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Libros de Cíbola, 08/02/2017
Antes de convertirse en un novelista de éxito con El asesino hipocondríaco (2012), El sueño del otro (2013) y El gran imaginador (2016), Muñoz-Rengel ya había demostrado sus dotes de gran fabulador con De mecánica y alquimia (2009), una extraordinaria colección de once relatos fantásticos primorosamente editados por Salto de Página, que fue recibida con entusiasmo por lectores y crítica.
Sorprende la variedad de ambientaciones de estos relatos, que al mismo tiempo presentan una relación sutil entre ellos que vamos advirtiendo a medida que avanzamos en la lectura. Los primeros cuentos son de carácter histórico y de lo que podríamos denominar “fantasía razonada”. El libro de los instrumentos incendiarios está ambientada en la Toledo taifal, casi a modo de un relato de Las mil y una noches, en el que al final queda resuelto el prodigio por un policía de la época. El relojero de Praga transcurre en la época de la construcción del famoso reloj astronómico de Praga. En Lapis philosophorum nos encontramos ya en el terreno de la alquimia (los dos primeros están en el ámbito de la mecánica), en este caso con un hijo desconocido de Nostradamus como aprendiz involuntario de un alquimista. La maldición de los Zweiss es un relato gótico emparentado con los grandes clásicos del género; maldición familiar, crueldad y redención son los ingredientes de esta gran pieza. Quizás El pescador de esponjas es el cuento más autónomo de la colección. Es un excelente cuento de corte clásico que roza la perfección. Creo que de claro homenaje a Bioy Casares y su Isla de Morel es El faro de las islas de Os Baixos. En esa brumosa isla no sabemos quién es real. El sueño del monstruo es un cuento ambientado en el Londres mágico de finales del siglo XIX. Es un relato extraordinario en su indeterminación, que además supone un punto de inflexión en el libro; llegamos a pensar si el protagonista, un escritor de fantasías, es el verdadero autor de todo este volumen. El resto de narraciones son fantasías futuristas que deben mucho a autores como Bradbury, especialmente Brigada Diógenes, una estupenda vuelta de tuerca sobre el tema de Fahrenheit 451, pero en este caso una brigada dedicada a neutralizar los acaparadores de basura. Te inventé y me mataste presenta con ironía los efectos de comercializar gólems a medida. Para terminar, Res cogitans es un cuento más filosófico y cerebral y Pasajero 1/1 incursiona en el género apocalíptico, aunque con un final esperanzador.
—¡No tengo piernas! —lloró el muchacho venido del norte en busca de fortuna.
—No te preocupes —le tranquilizó el viejo marino—, para bucear no son estrictamente necesarias las piernas. Podrás seguir haciéndolo en cuanto te recuperes.
—¡Pero no podré andar! ¡Ya no puedo andar, ya no hay nada ahí abajo, mis pies no están! ¡Y puede que pierda mis manos! Entonces no podré pescar, ni coger nada, no volveré a ser una persona normal nunca más…
—Vamos, tienes que ser fuerte —dijo la vieja, acompañándolo de nuevo a la cama—. Acuéstate y pronto estarás bien.
—¿Han llamado a un médico? —preguntó el muchacho.
—Sí —respondió ella—. Pronto estará aquí. Ahora está en otra isla, pero es muy buen médico y pronto llegará. Duérmete.
La mujer lo ayudó a meterse en la cama, estiró la sábana sobre el colchón deforme, que cada día se mostraba más y más grande, y revistió los extremos de membrana que habían quedado al descubierto. Allí, arropado, el perfil del joven pescador de esponjas parecía una cordillera de arena deshaciéndose bajo el agua, un hatillo de sangre, carne y esperanzas filtrándose sobre un tamiz de millares de poros. Los viejos, sin perder detalle, se abrazaron. (El pescador de esponjas)
Mención especial para los protagonistas de estos cuentos, ya que no son meros entes necesarios para desarrollar una historia; están perfectamente caracterizados y algunos son inolvidables, como el policía Al-Mustansir (El libro de los instrumentos incendiarios) que daría para una serie de historias policiales. En cuanto al estilo desplegado por Muñoz-Rengel hay que decir que es ágil y magnífico. Se nota la impronta de los grandes del género como Poe, Borges, Lugones y otros. Una última recomendación: tengan un espejo a mano para leer el interesante epílogo del autor.
En definitiva, De mecánica y alquimia es un título capital para los amantes del cuento fantástico en español y para los seguidores de Juan Jacinto Muñoz-Rengel. Un libro inolvidable, que releeré a menudo. Absolutamente recomendable.
El libro incluye los siguientes relatos:
El libro de los instrumentos incendiarios
El relojero de Praga
Lapis philosophorum
La maldición de los Zweiss
El pescador de esponjas
El faro de las islas de Os Baixos
El sueño del monstruo
Res cogitans
Te inventé y me mataste
Brigada Diógenes
Pasajero 1/1
Puntuación: 5 (de 5)
Salto de Página (2009)
Colección: Púrpura, 19
160 págs.
El Heraldo del Henares, 10/04/2011
Por Miguel Baquero.
Dentro del panorama de la literatura española que se está escribiendo en los últimos años, el cuento ocupa un lugar cada vez más preferencial, tanto por la calidad de la que hacen gala numerosos y excepcionales cuentistas, como por la imaginación que asimismo desborda muchos volúmenes de relatos, e igualmente por la labor excepcional de muchos editores comprometidos con esta forma breve de narración. Un género que siempre se ha tenido por menor, pero que en los últimos tiempos, como digo, en España está mostrando su verdadera y mayúscula naturaleza.
Entre esos libros excepcionales que en los últimos años ha dado el cuento en España se encuentra este De mecánica y alquimia. Publicado por primera vez en el año 2009, esta obra del escritor malagueño Juan Jacinto Muñoz-Rengel, ha ido ganando poco a poco el favor del público minoritario, pero entendido y amante de los cuentos, hasta hacerse merecedor de una segunda edición, que en estas fechas sale a las librerías.
De mecánica y alquimia podría decirse, sin demasiada complacencia, que es un auténtico festín literario. Y no sólo por su estilo o por su cuidada factura, tampoco –con ser bastante– por su fructífera imaginación, sino porque en los once cuentos que componen este volumen (precedidos y acabados por no menos originales Proemio y Escolio) se reúnen muchos de los mitos universales de que se halla compuesta la literatura fantástica.
Desde los gólems a Frankenstéin o las creaciones robóticas, pasando por los amuletos que confieren un extraño y magnífico poder a sus poseedores, o los personajes atrapados en mansiones y/o lugares extraordinarios donde, poco a poco, va mutando su naturaleza, Muñoz-Rengel aporta a este libro todos esos viejos mitos, pero no a modo de exposición repetitiva, sino con el objetivo –logrado en la mayoría de los casos– de observarlos y tratarlos desde una óptica distinta, de crearlos de nuevo –en puridad, “recrearlos”–. Como resultado de ello, el lector encuentra desplegadas por las páginas unas fantasías nuevas, distintas y frescas, muchas veces recorridas por un claro sentido del humor. Muy lejos de caer en lo previsible, que seguramente es el mayor pecado en que puede incurrir un escritor, Muñoz-Rengel toma los viejos elementos y los mueve sobre el tablero con unas reglas distintas, procurándoles nuevas situaciones, jugadas diferentes a lo habitual. Seres vivos que son el reflejo de gólems, un mundo en el que puede crecer una basura bella, un relojero que se enfrenta a su obra…
Abrir las páginas de De mecánica y alquimia es introducirse en un universo diferente que, aunque ha salido de las páginas mejores y más fantásticas –en todos los sentidos– de la literatura, busca una naturaleza propia, un toque personal. Y en literatura, como muchas veces parece haberse olvidado, buscar el cambio y la mirada diferente, aun a riesgo de equivocarse, es esencial.
MÁS QUE PALABRAS, 31/01/2011
Por Antonio Calzado.
Juan Jacinto Muñoz-Rengel es un joven escritor malagueño nacido en 1974, cuya obra en solitario se reduce hasta el momento al libro que hoy reseñamos y al conjunto de relatos 88 Mill Lane, publicado por Alhulia en 2006. Sin embargo, Muñoz-Rengel no es ningún novato en el mundo de la literatura y más específicamente, en el difícil y nunca debidamente valorado terreno del relato corto. Ha coordinado diversas antologías del género, y su narrativa se ha hecho acreedora a multitud de galardones tanto dentro como fuera de nuestro país, siendo traducido al inglés y al ruso. En concreto, De mecánica y alquimia se alzó con el prestigioso premio Ignotus al mejor libro de relatos de 2010. Por si esto fuera poco, el autor (doctor en Filosofía) es asimismo profesor en la Escuela de Escritura Fuentetaja de Madrid, además de dirigir y/o coordinar algunos programas de radio cuya temática y razón de ser (no podía ocurrir de otro modo) es la literatura.
Con tan impresionante currículum a su espalda, sorprende en cierta medida que, pese a su juventud, Muñoz-Rengel sólo haya publicado dos libros de relatos. Tengo mi propia teoría al respecto, tan válida como otra cualquiera, y que sólo el autor podría negar o confirmar: considero que nos hallamos ante una de esas raras avis en el panorama narrativo español, que prefiere cuidar y pulir sus textos al máximo antes de entregarlos a la imprenta y que, milagrosamente, se halla libre de lo que ha sido dado en llamar el “síndrome de ansiedad por la publicación” que caracteriza a demasiados autores actuales, tanto noveles como veteranos. Son sólo dos razones más de las muchas que existen para agradecerle a Muñoz-Rengel la salida a la luz de este maravilloso libro.
Maravilloso, sin duda alguna. Ya desde la portada – una preciosa imagen del Reloj de Praga, al parecer diseñada por el propio autor- De mecánica y alquimia nos habla bien claro de sus intenciones estéticas, que se manifestarán a través de los once relatos que lo componen, además de un escolio final que debe leerse obligatoriamente… ¡ante un espejo! Porque aquí vamos a encontrarnos con misteriosos alquimistas, monjes visionarios, fantasmas que se creen personas, (¿o personas que se creen fantasmas?) máquinas parlantes y melancólicas, golems judíos moldeados en barro e insuflados de vida, trenes enigmáticos… todos ellos tratados con la delicadeza de un orfebre y la precisión de un relojero.
Si hay algo que domina Muñoz-Rengel es el lenguaje, y esta afirmación es mucho más fácil de decir que de llevar a cabo. La prosa casi poética – a veces sombría, siempre inquietante- del libro cautiva al lector desde el primer momento. El nombre de Jorge Luis Borges se nos viene inmediatamente a la cabeza (con mención implícita a La Biblioteca de Babel en el relato titulado «El Sueño del Monstruo») y sin embargo, Muñoz-Rengel no nos abruma con la cierta pedantería y el exceso de erudición que a veces se perciben en los relatos del genial escritor argentino: el suyo es un ejercicio de contención literaria que se agradece infinitamente en los tiempos que corren. Cada palabra está en su lugar, cada punto y cada coma: nada sobra ni falta. Esta exactitud de Muñoz-Rengel en el uso del lenguaje tiene algo de aterradora y sobre todo, de fascinante. Aquí me parece de justicia mencionar el nombre de Angel Olgoso, autor entre otros libros del cautivante Los Demonios del Lugar, otro más de los autores vergonzosamente ignorados por medios de comunicación expertos en ensalzar más de una mediocridad supuestamente “literaria”. Detecto entre ambos autores ciertas -y lejanas- similitudes de estilo, no tanto de temática.
