviera una visión deformada del mundo para darle a la historia un toque distinto, distorsionante, mucho más imaginativo de lo que me podía permitir un narrador normal», asegura Muñoz-Rengel en referencia a este ser «obsesivo» y «solitario» que no hace otra cosa que dedicarse a su profesión. «Por eso, para entender la vida o para no sentirse tan solo, se ha buscado a esos amigos, los grandes escritores y filósofos que como él eran espíritus sensibles, estaban perseguidos por la mala suerte y tenían enfermedades parecidas a las suyas. Él, en el fondo, adopta las de todos», precisa el autor malagueño, que ha rastreado a fondo las biografías de un buen número de figuras del pensamiento y la literatura universales para apoyarse en anécdotas reales. Al fin y al cabo, su intención no es solo divertir, sino también instruir. Y lo hace a través de este asesino profesional que cuenta en primera persona el proceso para acabar con su último objetivo. Otra cosa es que sus intentos sean certeros. La culpa la tendrán esas supuestas enfermedades que encontrarán su paralelismo en los grandes hipocondriacos de la Historia.
De esta forma, Muñoz-Rengel vuelve a rendir tributo a la literatura después del repaso que hizo a los géneros europeos en su último libro de relatos, ‘De mecánica y alquimia’, con el que obtuvo el Premio Ignotus y fue finalista del Premio Setenil. También es autor de ’88 Mill Lane’ y ha coordinado y prologado las antologías de narrativa breve ‘Perturbaciones’ y ‘Ficción Sur’. Además, ha sido incluido en las dos antologías de referencia de su generación, ‘Pequeñas resistencias’ y ‘Siglo XXI’. Ahora aporta un aire fresco a la novela con ‘El asesino hipocondríaco’, la primera que publica pero no la única que ha escrito… afortunadamente.
Bienvenidos, Mijas Televisión, 02/02/2012
El autor entrevistado por Nuria Luque y José Miguel Fernández a propósito de El asesino hipocondríaco, en el programa Bienvenidos, de Mijas 3.40 Televisión.
El autor entrevistado por Primi Sanz, Jesús Barroso y Lole Almagro a propósito de El asesino hipocondríaco en el programa Es la vida, de Canal Sur Radio.
Revista EL DUENDE, Febrero 2012
COMEDIA NOIR
Por Paloma Fidalgo.
Nada menos que finalista del premio Clarín, equivalente argentino a nuestro Planeta, quedó El asesino hipocondríaco, la novela recién publicada de Juan Jacinto Muñoz-Rengel (Málaga, 1974), más conocido como cuentista. Se trata de una parodia del género negro que homenajea a grandes de la Literatura que padecieron enfermedades, cuyo recuerdo obsesivo boicotea a un asesino a sueldo hipocondríaco en su labor. Una narración desternillante que no se despega de las manos.
Es mi primera novela publicada, pero he escrito varias, incluso después de esta. Algunas las hice a sabiendas de que eran personales, de que se quedarían en un ejercicio, un entrenamiento para mí. Pero otras las tengo en el cajón, esperando a que llegue el momento de publicarlas.
¿Cómo se te ocurrió el argumento, tan original?
Yo quería escribir una novela corta en la que el narrador contara en primera persona su historia, siguiendo el esquema de El guardián entre el centeno de Salinger, un esquema que luego se repitió con frecuencia en la novela americana, por ejemplo en American psycho, narrada por el psicópata protagonista. Por otro lado, en la época en que le daba vueltas al texto tenía entre manos El curioso incidente del perro a medianoche, y se me ocurrió que mi narrador, el que le iba a dar unidad a toda la trama, fuese alguien contradictorio. Por eso me inventé a este tipo tan peculiar, un asesino obsesivo pero sensible. Ha dedicado mucho tiempo a leer, y como es hipocondríaco, se ha informado mucho sobre enfermedades, que nada más conocer ya cree padecer. También ha forjado amistades imaginarias, nada menos que con los grandes de la literatura que fueron sensibles, depresivos e hipocondríacos también: Tolstoi, Kant, Allan Poe…. Así, la vida de nuestro protagonista corre paralela a todos ellos, o por lo menos eso cree él.
Y él se rige por una moral kantiana…
Sí. En ese aburrimiento al que me refería, también se empolló todas las leyes del país. Recibe el encargo de matar a un hombre, y en su conocimiento jurídico siempre encuentra una buena excusa legal para hacerlo -aunque nunca consigue asesinar a su presa, se le escapa constantemente-. Creo que esta imaginación y estos disparates lo acercan al lector, que está siempre en la cabeza del personaje, viendo las preocupaciones por las enfermedades que cree padecer, cómo se cree un incomprendido, cómo se automargina… Llega a identificarse con él y le toma cariño.
Y se ríe, porque es un texto muy cómico. ¿Es difícil hacer reír?
Los dislates intrínsecos a semejante personaje me llevaron a la comedia, pero no estaba en mi intención inicial hacer reír, no tenía un interés particular. Me hice algo así como actor del Método, me puse en la piel del protagonista y empecé a imaginar el transcurso de sus aventuras, y dada su forma de ser, era imposible que no resultaran graciosas.
Me recuerda a las novelas cómicas de Eduardo Mendoza…
No me parece mal la comparación, aunque yo he leído muy poco de Mendoza, solo conozco Sin noticias de Gurb, como todos. Pero es que en España el humor ha estado siempre muy denostado, parece que las novelas de humor se consideran intrascendentes, de mero entretenimiento, y pocos autores las han trabajado; uno de ellos, Mendoza. Y mira que somos la patria de El Quijote…
Como aparecen tantos grandes pensadores en la historia, ¿se puede entender el libro como un homenaje a la Literatura y la Filosofía?
Indudablemente. Pero me interesaba ofrecer una visión de algunos de los principales filósofos más cotidiana que la que tenemos, que se limita a sus teorías. Se habla de las enfermedades que padecieron -o creían padecer- y de sus manías, como la obsesiva puntualidad de Kant. Son todos detalles verdaderos…
No solo te habrás tenido que documentar sobre la biografía de esos grandes nombres, también sobre temas médicos.
Sí. Cualquier obra literaria, ya sea novela, como esta, o relato, tiene mucho trabajo de documentación detrás. Pero informarme de las cuestiones médicas ha sido especialmente complicado, porque, obviamente, no son conceptos que se encuentren fácil y fiablemente, hay que acudir a muchas otras fuentes, incluso orales (me he entrevistado con expertos).
La novela es también una parodia de género negro.
Sí, pero desde el cariño, el género negro me parece admirable. Y quizá inicialmente la estructura sea más simple que la que tienen las novelas negras, aunque posteriormente se va complicando. Fíjate que yo estoy habituado a definir los elementos de mis textos de principio a fin antes de ponerme a escribirlos, de forma que, cuando empiezo, ya tengo planeado el desarrollo de la acción. En este caso, sin embargo, no fue así, me dejé llevar por las locuras del protagonista, y fui descubriendo cómo se desarrollaba la trama.
La obra quedó finalista del Clarín, y recibió elogios del jurado, que componían, entre otros, nada menos que Saramago o Rosa Montero. Supongo que esto te dio seguridad.
Sin duda. El Clarín es un premio muy importante, y Rosa Montero me buscó en cuanto leyó el libro. Eso me dio confianza para lanzarlo con Plaza y Janés.
COPE Sevilla, 31/01/2012
El autor entrevistado por Manuel Salvador a propósito de El asesino hipocondríaco en Así son las mañanas en Sevilla, de la cadena COPE.
Un idioma sin fronteras, Radio Exterior, 31/01/2012
El autor entrevistado por Susana Santaolalla a propósito de El asesino hipocondríaco, en Un idioma sin fronteras, de Radio Exterior.
ONDA CERO, 28/01/2012
El autor entrevistado por los Informativos de Onda Cero a propósito de El asesino hipocondríaco.
Onda Madrid, 27/01/2012
El autor entrevistado por Carlos Honorato y Paloma Nolasco a propósito de El asesino hipocondríaco en el programa Aquí no hay playa, de Onda Madrid.
Periodista Digital, 26/01/2012
El autor entrevistado por Irene Perezagua a propósito de El asesino hipocondríaco en Periodista Digital.
El autor entrevistado por Laura Barrachina a propósito de El asesino hipocondríaco, en El Ojo Crítico, Radio Nacional de España.
La Montaña Mágica, Intereconomía Radio, 21/01/2012
El autor entrevistado por Raúl Losánez a propósito de El asesino hipocondríaco, en el programa La Montaña Mágica de Intereconomía Radio.
Otros Acentos, Radio 5, 20/01/2012
El autor entrevistado por Mavi Aldana a propósito de El asesino hipocondríaco, en el programa Otros Acentos de Radio 5, Radio Nacional de España.
La Hora Extra, CADENA SER, 20/01/2012
El autor entrevistado por Ana Borderas a propósito de El asesino hipocondríaco, en La Hora Extra, de CADENA SER (a partir del minuto 22′).
Lainformacion.com, 19/01/2012
UN ASESINO ENFERMO DE LITERATURA
Por David González.