Pero De mecánica y alquimia no se queda ahí, desde luego. De haberse limitado a cultivar sólo la perfección formal estaríamos ante un ejercicio brillante y poco más, una mera exhibición de virtuosismo. Por fortuna Muñoz-Rengel dedica tanta atención a la forma en que expone sus argumentos como a las propias tramas en sí, con lo que el resultado final se nos muestra arrebatador. El misterio, la inquietud existencial, el cuestionamiento mismo de la realidad que percibimos con los sentidos… todo esto y mucho más encontrarán en cada una de las páginas de De Mecánica y Alquimia, un libro que –sobra decirlo- recomiendo vivamente a toda clase de lectores. Destacaría especialmente los relatos «Lapis Philosophorum», «El faro de las islas de Os Baixos» o «Brigada Diógenes» (delicioso homenaje al gran Ray Bradbury), sin olvidar «Pasajero 1/1», una inquietante y lúcida reflexión sobre el destino del hombre. Se trata de pequeñas obras maestras de diez o veinte páginas que no pueden ser ignoradas por nadie que aprecie el difícil arte del relato corto o, simplemente, el arte de la literatura.
Por no abundar en paralelismos literarios (se podría hablar largo y tendido de Julio Cortázar, de Dino Buzzati, de Rynosuke Akutagawa…) emplearé uno pictórico: De Mecánica y Alquimia me ha recordado intensamente a las mejores pinturas metafísicas de Carlo Carrá o de Giorgio de Chirico. O musical, si así lo prefieren: el misterio de las obras de cámara de Paul Hindemith o la melancolía de las composiciones para armonium de César Franck están presentes en sus páginas. Un libro cuyo valor literario global es muy superior al de la mera suma de sus partes.
Para terminar esta reseña, diré que desgraciadamente no creo que veamos nunca a Muñoz-Rengel en las listas de los más vendidos: su obra tiene demasiados quilates y es demasiado evocadora y elegante para estos tiempos. Pienso que, al autor, tal idea –la de la lista de best sellers- solo le provocaría una pequeña sonrisa con un poco de ironía. Aunque ojalá me equivoque: en cualquier caso, quédese el mundo con sus Dan Browns y sus Ken Follets, que yo me marcho a disfrutar una vez más de ese universo mágico e íntimo, cargado de misterio y terrorífica belleza que propone Muñoz-Rengel desde las páginas de De Mecánica y Alquimia. Como decía mi paisano Góngora en la voz del inmortal Paco Ibañez: “Ándeme yo caliente… y ríase la gente”.
LITERATURA FANTÁSTICA, El Portal de la Literatura Fantástica y de Ciencia Ficción, 15/10/2010
Por Mariano Villarreal.
«De mecánica y alquimia» es una excepcional colección de relatos fantásticos. Su autor, Juan Jacinto Muñoz-Rengel, fue responsable de coordinar el espléndido volumen recopilatorio «Perturbaciones. Antología del relato fantástico español actual» (Salto de Página, 2009), sólo tres años después de publicar su primer libro de cuentos, «88 Mill Lane» (Alhulia, 2006). Su narrativa ha sido galardonada con decenas de premios nacionales e internacionales, cosechado excelentes críticas en los principales medios escritos y suplementos literarios del país, y traducida a diversos idiomas. Como gran especialista en relato, en la actualidad dirige el programa Literatura en Breve (RNE 5), conduce la sección de relato de El Ojo Crítico (RNE 1) y es profesor en la escuela de escritura Fuentetaja de Madrid.
La presente selección obedece a una disposición cronológica de las historias, con puentes de conexión entre los textos. Once cuentos que funcionan como un complejo mecanismo de relojería, con una precisión extrema tanto en su construcción y elección del tono y voz narrativa más adecuados -aspecto capital-, como en el empleo de un lenguaje exquisito, dotado de una singular belleza poética en la que destaca su sensualidad y originales metáforas. Una prosa brillante que es todo un prodigio de inventiva aunque en ocasiones pueda pecar de cierto efectismo y que, lejos de los excesos del culteranismo barroco, manifiesta una inequívoca vocación por narrar historias humanas y trascendentes de una forma ágil y accesible y, por tanto, sumamente atractiva para el lector contemporáneo.
El título escogido, «De mecánica y alquimia», no es baladí puesto que, además de su perfección formal y propósito fantástico, en el libro podemos hallar un magnífico equilibrio entre razón e idealismo propio del alma humana, amén de todo tipo de artefactos y artilugios mecánicos y alquímicos cuyas propiedades constituyen el motivo central de algunos de los cuentos: clepsidras, relojes astronómicos, relojes de sol, astrolabios, alambiques, autómatas, pájaros mecánicos, gólems, retortas, la piedra filosofal… Historias que transcurren en diferentes geografías y periodos históricos, todos ellos repletos de una mágica ensoñación donde fabular resulta una experiencia maravillosa: el Toledo musulmán, Praga en 1490, la Provenza medieval, la Baviera gótica, el Londres victoriano, un interludio atemporal en las islas del mar Egeo, la época actual en unas imaginarias (aunque perfectamente reconocibles) islas gallegas, un vagón de ferrocarril transeuropeo, un paraje apocalíptico…
Un libro que recupera el aroma de los grandes clásicos del fantástico, donde lo fabuloso, lo quimérico y lo cotidiano de cada una de las épocas visitadas juegan con la imaginación e inteligencia del lector. Un libro breve que, no obstante, dejará sin duda una profunda huella en el apasionado de la literatura de calidad.
Como curiosidad, el escolio final –que ofrece diversos comentarios sobre los cuentos- debe leerse frente al espejo. Y, pese a su formato fantástico, los dos primeros cuentos poseen una explicación perfectamente racional.
> Leer reseña completa con sinopsis y valoraciones de los cuentos
Blog de Ernesto Calabuig, 02/09/2010
EL MUNDO MEDIEVO-FUTURISTA DE JUAN JACINTO MUÑOZ RENGEL
Por Ernesto Calabuig.
Alambicado, complejo… sólo dos adjetivos que vienen, para empezar, a la cabeza, al recordar, días después de la lectura, la gran elaboración literaria que hay en el conjunto de relatos «De mecánica y alquimia», última obra de J. J. Muñoz-Rengel. Toda alquimia requiere (exige) su buen reposo, por eso yo he dejado pasar los días para ver qué dibujo final, qué impronta, dejaba en mí el preparado de este texto, la variedad y riqueza de sus muchos elementos. No quería precipitarme, por mucho que la química trate con precipitados. Diré, de inicio, que bastaba ya con echar un vistazo al anterior libro de este autor, «88 Mill Lane», para intuir algunas de sus mejores armas: la sólida creación de atmósferas, micromundos puestos en pie con la paciencia del buen artesano, en los que rige una extraña arquitectura -una lógica inquietante de figuraciones y raros vericuetos- que el lector asume y acepta, tal vez por curioso, por haber querido asomarse y franquear la puerta de cada cuento hasta enredarse ya sin remedio en la tela de araña… de Muñoz-Rengel. Sí, tal vez sea por eso por lo que el lector (yo mismo, cualquiera que se interne entre estos once relatos) se sienta tan identificado con el heroico capitán de una de las piezas, «Brigada Diógenes», perdido y seducido por una amenaza que le supera, una maraña que, al tiempo, no deja de emitir extraños símbolos y mensajes cifrados que terminan siendo bellos. No es extraño, pues, salir herido de este texto, terminar, como el propio capitán, «sobrepasado por tanta expresividad». Un relato,que, por cierto, parece diseñado contra tanto maniqueo que decide por dónde pasan con exactitud los ejes del bien y del mal. Pues M. Rengel habla, de fondo, de la obsesión de los Estados por el orden y la seguridad, de las peligrosas teorías de la sospecha, que acaban devorando a sus propios hijos. Como le sucede al capitán tras su escafandra, Rengel nos enfrenta a microcosmos en los que se entra para salir por igual trastornado y recompensado. Basta, si no, internarse en la densa atmósfera londinense del poético, sobrio y eficaz «El sueño del monstruo», en su mundo híbrido humano-maquinal (como un agujero en el tiempo o convivencia del S. XIX con un futuro o quimera de ciencia-ficción), el sonido permanente de la imprenta de la Print Corporation en la casa del protagonista, refinada e implacable tortura para ese autor dolorosamente inédito. Autómatas, sueños visionarios de los ingenios que vendrán, llovizna, librería, humilde mesón de comidas, silueta de la catedral de Saint Paul, ciclos de situaciones que al protagonista le parecen ya vividas, la soledad, la mala fortuna editorial, la incompresión de quien se adelanta a su tiempo, la sensación de ser aún más irreal que los autómatas que lo rodean. La incertidumbre acerca del estatuto real de uno mismo (la duda razonable sobre la verdad de la existencia propia) se aprecia también en la figura del farero del fantasmal «El faro de las islas de Os Baixos». Su condena al ostracismo recuerda también la de «El sueño del monstruo». Visiones y visionarios medievales capaces de anticipar bombardeos, atentados modernos o vertidos tóxicos; paisajes helados, o bien tan ardientes como el infernal laboratorio del monasterio de Berre o «La maldición de los Zweiss», logrado relato acerca de la ambición y la crueldad extremas. La misma crueldad que se ejerce contra los replicantes o dobles de barro en ese gran y lírico cuento de ciencia- ficción que es «Te inventé y me mataste», paisaje Blade Runner en cuya lógica perversa cabe que un inspector de policía te tranquilice diciendo: «Su homicidio es perfectamente regular, no se preocupe». Hay decenas de constantes que el autor ha sabido repartir por el libro animando y dando vida a las extrañas criaturas que lo pueblan: pesquisas policiales (en la Taifa de Toledo o en un mundo de gólems de barro); trenes, construcciones de espejos, mecanismos de precisión, picaduras de arañas de plata, árboles metálicos, los peligros del conocimiento y los castigos por saber demasiado, dibujos esquemáticos de un extraño pájaro, metamorfosis y cambios de tamaño, búsquedas de imposibles, deseos de una existencia mejor, vertederos de chatarra, piezas musicales, inquietantes finales que nos ponen tan cara a cara con el misterio como sucede en «Pasajero 1/1». No hablemos del trillado «juego de espejos» para referirnos al efecto del conjunto de este libro, hablemos mejor de un sistema de resonancia, de una «mecánica» de asuntos y verdades compartidos. Porque estos son relatos que no se dicen -ni quieren decirse- de una vez, relatos que reparten y alargan la sombra de su significado a traves de sutiles galerías, reapareciendo, transitando, apoyándose los unos en los otros. Pues el autor, de formación filosófica, sabe bien que no es Sócrates quien dice la verdad en los Diálogos de Platón. Sabe que la verdad, si es que la hay, sólo puede darse en el espacio, en el «a través» que, entre todos los personajes, con sus palabras y actos, crean y construyen.
LA TORMENTA EN UN VASO, 30/07/2010
Por Ignacio Sanz.
Juan Jacinto Muñoz-Rengel es uno de los cuentistas más acreditados del panorama. Sus cuentos son piezas de una relojería que tiende a la perfección. Domina las atmósferas en la misma medida que nos sorprende con finales inesperados y desconcertantes. Pero uno colige también que no será un autor que despierta el interés de las masas. Esos ambientes cerrados, asfixiantes, a ratos repulsivos no son un plato apetitoso para los devoradores de chocolatina.
A Muñoz-Rengel le atrae el siglo XIX, ese siglo de los inventos inquietantes y los afanes que desembocarían en tantas invenciones novedosas. Pero me temo que también le atrae el XVIII con la misma pasión por su componente ilustrado. Y los ambientes medievales. Me temo que su mundo no es de este mundo rabiosamente ultramoderno de los internetes, sino que está varado en el universo de los mecanismos, las poleas, los engranajes, las alquimias, los autómatas, los golems. Como si fuera el maestro mayor de una logia masónica empeñado en descubrir la piedra filosofal. Hay una persistencia en Muñoz-Rengel casi patológica en ese mundo que recuerda, al menos a mí me ha recordado, al Borges más ilustrado y complejo. Pero no solo por la temática, también por la factura formal de sus cuentos. Sí, a Borges, por un lado, pero también a Irene Gracias y a Pablo de Santis, autores de novelas misteriosas de personajes atormentados que viven ajenos a las pasiones comunes en las que se engolfa la masa.
Ese aprecio por lo exótico ya se aprecia en los títulos de algunos de sus cuentos: “El libro e los instrumentos incendiarios”, “El relojero de Praga”, “Lapis philosophorum”, “El sueño del monstruo”. Tiene, además, un regusto por lo metaliterio, de hecho en alguno de los cuentos aparecen referencias explícitas a autores a los que posiblemente admira, como Calvino.
A veces incurre en anacronías manifiestas posiblemente como una manera de establecer pequeños guiños con el lector de nuestros días y para sofocar, de paso, el peso de su erudición.
Los once cuentos del libro van rematados con un escolio final que no deja de ser otra vuelta de tuerca en la que pone de manifiesto su interés por la vanguardia. No se trata de una joven promesa sino de un autor fértil y consolidado que seguro que lleva mucho meditando sobre el cuento. Solo así se pueden dar unos frutos tan decantados.
CULTURAMAS, 25/05/2010
Por Miguel Ángel Mala.
Se podría escribir una tesis doctoral sobre el libro de J. J. Muñoz-Rengel. Yo sólo escribiré un artículo.
Lo primero que haré notar es la naturaleza ambigua del libro, que nada con astucia entre las aguas –aunque emparentadas, tan distintas- de la fantasía y de la ciencia ficción. El problema de género en este caso no es baladí, pues el mismo autor nos deja clara esta escisión a partir del título, De mecánica y alquimia, en el que ya existe una división esencial entre la mecánica, que alude a las leyes físicas y científicas de lo posible o lo probable o lo imaginable a partir de lo real; y la alquimia, que es considerada como más cercana a la magia, a los misterios de la cábala o a procedimientos milagrosos que a la ciencia misma.
Así, cuentos como “El libro de los instrumentos incendiarios” o “El relojero de Praga” son mecánicos, mientras que otros como “Lapis Philosophorum” o “La maldición de los Zweiss” son alquímicos. Sin embargo, el lector avisado comprenderá enseguida, en cuanto se interne en este libro profundo y embriagador como una sima, que los límites entre esos dos mundos van a ir derritiéndose, y que lo que hoy es sueño, pesadilla, ilusión o herejía, mañana se transformará en realidad, y que no sólo lo posible o lo probable se materializará, sino que lo imposible y lo improbable también tendrán su espacio propio. Por si fuera poco, ambas caras se mezclarán con una armonía casi aberrante, dando lugar a un panorama que, sin duda, sobrepasará cualquier expectativa.
Y es que Muñoz-Rengel sufre esa misma fascinación por el trampantojo, por los juegos de prismas y perspectivas que caracterizaba a nuestros más ilustres artistas del siglo de Oro. Sus personajes parecen extraídos de un transparente similar al de la catedral de Toledo, sólo que en lugar de ángeles y apóstoles son seres venidos de otra dimensión, hombres convertidos en esponjas gigantes, golems animados por el arte de la cábala, autómatas dorados que viajan en un tren solitario en una era postapocalíptica.
La voluntad del autor por unir cada uno de los cuentos en un todo orgánico da lugar a un Frankenstein literario. A pesar de que cada uno de estos cuentos puede funcionar –y funciona- por sí mismo, en el momento en que son ensamblados adquieren una identidad distinta, piezas de un robot Transformer que de pronto alzara su rostro entre la chatarra de un vehículo corriente. Entonces nos damos cuenta de hasta qué punto ha sido ambicioso el autor, sentimos que los límites de las obras se desdibujan, meras escamas de un pez prodigioso del que sólo alcanzamos a ver una pequeña parte hasta el final mismo.
Por otro lado, la variedad de tonos es pasmosa. Desde “El libro de los instrumentos incendiarios”, que incurre en el género policial hasta “Pasajero 1/1″, de tintes apocalípticos teñidos de una mística cercana a la poesía, se pasa por lo fantástico macabro de “La maldición de los Zweiss”, el género de fantasmas en “El faro de Os Baixos”, la invención filosófica de “Res cogitans” o el futurismo lírico de “Brigada Diógenes”. Vamos avanzando en el tiempo como si viajásemos en una enloquecida máquina de Wells, desde la Edad Media hasta un futuro imaginado a partir de lo que va sucediendo en cada uno de los cuentos anteriores. Pero también recorremos países diferentes. La corte árabe de Toledo, la Praga prerrenacentista, la Provenza francesa, los valles tenebrosos de Baviera, las costas cristalinas del sur de Grecia y por fin, la Inglaterra victoriana.
Porque uno de los gérmenes que contaminan las páginas de este libro proviene de los autores victorianos. Nombrados o sugeridos por el propio protagonista en “El sueño del monstruo”, surgen ante nuestros ojos el Frankenstein de Mary Shelley y las invenciones imposibles de H.G. Wells. Pero también están Poe, y Julio Verne, y puede que incluso Hoffman o Lovecraft. Sin embargo, me gustaría aludir a dos influencias –no sé si conscientes o no– que quizás no salten tanto a la vista. Se trata del modernismo hispanoamericano y de la ciencia ficción estadounidense, en concreto Ray Bradbury e Isaac Asimov.
El lector advertirá rápidamente que el estilo de J. J. Muñoz-Rengel en este libro va evolucionando desde un lenguaje rico en ornamentos, que se deleita –sin perder fuerza narrativa– en la sonoridad de los nombres extranjeros, en el exotismo de los paisajes, culturas e invenciones descritas, hacia otro estilo más sucinto, alejado de las referencias culturales o históricas, que corre como un volcán hacia el centro mismo de la Tierra. Y es en este primer estilo donde encuentro –donde puedo oler– la estela de autores como el Lugones de Las fuerzas extrañas, el Borges de El Aleph e incluso el Rubén Darío de los Cuentos fantásticos. Son éstas manifestaciones más o menos tardías del modernismo literario, proclive al lenguaje alambicado y los escenarios exóticos, con ese gusto irrepetible hacia la sabiduría y la sensualidad orientales. Y aunque sólo el primero de los cuentos cuadre en este ámbito, hay algo de ello, mezclado con esa tiniebla victoriana y con cierto racionalismo, en muchos de los cuentos restantes.
En cuanto a Bradbury, las últimas piezas –en especial “Brigada Diógenes” y “Pasajero 1/1″– podrían incardinarse en esa narración futurista, más poética que científica, de las Crónicas marcianas, ciertos cuentos de Las doradas manzanas del sol o Farenheit 451. Las elucubraciones filosóficas de Asimov aparecerían en “Res cogitans” únicamente, aunque existe profundidad de pensamiento en toda la obra de Muñoz-Rengel. Por mencionar un solo ejemplo, ese chispazo de taxidermia emocional de “Te inventé y me mataste”, en el que se ahonda en las contradicciones de todos los que aman apasionadamente, que en muchas ocasiones terminan por odiar con la misma intensidad a quien antes habían adorado.
Me gustaría incidir en la sobrenatural capacidad de este autor para dar vida a personajes literarios. Lo hace desde múltiples puntos de vista, tratándolos ora con ternura, ora con una inusitada crueldad, pero siempre desde un respeto que los anima, forjando seres de carne y hueso que llegan a emocionarnos con su forma de sentir o pensar o simplemente vivir. El gordo y perspicaz al-Mustansir, el relojero Hans de Ruze y su patoso neófito, el simple Jean Sansnom y el fraile alquimista Alexandre de Arnim, los terribles y trágicos Zweiss, el farero Lourenzo Mariño o el capitán de la brigada de basureros Diógenes son caracteres únicos, alejados de cualquier patrón preestablecido y por ello seres entrañables, admirables, dignos de lástima o perdón, pero siempre tan humanos como cualquiera de nosotros.
Si el que lee estas líneas está familiarizado con las obras alquímicas, sabrá que son libros repetitivos y oscuros, en los cuales el iniciado se sumerge sin saber bien qué va a encontrar. Conforme avanza en su lectura, en muchas ocasiones tiene la sensación de no estar entendiendo nada, y es común –según dicen– que se tenga que reiterar la lectura una y otra vez, sin descanso, realizando los experimentos exigidos, hasta que se comprende el sentido. Es un camino desde la oscuridad hacia a la luz en el que, paradójicamente, el texto va desde lo comprensible a lo aparentemente absurdo. Lo mismo sucede, salvando las distancias, con De mecánica y alquimia. Los cuentos, que van desde el clasicismo más tradicional a una modernidad que roza lo vanguardista, emprenden un camino de no retorno en el que nos embarcamos al leerlo. Quien se adentre en ellos irá caminando de la mano de la mente ideadora de Muñoz-Rengel, desde una perplejidad atónita, hacia una luz final, que no deberá buscar entre sus páginas sino en su propio interior. Porque es éste un libro que merece –y creo que exige– no una lectura, sino varias, para llegar a comprenderlo por completo, para llegar a entender que la verdadera alquimia es la de la imaginación y que toda imaginación es, en sí misma, una partícula de realidad.
Literatura Prospectiva, 25/05/2010
Por J. Fidel Insúa.
Juan Jacinto Muñoz-Rengel me lo ha puesto muy difícil al escribir la antología De mecánica y alquimia. Ya que no sé cómo hacer justicia a esta obra con esta reseña. Podría abordarla desde el punto de vista del uso de las herramientas del género. Pero ¿qué género? En sus cuentos se funden el fantástico, la ciencia ficción clásica, el terror, la literatura prospectiva, el realismo sucio, la novela histórica e, incluso, juega con la metaliteratura. Se podría decir que traspasa los géneros. No los mezcla sino que los moldea y los usa a su antojo. Se mueve más allá de corsés, está fuera de ellos y en todos ellos a la vez. Los trasciende.
Ya que no puedo analizar la obra por temática de género, vamos a tirar de influencias literarias. Pero cuando uno empieza a escarbar en los cuentos de Rengel se encuentra con la ruptura de la realidad y el uso de la tensión entre lo irreal y lo real al más puro estilo de Borges; el gusto por el control del tempo narrativo y el uso del preciosismo fantástico de Cortazar; la versatilidad y estilismo de José María Merino; el juego metaliterario con el lector de Vila-Matas; la capacidad transmitir el asombro por lo maravilloso de Verne;… Habría que sumar a la lista otros autores de la talla de Umberto Eco, Zoran Zivkovic, Cristina Fernández Cubas, Fredric Brown, Lovecraft, Mary Shelley, Oscar Wilde,… La lista sería interminable. En el fondo su fuente e influencia es la literatura con mayúsculas.
Busquemos otra opción, hablemos del marco histórico… Tampoco sirve porque con sus relatos viajaremos desde el Toledo musulmán del siglo XI a la ciudad de Praga del siglo XV, pasando por el Londres victoriano hasta llegar a un futuro no muy lejano. En todos estos escenarios Rengel consigue, con unas breves pinceladas, un retrato milimétrico de la ambientación histórica y geográfica, ofreciendo una lección de síntesis. Cómo el mismo estilo narrativo trasmite el sabor de cada época.
Vale, pues vayamos a lo fácil, vamos cuento por cuento y hagamos un pequeño resumen de qué va cada uno. Lo aderezamos con unos pequeños apuntes biográficos y ya está hecha la reseña. Pero carece de sentido y flaco favor haría al futuro lector. Esta antología, si bien pueden leerse sus cuentos de manera azarosa y apreciar cada uno como elemento aislado, cobra una mayor dimensión si los leemos en orden. Además de mantener un orden cronológico (lo cual es casi lo de menos), cada cuento -tanto su trama, la relación de sus personajes, el estilo,…- te van preparando para el siguiente, como un trasunto de Las mil y una noches cuyo disfrute va in crescendo en un suerte de ficción acumulativa que nos sumerge en la trama real de la antología, en el hilo conductor de toda la obra: la dialéctica entre la mecánica y la alquimia dentro del ser humano. Es decir, los límites de la razón y la fe, la humanidad de las máquinas y la irracionalidad programada de los seres humanos. En definitiva, de lo fantástico y de lo real que hay en cada vivencia y en cada ser.
Así que llegados a este punto arrojo la toalla, me rindo y abandono. Me niego a escribir una reseña de esta obra. Sólo haré una recomendación: olviden todo lo que he dicho, cojan De mecánica y alquimia y disfruten de su lectura. Sin prisa, saboreando cada relato, permitiendo que el autor juegue con vosotros, dejándose arrastrar por su fluidez narrativa. Degusten la cuidada prosa de Juan Jacinto Muñoz-Rengel. No se arrepentirán.