El escritor malagueño Juan Jacinto Muñoz-Rengel crea en su primera novela, El asesino hipocondríaco, a un extraño personaje. Es un sicario a sueldo que cree que va a morir mañana. Su objetivo es asesinar a una víctima por encargo. Mientras tanto, este curioso ejecutor recorre las dolencias de los grandes escritores universales, como Poe, Proust o Voltaire, se sugestiona y las hace suyas. Muñoz-Rengel cuaja así uno de los personajes más originales del territorio novelesco. Un asesino hipocondríaco muy enfermo, pero de una dolencia llamada literatura. ¿Conseguirá matar a su víctima? Sobre esta pregunta se teje esta novela.
Estandarte, 12/01/2012
Por Emilio Ruiz Mateo
Juan Jacinto Muñoz-Rengel acaba de publicar en Plaza&Janés su primera novela, El asesino hipocondríaco, en palabras de Rosa Montero, Una novela original e inquietante, con el acierto mayor de un personaje inolvidable: ese protagonista hipocondríaco que parece más grande que la propia vida. A Muñoz-Rengel le conocíamos hasta ahora su buena mano en las distancias cortas: ha ganado un buen número de premios de relato, ha coordinado y prologado colecciones de cuentos tan deliciosas como Perturbaciones (Salto de Página) o Ficción Sur (Traspiés) y dirige el programa de radio Literatura en breve, esos minutos que Radio 5 dedica al relato, y que da tanto gusto escuchar por sorpresa entre noticiario y noticiario… Aunque también puedes disfrutarlo en la web de Literatura en breve.
El asesino hipocondríaco es el señor Y., profesional a sueldo, que recibe el encargo de acabar con la vida del escurridizo señor Blaisten. Pero para tener éxito en su misión, deberá vencer dos obstáculos importantes: su galopante hipocondría y su obsesión por los grandes escritores (hipocondríacos) de la literatura. El señor Y. debe cumplir su último encargo como asesino profesional, pero para conseguirlo tendrá que superar un grave obstáculo: no le queda más que un día de vida. En realidad, el enigmático asesino a sueldo que responde a las iniciales M.Y. lleva años muriéndose, desde el mismo momento en que vino a este mundo. Le persiguen tantas enfermedades que cualquiera podría considerarlo un milagro médico. Ahora, por encargo de un cliente misterioso que se mantiene en la sombra, debe matar al escurridizo Eduardo Blaisten antes de que le asalte una apoplejía terminal o una úlcera gangrenosa o un empeoramiento de su Síndrome de Espasmo Profesional.
Su incomprensible mala suerte irá frustrando uno tras otro todos sus intentos de homicidio, y estableciendo una mágica conexión entre sus propias penalidades y los grandes males físicos, psicológicos e imaginarios, que torturaron a Poe, Proust, Voltaire, Tolstói, Molière, Kant y al resto de los hipocondríacos ilustres de la historia de la literatura y el pensamiento.
Juan Jacinto Muñoz-Rengel (Málaga, 1974) cursó el doctorado en Filosofía y ha ejercido la docencia tanto en España como en el Reino Unido. Ha colaborado en publicaciones como Anthropos, Ínsula, Clarín o el diario El País. En los últimos años su trayectoria como autor de relato corto ha sido avalada por más de cincuenta premios nacionales e internacionales, y ha sido transcrito al Braille y traducido al inglés y al ruso. En la actualidad, dirige el programa Literatura en Breve (RNE 5), conduce la sección de relato de El Ojo Crítico (Radio Nacional de España) y es profesor en la escuela de escritura Fuentetaja de Madrid. Es autor de los libros de relatos De mecánica y alquimia (Salto de Página, 2009), Premio Ignotus al mejor libro de cuentos del año y finalista del Premio Setenil, y 88 Mill Lane (Alhulia, 2006); ha coordinado y prologado las antologías de narrativa breve Perturbaciones (Salto de Página, 2009) y Ficción Sur (Traspiés, 2008); y ha sido incluido en las dos antologías de referencia de su generación, Pequeñas Resistencias (Páginas de Espuma, 2010) y Siglo XXI (Menoscuarto, 2010). Con su primera novela, El asesino hipocondríaco, quedó finalista del premio Clarín, con un jurado compuesto por José Saramago, Juan Cruz, Pablo de Santis y Rosa Montero, que recomendó vivamente su publicación.
Presentación de El asesino hipocondríaco, con Jorge Volpi
La presentación en Madrid de El asesino hipocondríaco tuvo lugar el 24 de enero de 2012 en la FNAC de Callao. El autor estuvo acompañado por el editor y por el escritor mexicano Jorge Volpi.