Revista Ojosdepapel.com, marzo 2010
Por José Cruz Cabrerizo.
Los futuristas de Marinetti, aquellos que al grito de “Vengan los incendiarios con sus dedos de petróleo” clamaban que había que quemar las bibliotecas, no habrían tenido nada que hacer como bomberos de Fahrenheit 451 en mi barrio. Porque en el barrio ultraperiférico donde pasé mi infancia y mi juventud no había biblioteca. Y en el colegio del barrio ultraperiférico donde acudía, solo contábamos con una biblioteca que ocupaba un desvencijado armario de unas proporciones menores que las de un portero de discoteca, y que siempre permaneció cerrado, como el cerebro de alguno de estos. Por más que gritáramos “¡Ábrete sésamo!” de sus estanterías jamás se descolocó ningún volumen. De modo que nunca pude experimentar la orgásmica sensación que a poco que le pregunten, cualquier escritor/a siempre declara haber sentido en su infancia leyendo tal o cual clásico. Es así que Kafka me metamorfoseó siendo ya un adolescente maduro, a Joseph Conrad me lo metí entre pecho y espalda a raíz de una operación que sufrí en mi edad adulta, y Tolstoi me deslumbró hace apenas unos meses.
Quiero decir que a mí esto de la lectura me pilló demasiado mayor, con la imaginación caducada, con la paciencia arrugada como una pasa, con la capacidad de asombro abotargada.
Volviendo a lo de antes, lo que ya no sé es si los futuristas querían pulirse todos los libros, o si elaboraron una particular lista de “index librorum prohibitum”. En ese caso deberían haber registrado este De mecánica y alquimia de Juan Jacinto Muñoz-Rengel, que contiene dentro de sí suficiente material inflamable. Baste citar como ejemplo un relato que recibe el nombre de “El libro de los instrumentos incendiarios”. Creo que leyendo esta obra me han quemado las llamas neolíticas, me ha llegado ese placer primigenio que se origina en la noche de los tiempos de la primera lectura infantil/juvenil (la que nunca tuve). Creo además que esta colección de relatos De mecánica y alquimia maniobra sabiamente sobre los resortes del mecanismo del relato atemporal con unas dosis de inventiva en las tramas impensable hasta ahora (o al menos hasta donde yo he leído). Eso no admite más explicación, tendrá que leer el libro. Pero lo que sí se decirle es que agarra unos temas archisabidos y manidos hasta el hartazgo (el tiempo, su imposible dominio, el afán humano por gobernar al semejante y a la naturaleza, el tiempo futurible…), les arma un esqueleto clásico en la forma, y saca un producto totalmente distinto a partir de un soplo de aire sin viciar, de una descarada modernidad, y de una fresca humanización de los personajes. En el relato ya citado, en el Toledo medieval de “El libro de los instrumentos incendiarios”, Alí al Mustansir es “jefe de policía”, no su homónimo de aquel tiempo, término que el autor seguro podría haber encontrado y usado sin dificultad a poco que investigara la etimología de la palabra. Si la ambientación del relato es tan completa y cuidada a qué viene un guiño como ese. Pues no se adivina, pero le da un toque pinchoso, provocador, ligero, al relato. Y luego además esa especie de sargento Colombo se pone bien cachondo mirando a Raqiyya, extrañamente moderna para aquel tiempo, liberada hija del desaparecido escriba del rey que además le va a acompañar en su investigación del misterioso suceso. Y en un momento dado parece que estamos viendo en acción a Julia Roberts y Nick Nolte en “Me gustan los líos”. Pero a uno tanto se le da lo que parezca. Se encuentra a gusto metido en ese torbellino queriendo que por nada del mundo le interrumpan la lectura con el “papá quiero cenar” o que el teléfono suene con un comercial de telefonía del otro lado; está en ascuas.
En mi cortedad analítica, diré que me parece a mí que Muñoz-Rengel le ha echado al asunto una cara dura necesaria, y se ha cargado a base de muchos teclazos de ordenador uno, el tocomocho que nos quieren endilgar como relato moderno modernísimo: atmósfera gaseosa hasta la asfixia, temática etérea-inasible-irreconocible, quincallería de palabras bien colocadas, y un globo que se deshincha. Ni siquiera el más “brumoso” de todos (“El faro de las islas de Os Baixos”) adolece de esos defectos, sino que más bien es un relato donde se produce un “cortocircuito cuántico”.
Eso lo primero, porque sus textos desde luego tienen los pies en el suelo, son historias nutricias, que colman las esperanzas que el lector deposita en ellas. Un principio, una expectativa que se abre, un desenlace y un final. Punto. “El relojero de Praga”, sin ir más lejos.
Dos, se cepilla algunos pilares maestros del corpus teórico que siempre se ponen en la cocina del narrador breve: pecado abrir temas colaterales, pecado mortal amalgamar en el relato sustancias narrativas diferentes. Y va él y nos sumerge en un relato (que si fuera un software sería un programa ejecutando indefinidamente una subrutina), en el que se mezclan Frankestein con los Gólems, metaliteratura con cómplice desesperanza de escritor, una narración con un coeficiente de escorrentía difícil de determinar; el lector no sabe si debe seguir pensando en lo que acaba de leer o si empezar a reflexionar sobre lo que está leyendo, pero eso sí, en ningún momento se siente perdido, simplemente se deja arrastrar por la corriente, porqué estoy leyendo otra vez lo del bacalao con patatas… “El sueño del monstruo”.
Dos bis, regla que dice “Todo debe quedar claro desde el principio”. “Te inventé y me mataste” manda esa convención a tomar por saco. Para mi gusto el mejor de los once. Una fantasía descabellada (aunque eso no es decir nada, porque toda fantasía lo es), un relato río con unos toques de cordura que lo hacen tan verosímil como el golpe que Alí al-Mustansir y Raquiyya reciben en la cabeza, porque otro de los juegos de este libro es la relación existente entre las diversas piezas que aconsejan una lectura lineal (esto no es ninguna revelación, ya lo dice el propio autor en el proemio al lector).
Aunque “Lapis Philosophorum” tampoco tiene nada que envidiarle al anterior, bocatto di cardinale (o “tetas de monja”, que diría un amigo de mi barrio, aquel donde no teníamos biblioteca ni nunca tropezamos con un latinajo).
El escolio final es otro de los juegos “malvados” de este libro. ¿Qué seria la literatura sin diversión? No intente leerlo así, a pelo, o este escolio le producirá escoliosis por aquello de buscar posturas de fakir para poder decodificarlo. Solo hay dos sitios posibles donde el texto cobre todo su sentido: en Corporación Dermoestética, o en su propia casa, porque necesitará un espejo.
El tal escolio debería referir alguna advertencia sobre cómo aplacar la envidia. El balance se inclina tanto del lado de los relatos imprescindibles (solo “Res cogitans”, “Brigada Diógenes”, y “Pasajero 1/1” me han dejado un poco más indiferente por cuanto no sé ver en ellos más que una función de soporte estructural) que eso es lo que le queda al lector al final de la lectura: la envidia insana. La que provoca gente con una imaginación como la que el autor tiene a bien lucir. ¡Vengan los incendiarios con sus dedos de petróleo!
Literaturas.com (II), marzo-abril 2010
DE MECÁNICA Y ALQUIMIA: ABRACADABRA
Por Javier Vázquez Losada.
Juan Jacinto Muñoz-Rengel (1974) publica su segundo libro de relatos, tras el prometedor 88 Mill Lane, libro de atmósferas e historias londinenses que, de algún modo preludiaba un libro, como el que nos ocupa, con la fantasía y la evocación de otros tiempos, otros lugares y otros espacios, presentes (paralelos), pasados y futuros.
Porque esa evocación conseguida en este libro es quizás su rasgo más distintivo, el autor consigue recrear con destreza, habilidad y buen hacer los lugares más mágicos que podamos soñar, agitando una suerte de varita mágica con las palabras que, irremediable y felizmente nos trasporta a situaciones vedadas en nuestro devenir cotidiano.
Así por un lado, el escenario, por el otro las piezas, los personajes y las situaciones que caminan por aquél, siempre dando un nuevo giro a la tuerca, caminando de la mano de la paradoja, de la sorpresa que todo buen lector ansía, de la emoción de ir completando un artefacto, un reloj de precisión que va tomando forma a cada cuento, a cada historia. Personajes que se entrecruzan en el laberinto de las narraciones para darle un nuevo sentido al totum.
Es difícil destacar algún relato por encima de los demás. Todos son necesarios a su manera, como lo son las piezas de un puzzle. Muy diferentes (prueba de la seguridad del autor, de la confianza en sus propias fuerzas) y la vez conectados necesariamente. A este lector le llegan muy dentro “El pescador de esponjas” y “Te inventé y me mataste” pero también cae rendido ante ese artefacto de precisión (nunca mejor dicho) que es “El relojero de Praga” o la bendita locura que es “Res cogitans”.
Este libro nada de algún modo contracorriente, y en eso reside una de sus principales virtudes y lo convierte en necesario. Un libro nuevo, original, cargado de astucia y de astucias narrativas. Un libro que contiene otros libros en él, un libro como un Lego mecánico, un libro que tiene dentro de él a Borges, a Bioy Casares, a Lovecraft, a Bradbury, a Merino, a Calvino y a Washington Irving tiene por fuerza que ser un buen libro.
Y más magia. No olviden leer la coda, el escolio final, frente a un espejo. Se despejarán algunas claves de este mágico artefacto.
Literaturas.com (I), marzo-abril 2010
Por Carmen Fernández Etreros.
Once relatos complejos y dispares componen De mecánica y alquimia de Juan Jacinto Muñoz-Rengel editado por la Editorial Salto de Página. Un autor que ya sorprendió con 88 Mill Lane, y que en este libro vuelve a lograr esa simbiosis entre fondo y forma gracias a una prosa precisa y cuidada. Los relatos se presentan en orden cronológico partiendo de la época medieval con una investigación de un enigma en el Toledo musulmán y la leyenda de la construcción del reloj de Praga, y siguen viajando en el tiempo y en la historia en relatos como el de las visiones apocalípticas de un ayudante de alquimista epiléptico o las ficciones mentales de un aspirante a escritor fracasado en el Londres victoriano. El autor compone los relatos a base de ficción e historia y con cierta dosis de misterio y suspense. Y para ello se vale de elementos alegóricos conocidos por los lectores como la mecánica de los autómatas y pájaros mecánicos, el barro de los golems del futuro o la química del poder infinito del azufre. Increíble por su originalidad el relato «Lapis philosophorum» que nos muestra la terrible historia de un desconocido descendiente de Nostradamus, que desde su simple y tranquila vida de ayudante del alquimista Alexandre de Arnim en la Provenza monacal del siglo XVI, se revela finalmente como un visionario de lo que nos depara el futuro: la Segunda Guerra Mundial y del fin del mundo. Juan Jacinto Muñoz-Rengel se confirma de nuevo como uno de los mejores creadores de relato en España, y demuestra en su habilidad de relojero que la historia se puede mezclar de manera alquímica con la ciencia ficción creando reacciones inesperadas.
Gomes & Companía, 01/02/2010
EL CHAMÁN
Por Antonio Parra Sanz.
Armar un artefacto de precisión no es nada sencillo, hay que tener una paciencia infinita y unos dedos expertísimos y hábiles para que la maquinaria encaje y no se descuajaringue al primer embate. Juan Jacinto Muñoz-Rengel puede presumir de tener unas manos sabias para la orfebrería del cuento, y no sólo por los premios que eso le ha acarreado, sino por la calidad que muestra en cada una de las once miniaturas que presenta en este volumen. En ellas hay mecánica, por supuesto, la que sólo proporciona la buena técnica, pero también hay kilos y kilos de alquimia, la magia siempre necesaria para convertir en oro lo que en otras manos habría sido sólo un pedrusco argumental.
El Toledo musulmán con un investigador muy particular, la creación del reloj de Praga, la herencia maldita de Nostradamus, un par de historias teñidas del misterio gallego de las meigas, una brigada de Diógenes en la que está muy presente el Bradbury de los bomberos quemadores de libros. Estos son algunos de los argumentos que un lector atento puede paladear en este libro, pequeños homenajes a otras literaturas, tamizados por la voluntad del autor, quien llega a fabricar un ambiente a veces gótico, aunque salpicado con un peculiar sentido del humor, negro casi siempre, y un hálito enigmático necesario para la tensión literaria.
Todo ello sin olvidar los gólems y los misterios de la creación, así como otro tema vital en una narrativa que bien podría asemejarse a la de Borges o Cortázar: el doble. Juan Jacinto Muñoz-Rengel lleva dentro las claves de la transmutación literaria, y eso le convierte en un chamán del relato, sólo así puede explicarse el último texto del libro y la suavidad con la que se entremezclan en sus páginas la ciencia y la escritura, los dos alientos que desde siempre han dado vida al ser humano.
HERALDO DE ARAGÓN, De reojo, 22/01/2010
EL CUENTO, A LA CONQUISTA DEL GRAN PÚBLICO
Por Sergio del Molino.
La literatura popular y de masas la inventaron los franceses, la refinaron los ingleses y la hizo pasar por culta un italiano, viejo profesor de semiología, de nombre Umberto Eco. Todas las editoriales europeas deberían tener en sus sedes un busto del autor de El nombre de la rosa, pues se inventó el best seller moderno del viejo continente, cambiando sutilmente el modelo de negocio librero: la inmediatez y la seducción de la intriga más al uso y convencional recubierta por un esmalte cultista que provoca en el lector la ilusión de estar iniciándose en los arcanos de la antiquísima y profunda cultura europea. En realidad, Eco le copió la idea a García Márquez, solo que lo hizo con más eficacia y sin tantos remilgamientos, con la mirada puesta en el kiosco y no en la librería o en el Premio Nobel. En otras palabras: Umberto Eco cogió los tópicos de un género popular y los vendió como si fueran Borges, haciendo pasar por sofisticación literaria lo que no era más que un divertido -y muy bien pensado- crucigrama de domingo. De hecho, el propio Borges aparece caricaturizado en el libro, para que no haya dudas de las fuentes de las que se bebe.
No me entiendan mal: no censuro estos best seller desde la pedantería ni desde un moralismo que mea fuera de tiesto. Me parecen geniales y precisos artefactos libreros que saben llegar muy bien donde quieren llegar -otra cosa es que no todos los lectores se sientan dispuestos a dejarse penetrar por ellos-. Para los comerciantes del sector, una bomba que se vende sola y que suele encontrar padrinos en el cine con relativa rapidez, y para los lectores de todo tipo y condición, una lectura grata y blanca que no ofende ni insulta la inteligencia de nadie y que, a ratos, oxigena y revitaliza la mirada. Lo único que apunto es que, hablando en términos literarios, son productos hasta cierto punto engañosos, pues no son lo que dicen ser: buscan una digestión fácil, todo lo contrario de los modelos que reclaman para sí. Son la versión realista y Reader’s Digest de Borges y de Kafka, para que nos entendamos. En España, este tipo de literatura ha tenido muy buenos y rentables cultivadores, con resultados y estilos bastante dispares. Como grandes nombres se me ocurren Manuel Vázquez Montalbán, Arturo Pérez-Reverte y, más tirando a la actualidad, Carlos Ruiz Zafón.
Yo creía que este modelo de literatura para el gran público estaba necesariamente constreñido al género de la novela. Pero el malagueño Juan Jacinto Muñoz-Rengel me ha enseñado que este canon se puede trasladar magistralmente al cuento o relato breve, que por el momento es un género exquisito y de minorías en la literatura española, aunque iniciativas como el libro -de borgiano título- De mecánica y alquimia (publicado en Salto de Página) pueden sacar del rincón de los pedantes y de los esnobs y llevarlo a la arena de la gran plaza, para que reciba los aplausos del público. A ver si con ejemplos como el de Muñoz-Rengel los editores patrios empiezan a mirar el género chico con otros ojos y no lo arrumban a colecciones segundonas que dan prestigio pero no alimentan (muchas grandes editoriales españolas anuncian expresamente en sus reclamos que no aceptan originales de libros de cuentos, que solo quieren novelas).
De mecánica y alquimia es una colección de relatos bien trabada y muy compacta y coherente, con enlaces y pasadizos que van de unos textos a otros y generan distintos niveles de lectura. Las historias van avanzando cronológicamente -es decir, que las primeras están ambientadas en tiempos más antiguos que las últimas- y juegan y guiñan al lector que se quiere dejar guiñar y jugar, sin descuidar a ese otro lector que no quiere entrar en complicidades y que solo busca saber “qué pasa”. Hay aromas borgianos, en el sentido de que Muñoz-Rengel coquetea con las mismas obsesiones que tenía Borges (el gusto por las historias antiguas, la reinvención de personajes históricos…), hasta el punto de que recuerda terriblemente a ratos La historia universal de la infamia, pero despojada de la pretensión de erudito gamberro del cuentista bonaerense (otras no, otras huele a Ray Bradbury y hasta al Isaac Asimov de Estoy en Puertomarte sin Hilda). Eso es lo que diferencia a Borges de Eco y hasta de Pérez-Reverte (y, obviamente, de Muñoz-Rengel): mientras que para el argentino el juego era un fin en sí mismo, para ellos es solo una herramienta para narrar con más eficacia. Para Borges era un divertimento de salón, un pasatiempo de biblioteca para reírse con los filósofos muertos. Para ellos es un mecanismo (nada alquímico) para construir historias sugerentes y evocadoras que seduzcan al lector medio. Borges era un monje que escribía -como bien le retrató Umberto Eco-. Ellos son escritores profesionales a la conquista profesional y metódica del lector.
Muñoz-Rengel consigue trasladar al relato breve las estrategias del llamado best seller culto. No sé si conseguirá cuajar ese modelo, pero creo que hay una pretensión entre los cuentistas jóvenes españoles de abandonar el cubículo de marfil heredado de nuestros mayores y sacar las historias a pasear ante otros públicos. Yo me incluyo parcialmente en esa movida, por eso me he sentido tan cómodo en las páginas de De mecánica y alquimia. Hay que airear las letras y dejar de sacarnos pelusas del ombligo.
Me gusta especialmente un relato futurista sobre golems en un Londres aparentemente victoriano (muy Tim Burton, si me lo permiten) titulado «El sueño del monstruo», y me sonó entrañablemente sugestivo «El relojero de Praga», una historia iniciática en varios sentidos. Pero en general los textos aguantan muy bien, hay pocos altibajos en el libro y todos los cuentos mantienen una unidad de tono y altura.
Si les gustan las novelas de Eco, los crímenes sofistas de Camilleri y algunas pelis de Tim Burton, prueben con este libro y descubrirán que el relato breve no es tan malo ni tan pedante como se lo han pintado.
Desóxido, 19/01/2010
Por Bernardo Munuera Montero.
De entre mis manos no se escapa.
Ha sido la primera frase que he escrito cuando por fin, ahora, tarde, casi con sueño en estos dedos que asían, he rescatado de entre la pila de libros que hay encima del escáner, el último de Muñoz-Rengel: De mecánica y alquimia (Salto de página, 2009). No lo he escaneado, me lo he leído. No lo he comprado, me lo han regalado.
El libro de Rengel consta de 11 cuentos y un escolio final que no se puede leer si no colocas las páginas al trasluz. En mi caso, he usado un flexo amarillo para descubrir el secreto del escolio que acaba con una frase en séver: «Oñeus se ,otser el». Y has de oñear mucho para descubrir su significado. Y sueñas con la expresión y piensas durante unos segundos si el mar que baña Málaga tiene algo que ver en ella. El resto es sueño, la verdad. No te impliques más ni te canses de significarlo.
No había leído nada de Rengel hasta que me llegó GRATIS (ya lo he dicho, me han regalado el libro) este ejemplar de De mecánica y alquimia. El título parecía una asignatura de 3º de Químicas. Como no había leído nada de él, no podía compararlo con nada de lo que había escrito antes. Sí tenía la referencia de Rengel por RNE puesto que tiene o tenía un programa de literatura en esa emisora. No sigo el programa a pesar de ser un podscatstero excelente. (Por cierto, necesito otra iPod puesto que la que me regalaron hace 5 años ha reventado). Ya está. Bueno, y Rengel es de Málaga y es tres años más joven que yo y le gusta la filosofía y la filosofía elevada al cubo como a un tonto un lápiz y que esto, ahora que lo pienso, se muestra en su obra. Por ahí -no digo dónde que me pegan- han comparado esta obra con el quehacer de Borges. La comparación, desde mi punto de vista, es una pasada de frenada pero ¡coño!, en su derecho están de frenar tarde, ¿verdad? El verbo admirar no es sinónimo de adular, por ahora. Borges fabricaba una literatura excéntrica y Rengel descriptiva, detallista, vocabulariada, intelectual, utópica y fuera del alcance del pueblo llano. Ahí lo llevas. Por esta razón, si perteneces al populacho que sólo sabe leer mierda, no leas De mecánica y alquimia porque no tendrás capacidad para saborearla, porque además, no te vas a enterar de nada, pollo. En Desóxido avisamos, para que no nos tachen de traidores hijos de puta (somos tres).
Rengel me ha llevado a anotar para próximas relecturas algún título de Cunqueiro. No sé el porqué me ha recordado a él. Como no lo sé, no lo explico. No quiero mentir a nadie. Cunqueiro es gallego y el gallego, se nos dice de pequeños y nos lo hacen escribir doscientas veces en papel cuadriculado, es oscuro. Los cuentos de Rengel no son oscuros pero sí vericuetados, a veces semejantes a breñas y, o portas machete o…
Los cuentos de JJ Muñoz-Rengel no pasarán de moda porque fueron vacunados contra la erosión que el tiempo literario provoca. Son cuentos esculpidos en la más sólida piedra literaria. Resultan compactos, densos, íntegros.
De mecánica y alquimia es una obra muy distinta a las que solemos leer (solemos, digo…). Me imaginaba a Rengel como un autor de cuentos de otro tipo al que aquí, en esta obra, se nos muestra. No es un Aldecoa moderno, no, no van por ahí los tiros. Rengel es muy distinto y me he propuesto por ello buscar una segunda referencia para asentarlo en mi memoria lectora. ¿Cuál me recomiendas, Juan Jacinto (Muñoz-Rengel)?
Sin más y esperando su respuesta, reciba un cordial saludo.
Estado Crítico, 18/01/2010
ESA COSA EXTRAÑA, UN LIBRO DE CUENTOS
Por Luis Manuel Ruiz.
Un arraigado malentendido, especialmente común en nuestros días, confunde el relato con la anécdota: impulsados por el ejemplo de cierto ruso y de ciertos norteamericanos, manadas de autores que se definen a sí mismos como cuentistas colman estanterías de libros y revistas con conversaciones de bar, reproches sentimentales, conflictos en el matrimonio y autoayuda. Afortunadamente de cuando en cuando, como volcanes submarinos, suben a la superficie antologías de cuentos de verdad: es decir, de historias, de personajes, de cuidados mecanismos de relojería (el tópico es antiguo, pero servicial) donde ninguna pieza ha sido colocada al buen tuntún. La recopilación de Juan Jacinto Muñoz-Rengel se titula De mecánica y alquimia, y tampoco ese encabezamiento ha sido confiado al azar. Al mencionar la venerable ciencia de la mecánica está aludiendo, directa o indirectamente, a esas virtudes del ingeniero y el artesano que son precisas para enroscar tornillos, fijar duelas y apretar los remaches, partes integrantes de todo reloj, autómata o relato bien construido; la no menos secular disciplina de la alquimia nos retrotrae a pucheros, brujas y ancianos con gorros en forma de cono sobre las blancas melenas: un aviso de que lo que vamos a encontrar tras la primera página tiene menos que ver con al realidad que con sus bordes más oscuros, ambiguos, literarios, fantásticos.
Muñoz-Rengel rescata en su obra el sabor de los antiguos libros de cuentos: de los que se dicen junto a la hoguera, de los que pueblan las bibliotecas que huelen a bosque. En primer lugar, y de modo aparente, se trata de una selección de once narraciones con los denominadores comunes de la imaginación libresca (abundan las referencias a títulos existentes o no, como el impagable Kitab al-Harraqat o Libro de los instrumentos incendiarios), de la imaginería gótica (demonios y maldiciones en ciudades centroeuropeas), del enigma que un detective ha de ayudar a solventar (viva dicho detective en el Toledo del siglo X o el Londres del XIX), de la perplejidad metafísica. Todos esos rasgos, a los que habría que añadir la presencia agradable y continua de autómatas, bibliotecas, alienígenas, gólems, magos y filósofos, apuntan ya en la dirección de cierta tradición en la que Muñoz-Rengel se integra entre los meritorios primeros puestos: la de Lovecraft, la de Borges, la de Perucho y Olgoso, la que hace de la literatura un juego arcano cuyas reglas maestras invitan a la inquietud y la aventura y a una violación continua de las fronteras de nuestro modo de pensar el mundo, así como de la tradición (literaria, filosófica, cultural) que nos ha hecho comprenderlo como tal.
Pero aparte de florilegio de narraciones, la mecánica y la alquimia de Rengel ofrecen un producto de otro orden. Sin abundar en un detalle de arquitectura (o de mecánica, valga el pleonasmo) cuya explicación el propio autor reserva para las páginas finales, digamos que el orden o la disposición interna de cada relato, que pueden leerse aislados y de por sí, no es aleatoria. Así, el escritor malagueño no se ha contentado con redactar cuentos, lo cual está al alcance de cualquier alumno de taller, sino algo mucho más exigente y extraño, un libro de cuentos: un todo orgánico, recorrido por una intención común, que marca una dirección y un camino. Qué camino es ese ha de descubrirlo el lector en cuanto se interne en la obra: un paseo por un museo de maravillas, atrocidades y atisbos que sólo puede despertar su gratitud.
Revista OTROLUNES, 11/01/2009
MUNDOS PRÓXIMOS Y DISTANTES
Por Recaredo Veredas.
Conseguir un libro de relatos cohesionado y unitario, pero no reiterativo, una obra fluida que posea, además, unas dimensiones adecuadas tanto en su totalidad como en cada una de sus piezas no resulta nada fácil. Muñoz-Rengel, además, posee una mirada y una escritura absolutamente propias, alejadas de los cánones actuales, tan próximos, demasiado próximos, a la recreación de clichés estadounidenses. Muñoz-Rengel mira hacia atrás sin olvidar nunca que escribe en 2008, combinando referentes actuales con el más vibrante romanticismo. Nos encontramos, por lo tanto, frente a un libro cuidado, coherente y original y, también frente a un autor valiente, capaz de enfrentarse a la omnipresencia de las derivaciones del realismo sucio, que con su apuesta se está asegurando la permanencia: será leído con igual deleite dentro de veinte o de cien años.
Posee una enorme capacidad para sorprender, para trasladar al lector hasta mundos radicalmente distintos del suyo que, sin embargo, el lector sigue reconociendo como propios. Introduce anacronismos pero lo hace con tanta sutileza y convicción que no chirrían. Se percibe, por ejemplo, en la utilización de géneros modernos, como el policiaco que abre el libro.
Su escritura es de gran calidad, independientemente de la mirada y del género que adopta. El estilo y el lenguaje conjugan perfectamente con los espacios elegidos, suntuosos y añejos. Describe con la habilidad, la precisión y la profundidad psicológica de un pintor flamenco: “El cabello le nacía en ángulo pronunciado cerca del entrecejo, permitiendo una frente de apenas un par de arrugas sobre unas abundantes cejas despeinadas. “ No son todo, ni mucho menos, alardes formales, también aparece la denuncia de vicios humanos que, estando presentes siglos atrás, aún permanecen, como el oscurantismo, la tendencia de los poderes fácticos a desvirtuar o esconder los avances más importantes del ser humano.
Si hubiera que destacar una característica diferenciadora, sería sin duda una imaginación desbordante, que no obstaculiza la verosimilitud. Una imaginación sumamente precisa en sus fabulaciones, capaz de describir mundos muy distintos, desde la Toledo medieval al siglo XIX o entornos apocalípticos, situados en un futuro indeterminado. Para cada uno escoge el registro más adecuado y la distancia, también, más correcta. Tal vez la causa del éxito estribe en la perenne universalidad de los sentimientos más básicos, aquellos que pueden aplicarse a un habitante del Toledo morisco, a un romántico alemán o a un farero gallego. Incluso recrea y homenajea a mitos clásicos, como el golem, emplazándolo en un escenario futurista que no desentona con su desarrollo, y a escritores emblema de la metaliteratura, como Italo Calvino, mediante un relato que podría haber firmado sin desdoro el autor de El Barón Rampante. Algunos cuentos casi perfectos, como “El relojero de Praga”, muestra además de que el título no es arbitrario: hay engendros mecánicos –incluso dibujados- y pruebas alquímicas a lo largo de todo el libro.
De mecánica y alquimia inquieta por su desasosegante mezcla de elementos antiguos y contemporáneos y por su acercamiento continuo a lo inexplorado, a aquello que existe en nuestro margen desde que el hombre es hombre, aquello a lo que pocas veces y poco autores se atreven a mirar.
Revista Agitadoras, Enero 2010
Por Diego Prado.
En la nueva generación de cuentistas españoles actuales (la más brillante y saludable de los últimos 25 años), el malagueño Juan Jacinto Muñoz-Rengel ocupa un lugar destacado, no sólo como autor, sino también como antólogo (aún disponible en librerías el volumen “Perturbaciones”, una de las mejores muestras del cuento fantástico español de nuestros días), o como divulgador de obras ajenas a través de su programa literario en RNE. Rengel se fogueó desde muy joven en las trincheras de los certámenes de relato, habitual escuela de muchos cuentistas, y desde su primer libro recopilatorio “88 Mill Lane”, mostró con orgullo sus influencias y sus notables credenciales para la ficción de tono fantástico, engrosando la nómina de autores actuales que han roto con el sacrosanto cuento realista español (desde los 50 coleando aún en sus estructuras argumentales, como si el postrero Aldecoa no hubiera vislumbrado ya en “Los pájaros de Baden-Baden” su agotamiento).
En España no sólo se ha menospreciado durante décadas el género breve, también fue poco prolífico el cuento fantástico (en todas sus vertientes, desde el terror a la ciencia ficción) hasta bien entrados los 80, cuando algunos de los pioneros (Padrós de Palacios, Víctor Mora) y otros ya aceptados hoy como maestros (Pilar Pedraza, Elia Barceló, Merino, el primer Martínez de Pisón) empezaron a ser tomados en serio y a ser leídos por jóvenes escritores. Rengel, sin duda, fue uno de ellos.
El autor presenta ahora su segundo libro, “De mecánica y alquimia”, defendiendo de nuevo los ingredientes del cuento clásico. Todo en la cuentística de Rengel rezuma el aire de aquellos relatos con los que la mayoría empezamos a leer y a imaginar mundos fantásticos, misteriosos y sorprendentes (al cabo, los universos de ficción que nos han acabado acompañando para siempre). No encontrará aquí el lector historias urbanas con prosa de motorista gangoso ni una nueva entrega de esos soporíferos relatos de denuncia que parecen urdidos por integrantes de alguna sospechosa ONG. En “De mecánica y alquimia” el lector se dará de bruces con el cuento puro, con sus posibles puertas por abrir, con sus finales muchas veces sorpresivos, con los más frecuentados (y sin embargo más queridos) elementos de la ficción: monstruos, autómatas, visionarios apocalípticos, inventos maravillosos, libros secretos, la búsqueda de la piedra filosofal, etc. Todo ello narrado con una prosa generosa, llena de inventiva, rica en matices, capaz de enhebrar atmósferas envolventes e inolvidables. Con una cronología ascendente, que va de la Edad Media a nuestros días, y siempre con esa dualidad tan stevensoniana del bien y el mal pivotando sobre los protagonistas, Rengel nos ofrece un trepidante viaje en el tiempo a través de las historias de engendros mecánicos varios y de prácticas alquímicas con las que desde antaño el ser humano quiso retar los límites de la lógica y desafiar sus propios miedos. Poe, Maupassant, Quiroga, Lovecraft, Borges y muchos otros están presentes en este libro, como no podría ser de otro modo. Hay relatos sobresalientes, como “Lapis philosophorum” donde aparece el hijo bastardo de Nostradamus, o “La maldición de los Zweiss”, de resonancias macabras, aparte de otros cuentos notables. En suma, Rengel consigue el difícil reto de revalidar el logro de sus maestros, y, como ellos hicieran antaño, nos devuelve a aquella isla lejana de la imaginación donde pasamos tantas horas felices.
Llegir en cas d'incendi, 01/01/2010
Por Luis Vea García.
Juan Jacinto Muñoz-Rengel (1974) ha escrito un extraño libro, uno de aquellos libros que por su originalidad no sabe uno dónde colocar. A veces da la impresión de estar leyendo un cuento de Stefan Zweig o quizá algo de Lovecraft, de Poe, Bradbury o de algún otro maestro del misterio, de la fantasía o de la imaginación.
Muñoz-Rengel se mueve con facilidad en mundos legendarios, ya sean pasados o futuros, y nos sitúa tan pronto en la España de las tres culturas -cristiana, musulmana y judía-, o da un salto a la Praga medieval, al Londres victoriano, etc…
En sus historias uno encuentra guiños constantes a otros libros. Y ése es uno de los méritos de estos relatos, que se trata de un libro que abre las puertas a otros, acostumbrados como estamos a ver obras que triunfan y se convierten en best sellers pero que cierran puertas, que no permiten la interrelación con otras obras, que son un callejón sin salida. Muñoz-Rengel bucea entre los clásicos para encontrar historias, para recrear historias o simplemente para citar historias. Crea un cameo constante dentro del libro. Da la impresión de encontrar al bombero Montag en la «Brigada Diógenes». Explota la paradoja. A veces nos introduce en situaciones que desasosiegan. Otras, la fantasía se desborda y parece no tener control.
Al final, y a modo de última prueba, nos encontramos con un texto escrito con caracteres inversos al que todo lector tendrá que descubrir su significado para terminar de situar algunas piezas en este tablero que diseña Muñoz-Rengel.
Destacar algunos de los relatos. En «El libro de los instrumentos incendiarios» nos sumergimos en la Toledo medieval a modo de Holmes, o quizá recordando el oficio detectivesco de El nombre de la rosa, para encontrar un extraño instrumento que se asemeja a un astrolabio. En «El relojero de Praga» descubrimos el extraño mecanismo de un reloj, cuyo misterio no puede desvelarse. En «Lapis philosophorum» vamos detrás de una piedra filosofal que un monje alquimista intenta encontrar en un monasterio francés de la Provenza. En «La maldición de los Zweiss» descubrimos la existencia de una joya que va pasando de mano en mano con siniestro final. Y así uno y otro relato, ordenados con una lógica que permite entrelazarlos. No hace falta decir más. Sólo leer este interesante De mecánica y alquimia de Juan Jacinto Muñoz-Rengel.
Libros y Literatura, 16/12/2009
Francisco Sánchez Cid.
Desde que cayó en mis manos me sentí cómodo entre su encuadernación, su formato y su portada. Y cual no fue mi sorpresa cuando al ir a la contraportada para indagar al respecto, resultó que la imagen que adorna la portada es de una fotografía tomada por el propio autor. Se trata de un detalle del famoso reloj de Praga que, a la postre, sirve como tema central para uno de los relatos que adornan este libro.
Y es que De mecánica y alquimia es un libro de relatos. De once para ser exactos. Y si hablamos de relatos, especialmente en lengua castellana, este autor malagueño aparecerá por arte de magia en la conversación. Se trata de un gran especialista en este tema, que ha sido ampliamente galardonado y que, salvo paso en falso, es una apuesta segura.
Dicho esto y para aquellos no habituados a este tipo de lecturas, daré un aviso a navegantes. Cada capítulo te puede transportar en el tiempo, otras veces en el espacio, y las más de las veces, ambas cosas al mismo tiempo. Y este libro no es una excepción. Aunque tiene cierta peculiaridad que lo distingue de otros libros de relatos: existe un puente entre las historias; una pieza de puzzle que quitas de aquí y encaja perfectamente un poco más allá para conformar un conjunto sólido.
Pero vayamos al contenido. De mecánica y alquimia recorre leyendas e historias más o menos conocidas, infundiéndoles nueva vida. Es el caso de «El Libro de los Instrumentos Incendiarios», donde el autor nos lleva al Toledo musulmán para investigar unas misteriosas desapariciones. O la leyenda del maestro Hanus de Raze, que nos transporta a la concepción y construcción del magnífico reloj de Praga.
De ahí en adelante, las historias se van salpicado de elementos oníricos, que dan al escritor la flexibilidad para construir inquietantes historias como la de «La maldición de los Zweiss», y que a la vez van dotando al libro de un tinte más sombrío.
Me ha gustado como está escrito, y creo que lo recomendaría, pero no a todo el mundo. Y es así porque al igual que los relatos se suceden y evolucionan en fondo y forma, el lector debe hacer lo mismo. Y eso no es fácil. El lector pasará de un tono simpático a uno inquietante; de relatos históricos y legendarios a otros con tonos surrealistas e incluso futuristas; en otros casos, disfrutará con sus tintes hilarantes. Es el precio a pagar por leer un libro así, donde nunca sabes dónde te transportará el siguiente capítulo. En cualquier caso, un bajo precio cuando se trata de un buen libro.
Por cierto, me ha encantado el proemio al lector… […] Haremos como si esta nota nunca hubiese sido escrita ni leída […]
Comentario de Libros 18/11/2009
Por Miguel Ángel Zapata.
La secular marginación del género fantástico en las letras españolas se ha venido operando en el mercado editorial a pesar del empuje y la calidad de autores incontestables como José María Merino, Cristina Fernández Cubas o el primer Juan José Millás, que han centrado buena parte de su obra en dotar a las constantes del género de un perfil autóctono y singular en obras de gran altura creativa. Pero es quizá la aproximación personal que vienen haciendo las últimas generaciones de narradores la que ha revitalizado el cuento fantástico y le ha aportado una modernización conceptual muy saludable. En esta nueva camada de autores cabe incluir a Juan Jacinto Muñoz-Rengel (Málaga, 1974), uno de los mejores especialistas en cuento fantástico escrito en castellano de la actualidad, que acaba de presentar De mecánica y alquimia, su segunda colección de narraciones breves.
Un primer análisis de los modos creativos de Rengel nos hace entroncar su prosa en esa feliz tradición de escritores hispanoamericanos que concebían la Literatura como una conjunción exquisita de fondo y forma, cuidando los aspectos estilísticos mediante una escritura precisa y bella, esa línea que parte de Macedonio Fernández, encuentra continuidad en Felisberto Hernández, Arreola, Borges o Cortázar y nutre hoy a algunos de los nuevos creadores de la perturbación fantástica. Los cuentos de Juan Jacinto están construidos, además, con un estilo orgánico, meticuloso y rico en matices idiomáticos infrecuente, por desgracia, en gran parte de las creaciones literarias españolas de hoy, más preocupadas en el alcance masivo de las obras que por el enriquecimiento de la lengua. Estamos, pues, ante un delicado tejedor de palabras que evita la pirotecnia vana para adecuar el virtuosismo a las historias que cuenta.
Si su primera obra, 88 Mill Lane, asumía de manera consciente el acerbo borgiano (tratamiento de las especulaciones espacio-temporales, la identidad, los mundos que se autocontienen…), en De mecánica y alquimia el abanico de temáticas y enfoques se multiplica para mostrar una panorámica amplia (del género negro al cuento de terror, de la literatura especulativa al fantástico clásico, de la protoficción al posibilismo futurista) que renueva géneros y subgéneros al hibridarlos en una concepción fractal que aporta a su obra una naturaleza mutante donde cada parte modifica el conjunto a través de una sutilísima red de interconexiones temáticas e intelectuales.
En este sentido, la arquitectura de la obra remite, conscientemente, a un orden cronológico que otorgue unidad a sus intenciones narrativas y un alcance conceptual que no es otra cosa que una reinterpretación de la Historia desde el punto de vista de la tradición filosófica y el desarrollo del conocimiento. Así, la alquimia, como protociencia medieval que aúna la química, la mecánica, la brujería o el mito, es aquí el vehículo que permite hilar cada cuento con el resto para conformar un corpus teórico sin salir de los límites fabuladores del género fantástico: la evolución dialéctica de la civilización desde la imagen mitológica o supersticiosa del mundo hasta la progresiva sustitución que en ésta se opera a través de la mecánica y las utopías que procura la ciencia.
El cuento que abre el volumen, «El libro de los instrumentos incendiarios», ambientado en la taifa del Toledo musulmán del siglo XI ilustra esta concepción evolutiva. En una trama policíaca que lleva al jefe de policía de Toledo a investigar la desaparición del escriba del rey y los misteriosos incendios que asolan esporádicamente la ciudad para desentrañar toda una trama conspirativa alrededor de un libro avanzado para su época que permite la destrucción a través del poder lumínico de las lentes, Muñoz-Rengel traza con mano maestra y en un admirable crescendo de tensión esa lucha entre el logos y la creencia supersticiosa, entre lo sobrenatural y la metodología empírica que alumbra los procesos de cambio histórico. Esta misma concepción que pretende desarticular el mito y las tradiciones populares en pos de la verdad de la lógica se hace también palpable en la deliciosa fábula medieval de «El relojero de Praga», donde la construcción del reloj astronómico y la naturaleza misteriosa de su creador son refutadas por el azar de una revelación inopinada y sorprendente.
Lo hermético y lo misterioso (lo alquímico, en definitiva) sirven al autor como vertebraciones de un mundo de secretos que laten bajo la superficie regular de la verdad aceptada. Es aquí donde Muñoz-Rengel se muestra como un sensacional tahúr: en una mano porta la realidad demostrable (empírica) y en otra corrientes subterráneas que no podemos ver pero sí intuir; en un rápido movimiento son ambas intercambiadas y queda trastocado el orden que creíamos establecido: sustituye la realidad palpable por la verdad soñada o fabulada, buscando las fronteras de confusión entre Historia y mitología, como en una pintura de Escher, donde desconocemos si es lo pintado o el observador el que recrea lo imposible. «Lapis philosophorum» es ejemplar al respecto, al mostrarnos a ese inédito descendiente de Nostradamus, que en su simplicidad de ayudante del alquimista Alexandre de Arnim en la Provenza monacal del siglo XVI se revela finalmente como un anticipador involuntario de aterradoras visiones de la Segunda Guerra Mundial y del fin de los días, atestiguando así la tesis de que la búsqueda de claves explicativas del mundo puede llegar a desmontar la concepción de progreso que cada época construye alrededor de su limitadísimo entramado de ideas y técnica. Aquí, la hipótesis de Rengel alcanza valores de desaliento: todo lo que hoy es progreso, mañana será ceniza arcaizante. Los cuentos se disponen, entonces, al igual que la ciencia y el pensamiento, como capas sucesivas y remanentes de una certeza que no será nunca desvelada del todo: el concepto de verdad es un artificio y un proceso que requiere devastaciones de lo existente para volver a levantar sobre la nada nuevos edificios intelectuales que serán más tarde cascotes efímeros.
La precisa fusión de la fabulación pura y la especulación filosófica o metafísica dota a De mecánica y alquimia de una singular naturaleza moralista (que no moralizante) cercana a las compilaciones medievales (pienso en las narraciones de Bocaccio, en el infierno de Dante o las fábulas alquímicas de Nicolás Flamel, George Ripley o el teólogo Johann Valentin Andrae). Su inteligente construcción permite integrar en armonía lo narrado y lo expositivo. Por ello, no chirría en estos cuentos la inclusión de motivos alegóricos de la cultura europea entre lo espiritual (la piedra filosofal, el gólem, el libro como objeto revelador) y el progreso cimentado en el abandono de lo etéreo por el sustituto mecánico (la clepsidra, el reloj astronómico, el autómata), dando a la obra un tono multiforme resuelto con magistral control de los recursos intelectuales, expresivos y temáticos. En este sentido, resulta paradigmática una narración como «La maldición de los Zweiss», cuya alegoría de los principios gestores del mal (entre el innatismo y la influencia morbosa de los agentes externos, sobrenaturales o no) remite a obras como La mandrágora, de Hans Heinz Ewers, o más recientemente Tres bosquejos del mal, de Jorge Volpi, rayando en un sadismo de enorme fuerza expresiva, al modo de un cuadro de El Bosco o Brueghel o una gárgola gótica alzada y expectante. También el bellísimo «El faro de las islas de Os baixos», donde lo espectral y lo real se funden en la figura de ese farero solitario y sus visitantes intempestivos que remiten a las obras de Algernon Blackwood o los cuentos victorianos de fantasmas, ambigüedad estupendamente resuelta mediante la sutileza matizada del tono y los espacios mudos que trazan las elipsis narrativas.
Pero en este crescendo histórico y narrativo son dos los relatos capitales que sirven a modo de bisagra en la obra: «El sueño del monstruo» y «Res cogitans». El primero recurre a la figura romántica del escritor victoriano casi ágrafo, de raíz bartlebyana que, sin embargo, intuye y anticipa como suyas obras de autores venideros (Verne, Wells, Borges) pero no consigue materializar en su propia escritura, aludiendo al carácter inconsciente del artista como crisol de ideas del pasado y anticipador de lo venidero, remitiendo también a esa concepción de la Historia que Rengel traza como un fractal donde el eterno retorno se cumple tanto en lo pretérito como en aquellas realidades que pertenecen a un futuro aún no perfilado. «Res cogitans», por su parte, es todo un tratado o compendio de la dialéctica filosófica que entablan las principales corrientes del pensamiento occidental (el racionalismo cartesiano, el panteísmo de Spinoza o el idealismo de Hegel y Kant) representadas por la caja negra que simboliza el pensamiento puro, el gólem y el autómata. Este proceso donde el logos y lo ancestral entran en colisión nos llevará finalmente a los cuentos que cierran el libro («Brigada Diógenes» y «Pasajero 1/1») que prefiguran anticipaciones de mundos futuros (la asepsia definitiva de los basureros de un planeta donde no cabe la decadencia ni los vestigios de un pasado en ruinas que nadie quiere mantener vivo, o la posibilidad final de la reconstrucción de un mundo devastado que deberá realizarse a través de la inteligencia artificial que sólo el aliento humano creador puede despertar), dentro no ya de refutaciones de lo histórico sino de un posibilismo distópico.
Los personajes de los once cuentos incluidos en De mecánica y alquimia parecen buscar verdades de carácter universal (Dios, la piedra filosofal, la resolución de un misterio especulativo o de las posibilidades de un porvenir que se anticipa incierto…) que justifiquen su vida y aplaquen sus dudas y temores, luchando así lógica y creencia, materia e idea, hombre y máquina… En esta tensión dialéctica que deberá resolverse en la mente y el discernimiento del lector, Muñoz-Rengel nos muestra una obra rotunda, que crece a cada lectura gracias a la belleza incontestable de unas historias desbordantes de imaginación y de hondura intelectual. De mecánica y alquimia es, en definitiva, una joya literaria que pretende por igual mover nuestra materia pensante tanto como los músculos de nuestra cara en una sonrisa de satisfacción por los fabulosos momentos lectores que nos regalará (ayer, hoy, mañana) esta obra imprescindible.
El desván de los libros, 15/11/2009
Por Marta María López.
Imaginad que os encanta el salmón, que es una de esas cosas que nunca os cansáis de comer, y que un día entráis en un restaurante y os ponen delante varios platos para que degustéis el salmón preparado de varias formas diferentes, desde aquella receta antigua de hace varios siglos hasta las más modernas de la nouvelle cuisine. Bueno, pues eso es exactamente lo que me ha ocurrido a mí con este libro. Me gusta leer relatos, eso no es una novedad. Me gusta, además, muy especialmente, el relato fantástico y Muñoz-Rengel hace en este libro un repaso por el género fantástico y también la ciencia-ficción, nos lleva desde la Edad Media hasta un futuro extremadamente tecnológico, desde la alquimia a la mecánica, desde el gólem hasta el autómata a través de un hilo conductor común, que es el hombre como modificador del entorno.
Ya desde el principio se nos recomienda que leamos los relatos en el orden en el que están en el libro y creo que es la mejor opción. Los cuatro primeros («El libro de los instrumentos incendiarios», «El relojero de Praga», «Lapis philosophorum» y «La maldición de los Zweiss») se desarrollan en el medievo y, como el propio autor reconoce en la entrevista que le ha hecho Miguel Ángel Muñoz, no sólo la historia transcurre en esa época sino que el propio lenguaje crea la ilusión de antigüedad, sin ser exactamente castellano medieval. Son relatos oscuros, laberínticos, donde los personajes se enfrentan al temor a lo desconocido y al asombro ante determinado tipo de descubrimientos. El hombre, como manipulador de todo lo que le rodea, es al mismo tiempo un sujeto asombrado ante tales descubrimientos y temeroso de ellos. Este primer grupo de relatos es mi favorito del libro, muy especialmente esa joya titulada «Lapis philosophorum» y sus pasajes alquímicos y visionarios en un monasterio medieval.
Los siguientes relatos («El pescador de esponjas», «El faro de las islas de Os Baixos», «El sueño del monstruo» y «Res cogitans») son más cercanos en el tiempo. Se nota que el lenguaje se va descargando de toda la densidad medieval de los primeros relatos del libro. Quizás el que menos me guste, el que menos haya logrado introducirme dentro de la ficción, sea «El faro de las islas de Baixos», cuya historia no llegó a despertarme el interés por saber qué iba a ocurrir con la protagonista femenina, no así con el farero, un personaje logrado y muy interesante. La maravilla de este grupo es, en mi opinión, «El sueño del monstruo». Leyendo este relato me pasaron cientos de imágenes por la cabeza, desde Sebastien y sus amigos-muñecos (Blade Runner) hasta Poe o Lovecraft, pues eran estas las caras que tenía por momentos ese escritor incomprendido y adelantado a su tiempo que protagoniza esta historia.
El último grupo de relatos («Te inventé y me mataste», «Brigada Diógenes» y «Pasajero 1/1») son futuristas en su mayoría y tratan el tema del hombre como creador de un ser semejante a él y también del hombre como un ser destinado a desaparecer. Historias de gólems y autómatas. Creaciones perfectas o imperfectas, imitaciones de sus creadores que sirven para paliar la soledad de los humanos, para descargar sus frustraciones o para hacerles la vida más fácil. Si en Frankenstein de Mary Shelley no dejaba de preguntarme sobre la responsabilidad del creador y la dimensión de lo creado, aquí me ocurre exactamente lo mismo, no en vano son historias de nuevos Prometeos. Da igual si nos vamos al pasado y hablamos de seres creados a partir del barro por procedimientos mágicos o si vamos al futuro y encontramos mecanismos complejos con forma humanoide, el hombre nunca deja de soñar con la creación de un ser hecho a su imagen y semejanza, mejor en muchos aspectos y con grandes carencias en otros. Y pienso entonces, al leer estos relatos, en ese otro libro de relatos que es La Biblia, en el Antiguo Testamento, en el Génesis, en el Paraíso, en Dios castigando a Adán y Eva por comer del árbol de la ciencia, y me pregunto si no será este el antecedente más remoto (al menos el antecedente escrito más remoto) de los relatos que nos ocupan, si no serán aquellos judíos de milenios atrás quienes hayan inventando la literatura fantástica.
Para terminar, diré que como creo que hay pocas cosas nuevas bajo el sol, no seré yo quien achaque como algo negativo el hecho de que estos relatos beban de fuentes y temáticas de sobra conocidas. Me gusta el homenaje manifiesto que hay a determinadas corrientes del género, a autores y a obras. La mayoría de estos relatos me embelesaron desde la primera palabra y es que el autor sabe construir un relato de esqueleto sólido y logra utilizar un lenguaje preciosista y una gran abundancia de datos históricos o técnicos sin hacer que resulte cargado o excesivo. Sabe hacer, en definitiva, que sus historias nos mantengan sin pestañear.
Revista de Letras, 07/11/2009
Por Esteban Gutiérrez Gómez.
Intro.
Decir que Juan Jacinto Muñoz-Rengel es un especialista en el cuento sería obvio para muchos de los seguidores de RdL, pues conocerán de sobra su trabajo. Decir, además, que domina las técnicas clásicas y que aplica la teoría con rigor científico para lograr su propósito (el propósito de cualquier cuentista: sorprender al lector, conmocionarlo, crearle una realidad paralela de la que le sea difícil salir, alterar su normalidad, cambiar su mundo de tal manera que éste no sea el mismo después de haber leído el cuento), es también una obviedad; añadir, además, que es heredero (Borges, Bioy Casares) y trasmisor (algunos de sus alumnos del taller Fuentetaja y muchos de sus admiradores en todo el mundo) de lo mejor que en cuento fantástico podemos llevarnos a los ojos es asumir una verdad.
Tras este reconocimiento a una sapiencia, comenzaré la reseña de este libro por el final: deben leerlo, es imprescindible tanto si les apasiona el cuento fantástico como si se apegan a la realidad, deben leerlo si les gusta sumergirse en atmósferas inquietantes, si buscan el simple entretenimiento, la evasión de lo cotidiano, si encuentran placer en los juegos narrativos que dan qué pensar. En cualquier caso, deben leerlo, porque les aseguro que este volumen de cuentos no les defraudará.
I.
El proyecto literario que nos ofrece Juan Jacinto Muñoz-Rengel no tiene equivalencia entre lo publicado en los últimos veinticinco años. No encontraran una propuesta tan armada de artificios y juegos, tan profunda, tan ambiciosa, tan inmortal.
Los cuentos fantásticos que conforman De mecánica y alquimia trasportarán al lector a mundos lejanos o inexistentes y les provocarán paradojas que se le van formulando en su mente según avanza la lectura. Y cada una de ellas en su momento. Qué gran conquista ésta, que independientemente del bagaje cultural del lector o de su práctica literaria, cada uno verá formulada su paradoja en el momento preciso. Porque ese es uno de los secretos que esconde este volumen de cuentos: han sido elaborados con infinidad de formulas para lograr llegar a todos.
El dominio de la maquinaria en su construcción, el tono narrativo empleado, los giros en las tramas y lo oculto (pero revelado); los principios y finales óptimos, que tensionan la atención del lector, hacen que el interés prenda en él como un fuego ambicioso que no parará hasta arrasar su mente. No en vano, muchos de estos cuentos han obtenido premios literarios de relevancia.
La atmósfera especial que emana de cada uno de los cuentos de este volumen (la típica atmósfera de cuento), la propuesta de innumerables mecanismos lúdicos al lector, la densidad que desprenden cada uno de ellos (acumulativa, cuanto a cuento, como después explicaré), su contenido abismal en cuanto a pretensión literaria, y, atención, la vinculación de unos con otros de tal forma que la lectura lineal de los cuentos es casi obligatoria, hacen que la propuesta de Juan Jacinto Muñoz-Rengel sea meritoria sólo por ello, por la causa, aunque no hubiese logrado el efecto deseado en el lector (que es muy poco probable).
Este libro se ha fraguado durante años, la vinculación de un relato con el siguiente (existe una ordenación temporal de los mismos) en forma de trama añadida, la utilización de instrumentos de decantación de humores, habrá obligado una y otra vez a Juan Jacinto Muñoz-Rengel a la reescritura de los cuentos sin hacerles perder “naturalidad”.
Ese es el secreto de su alquimia: el lector disfrutará de la lectura y se preguntará cómo es posible. El lector admirará a Juan Jacinto Muñoz-Rengel por su genialidad, por su chispa creativa. Sin embargo no sabe que para conseguir sorprenderle, cautivarlo, el autor estuvo tres años buscando el párrafo clave de la historia o aquella palabra demoledora que causó su nocaut.
II.
De mecánica y alquimia pretende mostrar la trasformación del mundo a través de los elementos mecánicos y químicos. La materia y la psique, cuerpo y alma, involucrados en el proyecto de la evolución. Desde el Toledo musulmán hasta nuestros días la ambición del hombre siempre ha sido la misma: obtener aquello que desea y no pagar un alto precio por ello. En diversas etapas en ese recorrido histórico se detiene Juan Jacinto Muñoz-Rengel, mostrando las trasformaciones de ese mundo en cada época. Pero esas trasformaciones son una metáfora porque en realidad siempre ocurren. Ocurren con la muerte (se pasa del estado “vivo” al estado “muerto”), y ocurren cuando un personaje humano se trasforma en un pez o se humaniza un robot o cobra vida un pedazo de barro. Y estos son ejemplos de los personajes que pueblan estos cuentos: robots, golems, fantasmas, objetos inanimados que comienzan a hablar.
El libro conforma un puzzle en todos los sentidos (fondo y forma) y cada relato se acumula en el siguiente, hilvanándose, añadiendo valor al conjunto. Lo repito, ya sé, pero es que es muy importante para entender el alcance de este proyecto narrativo.
El primero de los cuentos El libro de los instrumentos incendiarios obligó al camarero que me servía el desayuno a calentarme dos veces el café porque me sumergía tanto en el ambiente de cuento, en ese Toledo musulmán de sabios astrónomos y de constructores de máquinas del futuro, que lograba abstraerme de la realidad. En el cuento ya se utilizan casi todas las armas narrativas de Juan Jacinto Muñoz-Rengel, logrando la atmósfera ideal y proponiéndonos infinidad de juegos y lecturas.
El siguiente cuento, El relojero de Praga, muestra al menos dos (quizá en ulteriores lecturas descubra alguno más, porque les aseguro que este volumen de cuentos esconde muchísimos secretos), al menos, decía, dos hilos de seda casi imperceptibles que lo unen al primero, siendo consecutivo en el tiempo (ya dije que los cuentos están ordenados cronológicamente) volviendo a crear atmósfera de cuento legendario, clásico, inmortal. La historia no tiene desperdicio y todos aquellos que hayan visitado Praga y hayan estado frente a las esferas doradas del reloj, sentirán un estremecimiento helador.
Lo mismo ocurre con el siguiente cuento, con Lapis philosophorum. Juan Jacinto Muñoz-Rengel nos introduce en una abadía medieval en la Provenza y nos presenta al hijo de Nostradamus. Hijo que hereda los poderes proféticos de su padre a pesar de sus impedimentos y que luchará contra su maestro, un monje que busca la Piedra Filosofal y que será consumido por su ambición.
Y así cuento tras cuento, situando la acción en algún lugar de Europa y en momentos consecutivos de la Historia. Sagas malditas, juegos de muerte, historias cada vez más fantásticas. La evolución por la trasformación del mundo, el cambio a través de elementos mecánicos y químicos.
Epílogo.
Hay un cuento clave en este volumen. Se trata de El sueño del monstruo. La historia es clásica, sobre todo para muchos de nosotros, los cuentistas que no publicamos porque parece ser que a nadie le importa lo más mínimo lo que tenemos que decir. El personaje principal es un escritor y la acción se sitúa en Londres mediado el siglo XIX. Nuestro escritor no logra publicar, pero su mente no deja de trasladarle historias que escribir. Son historias descabelladas, con personajes imposibles. Se nos presentan intercaladas entre frazadas de la realidad cotidiana y aburrida de ese personaje escritor. Quién sabe si no es este escritor “fracasado”, que acaba tragado por el mundo de la ficción, el personaje que, a modo de delegación cervantina en Cidi Hamete Benengeli, ha escrito los cuentos que conforman este volumen.